LA VIDA GAJO A GAJO (Mi poema)
César Antonio Molina (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Yo nunca fui a Madrid, me dijo un día
un tipo valenciano
entrado ya en edad, más bien anciano,
que al ver que en un asiento yo leía
me vino a dar la mano.

Me habló que de sus tierras regresaba
volviendo muy afligido,
pensando en lo que tanto había sufrido
y hoy viendo abandonado como estaba,
su esfuerzo haber perdido.

Que había trabajado noche y día
y hoy todo era un barbecho.
Escúcheme, señor, que no hay derecho
que aquello que logré, lo que quería,
se encuentre sin provecho.

Traté de convencerle que la vida
no solo es el trabajo
y no hay por qué aplicarte a él a destajo.
La vida una naranja es que es comida
gustando gajo a gajo.

Después cuando se acaba ya se tira
la piel al basurero.
Si crees, deberás buscar al clero.
Que al fin han de quemarse en una pira
tu esfuerzo y tu dinero.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDOCésar Antonio Molina

(Caballero de las Artes y las Letras por el gobierno de Francia).

A filo de obsidiana

Al borde del antiguo bosque o del lago desecado,
en agosto, tanta lluvia, al atardecer.
Sombras que huyen.
El pájaro carpintero sin llegar.
La calle serpentea lentamente.
Pasé junto con la calle.
Al otro lado la tapia colorada.
Los árboles se movían como antepasados.
Montículos y colinas que fueron.
Quién sufría bajo cascos herrados.
La calle se detuvo frente a destinos cruzados.
¡Nadie!
Sólo una gran plaza esbelta y otra y otra.
Una balsa de piedra.
Todo en el orden de las proporciones.
Terrazas, tiendas, oficinas y hasta el Parnaso cerrado.
Una gran fuente. Coyotes abrevando.
La calle te llevaba.
Entonces salió un grito del bosque:
dos, tres, hasta cuatro veces.
¡Un grito!
No sé quién sufría a filo de obsidiana.
Ninguna luz se encendió.
La lluvia y el viento borraron todas las huellas.
¿Del grito o del sueño?
Y así, al margen, en esta calle
al margen del tiempo y de la vida,
sobre la sombra del mundo
la cama sin hacer.
Los gritos de pájaros oscuros
en medio de la llanura
que amanece de nuevo a filo de obsidiana.

La Soufrière

Sacudidas.
Rocas y cenizas desde la pasada madrugada.
El lodo hirviente. La caldera. El mar.
El sueño en la agonía de los espejos estrellados,
de las velas fracturadas hasta las primeras horas de la tarde.
El rumor de labios cobijados
sin saber a quién besar en este mes de despedidas.
Y pronto la lluvia, el viento, el granizo sacudido
como un grano en los cráteres de nuestras casas barrenadas.
Hasta cien metros de altura el vuelo del pichón,
el resplandor herido en las cenizas.
Y ya el invierno arreciado por fumarolas.
Y las palabras acompañadas de lodo hirviendo
en los surcos abandonados de ríos apagados.
Y las citanias de nuevo abiertas a las velas.
Y los geiseres iluminados como fuentes de colores.
Y la salida del vapor que se perfila con la urgencia de un correo nocturno.

Olvido necesario

Lugares que me guardan de un olvido necesario.
Palmeras, geranios, sauces que suspiran sobre la
Los días como el óxido que anilla rapaces sobre
Nunca estuve más unido, más próximo a aquella higuera que planté,
ahora que flota en las olas, libre de puntales.
Recuerdo estos caminos dejados en el abandone
las piedras heridas por un desierto de azabache,
tan negras como mi corazón.
¡Ah, qué paisajes se te han escapado!
Y todo se cubre de imágenes que anhelan ser res
El faro convoca a la tormenta, la ilumina,
la convierte en sonoro instrumento, la reverbera
y alza su breve fuego sin memoria
como la luz que, desde el pasado,
ilumina a los cargueros chorreantes de espumas
Lugares que me protegen de un olvido necesario
del sueño sobre el musgo, mientras se abren las sol,
de las alertas en las murallas,
del resbalar del caballo sobre la blanca sal,
del afilado dedo que desgaja otro gajo
en la tibia alcoba de brocado.
En la oscuridad del pabellón solitario
arden las hojas y las plumas de las aves
que se pierden en el bosque de la noche.
Lugares que me guardan de todos los regresos.
¡Una ausencia te hace!
¡Una ausencia te deshace!
Y en el barco que atraviesa filos de agua,
los perros sólo comen carne fresca.
Lugares que me guardan de un olvido necesario.
Insepulto en la pira de los astros,
nunca tan altivo como a la hora del hundimiento.
Y en el denso silencio nocturno, el leve ruido de tijeras
rasgando los cordajes de trampas para huir.

Vienes en la noche de Cuzco con el humo fabuloso de tu cabellera

Mi mano está sobre el desnudo papel de la mesa
y yo a kilómetros de distancia
en tu túnica de tela real finísima,
transparentes ambos cuando al estar mojados
de tinta o mar se dejan ver preformes,
voluptuosos por la oblicuidad del oleaje.

Mis días están plenos en el resollar fatídico del océano.
La sal, la nube, la amarga espuma, el cielo brocado
boya en el adiós.

El poema y tú estáis en la otra orilla.
Una extensión líquida media entre nosotros
y un cocodrilo aguarda en la playa
como tintero, ojo, ombligo, áspid fosfórico
que guía la sed de mañana.

Mi mano aspira al encuentro.
Todo en ella está preparado,
jaula y cebo,
para las garras llenas de bálsamo.

Mi noche es ahora día,
mi día es ahora noche.
¿Quién nos caza?

Mi mano está sobre el desnudo papel de la mesa,
y mi deseo a kilómetros de distancia
te sale al encuentro.
Tu cabellera ondula la escribanía como una vegetación.
Rueda humeante en las mareas,
desea morir y renacer.
Sus pies son un torbellino y su cuerpo está aéreo
como mi mano de cazador que sigue pasos,
aquella huella alzada contra las frondas.

La voz del poema clama como el ánsar o la llama cogida en su celo
y es tu imagen quien me aprisiona en el mismo vibrar.

Mi mano está sobre la desnuda piel de la
el ámbito interior crea un espacio de silencio,
en la línea de papel,
por donde el viento seca esta tinta simpática.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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Los versos que aquí publicoson tuyos, te los…
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