MADRID, UN SUEÑO (Mi poema)
Pilar de Valderrama (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Sueños he visto, muchos, más. Que en sueños
proclamo mi destreza. Soy experto.
He visto con frecuencia el cielo abierto
y a él subido en Madrid. (Los madrileños
tienen paso expedito hacia ese puerto).

No quiero presumir mas si quisiera
podría describir como es la luna,
que he tenido la suerte, la fortuna
de estar acurrucándome a su vera
gozando el privilegio de su cuna.

Me tienen que creer, es lo que siento,
que un día, atardecer, me fui, subí
y hoy para complacer de nuevo he vuelto
y en esa nebulosa sigo envuelto
pensando en ti, Madrid, soñando en ti.

Tantas veces yo anduve ese camino
tantos días nervioso yo he esperado,
tantas horas mirando hacia el tejado
embriagado de anhelos y de vino
que mi vida fue un sueño que he soñado.

Y es que Madrid, confieso, en sí es un sueño,
la gracia hecha ciudad, la fantasía,
de aquel que sabe amar y hacerse el dueño
y en sólo disfrutar pone su empeño,
que allí es donde vivir siempre querría.
©donaciano bueno

Desconozco quien fue el autor de la famosa frase «De Madrid al cielo y un agujerito para verlo» Pero sea quien fuere, yo me identifico con ella y así lo manifiesto.

MI POETA SUGERIDO: Pilar de Valderrama

Pilar de Valderrama

Evocación

Aquel café de barrio, destartalado y frío,
testigo silencioso de nuestras confidencias,
extremo de rigores, conjunto de inclemencias,
que sólo caldeaban tu corazón y el mío.

Viejo café de barrio, adonde yo acudía,
donde tú me esperabas con el alma impaciente,
y cada vez, al verme, coronaba tu frente
con un halo de luz la fugaz alegría.

Con nostálgico afán en vano te he buscado
queriendo en tus vestigios revivir un pasado
que inexorablemente para mí se ha perdido.

Nadie de ti sabía, todo estaba cambiado:
tus muros, tu recinto, la sombra de Machado
como un girón de niebla han desaparecido.

Glosa

Acaso a ti mi ausencia
acompaña. A mi memoria
tu recuerdo…

Me acompañó tu ausencia día a día
en todas mis angustias interiores;
en medio de amarguras y dolores
llenó de tu nostalgia el alma mía.

Al irte para siempre, no sabía
tu corazón los arduos sinsabores
que me acechaban, como negras flores
de muerte, olvido y soledad sombría.

En aquel “tu dolor” de mi recuerdo
estaba yo; tú estabas en la “ausencia”
en que “de mar a mar” nos obligaron.

En laberintos de un ayer me pierdo;
y veo en esta luz de tu presencia
que ni guerra ni mar nos separaron.

Mujeres de carne y verso.
Antología poética femenina
en lengua española del siglo XX.
Edición de Manuel Francisco Reina.
La esfera literaria. 2002

Tejiendo estoy. Mi estancia conmovida

da forma a un corazón, punto por punto.
Ahorcada en mi laurel separo, junto,
se me escapan los hilos de la vida.

Tejiendo estoy. La prenda sostenida
se quiebra ante la pena que barrunto.
Me lastima tu ausencia y su conjunto
en la rabia que crece a mi medida.

Crece, toma la punta en su llamada,
rompe el tiempo con un chocar de agujas,
dos pinchazos de lleno en la mirada.

Crece, cunde; Mas déjame después
sola, rota, volviéndome al revés,
tiritando en la piel, desmadejada.

ESTE BESO

Este beso que tiembla en tu boca
y en la boca mía,
tiene un dejo de amarga verdad,
de dulce mentira,
es licor de muerte
y es un tiempo venero de vida.
Es infierno por senda de flores
es la Gloria por senda de espinas.
Es risa entre llanto,
es llanto entre risa.
Es abismo muy hondo… muy negro…
que una astral claridad ilumina.
Es el árbol que guarda en sus ramas
la fruta prohibida,
y cuando a ella se alarga la mano
una fuerza interior, la retira.

Es embrujamiento.
Pecado que brinda
en el fondo un aroma muy puro
de incienso y de mirra…
Pecado que enciende
tanto fuego que al fin, purifica.

Este beso que fue condenando
nuestros labios a eterna sequía;
que nos fue, poco a poco, mermando
la sangre y la vida…
Ahora ya en el umbral de la muerte
aún lo siento que vivo palpita,
¡este beso que nunca se dieron
tu boca y la mía!

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Aquí os dejo este poema de Miguel Hernández:

La ciudad de Madrid, en 1936
«De entre las piedras, la encina y el haya,
de entre un follaje de hueso ligero
surte un acero que no se desmaya:
surte un acero.

Una ciudad dedicada a la brisa,
ante las malas pasiones despiertas
abre sus puertas como una sonrisa:
cierra sus puertas.

Un ansia verde y un odio dorado
arde en el seno de aquellas paredes.
Contra la sombra, la luz ha cerrado
todas sus redes.

Esta ciudad no se aplaca con fuego,
este laurel con rencor no se tala.
Este rosal sin ventura, este espliego
júbilo exhala.

Puerta cerrada, taberna encendida:
nadie encarcela sus libres licores.
Atravesada del hambre y la vida,
sigue en sus flores.

Niños igual que agujeros resecos,
hacen vibrar un calor de ira pura
junto a mujeres que son filos y ecos
hacia una hondura.

Lóbregos hombres, radiantes barrancos
con la amenaza de ser más profundos.
Entre sus dientes serenos y blancos
luchan dos mundos.

Una sonrisa que va esperanzada
desde el principio del alma a la boca,
pinta de rojo feliz tu fachada,
gran ciudad loca.

Esa sonrisa jamás anochece:
y es matutina con tanto heroísmo,
que en las tinieblas azulmente crece
como un abismo.

No han de saltarle lo triste y lo blando:
de labio a labio imponente y seguro
salta una loca guitarra clamando
por su futuro.

Desfallecer… Pero el toro es bastante.
Su corazón, sufrimiento, no agotas.
Y retrocede la luna menguante
de las derrotas.

Sólo te nutre tu vívida esencia.
Duermes al borde del hoyo y la espada.
Eres mi casa, Madrid: mi existencia,
¡qué atravesada!»

Autor

Donaciano Bueno Diez
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