AQUELLA HUCHA DE BARRO (Mi poema)
Lourdes Espínola (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Yo era joven, tan joven que soñaba
con la luna al igual que los poetas,
la moneda que madre a mi me daba
en la hucha de sueños la guardaba
a la espera que hubiera mil pesetas.

Cada vez que podía le añadía
otro sueño, uno más, a mi tesoro
hasta el día en que un sueño no cabía,
tuve ver que el cerdito se rompía
maldiciendo ese golpe tan sonoro.

Pues sabía que la hucha era de barro,
que llegara el final desconocía,
al cerdito de sueños hoy me agarro
y aun hay veces que siento ese desgarro.
¡por un sueño tener qué no daría!.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:   Lourdes Espínola

Nacer mujer-poeta

La alternativa:
Saltar del balcón; despedazarlo.
Faldas, abanico, hilo, aguja:
me desnudo y rebelo.
¡Basta de mirar la vida
desde este balcón!
Cárcel semicircular
tímpano sordo, sorda boca
grito y digo
del solitario oficio de escribir.
Manuscrito de internas visiones
espejos de mujer abriéndose.
Nazco
rompiendo venenosos manantiales.

Me miro entera

con mis cinco sentidos en alerta
para ver que vacié mi cuerpo de ti,
con deseo y mente detenidos.
Lengua,
vientre
senos… ¡alto!
Que ya no está aquí,
que no estará,
que ni siquiera estuvo;
que todo fue inventado,
que ni siquiera existe él,
o nosotros.
Que no existió nada de eso,
nunca.

Comprendes cómo te nombro

con mente quieta y silenciosa
me escucho
cuando no me escuchan,
escribo tu nombre
con el borde de la lengua,
rodando el filo vacío de los labios.
Y te extiendes luchando
en la humedad de mi deseo,
en la resonancia del silencio.
Te aíslo y separo de los otros
sucesivamente incierto,
tiemblas dentro en la garganta,
te atrapo y fortalezco;
como símbolo fresco
te hago mío.

A Ch. Mc C. y J. Mc C.

Y aquella tarde de música,
colores y palabras,
preparamos el festín
y fue el regreso.
Recorrer los lugares, los sonidos-
algunas cosas ayer,
otras ahora-
y la blancura dentro,
a pesar del frío.
Manos grandes, extendidas
como alfombra diciendo bienvenido,
mirada rota por almenas,
el tiempo detenido
cubriendo todo Gales.

Para C. R. C.,

en Trafalgar Square

La música del agua:
vienen las palomas,
ritual de la tarde.
Baten alas casi enloquecidas,
suben brazos, torso, nuca
de transeúnte ausente
o acaso confundido.
Turistas, forasteros sorprendidos,
son el amigo casual,
por una tarde.
A las ocho se alejan las palomas
dejando solo a Nelson
y sus leones.

La pequeña ciudad
se despereza, boca arriba, al sol,
las columnas extendidas
como catedral rusa con plaza al fondo.
Viejitos aldeanos con pasos diminutos,
o tal vez un granjero sonriendo
entre sandías gigantescas.
Codiciosos arbustos extienden
sus miembros a la brisa,
y tu pelo oliendo a lana dormida,
con semáforos amarillos hacia la felicidad.

IN MEMORIAM

Simone de Beavoir

Sojuzgar cada intento vital,
cubrirlo de modestia
como antiguo abanico
escondiendo la boca del deseo.
La palabra sofoca
el furor de la pupila.
Frente
a tanto silencio compartido,
en ardid bien conocido.
La piel, brillante iridiscencia,
en anticipado banquete de los cuerpos.

Desde el útero gritó
este sexo destinado
a morder el polvo de la tierra,
esta herida de futuro trunco.
Ser sometida.
Con pequeñas uñas traté
de rasgar el útero,
desbordar el agua protectora y tibia.
Aún viva
me pregunto:
¿Cuánto tiempo lleva
cada trozo en morir,
para que liberada pueda ser
por fin
yo misma, en mi potencia?

