UN MUÑECO DE TRAPO (Mi poema)
Luis Ramiro (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA…de medio pelo

 

Soy muñeco, soy de trapo,
viejo, sucio y maloliente,
que abrevando irá a la fuente
a lavarle a su retrato,
y a su mente.

Soy amable, de buen trato,
insensato e impaciente.
Voy siguiendo la corriente
y hago al fin un garabato,
de repente.

Miro al triste y al siguiente,
y después miro al primero.
En este humilde sendero
ando mirando a la gente,
que más quiero.

No he de ser yo prepotente
ni tampoco zalamero,
ni cruel, ni aún persistente,
con aquello que prefiero
voy de frente.

Pues mi trapo tiendo al sol
después de haberlo lavado
y ya brilla entusiasmado
y se vuelve tornasol,
bien planchado.

Que la vida es un contrato
de colores, reluciente.
Negro es de cuerpo presente,
y al final de su mandato,
ya no miente.
©donaciano bueno

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Yo soy un muñeco,
muñeco de trapo
ni alto ni bajo
ni gordo ni flaco
(canción infantil)

A lo largo de la vida vamos acumulando manchitas que vamos lavando hasta que llega el momento final en el que ya nos presentamos tal cual, con todas nuestras virtudes y miserias.

MI POETA SUGERIDO: Luis Ramiro

MARIPOSAS IMPOSIBLES

Mejor será creer en los dragones,
en grandes superhéroes invencibles,
mejor seguir soñando con leones
que cazan mariposas imposibles.

Los Reyes Magos nunca son los padres,
no dejes que te engañe un torpe adulto,
prefieren que enmudezcas a que ladres,
la infancia que se alarga es un insulto.

Y yo sigo creyendo en Don Quijote,
en locos como aquellos los de antes,
en Sanchos gobernantes de su islote.

Reniego de los cuerdos dominantes,
yo tengo un corazón que sigue a flote,
yo sé que los molinos son gigantes.
Del libro Te odio como nunca quise a nadie, 2015

DOMINGO

El domingo:
Ese eterno despechado de los viernes.

LA ETERNIDAD

Susurró un «no» con un suspiro.
Respondí un «sí» como una espada.

Y

venció
la eternidad
a lo imposible.

MUSAS

Para escribir sobre una mujer
sólo tiene que poseer una cualidad:

dejarte
sin
palabras.

CASI

Ya casi he conseguido olvidarla.

Y ahí está el problema.

Ese «casi» demuestra no
haberla olvidado en absoluto.

SEXO ORAL

Meter la boca,
entera,
succionando despacio,
con suavidad,
y recorrer con la lengua
cada pliegue que
da forma a la
palabra «tú».

TIEMPO

Se puede querer a una persona en cinco minutos.

Olvidarla, a veces, puede llegar a durar toda una vida.

Amores de película

Una vez fui William y viví en Notting Hill,

en una casa con la puerta azul. Y un buen día entraste tú, Anne Scott,
la actriz más famosa del planeta, en mi pequeña y escondida librería.

Y acabamos colándonos en aquel jardín prohibido y tú me llamabas «flojeras»
y todos mis amigos me dijeron que te olvidara…
que aquello sólo pasaba en las películas.

Y por arte de magia, se nos torció el guión.

Y nunca me regalaste un cuadro de Chagall.

Y te fuiste de Londres para siempre.

Y otra vez fui Adèle y tú Emma,
la chica de pelo azul que me pintaba desnuda
en noches de 24 horas.

Recuerdo aquella cafetería,
aquel «ya no te quiero»
que escapó de tus labios.
Recuerdo que no lloré.
Nunca te supliqué.

Me salté directamente aquella escena.

Y tampoco aparecí en tu primera exposición.

Y otra vez fui Otto y tú Ana,
y me escribiste en una hoja de cuaderno
«Esta noche te espero en mi cuarto. Salta por la ventana, valiente».

Y salté.

Y te quise más allá del Círculo Polar.

Tanto que dolía.
Tanto que dejé de creer en las casualidades.
Tanto que me negué a ser piloto.
Para no buscarte.
Para hacer que siguieras viva.

Y otra vez fui Rick y tú Elsa. Y entre todos los bares del mundo, tuviste que aparecer en el mío, en aquel local perdido en Casablanca.
Y amaba tanto tu recuerdo que preferí dejarte marchar.
Por miedo a perderte otra vez.
Y elegí quedarme con el pasado.

«Siempre nos quedará París» te dije, mintiendo.

Debí decirte la verdad:

«Siempre me quedará París».

Y un buen día se marcharon los directores.
Desaparecieron técnicos, actores, maquilladores, guionistas, ayudantes de atrezo.

Desmontaron todos los platós.

Se apagó el último foco.

Y salí, como pude, al mundo real.
Y viví, como el resto,
bajo el tedio de los días,
bajo el peso de las estaciones,
en esta absurda cárcel
que algunos llaman vida.

Pero nunca olvidaré,
hasta el día de mi muerte,
que viví contigo en Notting Hill,
que besé tu pelo azul bajo la noche,
que te abracé temblando
en mitad del Círculo Polar,
que fuiste mía,
para siempre,
en aquel rincón
perdido en Casablanca.

Que tuve un amor.

Absoluto.

Infinito.

Y verdadero.

Como todos los amores de película.

Contigos

Ya sabes que te quiero aunque me duela,
que verte y no tocarte es un castigo,
si muero, tú te encargas de mi esquela,
si vivo, entiérrame (pero contigo).

Mi piel lleva las marcas de la suela
de aquel tacón frenando por mi ombligo,
tu forma de reír aún sobrevuela
el cielo de un pasado que aún persigo.

Quisimos ser felices sin excusas,
sin boda, sin contrato, sin testigos.
Así eran nuestras ganas: tan ilusas.

Y el tiempo desgastó nuestros abrigos
llenándolos de ayer y de pelusas.
Y no hubo más conmigos ni contigos.
De Te quiero como siempre quise odiarte (Frida, 2016).

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Donaciano Bueno Diez
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