LAS HOJAS SECAS (Mi poema)
Pedro Bonifacio Palacios (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Si estas hojas que pinto quedan mustias
o ves pierden verdor y amarillean,
si no existen ni ciegos que las vean
o no quieren saber de mis angustias.

Si no encuentran ni un mono que las baile,
que inciten a subir a un escenario,
las saque a repicar en campanario
por las manos expertas de algún fraile.

Así que hayan pasado muchos años
y un indocto tropiece con mis versos,
ni intenten traspasar los universos
subiendo con sigilo sus peldaños

habré de comprender que ese es el sino
de un tiempo que se ha vuelto revoltoso,
que arrecia un vendaval tan proceloso
hundiéndose en un poso clandestino.

Pues las hojas y versos son hermanos
cuando nacen ya lo hacen con la suerte
de saber que a su espalda está la muerte
apostada en la huella de las manos.

Hojas secas perdidas en su huida,
esclavas de una duda que las lastran,
que a la deriva van, luego se arrastran
para al fin ya pegar una estampida.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Pedro Bonifacio Palacios

Pedro Bonifacio Palacios

Fúnebre

I
La montaña que tiembla, porque siento
germen de cataclismo en sus entrañas;
el huracán que gemebundo emigra
quién sabe a qué región y qué distancia;
el mar que ruge protestando airado
de la ley del nivel que lo avasalla;
los mundos del sistema -¡tristes mundos!-
que al sol de Dios obedeciendo pasan
como en la arena de la pista el potro
a latigazos -¡noble potro!- salta;
no tienen sobre sí más amargura
que la que hospeda en sus desiertos mi alma,
porque yo arrastro sobre mí -¡y no puedo!-
como un cuerpo podrido, ¡la esperanza!

II
Tú que vives la vida de los justos
allá junto a tu Dios arrodillada,-
yo no creo ni aguardo, pero pienso
que haya hecho Dios un cielo para tu alma,-
dame un rayo de luz -¡uno tan solo!-
que restaure mi fuerza desmayada,
que ilumine mi mente que se anubla,
que reanime mi fe que ya se apaga…
dame un beso de amor -¡uno siquiera!-
aquí, sobre esta frente que besabas;
aquí, sobre estos labios que otros labios
han besado con ósculos de infamia;
aquí, sobre estos ojos que no tienen
nada más, ¡oh mi madre!, que tus lágrimas.

Pasión

Tú tienes, para mí, todo lo bello
que cielo y tierra y corazón abarcan;
la atracció estelar -¡de esas estrellas
que atraen como tus lágrimas!

La sinfonía sacra de los seres,
los vientos y los bosques y las aguas,
en el lenguaje mudo de tus ojos
que, mirándome, hablan;

Los atrevidos rasgos de las cumbres
que la celeste inmensidad asaltan,
en las gentiles curvas de tu seno…
¡Oh, colina sagrada!

Y el desdeñoso arrastre de las olas
sobre los verdes juncos y las algas,
en el raudo vagar de tu memoria
por mi vida de paria.

Yo tengo, para ti, todo lo noble
que cielo y tierra y corazón abarcan;
el calor de los soles, -¡de los soles
que, como yo, te aman!

El gemido profundo de las ondas
que mueren a tus pies sobre la playa,
en el tapiz purpúreo de mi espíritu
abatido a tus plantas.

La claridad celeste de los besos
de tu madre bendita, en la mañana,
en la caricia augusta con que tierna
te circunda mi alma.

¡Tú tienes, para mí todo lo bello;
yo tengo, para ti, todo lo que ama;
tú, para mí, la luz que resplandece,
yo, para ti, sus llamas!

¿Por qué no mandas?

(paralelas)

I
Como al nacer el sol en el oriente
los negros lomos de la tierra inflama,
como Dios al mirar sobre los pueblos
desaloja la duda de las almas
en mis tinieblas
casi macabras
como rayo de sol fué tu sonrisa,
consolación de Dios fué tu mirada.

Como brilló una luz en el desierto
para salvar una nación esclava,
como cruzó una estrellas los espacios
al comenzar la Redención humana,
-resplandecientes,
a llamaradas-,
surgieron, en mi senda, tu sonrisa,
y en mi noche angustiosa, tu mirada.

