SE ME SECÓ EL CORAZÓN… (Mi poema)
Daniel Calabrese (Mi poeta sugerido)

Inicio » Amor » Mi poema: SE ME SECÓ EL CORAZÓN… Mi poeta-sugerido: Daniel Calabrese

¡Gracias por leer esta publicación, ¿deseas comentar?  haz click en el botón de la derecha!

MI POEMA… de medio pelo

 

Se secó el corazón de querer tanto,
mas hoy que ya no siente su agonía,
sólo resta penar su desencanto
esperando encontrar la muerte fría.

Se olvidó del querer. De salto en salto,
sorteando la inquietud de cada día
convirtió ya el andar en sobresalto
y los retos de amor en cobardía.

¡Tu no sabes, mi amor, no sabes cuanto
ha debido sufrir cuando éste ardía,
las horas que pasó sumido en llanto!

Tantas dudas, disgustos y quebrantos,
hicieron que al vibrar se resentía,
firmando la antesala al camposanto.
©donaciano bueno

Es posible que se resienta por mucho #querer? Clic para tuitear

Dolores que ayer hicieron
De mi corazón colmena,
Hoy tratan mi corazón
Como a una muralla vieja:
Quieren derribarlo, y pronto,
Al golpe de la piqueta.
Antonio Machado

MI POETA SUGERIDO: Daniel Calabrese

Cerca del puerto

Pasan los camiones.
Se llega a mezclar el humo del gasoil quemado
con la llovizna fresca de la costa.

No hay poemas perfectos
como el sol, como la sombra.

Y menos que hablen de lugares
cercanos a este puerto donde hace frío,
donde se apilan contenedores blindados
para la gente inestable y para las ratas.

Pasan las dos mitades de un perro.
La primera lleva una cabeza normal, asustada,
la otra se disipa entre la niebla y la sarna.
En la estación lo bañaron con parafina,
seguro que fue el tuerto que limpia los vidrios,
quizás le regaló un pedazo de pan
y le ordenó: ¡basta de morderte!

Que no se turbe el sueño de Pound.
Si los clásicos ya tuvieron épocas
de mayor circulación en América,
al menos aquí, cerca del puerto,
entre la maquinaria envenenada
por la mierda de las gaviotas
(donde pasan las mitades de un perro
esquivando esos camiones de carga),
ya nadie hace las cosas perfectas
como el sol, como la sombra.

Las diferencias entre mi padre y Kerouac

Mi padre nació un año después,
muy lejos, casi a la orilla de esta ruta.

Kerouac no tuvo, a su vez, un padre
nacido en altamar, como mi abuelo.

Y para qué iba a escribir poesía, mi padre.
En cambio Kerouac, entre católico y budista,
excedía todas las fronteras.

Papá tenía una bicicleta roja: eso es viajar.

Uf, ambos detestaron el comunismo.

Creo que si un cruce misterioso
los hubiese reunido en la mesa de algún bar
se habrían reído mucho.

Pero mi padre, que era peronista,
se emborrachó una sola vez
en toda su vida.

Prodigio

El trabajo de este día consiste
en llevar una piedra de aquí para allá.
Es una roca muy pesada,
más que un buey,
más que una bolsa cargada de lluvia.
Es un agujero prehistórico,
un espejo negro
a punto de tragarse el mundo.

El trabajo de este día consiste
en alzar esa piedra y depositarla
suavemente en el medio del camino
para que se detengan los ciclistas,
se detenga la música de fondo,
se detenga la Ruta Dos
a la hora señalada por las arterias rojas.

Y cuando todo esté detenido,
entorpecido por la piedra,
detenidas las generaciones ilustradas y piadosas,
detenido el amor entre las cosas naturales
y las cosas manifiestas,
el trabajo, entonces,
consistirá en sacarla de ese lugar,
levantar nuevamente la piedra, con los ojos cansados,
y enterrarla por ahí, en la nada,
en ese lago de cerrada indiferencia
donde cruje la cama, alumbra el televisor,
brillan los motores,
cae el vino adentro de la luz,
se pudren la memoria y las conversaciones tristes,
y se hunden, con la piedra,
en la más completa extinción.

