QUÉ REGALAR (Mi poema)
Ignacio de Luzán (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo
 

Si hay cariño y lo quieren demostrar,
-una joya, camisa, una corbata,
la más cara es mejor que la barata-,
cualquier cosa le habrán de regalar.
mas no meter la pata.

No hay motivos, se buscan o se inventan,
por el santo, los padres, los abuelos,
Navidad, por que quieren; son señuelos
que habitual solo excusas representan
en fiestas hasta en duelos.

Si no gusta un regalo se devuelve,
tan fácil de lavar como a camisa,
por pecar darse golpes en la misa,
el azúcar que en líquido disuelve,
correr en una prisa.

Solo cuesta tirar de la chequera,
alguien dice, muestra es de sentimiento;
que al amor se le compra, no es un cuento,
regalar de esa forma hace cualquiera,
este es el lado cruento.

Que un detalle con gusto es más bonito
y a las claras demuestra existe amor,
voluntario, así tiene más sabor
que al querer el esfuerzo es requisito
tiene un mejor color.

Pues la ofrenda más bonita se ha de dar
cada hora, cada instante, cada día,
a enfados otorgando una amnistía
y a rencillas y disgustos encerrar
en una sacristía.

La rutina, una costumbre a desterrar
¡ojo, existe una parte interesada
que pretende de ti sacar tajada,
no seas bobo, no te dejes engañar,
tú, el Rey en la jugada!
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Ignacio de Luzán

Ignacio de Luzán

IDILIO LEANDRO Y HERO

Musa, tú que conoces
los yerros, los delirios
los bienes y los males
de los amantes finos

Dime quién fue Leandro
qué Dios o qué maligno
astro en las fieras ondas
cortó a su vida el hilo

Leandro a quién mil veces
los duros ejercicios
del estadio ciñeron
de rosas y de mirtos

Ya en la robusta lucha
ya con el fuerte disco
ya corriendo o nadando
diestro gallardo invicto

Amaba a Hero divina
bellísimo prodigio
sobre cuantas bellezas
Sesto admiró y Abido

Negro el cabello ufano
con naturales rizos
realzaba del cuello
los cándidos armiños

En proporción y gala
de rostro talle y brío
quiso ostentar el cielo
esmeros peregrinos.

Pero aun más que otras gracias
brillaba el atractivo
de una modestia humilde
de un natural sencillo

Tal entre los celajes
de nubes escondidos
vibran del sol los rayos
ardores mas activos

Y tal entre las flores
a gustos exquisitos
más que una rosa agrada
un cárdeno jacinto.

Viola Leandro un día
en los cultos festivos
que a Venus tributaban
de Sesto los vecinos.

Era sacerdotisa
del templo y sacrificio,
y aún emulaba en todo
al sacro numen ciprio.

Viola en el gran concurso
de los solemnes ritos
brillar único asombro
viola y quedó perdido

Y a la deidad del templo,
con el nuevo excesivo
ardor que le abrasaba
frenético la dijo:

«Gran diosa de Citeres
de Pafos y de Gnido
esta mortal belleza
es tu traslado vivo

»Perdona, pues si a ella
tus mismos cultos rindo
y si un traslado adoro
equívoco contigo»

Oyó Venus sus voces
oyolas el dios niño
y decretaron ambos
venganzas y castigos

Tanto el enojo puede
en ánimos divinos
un lenguaje del alma
ha de ser un delito

Dígame el que conozca
a Venus y a Cupido
si es más cruel la madre
o es más cruel el hijo.

Qué sé yo: cruel la madre,
crüel y vengativo
es el hijo, que ejerce
tiránicos caprichos.

Miró tierno Leandro,
habló amante, instó fino,
ya mudo, ya elocuente,
con ojos y suspiros.

Oyole Hero con pecho
ya tímido, ya esquivo,
mas poco a poco un fuego
la entró por los sentidos

un fuego que es veneno
un fuego que es martirio
si es martirio y veneno
¿cómo es apetecido?

De una torre en la playa
el murado recinto
de esta sacerdotisa
era albergue y retiro.

Allí, cautos, sus padres
del concurso y bullicio
este bello tesoro
guardaban escondido

Mas contra amor ¿qué muro
será seguro asilo
si todo lo penetran
sus vencedores tiros?

Leandro, enamorado
resuelto y atrevido
los reparos allana
desprecia los peligros.

Pasar nadando ofrece
del uno al otro sitio
prometiendo himeneos
nocturnos y furtivos.