Como el riego copioso de la nube
las duras glebas del erial ablanda
y los aires impuros purifica
del polvo impuro que su velo empaña,
-lluvia de oro,
sonora y franca-,
humedeció mis penas tu sonrisa,
purificó mis besos tu mirada.

Como el endeble cráneo de los hombres,
a pesar de caber en las dos palmas,
la inmensidad del Universo encierra
y sus ruines paredes no se rajan;
así en el parvo
duomo de mi alma,
está como la aurora tu sonrisa…
¡como todos los orbes tu mirada!

Como pájaro y flor, en las agrestes,
pavorosas llanuras desoladas,
sol el retoque audaz que les proyecta
vida, color, perfume, resonancia:
en mi solemne,
desierta pampa,
como cántico y flor fué tu sonrisa,
como cántico y flor fué tu mirada.

II
Como pugna una fuerza prodigiosa
detrás de cada sol y cada larva,
en la mole del mar y del rocío
en la espiga del trigo y la montaña:
tú no me tocas,
tú no me hablas,
y eres la sola vida de mi vida,
su voluntad, su numen, su palanca.

Como a plena luz del mediodía
semejan un insendio las cañadas,
y a los oblícuos rayos de la tarde
tranquilos mares de bruñida plata
-sol de virtudes,
astro que ama-,
tú, sobre todos mis dolores juntos
las ilusiones de tu luz levantas.

III
Como el Señor querría el Angel malo,
si el Señor le volviese la Esperanza
y en el vacío enorme de aquel odio
la enormidad de su Perdón volcara;
así a raudales,
así a cascadas,
se ha inundado mi pecho de un cariño
que por cielos y tierra se derrama.

Cariño universal que me transporta
más allá de mis dudas y mis ansias,
que me impone surgir del horizonte
limpio de mis pasiones y mis lacras,
como penacho
de ardientes llamas
que hubiera puesto Dios sobre mi testa
para darme el dominio de las almas.

Cariño que refunde mis potencias
en la sola potencia sobrehumana
de sentir nada más que lo sublime,
de llorar nada más que por las alas…
¡virgen del cielo
llena de gracia,
que bajaste a gemir con los mortales
y has hecho de mi espíritu tu alcázar!

Allí estarás como la sola dueña,
allí serás la sola soberana:
como rigen los astros a los mares,
tú regirás mis ondas tumultuarias.
Reina absoluta
¿por que no mandas?
¡Yo haré que todo el mundo conmovido
se postre de rodillas a tus plantas!

¡Y te haré de mi gloria una diadema,
de mi mente una túnica de grana,
de laureles y aplausos una alfombra,
de mi pecho y mi sangre una muralla;
porque yo tengo
virtud en mi alma,
para llenar de admiración los orbes
si una mirada tuya me lo manda!

Vera Violeta

En pos de su nivel se lanza el río
por el gran desnivel de los breñales;
el aire es vendaval, y hay vendavales
por la ley del no fin, del no vacio;

la más hermosa espiga del estío
ni sueña con el pan en los trigales;
el más dulce panal de los panales
no declaró jamás: yo no soy mío;

y el sol, el padre sol, es raudo foco
que fomenta la vida en la Natura,
por calentar los polos no se apura,
ni se desvía un ápice tampoco:

Todo lo alcanzarás solemne loco…
¡siempre que lo permita tu estatura!

La Yapa

Como una sola estrella no es el cielo,
ni una gota que salta, el Ocëano,
ni una falange rígida, la mano,
ni una brizna de paja, el santo suelo:

tu gimnasia de jaula no es el vuelo,
el sublime tramonto soberano,
ni nunca podrá ser anhelo humano
tu miserable personal anhelo.

¿Qué saben de lo eterno las esferas?
¿de las borrascas de la mar, las gotas?
¿de puñetazos, las falanges rotas?
¿de harina y pan, las pajas de las eras?…

¡Detén tus pasos Lógica, no quieras
que se hagan pesimistas los idiostas!

