YO HE SIDO UN CARPINTERO (Mi poema)
Carlos Garrido Chalén (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo
 

Yo he sido en esta vida un carpintero
experto en cepillar con la garlopa,
la lija yo he aplicado con esmero
lo mismo que hace al vino el tabernero,
el niño que tiene hambre hace a su sopa.

Experto en taladrar con berbiquí,
labrando la madera con la azuela,
mimando cual la ropa al maniquí,
al sastre al que valora un potosí,
lo mismo que el dentista hace a su muela.

Que he sido carpintero, no ebanista,
los trazos que he tirado han sido gruesos,
soñando con lograr ser buen tallista
cuidando bien mi estado de revista
y en ello devanándome los sesos.

Y es hoy que este proyecto se hizo astillas
que sigo aquí aserrando mis miserias,
llegándome el serrín a las rodillas,
a base de afilar bien las cuchillas
tratando de encolar las cosas serias.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: Carlos Garrido Chalén

Carlos Garrido Chalén

EL AGUA DE ESOS CÁNTAROS

(Premio Mundial de Literatura ‘Andrés Bello’ 2009 de Venezuela)
(Premio Nacional de Poesía)

Seis tinajas de vino
preparado en el Cielo
arrullaron de piedra los quicios de Canaá
y una urgencia de gozo
se hizo mosto en la brisa
como rojo pañuelo
coloreando el cristal.

El agua de los cántaros
era un río de vino
y sobre sus corrientes
navegó la embriaguez.

Ebrio el maestresala
reconoció su excelencia
y el candor de preguntas
que no pudo evitar.

Seis tinajas de piedra
arrulladas de vino
importaron del Cielo una sed
y un poder,
Y Galilea supo
de la virtud y el milagro
mientras Jesús crecía
como Señor y Rey.

PORQUE LOS PÁJAROS LIBRES TAMBIÉN LLORAN

Porque los pájaros libres
también lloran el dolor del precipicio
yo lloro en singular, desde mi barco a la deriva,
el naufragio de este mundo
– la calamidad llega como un torbellino
y hay necesidad de escapar como gacela
de la mano del cazador –
y lloro también el cautiverio de la madrugada
en donde Dios sale a la guerra
y se junta en combate contra sus enemigos;
la tristeza insalvable del zorzal
que antes del adiós definitivo
pronuncia un memorable discurso de trinos
a su amada;
y sé que la tristeza es un paraje común
para el pájaro herido en la batalla;
y yo mismo soy un pájaro
que muere de sí mismo y se rebela,
y como vuelvo a tu sombra moribundo
para buscar la vida
pongo mis pies en el cepo y encuentro que Dios
también sabe llorar cuando se vuelve ave
y sé en consecuencia que es un privilegio
el llanto matutino que lloran los abismos.
No me avergüenza entonces llorar por los que sufren
y lloro con todo mi torrente
– como el buey que sabe que va al degolladero –
con toda mi devoción de cóndor en lo alto
pero una lágrima, reservo premeditadamente,
para llorar de alegría
por la vida.

CUANDO MADURARON LOS CEREZOS

Cuando el fruto sea perfecto, y pasada la flor se maduren los
frutos, podará con podaderas las ramitas, y cortará y quitará
ramas’ (Isaías 18:5)

Cuando pasada la flor
maduraron los cerezos
en la viña del vino rojo
confidencié con el viento,
y me encargaron de lo Alto
cubrirla de celosías
con farolas encendidas
por el celo de la brisa.

Guardé la fruta temprana
y canté a los cabrahigos
y en batalla conspiraron
los cardos y las termitas.
Hicieron alianza inútil
debajo de las pezuñas
y cerrojo en las corolas
y azafrán entre los tules.
Y en el cinto de mi ronco
y el perfil de mi cintura
las hijas del canto fueron
amadas por mis esquirlas.

Yo no quería decirle
a nadie lo que es el tiempo.

Yo guardaba vino rojo
en las pipas del silencio.
Y era carmesí la rosa
y el color de los misterios.

De rubí, tinto, escarlata,
el horizonte del eco.

Caducó la flor y siempre,
maduraron los cerezos
y el que añade alas al viento
le puso llamas al fuego.

Y fueron como manadas que suben al lavadero.

NO SÉ LEER, PERO ME ESCRIBEN

No sé leer, pero me escribe el alba
en plenilunio
y el atardecer desde el equinoccio
y el solsticio de todos los clamores.
Me escribe el arco iris
que hace burbujas de océano
en el vientre de la ballena que se tragó a Jonás
para sembrar sus pactos en mi sangre.