Mas sobre las almenas
del la torre encendido
quiere que un farol arda
de sus bodas testigo

Cuya luz para el nueso
peligroso camino
sirva de norte y guía
en rumbos no sabidos

Arde farol no ceses
astro de amor benigno
que astro serás de muerte
si se apaga tu brillo

Lleno ya de esperanzas
vuelve Leandro a Abido
y cuenta los instantes
como si fueran siglos

Llegó en fin de las sombras
el lóbrego dominio
obscureciendo objetos
remotos y vecinos

El joven en la playa
arrojando el vestido
a las ondas se entrega
con intrépido brío

y alternando de brazos
y pies el ejercicio,
ágil y diestro rompe
el ímpetu marino

Mas ya había gran trecho
del piélago vencido
y ya el cansado brazo
rehusaba su oficio.

Clara brillante luna
con rayos reflexivos
de Anfitrite a los campos
daba argentados visos

Leandro ya al extremo
terminó reducido
a su favor acude
en el fatal conflicto

Diosa triforme dice
con ánimo sumiso
protectora de amantes
propensa siempre a oírlos

Si los casos de Latmos
no has puesto aun en olvido
y sabes lo que puede
un amor como el mío

Seame aquí tu numen
favorable y propicio
y en la playa de Sesto
dame el puerto que pido

Fuese el favor del numen
o fuese el norte fijo
del farol, que ya cerca
vio arder con grato auspicio,

o fuese amor, que suele
con prósperos principios
atraer los amantes
a infaustos precipicios,

Cobrando nuevo aliento
a esfuerzos repetidos,
afierra de la arena
el suelo movedizo.

Allí a aguardarle sola
su fina esposa vino
y al verle tiembla toda
de susto y regocijo

«Ven, esposo» —le dice—,
«llega a los brazos míos;
para exponerte tanto,
¿cómo ha de haber motivo?

»Amor venció tan duro
insólito camino.
¿Cómo vienes? ¿Qué numen
tu conductor ha sido?»

Así diciendo, enjuga
los restos del rocío
salobre que de cuerpo
corrían hilo a hilo,

Y a la torre le guía
aliviando el prolijo
afán con oficiosos
brazos entretejidos.

Entretanto Himeneo,
volando en torno el vivo
sagrado fuego enciende
de sus nupciales pinos

Pero antes que saliese
el astro matutino
ya volvía Leandro
a su confín nativo.

Así todas las noches
por el silencio amigo
iba nadando a Sesto
centro de sus cariños

Tal ruiseñor amante
vuela y revuela el nido
donde de su consorte
le llama el tierno pico

Pero en amor que halago
se vio jamás continuo,
movibles son sus dichas
sus escarmientos fijos

Siete días pasaron
sin mostrarse de Cintio
la luz siete noches
sin luceros ni signos

En fin salió una aurora
con ceño y desaliño
siguiose triste día
en tenebroso Olimpo.

La noche añadió horrores
y para más cumplirlos
dio licencia a los vientos
Eolo , su caudillo.

Leandro en tanto triste
anhela ver tranquilo
el mar y ya calmados
los vientos enemigos

Pero al fin impaciente
cediendo a su destino
fuese a la playa y de esta
manera habló consigo

«Corazón, ¿qué te espanta?
¿Qué importará que tibios
huyamos de una muerte
si de otra nos morimos?»

Dijo, y de su arrestado
amante desvarío
impelido se arroja
al mar embravecido.

Y a pesar de su furia
contra los torbellinos
lucha con fuerte brazo
por no poco distrito.

Pero ya se redoblan
del Aquilón los silbos
levanta el mar sus olas
aumenta sus bramidos.

¡Ay, mísero Leandro,
ya con dolor te miro
contiguo a las estrellas
y al Tártaro contiguo!

Apuradas las fuerzas
sin aliento, sin tino,
y del farol amado
el claro norte extinto

Viendo por todas partes
presente a los sentidos
de la pálida muerte
el bárbaro cuchillo

A las ondas se vuelve
trémulo y semivivo
hallar piedad pensando
donde nunca la ha habido

«Ondas, si darme muerte
es decreto preciso,
no a la ida, a la vuelta
matadme a vuestro arbitrio».

Las crueles ondas niegan
al ruego los oídos
y le sepultan dentro
de su profundo abismo

Entonces exhalando
el último suspiro
tres veces a Hero llama
con lamentable grito

Viole el Alba otro día
cuando dejaba al Indo
y tuvo horror del triste
espectáculo indigno

Al pie de la alta torre
del mismo mar traído
yacía el infelice
yerto cadáver frío

Cual suele quedar mustio
cárdeno hermoso lirio
si le arrancó el arado
o deshojó el granizo

Viole Hero y de la torre
se arroja sobre el mismo
cadáver y allí logra
en la muerte el alivio

Así tuvieron ambos
igual fin indiviso
viéndose en vida y muerte
Hero y Leandro unidos

Es fama que lloraron
de Sesto los sombríos
bosques y que se oían
mil veces los gemidos

Y al huésped extranjero
llorando compasivo
cantaba el triste caso
el morador de Abido

Y hasta en lejanos climas
con flebil tierno estilo
el trágico suceso
cantaba el peregrino.

