CORTARSE LA COLETA (Mi poema)
Serafín J. García (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Cortarse la coleta. Ya hace tiempo
que él quiso recortarse la coleta
haciéndola sencilla, más discreta,
al ver que resultaba un contratiempo,
con una metralleta.

Que ausente de peleas y batallas,
pues Roma moriturus, ya está muerta,
dispuesto a suicidarse en la cubierta
de un circo atiborrado de canallas
echando la compuerta.

Cual César en romano paladino
fundando en lo caduco eterna gloria,
pretorio prominente de la historia
con tinta va trazando su camino
llegando así hasta Soria.

Pues Soria es el final, allí se acaba,
lo mismo que Numancia y que Sagunto,
la lucha y el asedio. Que ese punto
a fuerza de bandazos ya expiraba
y el sol se hace difunto.
©donaciano bueno

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Cortarse la coleta. Significa retirarse definitivamente de una profesión, afición o actividad. La expresión procede del ambiente taurino donde se empleaba para indicar que un torero se había retirado definitivamente de los ruedos.

MI POETA SUGERIDO:  Serafín J. García

Cavilando

¡Qué porquera es la vida! ¡Puro dirse’n amagos!
Nos pasamos los años enfrenando esperansas,
que soltamos despiadas, a lo largo’el camino,
sin poder apariarnos a la dicha desiada.

Cuando semos gurises, de ganosos por criarnos
pa ser libres y dirnos po’ande quieran las ganas,
nos parece qu’el tiempo march’a tranco’e tortuga
y que nunca yegamos a la edá’mbicionada.

Pero dispués de mosos ya risulta distinto.
Los quereres comiensan’abrir brocas en’l’alma.
y un’angurria tan grande de vivirlos nos dentra
que cuasi no d’abasto la ración d’esperansas.

Y de aflitos que andamos por agenciar la dicha
ni sentimos los días, que de galope se alsan,
yevándose’n su juida promesas ya dijuntas
que se nos despintaron al dirnos a orejiarlas…

Hasta que un redepente nos encontramos viejos
y hayamos que jué un soplo la mocedá pasada;
que los deseos duraron lo que una brasa’e ceibo;
que jueron nuestros sueños como la espuma en’l’agua.

Y entonce’comprendemos qu’hemos andao al ñudo,
aplastando el matungo, mochando las rodajas,
sin conseguir más nada que una cansera bruta
y una runfla’e ricuerdos p’amargarnos el alma.

Y queremos dar güelta, ser gurises de nuevo;
pero ya no podemos pegar la reculada;
hay que seguir pa’elante, metiéndole sidera,
aunque las juersas mermen y ya la fe’sté gasta…

¡Qué porquera es la vida! ¡Puro dirse’n amagos!
Nos pasamos los años enfrenando esperansas
pa campiar una dicha que, dejuro por hembra,
¡más matrera se pone cuanti más es desiada!

Hembra

Pa dentrarme’en el alma juiste artera y mañosa.
M’engrampastes a juersa de tarimba y carpeta.
Con dispacio y baquía, como quien cincha’l monte,
preparaste la trampa pa embretar mi soncera.

A ocasiones mansita como yegua’e piquete
y a ocasiones lo mesmo que un venao de matrera;
di a ratitos tristona, redetida en suspiros,
y otras güeltas beyaca, negadora y perversa;

rebenquiando ese cuerpo cimbrador com’un’unco
-and’hicieron tuitas mis miradas querencia-,
y enyenando’e promesas esos ojos dañinos
que almarean más juerte que la mesma giñebra,

pecho adentro, di a poco, te me juiste ganando,
sin temor de qu’el güeso se pudiera dar güelta,
pues jugándola en vaca con mandinga, ¡dejuro!,
cualquier cancha te sirve y ande quiera echás güena.

Pa la trensa del laso que pialó mi cariño
desbarbaste los tientos con prolija destresa.
¡Baquianasa la china! ¡Ni campiando a candiles
s’encuentra otra que sirva pa empardarte siquiera!

Yo, asonsao por tus tretas, no patié la celada;
m’enredé’n tus mentiras de mujer cabortera;
y en mi rancho de adobe, munchas noches escuras,
p’alumbrarme p’adentro tu ricuerdo ju’estreya.

Te desiaba y te véia po’ande quiera que juese;
cuanti más vos me juías yo te creiba más cerca;
bien a láito’e mi catre, cuando el sueño lerdiaba,
‘taban siempre tus ojos aguaitando mi pena…

Y a la larg’aflojastes. Y te truje a mi rancho
carculando que traiba lo mejor de la tierra.
Y tu boca jué chica pa potrero’e los besos
que salían en tropiyas de mi boca sedienta.

Pero vos pastoriabas la ocasión pa burlarte,
pa encajarme las patas como mula mañera.
¡Pucha, ustedes las hembras son pal hombre más piores
que manada de chanchos cuando dentra’la güerta!

Ya cumpliste tu gusto. ¡Podés dirte, canejo!
¡Por respeto al cuchiyo no te tuso a lo yegua!
¡Rejuntá tus percales y marcháte’n seguida
d’este rancho, que al ñudo quiso ser tu querencia!

¿Qu’esperás? ¿Cres de juro que no aguanto la marca?
¡Si mujer de tu laya po’ande quiera s’encuentra!
¡Podés dirte tranquila; tengo juersa’entuavía
y me sobran rodajas pa domar una’usencia!

