RECLUSO (Mi poema)
Ignacio Escuín Borao (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Yo ayer subí al parnaso de sus ojos,
trepando, fui accediendo con sigilo
agarrándome a una ilusión, un hilo,
desde el contorno de sus labios rojos.

Noté de sus mejillas los sonrojos
a medida que al cielo me acercaba,
en tanto que la luna me miraba
juzgando mis deseos, mis antojos.

Y así me vi encaramo a sus pupilas
observando a través de la mirilla
con la angustia cobarde del intruso,

y aunque yo no me creo un meapilas
tanta fue la impresión, tal maravilla,
que en su cárcel de amor me hice recluso.
©donaciano bueno

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Muchos poetas en sus textos comparan al amor con el acto de estar prisionero del/la amado/a. Este símil también está presente en la poesía religiosa, especialmente de los clásicos.

MI POETA SUGERIDO: Ignacio Escuín Borao

DE ‘HUIR VERANO

VII
He huido
lentamente, sin aspavientos,
sin dejar que el polvo en el aire delatase
esta marcha quizá sin retorno.
Me marcho.
Ahí os lo dejo todo.
Quizás dejo más de lo que me encontré al llegar,
quizá menos.
Cada vez que elevo la vista
todo parece tener menos sentido.

Variación XIV

(19 de septiembre)

Sin duda habrás oído la voz del lamento antes,
los gritos de los niños en las calles,
los gritos de los niños en los pasillos de la escuela,
los gritos de los niños y los gritos de las madres.
Los niños gritan siempre,
cuando son felices y cuando lloran.
Yo antes gritaba a todas horas,
y hoy en esta ciudad y eniesta casa
no grita nadie,
porque las paredes son tan duras
como milenios de soledad comprimidos en un metro.
Porque cabalga la noche en sueño de boca y ratón,
se asoma como aquella
en que la nieve caía como antes
solo lo había hecho en países inexistentes.
Lo sé, hoy no hay quien me aguante,
tendréis que perdonar mi llanto/letanía,
los sueños se diluyen en la ciudad triste
y el silencio ha tomado los chirridos de las calles.
Hoy estoy imposible.
Nunca creí/pensé en un dolor tan lento y pesado
que cae en las horas ‘como la música en la música’,
en un vacío que se expande y gime
como antes lo hacían las sirenas y los viejos autobuses
acelerados.
No, no hagáis caso.
Solo es una noche/pesadilla,
una noche de vientre roto.
Mañana el sol, si puede,
barrerá de nuevo el mundo.

EL NOMBRE DE LAS COSAS

Esa maldición,
la de saber
con exactitud
el nombre de las cosas

sin la más mínima
posibilidad
de equivocarte
o de acertar.

A eso lo llamaban
política.

PÓLVORA EN LAS MANOS

Cuánto se tarda
en destruir
lo más costoso,
la construcción imposible.

Nácar los dientes,
nácar también los días,
y pólvora en las manos.
Mi historia es
la de un militante
duro y blanco
que lo incendia todo.

Eso es todo
lo que soy capaz de recordar.

TIEMPO ATRÁS

Lo recuerdo casi como si fuese ayer.
La emoción,
el temblor de las manos
y el sudor frío.

La presión de leer un poema
como si en él terminase el mundo.

Hoy no confío en mí,
no confío en nadie,
he perdido las ganas
y te he perdido a ti.

He perdido la voz,
he perdido el poema.

A lo lejos alguien entona
el canto final de los días.

Tranquilos amigos,
no es una despedida
es solo poesía.

MORTAL Y ROSA

Años después
delante de tu propia vida,
con el espejo plano
sin artificios que valgan,
te ves de nuevo en el inicio.

Es algo así como si nada hubiera sucedido.
Como un sintagma vacío,
un recuerdo nítido que te lleva
a ninguna parte.

Estás fuera del mundo,
el propio mundo así lo ha decidido.

Atrás solo queda algún que otro café helado,
las náuseas de cada mañana
y cuatro intensos años
de amargura y socialismo.
Nacho Escuín, de La mala raza (Bala Perdida, 2019).

CODA

(autorretrato con monstruo)

No perdona quien quiere sino quien puede,
obvio camino como grave es el peso
del aire contra el suelo, tensión de los planetas
en una galaxia no infinita pero desconocida.
Quien ha perdonado sabe que de nada sirve
querer hacerlo, no depende de eso este giro
como no depende de sí mismo ya el de la tierra
sobre su propio eje. Es un ejercicio semejante
a lanzar una moneda al aire y dejar que el azar
decida el final o el principio de algo. Si la suerte
es propicia, entonces, quizá el tiempo envuelva
las lágrimas y los gritos al volante de una bala negra
por los hilillos llenos de vida de un país desangrado
que se desangra. Una flecha lanzada al aire y que,
en su trayectoria, alcanza suspiros y aves y al mismo
sol. Tengo una moneda en la mano y todo el peso
de la ley y los valores aplastando mi pecho contra el suelo,
dejadme respirar ya y marchaos todos al infierno. Nada
de lo dicho en estas líneas puede ocultar la decepción
con la que lo inesperado entra en nuestras vidas y sitúa
a alguien antes intocable frente a un patíbulo de verdugos
borrachos y ciegos que, probablemente, fallarán su tiro,
lo lanzarán al aire y cruzarán la línea imaginaria que la flecha
ya marcó primero. Cuando la música cesa, solo algunos pueden
permanecer en la pista sin parecer patéticos desesperados,
y la música cesó pero las lágrimas brotaban tanto que inundaron
mi pecho e hicieron que la presión todavía fuese mayor.He bebido
tantas lágrimas como gotas de agua en un día de lluvia
en el que un hombre solo sale a la calle a buscar cobijo húmedo
y reconfortante, como los días pasados que lo son siempre.
De niño siempre dejaba que mi pelo se mojase con las primeras
gotas, ahora mi lengua se sumerge en el salado universo de mis
ojos, te he visto tantas veces con ellos que ahora no te reconocen.
Una moneda al aire, decía, días nubosos y lluvia pálida.

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Autores
Donaciano Bueno Diez
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