EL CRUCIGRAMA (Mi poema)
Antonio Carvajal (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Que el alma no se rinde, se resiste,
haciéndose preguntas pasa el tiempo,
intenta adivinar por qué viniste
y nunca comprendió por qué te fuiste,
¡maldito contratiempo!

Se planta ante la duda y a menudo
intenta resolver ya el crucigrama,
tratando deshacerse de ese nudo,
sabiendo que el saber lo tiene crudo,
pues va de rama en rama.

Revisa las palabras una a una
tratando completar horizontales,
si verde y ovalada, es aceituna,
si es rico, eso es que tiene una fortuna.
Y así las verticales.

Y sigue así el sudoku, que él lo intenta,
de tanto adivinar ya se atraganta.
Quizás sea mejor que ponga en venta
al alma que a su espíritu alimenta
pues que ésta es una santa.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:   Antonio Calvajal

(Premio Nacional de Poesía)

Idilio

Dicen todos: Ellos son,
ellos cantan, ellos miran
la aurora de las acequias,
el ruiseñor que origina
tristezas de amor, extrañas
y suaves melancolías.
¡Cuánta flor han deshojado,
cuánta mirada cautiva,
cuánto encaje de hilo limpio,
cuánto beso sobre el día
que como un pozo de brasas
se enciende y los aniquila!

…no son ellos; ya no son
más que tórtola en la encina,
más que el agua del venero,
más que la flor de alegría,
más que una vara de nardos
llameante a maravilla,
el torso bello y desnudo,
la boca que les destila
ámbares, rosas, jazmines
y una palabra no dicha,
palabra sola que son,
amor, amor… Y la brisa
los lleva, blancos y puros,
los lleva a las altas cimas,
los lleva a las luces ebrias,
hacia las estrellas fijas…

A veces el amor tiene caricias…

A veces el amor tiene caricias
frías, como navajas de barbero.
Cierras los ojos. Das tu cuello entero
a un peligroso filo de delicias.

Otras veces se clava como aguja
irisada de sedas en el raso
del bastidor: raso del lento ocaso
donde un cisne precoz se somorguja.

En general, adopta una manera
belicosa, de horcas y cuchillos,
de lanza en ristre o de falcón en mano.

Pero es lo más frecuente que te hiera
con ojos tan serenos y sencillos
como un arroyo fresco en el verano.

Aldaba de noviembre

Una tristeza dulce y anterior
al suspiro y las lágrimas,
anterior al idilio de la tarde
azul y el jacaranda,
invade la memoria con su música,
su brisa, su nostalgia:
Es la tristeza de mirar el cielo
cautivo entre las ramas.

Amor mío te ofrezco mi cabeza en un plato…

Amor mío te ofrezco mi cabeza en un plato:
desayuna. Te ofrezco mi corazón pequeño,
y una vena fecunda que tu lengua de gato
ha de lamer, ya claras las arrugas del ceño.

Otra copita y basta: Amor mío, qué rato
más feliz tu mordisco, como un nudo de sueño,
Yo escalo las paredes, tú apacientas un hato,
y yo balo en la sombra como cabra sin dueño.

Para ti no es la sombra, para ti es sólo el día,
mi Amor nunca tocado por un dedo de bruma,
mi Amor nunca dejado por la indemne alegría.

Te ofrezco un dedo rosa y unos labios de espuma,
Amor mío; te ofrezco la lengua que tenía
cuando dije tu nombre y era el eco una pluma.
«Tigres en el jardín» 1968

Anunciación de la carne

Envuelto en seda y nardos, encajes y rubíes,
vino el ángel del cielo a verme una mañana;
yo encadenaba plumas de ensueño en mi ventana
con un candor desnudo de lino y alhelíes.

Su corte de querubes y jilgueros turquíes,
cambiaba por mi leche, mi miel y mi manzana;
el beso y la mejilla eran de nácar grana,
de tibios surtidores y absortos colibríes.