¿Y aura? ¡Güe! ¿Tas yorando? ¡No faltaba más qu’eso!
¿Arricién te das cuenta que no sirve ser puerca?
Te metés’hacer barro pa dispués remorderte
y amolar con tus yantos. ¡No negás que sos hembra!

Romance del Veinticinco de Agosto

«Irritos, nulos, disueltos»,
cantaba el viento en los talas,
y acompasaban el canto
los boyeros con sus flautas.

«Irritos, nulos, disueltos»,
repetían las calandrias
mientras colgaban caireles
de música entre las ramas.

Y el clarín de los horneros
campo adentro repicaba,
sembrando la buena nueva
entre un júbilo de alas.

Y aunque era invierno en el tiempo,
hasta grillos y chicharras
desherrumbraban sus élitros
para unirse a la cantata.

Estaba de fiesta el campo
y el monte lo acompañaba
porque era fecha de gloria
para la tierra «orientala».

Y el mismo cielo, allá arriba,
alternaba nubes blancas
con su azul, como ofreciendo
para la bandera franjas.

Cuentan que aquel veinticinco
fue de punta a punta un alba,
pues hasta la tardecita
parecía una madrugada.

Todo en él era comienzo,
todo en él era esperanza,
y hasta el sol se detenía
para ver nacer la Patria.

«Irritos, nulos, disueltos»
los actos que subyugaban,
el viejo afán artiguista
en fruto al fin se trocaba.

Y por eso «írritos, nulos,
disueltos», todos cantaban,
hombre y ave, insecto y árbol,
flor y espina, viento y agua.

MATRERO

Resueyo del monte cuajao en coraje.
Altivo aletazo de la liberté.
Cerno endurecido de macheces gauchas
que sólo la muerte consiguió ablandar.
Corazón caliente de los campos potros
latiendo en la entraña de la soledá.
Tutano’e los cerros filosos y ariscos.
Colmiyo’e la sierra. Facón del pajal.
Tropero de sombras, domador de rumbos,
patrón de horizontes baquiano y audaz,
tu vida jue un libre volido de tordo
zurciendo distancias, sin nunca anidar.
Tuviste por cama los pastos del monte.
Por techo, el ramaje del coroniyal.
Jue arruyo’e tus sueños el canto’e los ríos
y el silbo’e los vientos entre el flechiyal.
Dos gauchos con alas rondaron tus noches:
el tero alarife y el libre chajá

Y en los recovecos de tus madrigueras
sus trampas de espinas armó el ñapindá.
Y cuando cruzaste, tajiando la noche,
se hinchó el campo’e lomas pa verte pasar;
chistó la lechuza, cayaron los tigres,
y los cimarrones dejaron de auyar.
Pa vos lució el alba sus pilchas rosadas;
pa vos abrió flores punzó el sucará;
por vos muchas noches la luna, mimosa,
en’lanca’e tu flete se vino a sentar.
Y juiste la estampa más gaucha y airosa
que en sueños las chinas miraron pasar,
prendido a los flecos del poncho el misterio
¡y al cinto el rumbero de la libertó!
(de “ Tacuruses»)

CACHIMBA

Sos lo mesmo que yo. Vivís p’adentro,
ajena a tuito lo que te rodea.
Como nada tenés ni esperás nada
gastás el tiempo en rejuntar peresa.

Y no sentís curiosidá ninguna
por lo que pasa ajuera,
ni comprendés al viento ni al arroyo
que corren siempre y siempre tienen priesa.

Vos no tenés apuro.
Sos como esos que ya han pegao la güelta,
cansaos de ver que tuitos los caminos
no son más nada que esperanzas güecas.

Dejuro’e tanto cavilar a solas
te jue projundisando la tristeza,
y aprendistes asina que en la vida
dirse o quedar lo mesmo fastidea.

Por nada te afligís. Pasás el tiempo
sin quejarte del sol que te chucea,
y a veces se propasa y te desnuda
pa vichar hasta el fondo’e tu agua quieta.

Sólo al cielo querés. El es tu amigo.
Naide^más has hayao que te comprienda.
Por eso, cuando ve^ que está contento,
feaíegrás vos tamién y sos» más güeña.

A oraciones se agarran de retoso:
él te enyena de nubes, te ensucea,
y vos lo arremedás pa desquitarte
luciendo los colores que él amuestra.

Como si jueran novios,
otras veces las priendas se carabean:
vos por el día le emprestás tu espejo
y él de noche te empriesta sus estreyas.

Con eyas te pasás hasta que aclara,
entretenida en ver cómo chispean,
dispertando la envidia
de los bichos de lus que pasan cerca.

Y no ambicionás más. Eso te basta
pa dir engambelando la esistencia.
¡Que corran los arroyos y los vientos!
Vos preferís quedar pescando estreyas.

Sos lo mesmo que yo. Tamién yo vivo
sin ruido y aplomao por la peresa.
Tamién me gusta cavilar a solas
y rumiar dispacito mis tristesas.

Sos lo mesmo que yo. Sin afligirnos
refalamos los dos por la esistencia.
A vos te basta un redondel de cielo
y a mí la intimidá de una vigüela.

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Autores
Donaciano Bueno Diez
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