MI PERRO ES UN CANALLA (Mi poema)
Padre Juan Arolas (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Mi perro es un capullo. Siempre ladra.
La lengua va, me mira y me la saca.
Mi perro es un gruñón. Y se desmadra.
Con gritos mis oídos les taladra.
Y encima se hace caca.

Le saco a pasear y alza la pata,
¡tamaño sinvergüenza, qué descaro!
allí donde le pille, en una mata,
se mea, lo disfruta, ¡hasta lo cata!,
no tiene ni un reparo.

Si voy y le reprendo no hace caso,
que a mi siempre me dice come y calla,
no para de husmear a cada paso
se ríe cuando piensa en mi fracaso.
Mi perro es un canalla.

Mas ¡ay cuando me mueve las orejas
y muestra sus ojitos complacientes!
Me encuentro prisionero entre sus rejas.
Mi perro es un ladrón, no tengo quejas.
así enseñe sus dientes.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDOPadre Juan Arolas

A Una Bella

Sobre pupila azul, con sueño leve
tu párpado cayendo, amortecido,
se parece a la pura y blanca nieve
que sobre las violetas reposó.
Yo el sueño del placer nunca he dormido:
sé más feliz que yo.

Se asemeja tu voz, en la plegaria,
al canto del zorzal de indiano suelo,
que sobre la pagoda solitaria
los himnos de la tarde suspiró.
Yo sólo esta oración dirijo al cielo:
«Sé más feliz que yo».

Es tu aliento la esencia más fragante
de los lirios del Amo caudaloso,
que brotan sobre un junco vacilante
cuando el céfiro blando los meció.
Yo no gozo su aroma delicioso:
sé más feliz que yo.

El amor, que es espíritu de fuego
que de callada noche se aconseja
y se nutre con lágrimas y ruego,
en tus purpúreos labios se escondió.
Él te guarde placer ya mí la queja:
sé más feliz que yo.

Bella es tu juventud en sus albores,
como un campo de rosas del Oriente;
al ángel del recuerdo pedí flores
para adornar tu sien, y me las dio.
Yo decía al ponerlas en tu frente:
«Sé más feliz que yo».

Tu mirada vivaz es de paloma:
como la adormidera del desierto,
causa dulce embriaguez, hurí de aroma
que el cielo de topacio abandonó.
Mi suerte es dura, mi destino incierto:
sé más feliz que yo.

Apartado De Ti, Surco Los Mares

Apartado de ti surco los mares,
¡oh cándida mujer!
Triste víctima he sido en tus altares,
¿y mía no has de ser?
¡Qué terrible en sus tétricos horrores
se muestra el mar, mi bien!
Pues yo temo más que sus rigores,
tu enfado o tu desdén.
El bramido de recios vendavales
no me intimida a mí;
no temo todo el peso de los males;
tu olvido, hermosa, sí.
Tú, sobre leves plumas reclinada
no sientes aflicción;
sostiene mi cabeza acalorada
la dura tablazón.
Si de volverte a ver tengo el consuelo,
te juro, por mi fe,
que tú serás mis glorias y mi cielo,
y al mar no volveré.
Si Dios me da que pueda coronarte
la sien de albo jazmín,
y un ósculo tomar al despertarte
del labio de carmín;
que en cambio de una lágrima muy pura
me des tus alegrías,
y cubras con un velo de ventura
mis noches y mis días,
jamás será que fíe en la bonanza
del mar y sus arenas,
ni cuelgue el sutil lienzo de esperanza
de débiles antenas.

Dios Hombre

¡Tanto exigió el humano desvarío!
Niño llora en la cuna: el Dios del cielo
Que es víctima de amor!
¡Ved al eterno sol temblar de frío
Para ablandar el corazón de hielo
Del hombre pecador!

Ven, suspirando, ven, que, cuando lloras.
Y en tu vagido exhalas triste ruego,
Me pongo a contemplar
Que tú pintaste el cielo y las auroras,
Tú diste al serafín alas de fuego,
Tú lindes a la mar.

Tú al águila altaneras que retrata
Su sombra en el peñasco más erguido,
Las fuerzas y el ardor;
Tú el colibrí las plumas de oro y plata
Mientras ebrio de aroma se ha dormido
Colgado de una flor.

¡Yaces en desnudez y amarga pena,
Tú que a los mismos ángeles encantas,
Delicia de Israel!
¡Tú que has vestido el campo de azucena;
Tú que has puesto una alfombra a nuestras plantas
De rosa y de clavel!

