Una muestra de sus poemas
Aquello que llamamos realidad
es simplemente el edificio gótico
de una Idea caída
sobre la piel delgada del espacio.
Una ilusión
que nunca será nuestra,
por ella nos perdemos
entre alamedas de fértiles engaños
o celajes que trazan al azar
el mundo real, el mundo imaginario:
nombres, rostros, figuras,
fechas, ciudades, años y paisajes
de sombra.
¿Existieron?
¿O fueron el destino del vacío
y las informes máscaras del tiempo?
Extraño torreón de negra luz,
la realidad, como una llamarada
que es superior a todo, más fuerte que el olvido,
ilumina la tierra de la ilusión final.
Y su verdad o su mentira abrasa
como rayo de sol mirado a cielo abierto
por la ventana azul de un día de verano.
Un resplandor que ciega.
Una impasible
llama.
Espera de un mediodía absoluto
que nunca será nuestro.
De «A la ilusión final»
Renacimiento, 2008, Sevilla
Lejanas estelas de junio
Desciende de la mañana abierta
un ala gritadora.
Los manzanos
maduran
los zumos ácidos del sol.
Al mediodía, los animales
corren inquietos.
Rumores y latidos.
Oíd la profunda respiración
de la tierra.
Viene de más allá,
del otro lado de la luz,
como oleaje
entre sueños.
Mirad las lumbres vivas.
Libélulas llameantes,
rayos rizados de color.
Nupcial derramamiento en el atrio del verano.
De «Del agua, del fuego y otras purificaciones»
Ed. El Bardo, 1983, Barcelona
Leyendo en la biblioteca
A esta líquida luz de las vidrieras
la sala de lectura, evanescente, va ensanchando el vacío,
crujen los anaqueles con los grandes tomos
donde otros, antes que tú, dieron a la penumbra
el oro quebradizo de sus sueños.
Gira el vacío y corre un viento ácido
por entre los pupitres -ataúdes dormidos- y los rostros borrosos
de quienes leen, olvidados de todo, en el borde del mundo.
La vida se repliega. En la tarde oferente del conocimiento
con su terco porqué cunde la nada.
La sabia catedral desaparece.
Un susurro de hojas en el libro del Tiempo.
De «Sueño en el fuego»
Renacimiento, 1989, Sevilla
Leyendo «La Commedia»
Selvas oscuras, fieras alimañas.
Dante, con firme compañía, siguió un camino
que es ascensión y meta de amor y sufrimiento,
hasta el vergel de verdores agudos
donde es suave el mirar, la luz no engaña,
y una Rosa
es el Ojo inmortal del universo.
Pero hoy que las sombras protectoras
se alejaron, zarparon en la noche, y bogan
entre la nada y el recuerdo de nunca,
cuando despiertes de tu largo sueño
¿encontrarás
en la otra orilla del río irrebogable
la mano del poeta
que acompaña, los ojos
de Beatriz, la sabia y suave lumbre de Matelda?
El círculo a otro abismo de negror se abre.
Bajo una inmensa ausencia, sólo estrellas.
De «Sueño en el fuego»
Renacimiento, 1989, Sevilla
Noche de San Lorenzo
Luna, llamada violenta
de la luz, sima del cielo,
desde esta quietud de noche plena
la vida reposa en lejanías.
¿Quién no se siente fuente estremecida
por la pleamar helada de los astros?
Arrebatados, en silencio, oímos
fluir esta bullente geometría:
la noche boga
por los ríos de luz,
y aún aceptamos otras leyes
que son las floraciones de la muerte.
El alma se abandona?
y por los ojos grandes del espacio
vaga, sobrecogida y sola,
a la deriva
de la inmensa patria.
De «A la ilusión final»
Renacimiento, 2008, Sevilla
Nostalgia de los sueños
Sueños de la niñez. Los brazos del gigante de la barba de plata
me llevaban al país de la innombrable noche
donde las banderolas de sueño se agitaban sobre los ojos extasiados,
y pasaban los pájaros del color de la luna.
Los días se tejían con fábulas de sueños.
Sueños de placidez que el mar suave acunaba
con su canción azul, entre islas de encanto,
o sueños otras veces traspasados por el pavor de una lanza sangrienta
(Tristán era alcanzado en la luz venenosa),
pero sueños, sueños siempre, larvas de la alucinación
que daban a la mente fulgores misteriosos,
colores y latidos.
Alfileres de oro.
Y al despertar, qué extraña y dulce turbación deslumbrada.
De la ladera oscura
la mañana surgía, tintineante de sol,
y el niño escapaba a los pinares a esconder sus riquezas.
Oh sueño, oh cofre de la noche, entonces lleno de monedas vivas.
De «Sueño en el fuego»
Renacimiento, 1989, Sevilla
Ofelia
Desconsuelo es
mi nombre.
No me llaméis,
dejadme.
(Barre el vacío
un lecho
de hojarasca.)
Siento
alejarse los jardines
colgantes
del amor.
De «Donde rompe la noche»
Visor, 1994, Madrid
Palabra
Celada hermosa,
detrás de cuya estela
se me fueron
los ojos deslumbrados;
viví para ahuyentar
la muerte y su cara empolvada
con tu gracia
de frágil danzarina.
Para esperarte
bajo la luna negra del deseo,
como sumiso amante,
por si acaso venías.
Pero tal vez
no eres más que eso: una espera
en la noche,
la espera que se cumple
en otra espera,
la promesa
por siempre demorada.
La cita de una ausencia.
¿Cómo tenerte, hechizo delicado,
si sé que las palabras
más amadas son esas
que nadie oye,
las más ansiadas son
las que nos cuestan
al final
la vida?
De «Donde rompe la noche»
Visor, 1994, Madrid
Promaquia
Ángel de hielo, obelisco mortal,
Azrael de los lienzos de bruma,
de los ojos voraces en la tiniebla ardiendo,
del tacto glacial sobre la carne,
y del suave licor del silencio, sobre todo del silencio,
con el que nos condenas, día a día,
a la tortura blanca del vacío.
Ángel cruel de mármol, dura muerte sin fin,
proseguirá la lucha, inevitable,
mientras la vida no se rinda e interponga su escudo
ante tu golpe fiero. Cuerpo a cuerpo, en la noche,
en la prolongada noche de nuestro singular combate,
tu soledad hambrienta, aterida de sombra,
grande y hueca como los ojos de los muertos,
va anudando a mi alma
la amoratada sábana postrera.
De «Del agua, del fuego y otras purificaciones»
Ed. El Bardo, 1983, Barcelona
Reloj de agua
En la gota de agua
parpadea
la aguja inmutable
del tiempo
y del no tiempo.
Como el hueso en la carne,
el sol está dentro de la gota suspensa.
Interior insolación del tiempo.
De «Del agua, del fuego y otras purificaciones»
Ed. El Bardo, 1983, Barcelona
Rubaiyat
Haya cielo
o infierno, nadie
elige. Duerme tranquilo
el día
indiferente.
También
la puerta a la otra vida
te la abrirá el azar.
De «Donde rompe la noche»
Visor, 1994, Madrid