Se deslizó en mis venas como pez por el río
y, al tiempo que en su torre daba el reloj la hora,
mané sangre y luceros mezclados con rocío.

Me cerró las heridas su boca que enamora
y abrazando mi cuerpo transitado en su brío,
me dijo: «Eres hermoso». y se fue con la aurora.

Bajo continuo

Como en la muchedumbre de los besos
tantos pierden relieve -sólo el beso
inicial y el postrero por los labios
recibidos perduran-, estas flores
que el año nuevo entrega: Con el blanco
del almendro en su abrigo contra el norte,
la voz del macasar, no su presencia;
hoy, esta rosa. ¿La aguardabas? Huele
como la adolescencia y sus deseos.
Pero en medio se abrieron las cidonias,
los ciruelos, manzanos y perales,
tantos y tantos, rojos, rosas, blancos,
y apenas los mirabas: Como el gozo
de unos brazos constantes de certeza
te acogieron, te acogen, y recuerdas
sólo el primer calor, sólo la boca
que te ha dicho, al partir esta mañana:
«No vuelvas tarde».

Pasas por los campos:
Entre las hojas con su verde intenso,
aún canta la blancura de los pétalos.
Es la felicidad que da sus trinos,
sus trémolos, su leve melodía,
sobre un bajo continuo de sosiego,
de paz, de vuelta al labio no sabido
en la forma, en la flor que te formule.

Cantar de amigo

Di, noche, amiga de los oprimidos,
di, noche, hermana de los solidarios,

¿dónde dejaste al que ayer fue mi amigo,
dónde dejaste al que ayer fue mi hermano?

-Verde le dejo junto al mar tranquilo;
joven le dejo junto al mar callado.

Capricho

Un capricho celeste
dispuso que velado
de lágrimas quedara
el nombre del amor;

la alondra, que lo tuvo
casi en sus iniciales,
lo perdiera en el canto
primero que hizo al sol;

la raya temblorosa
del horizonte, herida,
repitiera la llaga
que el eco le dejó;

la lumbre de otros ojos
amortecida, apenas
para el silencio nido,
para el sollozo flor.

Si oscuro fue el capricho,
y signo fue del cielo,
voluble halló una pluma,
rebelde un corazón:

no sometió la sangre
al llanto sus latidos
y desveló el secreto
con risas en la voz.

Como carne apretada a nuestros huesos…

Como carne apretada a nuestros huesos
nos envuelve el amor más solo y puro,
que, apartados del mundo y su conjuro,
vivimos un festín de fiebre y besos.

Este recinto prieto, donde presos
unánimes nos damos un seguro.
este campo solar y nido oscuro
abona en gracia vida y embelesos.

Contagiados de mundo, sin embargo,
lucha es la vida con caudal de grito,
y a veces un sollozo y un letargo.

Y es que el dolor destroza nuestro mito
y el dulce amor nos sabe tan amargo
como la sed de un páramo infinito.

Correspondencia

Fosa común de pájaros y fuentes
eran tus ojos en la tarde ardida.
Había un brillo cruel de luz mordida
en tus labios sin besos y en tus dientes.

Ayer dos corazones coincidentes,
hoy dos bordes sangrantes de una herida,
mañana doble sombra de guarida
de sierpes y de lobos impacientes.

Tú, aquí; él, por ahí: Porque no es buena
la vida, no: No es justa y no es sagrada
para quien muerde el fruto de la ciencia.

Esa ciencia que nace de la pena
de no verse mirada en su mirada,
pedir amor y recibir paciencia.

Aldaba de noviembre

Una tristeza dulce y anterior
al suspiro y las lágrimas,
anterior al idilio de la tarde
azul y el jacaranda,
invade la memoria con su música,
su brisa, su nostalgia:
Es la tristeza de mirar el cielo
cautivo entre las ramas.

Ebriedad de sol

Vente conmigo a esta caliente fosa,
al hueco en que un arcángel nunca anida:
es foso de leones o manida
de sangre, no de pétalos de rosa.

