ODA A 43 INOCENTES (Mi poema)
Emilio Sierra García (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

¡México, no puedo entenderte, México,
discúlpame, quisiera hacerlo mas no puedo,
los gritos se han ahogado de mi léxico!
Hoy siento un gran dolor. La paz no me concedo.
Los sonidos que en mi garganta había, han huido
y no vuelven porque me dicen tienen miedo
por este drama que en Guerrero se ha vivido.

¡Vivido que ha, gran ironía! pues la muerte
atrapando ya a vuestras almas ha blandido,
desenterrando, la cruel hacha. ¿Por qué ha sido?
Nadie lo conoce a ciencia cierta. Se ha oído
que un ajuste de cuentas fue de traficantes
o que es porque erais izquierdistas. ¡Mala suerte,
debisteis intentar huir en ese instante!

Hoy la Escuela Ayotzinapa sangre rezuma
por sus cuarenta y tres alumnos inocentes,
maestros ya no seréis pues ahora, ausentes,
ni por la venganza reiréis de Moztezuma.*

Pobres muchachos con aspiraciones llenas
que entre rancheras y silencio os habéis ido
¡qué cabrones, quienes quieran que hayan sido!
por robaros las ilusiones siento pena.

Yo aquí hoy te imploro a ti ¡oh, Virgen guadalupana!
que a culpables hagas pagar su merecido
puesto que amable es este pueblo y tan querido
penar no merece por tal bazofia humana.
©donaciano bueno

Como la queréis, os quiero,
hijos del gran pueblo hermano
¡la sangre del pueblo ibero
es del pueblo mejicano!
Carlos Fenoll

El pasado 26 de septiembre policías tirotearon en Iguala a alumnos de una escuela rural por órdenes presuntamente de Abarca, el entonces alcalde, que permanecía prófugo junto con su esposa, María de los Ángeles Pineda, y el secretario de Seguridad de Iguala, Felipe Flores, considerados autores intelectuales de los hechos. Con este texto me uno al homenaje que otros poetas ya en estas páginas les han rendido.(*) expresión popular mexicana que se aplica jocosamente a los padecimientos diarreicos causados a los turistas que visitan México.

MI POETA SUGERIDO: Emilio Sierra

DECISIÓN

De la noche blanca y azul
he conservado una sugerencia:
No te des a conocer.
Prohíbete hablar, prohíbete respirar.
Aprende el mérito del perdón
por haber arrancado espigas de minutos
a una artista.

De la aurora gris que solloza,
escondida entre los vuelos de las libélulas,
he tomado una resolución:
Decir mi nombre en alto,
dártelo,
y que la importancia de lo que soy
apague su tensión en tu sonrisa.

Ya estoy dispuesto.
Al final del bosque y sus enredos
¿Estarás tú, amiga, hermana de mis sombras,
o, de nuevo, he de volver a la prisión de los sueños?

EL ADIÓS INACABADO

Tal vez haya misterios mayores,
pero que la despedida sea un imposible
no lo es menos y me pregunto por qué.
Será algo que intente tal vez al morir.
Un juego peligroso,
unas damas que, frente al presuroso vivir,
discurren tranquilas por su tablero.
Me gustaría irme, desaparecer
tal como empecé este teatro y su tormento,
pero no sé cómo.
Me llegan noticias de tu decisión:
La indiferencia, jamás volverle a escuchar.
Y vuelco los sonetos antiguos
y agito las odas más nuevas,
pero ninguna habla de esta despedida.
Tal vez tenga que hacerla yo
aspirando el veneno del adiós, un poema definitivo.
Eres tú quien lo crea en mis arterias,
el dios se encargará de que llore y sangre
para que salga a la luz tibia del olvido.
Oscuro destino se labra el poeta con aquella que ama.
Eso sí, su voz es la gratitud,
menos que eso no se le puede dar a toda una madre.
El oscuro poder que yace,
latiendo en nuestras venas, vencerá.
Al final, la indigencia hablará en nuestro favor,
esculpiendo el tiempo en un camino invertido;
conversando sin más. Nunca pasa nada.

Réquiem por los vivos

Réquiem por los vivos
¡Oh hermanos! ¡Oh huérfanos!
Réquiem por la luna
Que en comercio infame e ingenuo ilumina las plazas
Y en sus rayos despista a todos de sus costumbres.

Réquiem por las estrellas confusas y entremezcladas
Con las luces de las calles.
Ellas y sus rasgos oscuros, pues pertenecen a la noche.
Ellas y sus visos de luz, pues adelantan al sol.

Réquiem
¡Victoria y tragedia es!
Ya no hay poetas
Solo queda la vida
Porque la poesía no importa.
Solo la vida
Que requiere ser construida
Y no instruida.
La liturgia del tedio desea la ruina;
Lo incompleto
Que atrae porque hace que modelemos algo sólido y bello
Cuando solo el aire nos avala.
La nieve es una salida,
Puerta sin arco,
Agente de senderos nuevos
Al borrar las huellas impuras del triste barro.
Ya ha salido el Apolo y ha desaparecido lo anterior
Tan pronto como uno vino el otro se fue.

Así es la felicidad si se es feliz
En lo frío,
En lo sombrío.
Aquello que mantiene blancos los cementerios
Por la compañía de los árboles:
Su sombra.
Los cementerios
Donde duermen sin descansar,
Donde descansan sin dormir
Los hombres.

¡Réquiem por los vivos!
En lo alto del dormitorio
Donde nuestros pasos no alcanzan a pisar
Por temor o indiferencia, cobardía enferma,
Se habla a los que viven del destino de los muertos.
En las ciudades y sus cantos invisibles, apropiados silencios,
Se habla a los muertos del destino de los vivos,
Para que vivan
Y el réquiem por ellos
Sea agrio,
Dulcemente agresivo.

Que descansen
Que descansemos,
Que busquemos el descanso sin el frío,
El que se mete en los huesos, tiritando temblones,
Y de los ojos arranca tristones, sofisticado dentista,
Sin delicadeza, las aguas.
Como el débil contrabajo y sus abrazos de carne inmateriales.

Que descasen,
Que descansemos
¡Oh descanso!
Lo único que podemos saber es que alguien viene
-no es Godot ni un héroe,
Ni el dueño de las tiendas-.
Viene el que ha llegado,
Casto manjar que no deja espacio
A la fortuna
A la belleza sin sustancia,
Susto que disgusta al espíritu.

Que descansen,
Que descansemos
Que busquemos el descanso
Y encontremos a la esposa,
El manso y blando cuarto que no es cárcel;
La esposa y su espada: la gratitud.

Al Dios escondido

Los labios del viento
Pusieron un sello
Al eterno vaivén del susurro suplicante.
¡Adoro!
¡Te adoro!
En la hora del oro,
La naturaleza sabe
Que la mejor elegía
Es el silencio.
Y que las lágrimas,
Cuando se habla de amor,
Son siempre sangre.

Que severos somos,
Dios mío,
Te adoro
Porque tú me has adorado antes.
Anota en tu mano
Mi ligero amor
Contrae tu alma
En mi adagio pesar

Ya me concentras.

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Autores
Donaciano Bueno Diez
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