Y cuando la luna llena
se detiene pretensiosa
en mi heredad
y en mis verdosos pastizales
y todo parece día en mi cobertizo
y se alumbran de cisnes mis picos levantados
me escribe el silencio
desde el que Elías se hizo Profeta
para contarme cómo nació el caos
en el tobogán del otoño que desató el furor.

Todos me escriben
y ya no sé qué hacer
con todas las cartas que recibo

Y como el más dócil de todos los rumiantes
– el que ama a oscuras
y se alucera de cosmos cuando sueña –
no sé cómo leerme a mí mismo
cuando callo.

Cómo leer a todos
si vengo de la casa del jilguero
pero me es ajeno el sonido
de su pecho de pinkuyo.
Si nada de lo que está aquí me pertenece
y las palabras que vomita el horizonte
terminan por convencerme
que no saben por qué fueron inventadas
por la vida.

– No es el momento
de plantar nuevas semillas – me dijeron,
y yo vi cómo se aceleraba vigesimal el tiempo
en los cantones del viento
y como sobre el Árbol del Mundo
alguien asediaba con preguntas a la noche.

CONFESIONES DE UN ÁRBOL

Antes de ser un hombre
yo he sido un árbol bueno
sobre cuyas ramas creció por temporadas
la tarde con sus sombras.
En aquel entonces tenía mis propios tallos
y mis propias raíces
Carlos Garrido Chalen: o el impulso creativo, Ancile.
y servia de parque a los jilgueros.
Y no me molestaba cuando los enamorados
encorazonaban mi corteza
para cruzar con flechas sus sueños
en los míos.
Era un árbol firme
y nada me importaba más que ver mis frutos
venciendo el hambre de los niños;
No recogía uvas de los espinos
ni higos de los abrojos.
Tenía un alma vegetal infinitamente sensitiva.
Y eso lo sabían los grillos que orquestaban
mis fiestas coloquiales.
Era yo árbol para todos. Tronco vegetal
callado y majestuoso.
Pero sobre mi savia crecieron
mis viejas ilusiones
y mis iras.
Y me elevé al infinito irrigado por el llanto
del mismo firmamento,
y resistí estoico las ingratitudes
del clima
y sus tertulias.
Era yo un árbol con ganas de ser árbol!
Mi idioma era el idioma
que hablaban en secreto
los geranios
Y yo era para ellos como un hermano grande
rodeado de eucaliptos y gardenias.
No sé si he sido un roble
o acaso un guayacán de verdes hojas.
Solo sé que me placía servir de sombrilla
a las calandrias
Hube que conocer entonces muchas cosas.
Y a veces sentía ganas
de levantar mis raíces
y echarme a volar con las gaviotas
Y como era silvestre
me atraía la magia de los campos
y me gustaba compartir
mis soledades con la tarde.
No me van a creer, pero yo,
antes de convertirme en transeúnte
– siendo un árbol silente y majestuoso –
tenía el corazón de un ser humano.
De, Confesiones de un árbol.

CUANDO ERA MÁS QUE UN ÁRBOL, UN MENSAJE

Como tenía el asombro
de los que se preparaban
para ir a la batalla
yo conocí camino hacia el edén
lo que era Dios en la humedad
del surco campesino
y, cuando los batracios croaban su jactancia
entre los juncos
de alfil me convertí en confesor de los arroyos,
pero siempre esperé una palabra tierna del verano
(como una criatura imperfecta
bramando a las estrellas colosales).
Humano, aunque verde claro y verde oscuro
yo era más que un árbol, un mensaje.
Por eso celebraba la vida y la muerte a mi manera
y solía entristecerme.
Algunos días
me remecía de lado a lado para no llorar
pero lloraba
y, aunque imperceptibles,
mis lágrimas gustaba compartirlas
De, Confesiones de un árbol.