Aquí los huesos silban, y qué hermosa
es su canción de besos y de herida.
El relámpago apenas tiene vida
en tanta huesa amante y cavernosa.

Ay, ven conmigo. Duérmete a mi lado.
El gusano no puede con el sueño,
vino es la muerte de metal fundido.

Tierra en la tierra ya, nuestro costado
será un arpa que tañe el Sol -su dueño-
para darle al Amor nuestro sonido.

Bajo continuo

Como en la muchedumbre de los besos
tantos pierden relieve -sólo el beso
inicial y el postrero por los labios
recibidos perduran-, estas flores
que el año nuevo entrega: Con el blanco
del almendro en su abrigo contra el norte,
la voz del macasar, no su presencia;
hoy, esta rosa. ¿La aguardabas? Huele
como la adolescencia y sus deseos.
Pero en medio se abrieron las cidonias,
los ciruelos, manzanos y perales,
tantos y tantos, rojos, rosas, blancos,
y apenas los mirabas: Como el gozo
de unos brazos constantes de certeza
te acogieron, te acogen, y recuerdas
sólo el primer calor, sólo la boca
que te ha dicho, al partir esta mañana:
«No vuelvas tarde».

Pasas por los campos:
Entre las hojas con su verde intenso,
aún canta la blancura de los pétalos.
Es la felicidad que da sus trinos,
sus trémolos, su leve melodía,
sobre un bajo continuo de sosiego,
de paz, de vuelta al labio no sabido
en la forma, en la flor que te formule.

A ti, siempre alegría

Es el pagaros gloria tan subida
que cuanto más os pago, más os debo.

A ti, siempre alegría
si jazmín amanezcas
o canario en la jaula
de mi ventana seas.
Pero más si tu cuerpo
en mi amor se concreta,
de una herencia celeste
suavísimo albacea.

Mucho más cuando carne
de mi carne te entregas
y ante tus labios pálidas
son todas las anémonas,
si luna, porque clara;
si mar, porque serena;
si vegetal, por ser
prisión para la estrella.

Pues te debo alegría
y esperanza y certeza
y ser quien soy sin ti
no puede ser sin mengua,
tómame por rehenes
de mi amorosa deuda
y canario en la jaula
de tu ventana sea.

Y todavía, entonces,
¿cómo no te debiera
el alpiste y el agua
y la lechuga tierna?
Tenme como un jazmín
silvestre que, a tu vera,
se nutra de suspiros,
mi amor, mientras sesteas.

A veces el amor tiene caricias

A veces el amor tiene caricias
frías, como navajas de barbero.
Cierras los ojos. Das tu cuello entero
a un peligroso filo de delicias.

Otras veces se clava como aguja
irisada de sedas en el raso
del bastidor: raso del lento ocaso
donde un cisne precoz se somorguja.

En general, adopta una manera
belicosa, de horcas y cuchillos,
de lanza en ristre o de falcón en mano.

Pero es lo más frecuente que te hiera
con ojos tan serenos y sencillos
como un arroyo fresco en el verano.

Idilio

Dicen todos: Ellos son,
ellos cantan, ellos miran
la aurora de las acequias,
el ruiseñor que origina
tristezas de amor, extrañas
y suaves melancolías.
¡Cuánta flor han deshojado,
cuánta mirada cautiva,
cuánto encaje de hilo limpio,
cuánto beso sobre el día
que como un pozo de brasas
se enciende y los aniquila!

…no son ellos; ya no son
más que tórtola en la encina,
más que el agua del venero,
más que la flor de alegría,
más que una vara de nardos
llameante a maravilla,
el torso bello y desnudo,
la boca que les destila
ámbares, rosas, jazmines
y una palabra no dicha,
palabra sola que son,
amor, amor… Y la brisa
los lleva, blancos y puros,
los lleva a las altas cimas,
los lleva a las luces ebrias,
hacia las estrellas fijas…

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Donaciano Bueno Diez
Antonio Carvajal
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