POEMA SOCIAL I (Mi poema)
Eduardo Chirinos (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Hoy escribo aquí un poema
que con medida asimétrica
utilice algún fonema
para indicarnos lo mal
que está el mundo y desigual
es la vida en el planeta.

Denuncie las injusticias
que a los humanos asolan
tan plagado de inmundicias,
las que unos pocos controlan.

Donde existe un animal,
humano, para más señas,
que aunque crean más pequeñas
mantiene la misma boca,
y aún no sea natural
ya que a éstos nada les toca,
risa a los ricos provoca
porque no llevan bozal

Rima que lleve asonantes
y esté ausente de cadencias
para denunciar farsantes
y condenar las carencias.

Cada verso sea un grito,
cada estrofa una condena
a este damero maldito
que a algunos mata de pena,
para deshacer el mito,
brille el ritmo por su ausencia
y así suplicar clemencia
al dios llamado infinito.

Hoy deseo que la épica
desmonte al romanticismo
para darle buena réplica
al infiel capitalismo.

¡Abajo la melodía,
que resoplen los trombones!
y ganemos tiempo al día
puliendo nuestras acciones.

Pido un halo de esperanza
para mirar al futuro,
resplandezca la constancia,
que se derrumbe este muro.

Seamos buenos hermanos
distribuyendo alegrías,
démonos todos las manos
repartiendo cual cristianos
algo más que eucaristías.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Eduardo Chirinos

Eduardo Chirinos

Fragmentos de una alabanza inconclusa

Debe haber un poema que hable de ti,
un poema que habite algún espacio
donde pueda hablarte sin cerrar los ojos,
sin llegar necesariamente a la tristeza.
Debe haber un poema que hable de ti y de mí.
Un poema intenso como el mar,
azul y reposado en las mañanas,
oscuro y erizado por las noches
irrespetuoso en el orden de las cosas, como el mar
que cobija a los peces y cobija también a las estrellas.
Deseo para ti el sencillo equilibrio del mar, su profundidad
y su silencio, su inmensidad y su belleza.
Para ti un poema transparente,
sin palabras difíciles que no puedas entender,
un poema silencioso que recuerdes sin esfuerzo
y sea tierno y frágil como la flor que no me atreví a enredar
alguna vez en tu cabello.
Pero qué difícil es la flor si apenas la separamos del tallo
dura apenas unas horas,
qué difícil es el mar si apenas le tocamos se marcha lentamente
y vuelve al rato con inesperada furia.
No, no quiero eso para ti.
Quiero un poema que golpee tu almohada en horas de la noche,
un poema donde pueda hallarte dormida, sin memoria,
sin pasado posible que te altere.
Desde que te conozco voy en busca de ese poema,
ya es de noche. Los relojes se detienen cansados en su marcha,
la música se suspende en un hilo
donde cuelga tristemente tu recuerdo.
Ahora pienso en ti y pienso
que después de todo conocerte no ha sido tan difícil
como escribir este poema.

ESCENA PARA UNA PELÍCULA

¿CÓMO MANEJA uno los recuerdos? Yo tengo
varios que se alternan y, para colmo, varían
con el tiempo. No son organizados. Un buen
día aparecen y ¡zas! se instalan sin permiso
reclamando alguna música, si es posible
alguna explicación. Ayer, por ejemplo, tenía
siete años y entré sin llamar al dormitorio
de mi madre. La ventana daba a un amplio
jardín donde jugaba el collie, al fondo
renacía una palmera, un floreciente árbol
de papayas. Mamá se pintaba las uñas
de los pies. Parecía estar muy concentrada
y apenas me hizo caso. «¿Por qué te pintas?»,
pregunté. «Porque hoy llega tu papá», me
dijo. Y eso fue todo. No. Eso no fue todo.
Su vestido colgaba impaciente de una silla
y una cámara filmaba sus piernas (la
izquierda recogida, la derecha ligeramente
levantada). ¿Qué quería de mí ese recuerdo?
No lo sé. Si le pregunto dirá que no había
ningún collie. Que tal vez había soñado.