LA MUERTE DEL GALLO, SEGÚN S. PEDRO

II
No fue crepuscular,
sino profético
su canto entristecido.
Se alzó por encima
de estambres y pistilos
y conmovió
con su jocunda fuerza
a los cipreses.
Una magnolia
de delicado perfume
se murió de dolor
y en esa penitencia
falleció también
el palo de mambo
y la canela,
entró en depresión
la higuera de caucho
y la damiana.
El canto del gallo
inclinó más
el eje de rotación
de la tierra
respecto al plano
de su órbita,
y un viento real
de ráfaga
e intervalos de calma
hizo ondear
con desprecio
las banderas
de la muerte.
Gotículas
en estado de sobrefusión
y cristalitos de hielo
saturaron el aire
y en la sabana
un denso manto
de angustia
penetró el boscaje.
La bruma húmeda
que formó
el atardecer
degradó
la anatomía
sin fin
de los matojos.
Y en la boca
del abedul
se abrió la queja.
Pedro pensó entonces
en el gallo
y en su canto delator
y sintió
el deshonor
en la breña
de su corazón.
Y un aire
de borrasca
tempestuosa
agitó como un adagio
la fronda, la dársena,
de su alma
de varón.
De, La muerte del gallo, según S. Pedro.

DESDE SU OLOR A HORNO Y MALA RACHA

No se leer, pero me escriben
las garzas sobrevivientes de Hiroshima:
en carta vienen volando hacia mi nido
con las palomas pico de oro y azul de Nagasaki.
Vuelan hacia mí en estampida,
mientras el fuego consume la hojarasca.
Me escriben en hiragana y katakana
con su dolor abrevando en sus mortajas.
Me escriben con palabras que no entiendo
que proceden del silencio y de la nada
como ese cigarro que se extingue
presuroso y rendido en la batalla.

Me escriben desde su olor a carne que musita,
vestidas de agua verde y de cucarda.
Vienen tiznadas de explosión, exangües y marchitas
y tengo que entenderlas con el alma.
El Ota me enseña a comportarme
y en su gramática me hablan sus cascadas.
Las asordó el estruendo de la pólvora
e intentan sobrevivir a la redada.
Hay temblor en sus alas y en sus ojos.
Y es de uranio y de plutón
la voz que callan.

No sé leer, pero me escriben desde su olor
a horno,
a bomba nuclear y mala racha.
De, no sé leer, pero me escriben.

MIRANDO ADÓNDE VAN LAS MARIPOSAS CUANDO BRIZNA

Soy lugarteniente
del viento
cuando llueve,
íbis del páramo,
oso escrutador
y caelacanto;
y desde comienzo
de los siglos hablo
un lenguaje
sin parentesco,
con el que suelo
entenderme también
con los albatros.
Y porque conozco
el arte de la adoración
amo el verdor
de la floresta
con mi pelaje invulnerable.
Mi enemigo natural
es sin duda el torbellino
y mis parientes cercanos
los arcángeles
y aunque vivo
la ambrosía
de la inmortalidad
me siento
irresistiblemente atraído
por la magia
de los líquenes
y por esa bella obra
de artesanía
que se llama
telaraña.
Para transformar
a los biógrafos
de la Gloria,
– como cazador de vieja hechura –
paso
vertiginosamente
de lo verde
y húmedo
a lo ocre
y seco
y me consta
adónde van
las mariposas
cuando brizna.
De, Idioma de los espejos.

EN EL PRINCIPIO CREÓ DIOS LOS CIELOS Y LA TIERRA

Génesis 1
1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra. 2 La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas.

Nadie había rastrillado la tierra
sobre la semilla
recién sembrada
y no había montaña derribada
ni león que embiste
en el mascarón de proa
del silencio.
La tierra era caos
y confusión
y oscuridad
por encima del abismo.
Entonces, Él form
las aguas superficiales
y las subterráneas,
el hidrógeno, el oxígeno
y le enseñó al viento
a precipitar
la lluvia sobre el campo.
Hizo lo mismo
con los ácidos inorgánicos,
el anhídrido
y el óxido
y todo lo combinó
para construir la vida.
(había creado en la estratosfe
un gas venenoso
llamado ozono,
los campos gravitacional,
eléctrico
y magnético
y para hacer danzar la luz,
los fotones
y takiones,
la masa gaseosa
y el movimiento rotatorio
del Planeta).El viento real y el de gradiente,
el monzón,
las brisas de tierra
y mar,
de valle
y de montaña,
el frente frío y el caluroso,
os ciclones y anticiclones
las nubes de chubasco,
las trombas
y tornados
los estratos,
los cúmulos,
los cirros
y los nimbos,
los climas tropicales, húmedos y templados,
fríos y polares.
Por eso que el viento de Dios
aleteaba
como señal de victoria
encima de las aguas.
De, Un ángel en el Edén.

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Donaciano Bueno Diez
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Quisiera hoy descubrir si las verdadesen vez de…
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