ME BUSCARÁS UN DÍA… (Mi poema)
Marco Antonio Valencia Calle (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Me buscarás un día,
rebuscarás mis sueños
y encontrarás vacía
la caja de mis besos.

Me buscarás un día
al despertarse el alba
y encontrarás muy fría
la sábana en mi cama.

Me buscarás un día
en una tenue brisa
buscando la alegría
del cielo en mi sonrisa.

Me buscarás un día,
me buscará tu boca
suplicando osadía
en esa noche loca.

Escalando desnudos
deseosos amantes,
en los silencios mudos
y gritos hilarantes.

Me buscarás un día
quisiera saber cuando
más por mi cobardía
yo te estaré esperando.

Me buscarás un día
y aunque me duela el alma,
cogeré del tranvía
la vía equivocada.

Y soñarás conmigo
y sentirás mi aliento
y volveré contigo
en este triste cuento.

El día que me quieras
retornaré a tus brazos
si olvidas tus quimeras
y abrazas mis abrazos.

Me buscarás un día
más yo ya habré partido,
te pido, vida mía,
no me eches al olvido!
©donaciano bueno

Título original de un poema de Raul Nicolas Antonio Larsen, otro incansable escribidor, ajeno al desaliento, como el que esto firma. «Me buscarás un día, quien sabe cuando… tal vez no tardes; yo solitario… puede que me halle… y te esté esperando…»

MI POETA SUGERIDO: 

Marco Antonio Valencia Calle

A las amantes

“quien no comprende una mirada,
tampoco comprende
una larga explicación”
-refrán árabe –

a las amantes no se les saluda
si te las encuentras por casualidad
en la fila del banco, los cócteles o una fiesta,
mucho menos en los supermercados

a las amantes no se les saluda
con un beso en la mejilla
cuando te las encuentras,
se les guiñe un ojo y
se les sonríe con la mejor de las picardías
dibujada en el rostro
ellas entienden,
deben entender
¿entiendes?

a las amantes no se les saluda
pero cuando el encuentro es inevitable
y el saludo ineludible

con la mirada te le puedes meter al corazón
para acariciarla un poco
ellas entienden
deben entender
¿entiendes?

a las amantes no se les saluda
con abrazos efusivos
ni se les envía flores en su cumpleaños
ni se les dicen cosas bonitas por el teléfono
es peligroso
ellas entienden

deben entender
¿entiendes?

DESCANSE EN PAZ LA GUERRA«

“Quizás todos llevamos una isla en el alma,”
(la que se ve de lejos, poema de Manuel Serrano)
Tan evidentes como misteriosos
“Hacedme casto… pero aún no”
San Agustín (Confesiones)

Aprendí la virtud de mi madre, pero de los lobos a mentir como un sofista para ganar en el amor y en la tierra.
Imaginé todo sobre lo inmoral y caminé sin Dios por mis propios senderos.
Quise morir con la dignidad del romano cortándome las venas en un baño caliente y hasta besé a una mujer viuda para ganarme un pedazo de tierra donde morir, pero nada me salió bien ni me hizo feliz.
Con historias de ficción iluminé mi existencia y todos fueron engañados pero a nadie le creí sus gestos de amistad y afecto.
Fui un hombre solo que fié mi prestigio a los ardores de la lengua, sin humor y sin ataduras convencionales.
Morir no me hace gracia, ni reencarnar, ni llegar al cielo.

Libres hasta de nosotros mismos

Te he dicho cosas horribles que te hieren toda, desde los huesos hasta la dignidad, y resistes sin morir porque eres joven y te faltan historias de amor por escuchar.
Mis argumentos son que todo pasa porque el destino tiene sus hilos y la silueta del barco sus rutas en el mar.
En la noche mientras duermes el mundo se convulsiona con la tragedia y el amor agrio.
Y cuando parece que ya nada tiene solución y la tristeza nos mata, del cielo llueven pedazos de hielo como lágrimas de Dios para animar.
Soy huraño porque no resisto el dolor de estar atrapado en las costumbres del amor, en la tibia tristeza cotidiana de unos besos, en la ruta que señalan los destinos bendecidos por los hombres, por gente que no sabe y no entiende que nada es para siempre, que siempre es bueno un pedazo de confusión para soñar.

El árbol de mil errores

Dice José Asunción Silva que los poetas se dejan crecer la barba para ocultar el silencio de su amor prohibido, y tal vez claro, para ocultar el rictus de la amargura que le depara su destino.
Dice Aurora, que los poetas no pueden amar a una sola mujer porque se les cae el pelo, se les anega el alma y se vuelven sardónicos hasta roncando y pueden caer en el vicio arcano de la masturbación.
Dicen que dije, que el amor produce cáncer literario en los poetas de nuestro tiempo, pero que he escrito tanta poesía prohibida que ya no se puede ocultar mi amargo encanto por los poemas ridículos y las mujeres de otros.