¡Estrella de Jacob!… Tu luz bendita,
Que saluda la iglesia enamorada
Con arpas de Sión,
De la prole de Adán, prole proscrita,
Borró en la inicua frente señalada
Divina maldición.

Aquel ángel que al hombre inobediente
Y a la mujer bañada en largo lloro
Sacó del sacro Edén,
Envainada la espada refulgente,
Segunda vez abrió las puertas de oro
Que guardan todo bien.

Las aves desplegaron voces puras
Cantando un himno de alabanza al cielo
Con grata suavidad:
Demos a Dios la gloría en las alturas,
Y la paz a los hombres en el suelo
De buena voluntad

Los árboles vistieron frescas flores,
Y enfrenado con hórridas cadenas,
Rasgado el pecho infiel,
Bajó del orco impuro a los horrores,
Para sufrir el colmo de las penas
El pérfido Luzbel.

Desde el principio existe tu hermosura.
Siempre inmutable, eterna y escogida;
Hoy has venido a nos
Nacido de una Virgen bella y pura,
Verdad, amor y vida de la vida,
Luz de Luz, Dios de Dios.

Égloga I

(…) Dulcísima porción del pecho mío,
Erífile divina y amorosa,
agosta el sol las flores, y aun no veo
flotar allá en la cumbre deliciosa
donde nace el sonoro y claro río
tu leve vestidura cual deseo.
¡Ay! Ninfa, según creo
te empeña en su carrera
la cierva más ligera
que habita de estos sitios la frescura,
ven aquí a disfrutar del aura pura,
que dañará tus pies tanta fatiga;
la tarde se apresura,
no tardes en venir, mi dulce amiga.

¡Cuánto te causa de placer y olvido
perseguir a los gamos inocentes
y al ciervo herir con flecha penetrante!
Apenas brilla el sol en el egido
las dulces ansias de alejarte sientes
por el espeso bosque y selva errante:
respira un sólo instante, recuerda que eres mía
y que tu compañía vida me puede dar;
tu ausencia, muerte;
pues es todo mi bien amarte y verte
viviendo en soledad libre de intriga
sin miedo de perderte,
muéstrame tu semblante, tierna amiga.

¿Te acuerdas de aquel día en que prendimos
en la red un incauto pajarillo,
y que en torno volanso sin reposo
del mirto al sauce y desde allí al tomillo
su tierna compañera luego vimos
piar con un gemido lastimoso?
¿Que al prisionero hermoso
la libertad le diste
y al paso me dijiste:
«Para los que amor une no hay tormento
más agudo que el duro apartamiento
que al corazón más tierno más castiga»?
Recuerda aquél momento,
recuerda tus palabras, bella amiga.

Busca la limpia fuente al arroyuelo
entre menudas guijas murmurando,
los arroyos al río caudaloso,
y éste al profundo mar va caminando:
si miras, Ninfa mía, al claro cielo
de la serena noche en el reposo,
verás cuán luminoso
se muestra aquel lucero
eterno compañero
de la cándida luna refulgente:
amor a unión inclina cuanto siente
desde el ave de Jove hasta la hormiga;
mi pecho no consiente
por esta ley tu ausencia, bella amiga…

La Tristeza

Bella si risueña estás,
y si triste eres hennosa,
si pálida y pesarosa
mucho más.

Como aquel que te crió
y que en tus lindos ojuelos
puso el azul de los cielos,
te amo yo.

Y si el suelo en que nací,
de miseria y de dolor,
me merece algún amor,
es por ti.

Todo aquel carmín se fue
que formaba tu decoro;
estás triste y más te adoro
por mi fe.

Pues no es menos celestial
con las nubes del desmayo
el crepúsculo del mayo
matinal.

Ni pierde el sol su esplendor
si se entibia en el ocaso,
ni la luna si da escaso
su fulgor.

Cual en mis sueños te vi
me enamoras, dulce amiga;
¿quieres que mi Voz lo diga?
Pues así:

En mórbida languidez
cuando extravío de amor
ha marchitado el color
de tu tez;

en un Párpado feliz
la lágrima transparente
que ha nacido de la fuente
del desliz;

el seno que se contenta
con un descuido muy leve,
y si deja ver su nieve,
no la ostenta.

Silenciosa así te miro
y en tierna enajenación
me rinde el corazón
un suspiro.(…)

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Autores
Donaciano Bueno Diez
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