Fui la primera que aprendió
del respirar taciturno,
de la arcilla caliente de la vida.
Nacida de las sombras
fui, infinito delirio
arriesgando vagares siderales
en la callada vena de los tiempos.
Las cuencas de mis ojos ya supieron
de apaciguada quietud,
de futuros rencores, del silencio.
Fue mi cuerpo
huracanado manantial,
cueva pariendo siglos.
Eva, yo cumplo
el destino inmortal,
incertidumbre,
anhelo de los hombres.

Romper la realidad,
desplumarla en desconocidos trozos,
y esperar
el tiempo exacto:
igualdad escondida desde siglos.
Conocerse en los otros,
estar amoratada, atada a los silencios,
fibra nutrida sólo
por su propia savia.
Mujer amortajada, germinal,
ahogada sin término
en pensamiento quieto;
quisieron (hoy y tantos)
que olvidemos.

a G. R. H.

Para llegar al fondo,
(donde la célula,
médula del universo,
está dormida para ser desgarrada),
ayer mordí tantas amargas voces.
Resquebrajada veo
ahogar los ríos,
perpetuar
esta dicha falseada.
A fin de juego,
mi antiguo yo
en dos,
en tres,
en cuatro,
bajo ahogados puños.
Hoy, insomne, pongo de nuevo los pedazos
de este rompecabezas de mi espera.

En mi revés de dicha,
dubitativa soledad,
llegas, como tramposa hazaña.
Tu deliberado signo
es advertencia
de mis pesadillas,
de mis ambiguos monstruos.
Vierto tantas angustias
en la mirada del otro:
universo casual
de imagen y tumulto
que abarca la humanidad
y determina.
Con placer invisible
imagino
remotos territorios
y en ellos me diluyo.

Salto al espejo del otro,
lentamente me fundo
hasta llegar a ti
con el lastimero ramillete de recuerdos,
con el incomprensible hoy
que me amortaja.
Me rodeo
me toco
me meto hasta la isla
explorándome toda…
y me salgo despacio.
Lentamente enumero mis gemidos,
frágiles agonías,
desperezo memorias,
amordazo y sojuzgo mi silencio.

El eco singular recoge el pensamiento
envolviendo el olvido
que hoy estreno.
Me ejercito en silencios
para no descubrir que, enmascarada,
tengo necesidad de un tiempo
indefinidamente abierto y esperado.
Obstinada, descanso el peso de mi vida
sobre mi propio yo,
satisfago mi soledad, pobreza y desesperanza,
orden en el desorden apoyado.
Sin resistencia entrego el tiempo a mis quehaceres,
aprendiendo, ensayando
esta exigencia nueva:
esta soledad con que amordazas.

Dualidades vitales.
Tal vez desesperanza.
Dedicar la vida
a extrañas metas.
Frente a la ternura postergada,
los logros ríen
en ritual cansado,
cuando sólo quisiera
un conocido puerto agudo y silencioso
y respirar de veras
en tu desnudo aliento.

Levantarse
como en la mañana primera,
desperezar el caos, la tristeza,
planchar el optimismo
para verte.
Algo siempre me aguarda,
regalo de la mente,
envoltura de manos pegada a tu costado.
Desenvuelvo tus dedos
y bebo la sorpresa de tus palmas.
Recibo tantas cosas:
lenguas en punta, lanza y fuego.
Regreso,
visitante de la pequeña roca,
y te veo partir
hacia otras noches.

¿Dónde el lugar para el hombre
y su desconcertado descontento
frente al caos errante
de esta tierra?
Tanta muerte sin sangre,
tanto silencio provocado.
Angeles desesperanzados,
buscamos
en noches de caída
la madrugada de la vida.

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Donaciano Bueno Diez
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