Intima

Ayer te vi… no estabas bajo el techo
de tu tranquilo hogar,
ni doblando la frente arrodillada
delante del altar,
ni reclinando la gentil cabeza
sobre el augusto pecho maternal.
Te vi… si ayer no te siguió mi sombra
en el aire, en el sol,
es que la maldición de los amantes
no la recibe Dios,
o acaso, el que roba tus caricias,
tiene en el cielo mas poder que yo!

Otros te digan palma del desierto,
otros te llamen flor de la montaña,
otros quemen incienso a tu hermosura:
yo te diré mi amada!
Ellos buscan un pago a sus vigilias,
ellos compran tu amor con sus palabras,
ellos son elocuentes porque esperan;
¡y yo no espero nada!

¡Yo sé que la mujer es vanidosa,
yo sé que la lisonja la desarma,
y yo se que un esclavo de rodillas
más que todos alcanza!…

Otros te digan palma del desierto,
otros compren tu amor con sus palabras;
yo seré más audaz, pero más noble:
¡yo te diré mi amada!

Ayer y hoy

Humilde como el voto del creyente,
bendito como el ángel de mi guarda,
tímido, solitario, romancesco,
fe y esperanza.

Como tú, virginal y sin mancilla,
como yo, visionario y entusiasta,
era el amor que te ofrecí; inocente,
como mi alma.

Ignoto, como ráfaga perdida,
ardiente, como lágrima callada,
torcido, desolado, borrascoso,
amor de paria.

Triste, como el destello de la luna,
solo, como la luna solitaria,
es el recuerdo de ese amor maldito,
como mi alma.

Adiós a la maestra

Obrera sublime,
bendita señora:
la tarde ha llegado
también para vos.
¡La tarde, que dice,
descanso!… La hora
de dar a los niños
el último adiós.

Mas no desespere
la santa maestra:
no todo el mundo
del todo se va;
usted será siempre
la brújula nuestra,
¡la sola querida
segunda mamá!

Pasando los meses,
pasando los años,
seremos adultos,
geniales, tal vez…
¡Mas nunca los hechos
más grandes o extraños
desfloran del todo
la eterna niñez!

En medio a los rostros
que amante conserva
la noble, la pura
memoria filial,
cual una solemne
visión de Minerva,
su imagen, señora,
tendrá su sitial.

Y allí donde quiera
la ley del ambiente
nimbrar nuestras vidas,
clavar nuestra cruz,
la escuela ha de alzarse
fantásticamente,
cual una suntuosa
gran torre de luz.

¡No gima, no llore
la santa maestra:
no todo en el mundo
del todo se va!
¡Usted será siempre
la brújula nuestra,
la sola querida
segunda mamá!

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Hojas Secas – Manuel Gutierrez Najera

¡En vano fue buscar otros amores!
¡En vano fue correr tras los placeres,
que es el placer un áspid entre flores,
y son copos de nieve las mujeres!

Entre mi alma y las sombras del olvido
existe el valladar de su memoria:
que nunca olvida el pájaro su nido
ni los esclavos del amor su historia.

Con otras ilusiones engañarme
quise, y entre perfumes adormirme.
¡Y vino el desengaño a despertarme,
y vino su memoria para herirme!

¡Ay, mi pobre alma, cuál te destrozaron
y con cuánta inclemencia te vendieron!
Tú quisiste amar ¡y te mataron!
Tú quisiste ser buena ¡y te perdieron!

¡Tanto amor, y después olvido tanto!
¡Tanta esperanza convertida en humo!
Con razón en el fuego de mi llanto
como nieve a la lumbre me consumo.

¡Cómo olvidarla, si es la vida mía!
¡Cómo olvidarla, si por ella muero!
¡Si es mi existencia lúgubre agonía,
y con todo mi espíritu la quiero!

En holocausto dila mi existencia,
la di un amor purísimo y eterno,
y ella en cambio, manchando mi conciencia,
en pago del edén, diome el infierno.

¡Y mientras más me olvida, más la adoro!
¡Y mientras más me hiere, más la miro!
¡Y allá dentro del alma siempre lloro,
y allá dentro del alma siempre expiro!

El eterno llorar: tal es mi suerte;
nací para sufrir y para amarla.
¡Sólo el hacha cortante de la muerte
podrá de mis recuerdos arrancarla!

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Donaciano Bueno Diez
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