FINAL DEL TRAYECTO (Mi poema)
Nicomedes Suárez Araúz (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Y así encogido de hombros estoy en el paraje
repasando el camino, ya harto de caminar,
el andén solitario, yo ausente de equipaje,
¡para qué las alforjas para tan corto viaje!
el que es hombre de paso, como vino se va.

No conozco este pueblo ni recuerdo el paisaje,
sus casas con adobes, sus paredes de cal,
ajadas por el suelo unas flores se esparcen
como almas van en pena en torno a mi ellas yacen,
sumisas y marchitas suplicando piedad.

Reconozco el chirrido de una verja oxidada
ante la cual me postro derrengado y sediento,
arrastrando fantasmas levanto la mirada
solitario el camino recorro polvoriento,
la lluvia está cayendo, la atardecer helada.

Junto a la iglesia un muro va implorando silencio
y a la vuelta en la esquina vetusto un palomar,
renqueante se arrastra, trashumante el viajero,
atento a lo que ocurre el fiel sepulturero,
por fin llegó la hora ya de irse a descansar.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: 

Nicomedes Suárez Araúz

Salsa de ají

Se añaden sal y pimienta
a una cucharada de ají amarillo molido
con una cucharada rasa de pesares.

Se pone sobre el sueño
como se pone mantequilla al pan.

Después de sacar del sartén
a las fragatas invasoras
se pone caldo o agua.

Se hace dar un hervor
y se vacía como un grito
entre los vivos y los muertos.

Pierna silvestre

La pierna se lava y se raspa
el exceso de gordura que hubiera.

Se pone en una asadera al horno.
Una vez que larga un poco la gordura,
se cuece hasta secarse y se cubre
en azúcar y caldo de piña.

Se deja en horno fuerte
cociendo unos veinte minutos.

Al retirar del horno
se corta la pierna de indio formando rombos
colocando un clavo de olor
en cada uno.

Los rombos se comen
con yuca hervida
y una tajada de silencio.

Semillas amazónicas

Quizas un dia,
hacia el fin de lo tangible,
hablemos con nuestras bocas
soldadas en las semillas
de una fuente de sol.

Y nos irimos disecando
hasta ser solo semillas,
esperando bajo tierra
el nuevo fulgor del verde
en nuestro centro.

Orquídeas amazónicas

Se agarra un pedazo de luz del alba
y se dobla la punta
dándole forma de bastoncito.
Se le agrega goma
para que prenda la bolita de masa
preparada de antemano.
Con ésta se hará el pistilo.

Se agarra un poquito más de masa
y se le pone tinta verde bajita.
De este pedazo se forma el receptáculo
que se coloca en la parte inferior
de la orquídea.

Una vez cortados los pétalos
se adelgazan los extremos de la masa
con los dedos y se pegan alrededor
del pistilo. Se pintan con colores bajitos,
blanco, rosa, celeste, violeta, agregándole
como gracia unos lunarcitos y bordes oscuros.

Las flores y los moradores del río
siempre se ponen a secar parados
ya sea contra un pedazo de cielo o de masa verde.

Se pueden hacer del tamaño
que se desee con sólo variar
el molde cortador de masa.

La forma normal de estas flores
es de tres sépalos y tres pétalos
sin contar el primero
que cayó en 1542
cuando Francisco de Orellana y sus huestes
irrumpieron en mi río.

ELEGIA DE ALBA

Fragmento

A Thiago de Mello

I

Cuando te desnudas, luz en la selva,
tumbas tu sombra al rio
y tu primer hijo te brota
como un cervatillo.

Amazonas, de caballera acuatica
y piel lacerada,
todos los recodos mueren
en tus carnes invertebras.

Hace ya siglos, cuando los conquistadores
plantaron la oscuridad,
recogieron la sombra blanca del alba
y te cercenaron el pecho.

II

La lluvia de Manaus, Brazil,
es la lluvia de Riberalta, Bolivia,
es la lluvia de Santa Ana, mi pueblo,
es la lluvia de Iquitos, Peru,
es la lluvia de Leticia, Colombia.

Hilos de agua que caen sobre el polvo,
juntos, agua y tierra,
arcilla somos para ya no separamos jamas,
y no hay distancia entre nosotros

y los grandes arboles
que mueren en la noche.

Árbol

A Jesús Urzagasti y Pedro Shimose, amantes de los bosques

Se mezcla masa de pan
y agua hasta que sea
una masa mas o menos blanda.
Cuando está pronta
se agarra un gajo duro de un relámpago
que se sea resistente
y en bonita forma
y se lo va paralizando,
echándole la masa con una cuchara,
con la misma que se ha mezclado
el pan de cada día.
Después el gajo se coloca
sobre un gran bollo de masa
cuidando de que no asiente
porque los árboles,
los chimane lo saben,
nacen también del cielo.
La masa está pronta,
cuando echándole agua
ya no la absorbe.
Tiene que llevar formas
Irregulares con sobresalientes,
así como Iquitos, Leticia, Riberalta,
Manaus o Belém
se elevan en la selva
sobre el nivel de las aguas.
Después que se baña el gajo
Íntegramente, se coloca
al sol y entre lianas de lluvia
por doce mil años.
Entonces se le añaden,
poco a poco, la corteza
de los pueblos circundantes,
lanchas llenas de caucho y sangre,
y esta mezcla se usa
inmediatamente porque seca
muy rápido
y una vez que está dura
ya no se puede usar más.
Para eso los ciclos
se añaden rápidamente:
uno de chinchona, pequeño,
otro de caucho, grande,
uno de esmeraldas,
otro de pepitas de oro,
uno de pulpa maderera,
otro de petróleo.
Conforme se va secando todo
se va cubriendo con masa
las ramas, añadiendo
nuevos retoños de años,
siempre formando sobresalientes.
No olvidar de añadir
las tribus, las mayores y las menores,
una de Xingus, otra de Huitotes,
una de Muras, otra de Sirionós
una de Campas otra de Wuaris…
Mejor si se mezclan
en el yeso blanco de los jesuitas
para darles pureza
y poder armar las ramas bien
con alambre fino.
Una vez el árbol,
con sus miles de venas pluviales,
con sus tribus verdes,
con sus idiomas, aromáticos
en la primavera,
resecos en el invierno,
está armado,
encima se puede pasar
con algodón cualquiera
la pintura dorada en polvo
obscureciendo la piel
o aclarando como uno desee.
Cuando la pintura esté bien seca
por acción del sol diario
se le pasa barniz copal,
que se ha mezclado
con purpurina oro
dándole la tonalidad
que uno desee, pero nunca
debe quedar blanco.
Luego con un pincel ardiente se va cubriendo
todo con una llamita y otra
y otra, tapando todo agujerito que tenga,
incendiándolo, como una ofrenda al cielo,
desde donde el árbol nació.
De: «Recetario amázonico de Dios» Editorial 

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Autor es esta páginna

Donaciano Bueno Diez
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