CONTRA[ON/OFF]DICCIONES (Mi poema)
Jomi García Ascot (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Ojos tan ciegos de ojos,
certezas que falsedades,
soles de alumbrados cojos
que oscurecen las verdades
o se ocultan entre abrojos.

Lágrimas vivas de vidrio,
compaña en mis soledades,
ni unas me sirven de alivio,
ni seducen mis andares.

Lamentos que en el desierto
entre dunas, lontanares,
van predicando al incierto
seductor que oiga los ayes
de algún durmiente despierto.

Olvidos que son recuerdos
de oxidados avatares,
que viven aunque estén muertos
para lucir los altares.

Ánimas faltas del alma,
sueños de ensueños vacíos,
ambos se llevan la palma,
falsos de sudores fríos,
ruidosos plenos de calma.

Corredores de consejos
que no conocéis ni pío
¿por qué presumís de viejos
engañándonos? ¡impíos!

Lamentos faltos de aliento,
certidumbres de adivino,
de aire vacantes los vientos,
sensatez con desvarío.
y cuentos sin argumentos.

De humanos seres sangrientos,
aguas que pasan por vino,
dormir estando despiertos,
andar a ningún destino.

Nada es nada y todo es todo,
todo es nada y al revés,
como amar y sentir odio
sufriendo ambos a la vez
o estar sobrios y beodos.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDOJomi García Ascot

ESTANTE

Qué difícil pensar que esto es la vida,
estos instantes precarios
como un delgado hilo de humo
borrado por el viento,
esta breve, tan breve felicidad
que nos pasa rozando,
esta tristeza de no saber estar
con los seres saber callar
y perder nuestro tiempo
que es lo único que nos transcurre
y que al transcurrir también nos mata
Qué difícil pensar que esto es todo
y que nada nos quedará
Y nada nos llevaremos
y que aquellos instantes del amor
tan sólo fueron eso: los instantes
en que creíamos que el tiempo se paraba.

Un poema

Un poema es distancia
años, días, un tiempo indefinido
en el que fuimos algo, o dejamos de serlo.
Un brevísimo espejo, de repente,
como el abrir de una ventana
en cuyo vidrio desfila todo el cielo.
Una tarde imprecisa
como convalecer de otras infancias.
El ruido de los trenes, una estación lejana,
el frescor del armario en el verano,
un sabor de café bajo unas palmas.

Un poema es tocar con la garganta
el peso de las cosas, su palabra,
decir su sombra
un silencio de parque por el agua
un galope de velas por el alma.

Un poema es estar
volver a estar,
leve de instante,
donde el tiempo duraba
y no sabíamos.

POEMA DEL EXILIO

Hemos venido aquí, desde muy niños,
a esperar, y a vivir.
Llevamos en las manos muchos años
y el otoño en lejanos comedores
vastos de sobremesa y de presagios.
Llevamos en las manos luces amarillentas,
deberes escolares,
gestos que conocimos
como iglesias de pueblo,
y en jardines que el invierno alargaba
los pequeños amigos desterrados.
Llevamos trenes, viajes, estaciones de noche,
el olor del hollín y vidrios empañados
y nuestros padres, que eran ya tan mayores
y murieron tan jóvenes aquí.
Hemos venido así, desde muy lejos,
desde las Navidades, las vísperas de todo,
y llevamos lo lejos en el sabor de lápiz
de la boca.
Hemos venido aquí y hemos visto en el cielo
cómo suben las cosas por la luz,
este mundo que crece, los océanos.
Hemos subido aquí, sobre esta costa
que se abre en el azul,
los vientos grandes, los caballos del tiempo
que cruzan la mañana.
El destierro es lo inmenso, la llanura
donde rebota el sol, esta distancia
entre el pecho y el aire.
Y hoy miramos de aquí nuestra casa perdida
nuestra Europa lejana. Miramos por encima
como el balcón, como la nube blanca.
Ya es ancha nuestra vida,
ya cabe en la mirada
con el parque lejano, las manzanas.

“Lejana España, España
donde yacen las olas de mis horas
donde termina el arco
de mi cielo
donde brota el pulsar que hoy cruza el aire
empañado de mentas
donde nació esta tarde que aquí muere,
pálida y alta, donde habita el dolor
y este mi pecho.”

UN MODO DE DECIR

Escribir poesía es hablar de huecos y presencias,
de cosas que suceden
y de cierto color que da la vida
al cuerpo de la mañana o la madera.

Escribir poesía es un modo de decir
como ha pasado el tiempo por nosotros
y cual su sedimento de rumores
en ese olvido oscuro que llevamos por dentro
y donde despertamos cada noche
y escuchamos los trenes que se alejan.

Escribir poesía es haber visto, desde la cima de la infancia,
la esperanza que nos amanecía
y haber sentido ese sordo dolor entre los huesos
de que el amor es cosa que se pierde.

Y es muchas cosas más, tejidas en el tiempo,
tardes de lluvia o sol a bofetadas,
salas de espera y dunas y amores y hospitales,
cuerpos del ser, memoria de los vientos.

Escribir poesía es silencio y palabras,
un modo de decir que estamos existiendo
y que esperamos a que empiece la vida,
y que se nos acaba.

Todo comienza
Todo comienza porque faltan palabras
porque hay demasiada vida
y no basta vivirla
porque hay demasiado mundo
y no basta estar en él como un árbol
que se estremece al más ligero soplo
ahogado de silencio y de memoria.

Todo comienza porque un niño
me canta por adentro una mañana
y miraba y miraba las luces que corrían
desde un tren.
Todo comienza desde un amor lejano
desde un amor sin nombre
por tantas tantas calles de este mundo
vieja canción de andar por ahí, andando,
y el futuro sonando en los bolsillos.
Todo comienza por algo que será recuerdo
y aún no sabemos
por algo que es recuerdo y lo olvidamos
por algo que es recuerdo
y se nos vuelve tiempo
y vida presurosa entre las manos.
Todo comienza donde empieza el humo
como el olor del campo
que perdimos.
Cielo de mi ciudad, devuélveme la vida
que no puede volver,
dame otra vez el aire de tus tardes
si no puedes en pan, en la palabra….”

DEL TIEMPO

A cierta edad, una cierta distancia de las cosas
se establece.
No volver a sufrir la misma entrega, la misma
separación
de la materia amada,
esa despoblación de la presencia,
esa decoloración de la mañana,
aquel largo dolor y su impaciencia.
Ya no. Es cierto que algo familiar se pierde
que nos acompaño desde la infancia:
el sueño antiguo de que todo dure
y de sentir su peso en nuestra herida.
Pero a cambio hemos ganado el aire,
su modificación cruzando el día,
sus distintos colores y su curva costaste:
un nuevo ser de tiempo que goza
como arena caliente entre las manos
-que vuelve a empezar, filtrando más despacio
cada gano,
hasta sentirlos todos en las yemas
y hasta sentir su ausencia, ya agotados.

A cierta edad empiezo a amar de nuevo
de distinta manera:
a amar lo que transcurre y lo que al fin se pierde,
a amarlo porque es otro
y porque dura, afuera, y porque acaba.
Su duración me da mi resistencia
que es cambio al fin, otoño de presencia;
su fin le da calor, y su distancia
me establece en el mundo
estando, estando más acá de la muerte
que no será ya nunca una sorpresa.

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Donaciano Bueno Diez
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