VIAJAR, MIRAR, VOLAR (Mi poema)
Mirta Rosenberg (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo
 

Viajar, ¿sabes? viajar es muy bonito,
quisiera sin descanso yo ir viajando,
haciendo al observar un requisito,
viajar, mirar, volar cual pajarito,
contando y con amigos disfrutando.

Viajar no importa cómo, ni hacia dónde,
ni acaso si es invierno o primavera,
si frío hace o calor, si no responde
el dios de la verdad que allí se esconde,
o debes de aceptar, nadie te espera.

Viajar en libertad, a mi albedrío,
gozando del soñar e imaginar,
nadando como un pez hace en el río
sin miedo a ser objeto de extravío
consciente que su fin está en llegar

al mar, que a gusto atiende y te recibe,
sin ascos, que no se hace de rogar,
sumerge en los misterios de ese aljibe
igual que se sumerge el que esto escribe,
y allí, si ya es preciso, naufragar.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: Mirta Rosenberg

Mirta Rosenberg

The art of losing isn’t hard to master.
Elizabeth Bishop

Es una manera de decir
quiero quedarme sin palabras,
perder sin comentarios.

Hasta cuándo voy a hablar
de lo que ya no está.

De la que ya no está
viéndome escribir de ella.
¡Y con esos ojos!

También yo de noche los abro
y miro el silencio
en la oscuridad
donde el retrato termina
sin que lo alcance a ver

y pienso
y pienso
y pienso

en temas como vos
que no parecen tener
vencimiento,

en tu deseo de llegar a casa:
con la llave preparada,
aferrada a la puerta del taxi,
te dejabas caer en tu puerta
casi con la voluntad incierta
de una hoja en otoño,

esa clase de vencimiento,

y esos ojos más bien dorados
de los que decías en las descripciones
ojos verdes. Para mirar
cada ocasión con buenos ojos
que no me miran más,
aunque los recuerde.

Y ahora
quiero quedarme
sin palabras. Saber perder
lo que se pierde.

O eso parece.

Parece que las dos
nos hemos quedado sin madre:
yo sin vos
vos sin ella,

y sucesivamente,
como eslabones perdidos
y encontrados por un rato
con los padres,

pero ésa es otra historia
que está mejor contada
en la foto de casamiento
para la que palabras
nunca tuve,

como si fuera anticipo
de  mi  propio vencimiento.

De los  padres decías que el tuyo
tenía ojos verdes,
como vos, tu nieto Juan,
y nadie los tenía del todo
aunque merecían tenerlos:
tu manera
de embellecer el retrato
era tu manera de verlo.

De ella decías en cambio
desde su muerte no fui la misma,
y ésa sería tal vez tu manera
de no terminar el retrato.

La palabra no.

Lo mismo digo  yo.

Aunque también se diría una ocasión
más bien vulgar: en general,
todos nos quedamos sin ella,
y esa ausencia de luz parece
descansar los ojos
sin vaciarlos. Los anima,

o los vuelve hacia la oscuridad,
que es donde el retrato termina.

Dijo mi padre de la suya:
nací con ella y ahora
voy a tener que morirme
solo. Y después
lo hizo.

Dijo mi maestro de la suya:
me pasé toda la vida para tener
la letra de mamá. Y después
la tuvo.

Era un dolor perfecto:
hablando de ella,
hablaban de sí mismos.

O eso parece.

Parece que perder
no es un arte difícil:
los muertos de verdad de uno
son víctimas amadas de los vivos.

De lo que cada uno dijo.

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Donaciano Bueno Diez
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