Antes de dormirme

Es tarde, pero quisiera decir algo.
Esa música tardía, esos ecos que rebotan
en las piedras y crean silencios.
No, no es eso exactamente:
entre eco y eco hay una música
y en ella un ladrido, un dolor, un golpe seco.
La palabra que alguna vez borramos
vuelve a su lugar
como la música tardía, como el silencio.
Pero no es eso tampoco. Escribir: callar:
cerrar los ojos. Ecos
que rebotan en las piedras y de nuevo
el ladrido, el dolor, el golpe seco.
No sé cómo explicarlo.
Pero es tarde
y en verdad no quiero decir nada.

Derrota del otoño

Aquí no es bienvenido el otoño.
Nadie lo espera
a la orilla de ningún río melancólico
que esconda en su cauce los secretos del mundo.
El otoño reina en otras latitudes.
Allá lejos, donde los ciclos se cumplen, allá lejos
donde envejecen y renuevan las metáforas.
(El sol se hunde en un verdoso charco
donde flota, solitaria, una hoja de laurel).
Pero esta tarde no ha llovido. Las hojas
se aferran a sus ramas,
heroicamente luchan contra el viento
y en la noche celebran la derrota del otoño.
No saben que las hojas que caen son las escritas
y el árbol un seco y callado poema sin estrías.

Para Margarita Sánchez

AQUÍ NO HAY BULLA ni miseria,
sólo un bosque de árboles mojados y cientos de ardillas
correteando vivaces o escarbando una nuez.
A lo lejos un puente
una interminable fila de automóviles retorna a sus hogares
y nubes balando ante un perro pastor y amarillo.
¿Eres tú quien camina en las riberas del Raritan?
Recuerdo un río triste y marrón donde las ratas
disputan su presa con los perros
y aburridos gallinazos espulgándose las plumas bajo el sol.
Ni bulla ni miseria.
El río fluye educado como en una tarjeta postal
y nos habla igual que hace siglos, congelándose y
descongelándose,
viendo crecer a sus orillas cabañas, iglesias, burdeles,
plantas refinadoras de petróleo.
Escucho el vasto rumor del Raritan, el silencio de los patos,
de los enormes gansos salvajes.
Han venido desde Ontario hasta New Brunswick,
con las primeras nieves volarán al sur.
Dicen que el río es la vida y el mar la muerte.
He aquí mi elegía:
un río es un río
y la muerte un asunto que no nos debe importar.

La tranquilidad es un campo de arena

El mar,
las piedras, algunas gaviotas,
gaviotas blancas, grises, de pico anaranjado,
maderos rotos,
moscas sobrevolando el cadáver de un lobo marino
(hermoso animal varado por las aguas) corrientes aguas, puras,
cristalinas
y una toalla húmeda secando nuestros pies

(«La tranquilidad es un campo de arena», escribí en la inmensa
soledad de estos parajes.
«Moles de arcilla y concha han resistido al furioso embate de las
aguas, al furioso embate de estas mismas aguas
donde ahora me entristezco y canto.»)

¿Y yo qué he de cantar?
El dulce lamentar del s. xvi en un paraje salino
(rocas peladas y no verduras en las eras);
el triste cantar de dos pastores en las playas del sur
(murmullo solitario de las aguas y no silencio de la selva umbrosa),
idénticos espacios para ejercer el oficio
do natura o menester me inclinan.

«Aves y peces han condicionado sus cuerpos para habitar este lugar.
Aves y peces han evolucionado en el curso de los tiempos
para enterrar por siempre
sus huesos en la arena.»

Es así como la muerte anuncia el nacimiento y vuelven, ambas,
al punto de partida,
y las estaciones y los calendarios no son más que piezas
distintas de un mismo tablero y estas aguas son, amor,
las mismas aguas que vienes observando en algún lugar del
mundo
donde jamás habrás de ver lo que yo veo:

El mar,
las piedras, algunas gaviota?
gaviotas blancas, grises, de pico anaranjado,
maderos rotos,
moscas sobrevolando el cadáver de un hernioso animal varado
por las aguas.

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Donaciano Bueno Diez
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