La segunda piel.

He mirado la noche y descubierto sus defectos. He mirado tus hazañas, la risa del condenado y la del hombre que nos envidia y el desprecio de la nostalgia.
La tristeza me allana cuando en la noche despierto y presiento que me piensas.
Estamos lejos. Muy lejos. Absolutamente lejos. Nada nos une, nada converge entre nosotros. Pero yo que soy un empírico reflexivo sueño, imagino, creo, sospecho, pienso y deseo que todo nos una
aunque para tí, ser inocente a mis tormentos, estamos lejos y ni escuchar juntos el gorgojeo de un pájaro nos une.
He calculado la tarde para pedirte que cierres los ojos y darte la sorpresa. He disparado tres dardos a mis propias ilusiones, en mi lucha coja por obtener el reino que prodiga tu atención. Pero el río de la vida, ese río de garúas frías y músicas extrañas que pasa por hogar me ha dicho que debo esperar,
y voy a esperar.

Las cosas que a nadie le sirven

Me sirven las cosas que a nadie le sirven, me huele a pan las miradas de la gente, me da risa lo ausente, me como las flores para alimentar el alma, y me enamoro de lo imposible, me enamoro de alacranes.
En días de carnaval me baila el corazón y la sangre es un río n por las vanidades ajenas.
Pero el resto del año me peino con agua, me lavo en el río, me alimento del aire y de los sueños repudiados.
En las noches tristísimas de la navidad se me incrusta el jazz adentro de la vida y
me voy a la calle y floto con los recuerdos… nada de caminar rápido.
Y como no sé hacer nada distinto a leer historias de la calle
y la gente no me reconoce taras y me ve la fe en el rostro
debo hacer confesión pública: soy inútil para causas ajenas al amor.

El problema no es volverse viejo

El problema es tener litros de recuerdos sobre los pies hambrientos y haber transitado por intuición como si fuéramos aves. Dolernos hasta los tuétanos con la presencia de cosas amadas que jamás fueron nuestras y no poder sumergirnos en el juego de las alegrías ajenas.
Acceder a los secretos de la vida tiene su precio y sus dolores. Duelen los huesos y la vanidad, duelen las noches y las equivocaciones.
A veces aparecen las vergüenzas como sombras, pero también están las falacias y las picardías con las que gozamos, y entonces somos mejores.

Lo más difícil de contar

No encuentro resignación en la fe, ni en la alegría de los alimentos litúrgicos.
Morirse es fácil y lamentar lo inevitable puede ser una banalidad para frívolos.
Las hazañas humanas tan raras como perdonar desaparecieron de mis límites, y ahora solo encuentro un montón de palabras secas regadas por pastorcitos en campos baldíos, o lo que es peor, en espíritus áridos y desplazados hacia la izquierda donde el sol se pinta de rojo y florecen las pasiones, los dolores, y claro, las dudas. Las dudas tuyas y las mías.

Confesiones del acusado

No creí, no reflexioné y no me expuse.
No fui instrumento ni de la paz, ni del amor, pero tampoco de la guerra y el odio.
No dude, ni afirmé, ni negué, ni renegué, ni nada.
Jamás alimenté el alma, y al cuerpo le di cualquier cosa.
Leí lo necesario y sin esfuerzo, y escuché dialogar a la gente con la lluvia, con la luna, con la tierra y sin prestarles atención.
Dormí cuanto pude y jamás saqué una espada para defender los ideales de otro.
El dolor por los pasajes horribles de la gente no melló mi tranquilidad.
Las causas perdidas o los días de gloria me fueron ajenos y descarté ejercer la fe en algo entre mis deberes.
Y para qué negarlo, con esta filosofía fui feliz entre los mortales, sobre la tierra y en vida.

La hechicera complacida

“metáfora
(gr. metaphorá ; metá, más allá + fero, llevar) “
Una mañana cualquiera una mujer con historias de novela, me miró profundo; y sentí una larga energía sobre mí espíritu en ayuno.
Creí entonces que recuperaba su amistad ausente y perdida en la indiferencia de los días.
El dictamen de mirarme tanto, fue decir entre dientes: inocuo.
Y luego en voz alta ¿qué es un inocuo?
Un inocuo le dije, es alguien que no hace daño.
Entonces, la mujer con historias de novela, volvió a las tareas de su día y yo ingresé a una tarde de dudas salvadas como siempre, como todo en mí, por un poema.
15 de octubre/02.

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Donaciano Bueno Diez
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