Método para calcular el tiempo

Los que viven a este lado de la ruta
saben de compensaciones:
cada vez que alguien pasa rumbo al Sur
anotan la hora exacta
y dejan caer una piedra en el vacío del ser.

Quienes viven del otro lado
conocen la polaridad:
cada vez que alguien pasa en sentido contrario,
de regreso,
anotan lo mismo,
pero sacan una piedra del vacío del ser.

Así unos llenan su vacío
y otros lo despejan.

Cada cierto tiempo,
los que han llenado su vacío
cruzan por el puente viejo (que era nuevo)
y esperan con paciencia
a que pasen los regresadores del Sur,
uno tras otro,
hasta que el vacío es total.

El ahogado

Deseo aclarar que no fue en un río
sino en la misma tierra donde me ahogué.

El único río que llevo en la memoria
es un estremecimiento
donde las pequeñas cosas se hunden
aunque nunca llegan a desaparecer.

A veces,
se hunden antes de que pase el río.

Y su pedido de auxilio
siempre
llega tarde.

Una carrera con Platón

Antes de hablar alzaba una mano
para sujetarse el pecho,
a riesgo de hacerlo en un estilo trágico.
Siete pitadas: un cigarrillo.

Esa tarde encendió el motor
de su viejo automóvil
y se acostó en el pasto a escucharlo una y otra vez.

Un alambre coincidía con el horizonte
donde se posaban unos pájaros enormes
y el hilo de la tierra se encorvaba.
Cuando alzaban vuelo, de repente,
el alambre subía y bajaba, entre el cielo y el suelo,
en eso que llaman la marcha dialéctica.
Y nadie era capaz de seguirlo.
Siete pitadas feroces: otro cigarrillo.

El motor hablaba espesamente del silencio,
como si lo más oscuro del ser
encendiera con una llave de contacto.

Su viejo automóvil
detenido en el mejor momento de la vida.

Perdón

Nunca antes había visto, en esta tierra,
una crucifixión.

Fue en una de esas horas de lucidez,
cuando la mente coincide con el cuerpo en tiempo real,
aquello que muchos representaron
con una luz, con una esfera
regular sobre un rostro inocente,
o el compromiso de los astros
detrás de una silueta congelada.

El pájaro estaba inmóvil,
clavado en un poste al costado
de la ruta.

Recibía una brisa que no tenía comienzo
ni tenía fin
y miraba desde atrás de sus ojos
como pidiendo disculpas.

El que venía conmigo trató de bajarlo,
acercó la mano, pero la retiró enseguida.
Parece un ave rapaz, me dijo.

Nos alejamos para seguir nuestro camino,
aunque me di vuelta como a los treinta pasos.

No vi las armas debajo de sus alas.

No me pareció un ave rapaz.

El exactor

Alguien caminó sobre mi tumba.

Detrás de la puerta, yo tenía un abismo
del que se sube por una cuerda interminable.

¿Podría ser esta casa un lugar
para los descarnados?

¿Podría ser esta casa un lugar
para los abastecedores de lujos?

Son las preguntas del recaudador,
el cobrador de tributos
que me sigue por el hilo del tiempo.

Ésta es la idea,
una idea con números, nada más,
y dura sólo un momento.

Pero se repite y se repite
hasta el cansancio.

Si te gusta #Daniel_Calabrese... Clic para tuitear

Autor

Donaciano Bueno Diez
Si te gusta mi poema o los del poeta sugerido, compártelo. Gracias
Subscríbete!
Notificar a
guest

0 ¡Ardo en ascuas por conocer tu opinión! ¡Anímate a comentar!
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
Echa un vistazo a la siguiente publicación
Doliente de ti yo vi la noche oscura,…
0
Me encantaría tu opinión, por favor comenta.x

Descubre más desde DonacianoBueno

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo