NADIE LO SABE… (Mi poema)
Alfonso Ussía (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo
 

Pues la vida allí huyó despavorida,
desorientada y sin saber por qué
ha tenido que tocarle a él la herida,
nadie sabe y tampoco yo lo sé.

Ni dios, ni tú, que allí nadie lo sabe
quién fuera ese malvado ¡diz quién fue!
cómo es de corazones el deslave,
nadie sabe y tampoco yo lo sé.

Ni el viento que paseando había ese día
a declarar se unió alegando que
no vió nada…, ni oyó…, desconocía…,
nadie sabe y tampoco yo lo sé.

Y en esta nebulosa que hoy penamos
sólo saben fueron cuarenta y tres
dónde fueron aún nos preguntamos
nadie sabe y tampoco yo lo sé.
©donaciano bueno.

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Comentario del autor sobre el poema: Pequeño homenaje a los 43 alumnos muertos/desaparecidos de Ayotzinapa (Méjico)

MI POETA SUGERIDO: Alfonso Ussía

Alfonso Ussía

«Villaver».

El que era de Franco yer,
Cristóbal Martínez Bor,
Duque de Franco consor

Y marqués de Villaver,
Inauguró sin acier
Su labor conferencián,
Y habló de Francisco Fran
De forma tan vehemén,
Arrogante y petulán,

Que por osado e imprudén,
Avergonzó hasta Fernán
Fuertes de Villavicén.
Dijo Cris en Fuerza Nué,
Con toda la sala llé
De intrépidos nostalgí,
Que él nunca tuvo problé
Humanos con el Caudí,
Por ser siempre de su sué
El yerno más preferí,
Padre amante de sus nié
Y de su hija, el marí.
El doctor cardiovascú,
Que fue marqués de rechá
Y hoy gracias al Rey, es dú,
Ha hablado como un merlú,
Y se ha quedado tan fres
Aplaudido por Blas Pi,
Raimundo Fernández Cues,
Y el resto que fue a la fies
De Mejía Lequerí.
Y es que el hombre está que ar
Porque no tiene un enfer,
Ni le saludan los guar,
Ni puede cenar los vier
En el Palacio del Par,
Con doña Imelda de Mar,
Nené Nieto, doña Car,
Y don Alfonso, su ex yer.
Porque ya nadie le inví
A cazar por un negó,
Ni le paga el Banco Có
Sus viajes a Maní.
Porque en cualquier sanató
No es más que un simple medí,
Cuando en tiempos del Caudí
No le tosía a Cristó
Ni el doctor Jiménez-Dí.
Porque ni a cenas ni a cock
De uniforme, frac, smock,
Ni a ningún público ac
Lo convidan, está el doc
Muy dolorido en su tac.
Él, que fue dueño de Espá,
Trina de rabia y de fú,
Porque el Rey y Adolfo Suá
Han desatado los nú
Que estaban tan bien atá,
Convirtiendo en democrá
Lo que fue una dictadú.
¡Martínez, si no se cá,
Le van a decir segú
Que con sus penas se va
Se vaya a tomar por cú!

Romance a los Marqueses de Galapagar

Mira, Irene, la verdad
Sin tapujos ni remilgos
Es que la gente me importa
Bastante menos que un pito.
Yo sólo aspiro a que Sánchez
Me nombre, de algo, ministro,
Que es la ilusión de mi vida
Desde mis años de niño.
Cuando yo era muy pequeño
Soñaba que mi destino
Era llevar por el asa
La cartera de un ministro,
Como si fuera Solís,
Manuel Arburúa, Pío,
López-Rodó, López Bravo
O Fraga, o Silva o el mismo
Cotorruelo Sendagorta
Que fue un ministro muy efímero.
Un ministro de los de antes
Y que mandaban muchísimo,
Con chófer uniformado
Siempre dispuesto al servicio,
En coche del PMM
Y billetes gratuitos En Iberia, Aviaco, y Renfe
Con reserva de buen sitio.

Don Pablo quiere compartir los lujos con Irene Montero

Tú, Irene, siempre vendrías
A cualquier viaje conmigo,
De gorra, como pareja,
Mi amor, del excelentísimo
Ministro don Pablo Iglesias,
Que suena súper bonito,
Que suena bello y rotundo,
Que suena… como los trinos
De un ruiseñor empeñado
A fuerza del píopío
En conquistar a la hembra
Que habita en árbol distinto.
Estoy harto de la gente,
De sus desaires continuos,
De sus chismes por la espalda,
De sus murmullos dañinos,
Que si el chalé, que la herencia,
Que al vino pan y al pan, vino,
Que la Salus Infirmorum
Que atiende y cuida a los niños
Por las noches, permitiendo
Que durmamos más tranquilos,
Aunque nos cobre cien euros
Por sesión, como a los pijos.

