DESDE MI VENTANA VEO… (Mi poema)
María de los Reyes Fuentes (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Desde mi ventana veo…
a los niños de un colegio
jugando junto a un trapecio
en perfecta sintonía,
¡sus gritos, sus alborotos,
sus lenguajes boquirrotos
su vida en ebullición,
febril imaginación
y ante todo su alegría!

Desde mi ventana veo…
el sol vivo al mediodía
que alimenta mi energía,
junto al sudor en la frente,
miro el agua de la fuente
y me pego un remojón,
y refrescado me voy
dando saltos, sonriente
¡qué agradable sensación!

Desde mi ventana veo…
a los álamos del río
inclinando al albedrío
que les va marcando el viento,
sus ramas en pleitesía,
y de aves la algarabía,
y el murmullo del gorgeo,
las hojas cayendo al suelo
tocando una sinfonía.

La invención es la ventana
que abro yo de par en par
al comenzar la mañana,
que me permite soñar
y genera una ilusión,
sin olvidar mientras tanto
de evitar el desencanto
¡que los sueños son un canto
y los sueños, sueños son!
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  María de los Reyes Fuentes

Flores tardías

Vienen sus llamas cuando ya no somos
materia combustible de esos fuegos.

Un viento las sacude, ya qué tarde
para descomponer la arquitectura
de piedra, en la que un día —cuanto tiempo—
convirtieron la dúctil, blanda casa
donde quisimos alojar su entonces
nada inflamable corazón llamando.

Frígidos seres, con angustia y solos,
nuestro calor pidiendo mas negándose
a compartir la pira, el holocausto
donde el amor se ofrece. Que tardaban
en irse, porque hacían como un curso
de precalentamiento en que iniciarse
hacia la hoguera, el rito de vivirse
con esa incandescencia en que nos vieron.

Siglos hará de que nos convertían
llamaradas en roca; qué dureza,
tras la ceniza, nuestro ser tomando.
Granito somos cuando reaparecen
reveladores de voraz incendio,
de la necesidad y la belleza
de arder como ya entonces nos quemamos.

Viejos planetas, sí, donde los soles
pasan lejanamente por nosotros,
nada podemos ofrecer ahora
tras la tardía fundición de quienes
inoportunamente nos descubren.

Columnas rotas

Cuánto se ha roto, Dios.
Tú que lo sabes,
dime por qué se agrietan las columnas,
se pudren los cimientos,
se desploma el palacio
donde pusimos oro, plata, bronce,
cerámica, cristal, flores y fuentes,
con el primor, la entrega
de eternidades casi.

Cuánto se ha roto. Mira
por dónde los pedazos, ese polvo
que levantan las casas derribadas,
las carreras salvajes
de potros que se pierden a lo lejos,
por horizontes en que el viento llora
quién sabe qué desvíos.

Cuánto se ha roto, Tú.
Respóndeme qué pasa
si sólo quedan puentes destrozados,
descabaladas torres,
castillos en la hoguera de los sueños.

Por estas avenidas
donde pasaran toros, huracanes,
se erigieran estatuas
conmemorando esas
invasiones solemnes,
yo sobre las ruinas te pregunto
qué fue del templo aquél, de aquella roca
donde esculpí mi grito.

Del río

El río es como un brazo de justicia
con su sentencia al fin: el tránsito, el ejemplo.

Y en todos los rincones de la tierra
brotan los ríos y los hombres, que fluyen, y discurren,
que abocan en su mar tan sentenciado,
definitiva fuente donde hundirse
con el desgarramiento de la huida.
Que el hombre, como el río, es un curso, una fuga,
un arrepentimiento, que primero avasalla
y se agazapa a veces, pero sigue adelante,
en la inútil carrera del minuto a minuto.

Los hombres o los ríos, disparados,
van hacia la constancia de un camino
que les lime las rocas
y les haga contornos de dulzura.
Se desvían sus fuerzas
y hacen marca distinta a la soñada,
la que pudo haber sido pero que se resiste
y allí en la resistencia abandonamos,
o golpeamos mucho,
como pasión segura de todas las razones,
o se deja lamida,
con nuestro gusto, así, para que sepa
al testimonio fiel de última instancia.

Y el río es como un trámite vigente,
y un hombre es como un río,
de la raíz del tiempo al polen más alado,
de raíz de raíces, de la sorpresa al mar.

Hay ríos muy pequeños y sin lucha,
que llevan la paciencia de enarbolar silencios
sin leyenda o razón que atribuirse.
Y hay ríos que son grandes,
como este que discurre a mi costado
y que lo sé común a tanta entraña,
con brazos extendidos de ambición o de ensueño,
con ansias de domar a las hirientes peñas,
con virtud de caricia si por el tierno valle,
bebiéndose el tesoro de toda Andalucía,
trazando la gran rúbrica por este Sur de España,
mientras que salta el aire de una sierra a otra sierra
pero él sigue y persigue por su fluida columna
que busca la sentencia del Océano,
la meta irremediable
de donde han de brotar, ay sí, las nuevas aguas,
porque el río delata su parecido al hombre,
Y se hace la justicia de su curso,
su curso por la tierra, por la historia,
y no hay mutilación que nos lo niegue.

SONETO DE LA LLAMADA

Me duelen las entrañas de llamarte,
De saberte y saber que no te veo,
Heroico gladiador de este torneo
Donde mi amor no cesa de quererte

Y se me rompe el sueño y se me parte
El alma de guardar este deseo,
De no perder el creo porque creo
Que vendrás a salvarme y a salvarte

No me sirve el adiós como frontera
Si tengo la esperanza poderosa
Y es un grito que clama tu venida

Pero pesa la espera y desespera
El duro desaliento que se posa
En la estrella final de tu partida
(De Sonetos del corazón adelante)

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Autores
Donaciano Bueno Diez
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