Los aires de nuevo rico del líder podemita

El día menos pensado,
Irene mía, cariño,
Compañera y portavoza,
Lo mando todo al mismísimo
Carajo, y me quedo sólo
Con mi cargo de ministro,
Que le gente es muy envidiosa
Desde que somos más ricos
Que el resto de los pringados
De «Podemos No Pudimos».
¿Cómo pretende esa gente
Que crea en el comunismo,
Con un chalé en La Navata,
Con un jardín preciosísimo,
Entre corzos, entre gamos,
Entre ciervos y cochinos,
La oropéndola en el álamo,
El verderón en el tilo,
La torcaz guardando el roble,
Y la alondra entre los pinos?
¿Cómo puede ser el pueblo
Tan sumamente cretino?
Con nuestra piscina azul,
Con nuestro césped divino
Que parece un ‘green’ de golf…
¿Qué se ha creído el gentío?

Las ansias de poder del comunista Iglesias

Sólo me falta, mi niña
Portavoza, ser ministro,
Y creo que tengo a Sánchez
Por los cojines cogido,
Y de aquí a muy pocos días
–en su palabra confío–,
Me llamará a su despacho,
Me abrazará con cariño,
Y me dirá sin celajes:
–Pablo, te nombro ministro
De Trabajo, de Exteriores,
E Información y Turismo–.
¡Tres carteras, tronca mía!
Mi sueño se habrá cumplido,
Y tú estarás a mi lado
Con el más caro vestido
Para acudir a La Granja
A la fiesta del Caudillo
Que vamos a trasladar
Del Valle de los Caídos.
Ya se lo dije a mi madre
Cuando era muy pequeñito
Y aún no tenía coletas:
–Mamá, quiero ser ministro–.

Un verso para Zapatero

A D. José Luis Rodríguez Zapatero

Dormía el conde Rodríguez
acostadito en la su cama:
La pierna izquierda encogida,
la diestra, más estirada.
(la otra pierna, la de enmedio…
es costumbre no mentalla).

Dormía plácidamente:
Hay que ver lo que roncaba,
so la lana del embozo
de su manta zamorana.

Y la condesa Sonsoles,
que al su lado estaba echada,
roncaba un aria da capo
que ni la María Callas…
Y antes de que cante el gallo…
(que lo suele hacer al alba,
porque sepan las gallinas
quién les canta y quién les manda…)
con el rostro demudado,
¡Don Rodríguez despertaba!:

– ¿Qué es aquesto? —diz Rodríguez—
¿Quién mi sueño sobresalta?
¡A mí la guardia moruna
del Ministro Rub-al-Kaaba!

Avanzando entre las sombras
que rodeaban la su cama…
ve que crece, ve que avanza…
la silueta recortada
de un espectro, de un fantasma…
¡Vive Dios que miedo daba!
Entre nubes de sulfuro
y otras de canela en rama,
a los pies de Don Rodríguez
el espectro da la cara:

Va vestido de uniforme,
calzón corto, con polainas…
y, esparcidas por el pecho,
quien en ello se fijara…
no verá que lleve estrellas,
sino bujeros de bala.
Lleva gafas redonditas
—las que John Lennon llevara—
y así… visto desde lejos,
se da un aire con Azaña.
Noble porte, talle recio,
cabellera ya entrecana…
Y quién es y a qué ha venido,
allí mesmo lo declara:

– ¡Yo me llamo Juan Rodríguez:
soy tu abuelo… noramala.
Y aquí vengo por decirte
cuatro cosas a la cara!

– ¿Tú, mi abuelo idolatrado,
aquél que Franco me matara?
¿Tú, la víctima primera
de entre todas las de España?

– ¡Ese soy… y menos coba!
— ¡A mis brazos, camarada!
— ¡Quita allá!… Menos abrazos,
que de mí no sabes nada:
Si supieras, no le harías
lo que estás haciendo a España.

– Abuelito fusilado…
¿No será que estás de guasa?
¿No te dieron matarile
los del trapo rojigualda?
Pues que sepas que tu nieto
—que por algo es el que manda—
va a volver a la contienda
otra vez las dos Españas:
¡Y esta vez verás, abuelo…
que es la nuestra la que gana!
¡Una España progresista,
federal-republicana,
asimétrica y cubista
de la noche a la mañana!

El abuelo fusilado
mírale y no dice nada…
Mírale muy fijamente,
con su cara de fantasma,
una cara que parece
que es de cera, por lo blanca…
Y por ella, mansamente,
una lágrima resbala
(que la cara, según dicen,
es el espejo del alma…).

Ya son setenta los años
que llevo criando malvas
en el cielo del Olvido,
y no sé lo que me pasa…
pero me llena de rabia
que mi muerte y la de tantos
no sirviera para nada.

Allí estamos a millares
los que la guerra matara…
con su poquito de gloria,
con su poquito de infamia.
Padres, tíos y sobrinos,
abuelos de media España.
Allí todos somos uno…
ya no hay rojos, ya no hay fachas,
vencedores ni vencidos…
Sólo queda la enseñanza
de saber que el fanatismo
es quien miente y es quien mata.

Otros muertos más recientes
pueden dar de ello palabra…
(y no veo que por ellos
se te mueva pie ni pata).

Ese es todo mi mensaje,
mi mensaje de fantasma:
No nos metas a los muertos
de comparsa en la tu causa.
No te cuides de los muertos…
cuídate de los que matan,
los que han hecho de la muerte
su más próspera jugada.
Ahí te quedas, Don Rodríguez…
Ahí te quedas en tu cama.
Yo me voy al otro barrio,
que el de aquí me rompe el alma.

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Autor

Donaciano Bueno Diez
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