CANCIÓN A LA DEFENSA DE ORÁN

Dame segunda vez, Euterpe amiga,
bien templada la lira y nuevo aliento,
que alcance a referir nuevas hazañas:
ya de Orán y de Ceuta las campañas
ofrecen otra vez alto argumento
que a renovar aplausos nos obliga.
El África enemiga
ya produce otras palmas y laureles
para adornar del vencedor la frente.
Tú, diurna Piéride, consiente
que del furor sagrado con que sueles
grandes héroes cantar, y sus renombres,
a pesar del olvido, entre los hombres,
inmortales hacer, pida hoy no poco:
es justa la razón por que te invoco.

Como la generosa águila altiva,
sobre las vagas aves hecha reina,
y que sirve al Tonante al pronto rayo,
si de su arrojo en el primer ensayo
culebra arrebató que escamas peina,
y erguida la cerviz su furia aviva,
en vano ya cautiva,
de la garra feroz, silba y forceja,
que el ave, uñas y pico, ensangrentada,
no suelta más la presa, y remontada
por la región suprema, el vuelo aleja,
hasta que el monstruo al fiero orgullo abate;
y destrozado en desigual combate,
palpitando algún miembro, en tierra yace;
lo demás en el aire su hambre pace;

así la osada juventud de España
contra el moro obstinado ahora defiende
las conquistas debidas a su brío.
En vano el ya perdido señorío
la descendencia de Ismael pretende
recobrar con la fuerza o con la maña.
Verase la campaña
de Marruecos, de Argel y Terudante
de púrpura teñida y ríos rojos;
revolcarán los bárbaros despojos
al mar de Mediodía y al de Atlante,
destinados juguete al Euro y Noto,
cuando después sulcase algún piloto
las playas hasta donde fue Cartago,
conocerá en los huesos el estrago.

Es difícil empresa al enemigo
la firmeza vencer de tales pechos,
que honra sólo, valor y fe respiran.
Ya vulgares ejemplos no se admiran,
ya del brazo español no salen hechos
sin conducir la heroicidad consigo.
Del infeliz Rodrigo
no dura más el ocio y muelle trato:
entre noble vergüenza y rabia lucha
cualquiera de nosotros cuando escucha
el nombre pronunciar de Mauregato.
Ya en defender circunvalado muro
con varia muerte es del ibero duro
propio, innato el tesón, del cual arguyo
que sería obstinado, a no ser suyo.

¡Oh Cantabria feroz! ¡Oh de Sagunto
inflexible valor! ¡Oh gran Numancia,
cuyas pérdidas hoy son nuestra gloria!
Siempre que se renueva la victoria
de nuestra heroica, indómita constancia,
falta voz a la fama en tal asunto.
Cuando el extremo punto
llegó del hado, el fiero numantino
al fuego se arrojó de rogos varios,
dejando admiración a los contrarios;
trofeos no; que el vencedor latino,
cuyo valor no en vano se eterniza
sólo pudo triunfar de la ceniza:
no haga otra gente de constancia alarde,
que a esto no llegó nunca, o llegó tarde.

Nace del fuerte el fuerte, y de la interna
virtud del padre toma el becerrillo
que en las dehesas de Jarama pace.
¿Acaso alguno vio jamás que nace
del águila feroz triste cuclillo,
nocturno búho o palomita tierna?
Como en cadena eterna
se eslabona el valor, y la prudencia
se infunde al español de sus pasados.
De aquellos ascendientes celebrados
esta nació valiente descendencia,
de quien ahora tiembla el mauritano;
después vendrán, y no lo espero en vano,
emulándose en glorias y en efetos,
los hijos de los hijos y los nietos.

Canción, si yo pudiese, bien querría
hacer de modo que tu voz oyese
la zona ardiente, la templada y fría;
y que en tus alas fuese
la fama de mi patria y sus trofeos
a los pueblos del Indo, a los sabeos,
a los de Arauco, Taura, Ida, Erimanto.
Pero no son tus alas para tanto.

A LA CONQUISTA DE ORÁN – CANCIÓN

Ahora es tiempo, Euterpe, que templemos
El arco y cuerdas, y de nuestro canto,
Se oiga la voz por todo el hemisferio.
Las vencedoras sienes coronemos
Del sagrado laurel al que es espanto,
Del infiel Mauritano, al Marte Ibero.
¿Ya para cuándo quiero
Los himnos de alegría y las canciones,
Premio no vil que al coro de las nueve
A las fatigas debe;
Y al valor de esforzados corazones?
¿Para cuándo estará, musas, guardado
Aquel furor que bebe
Con las ondas suavísimas mezclado,
De la castalia fuente, el labio solo,
De quien tuvo al nacer propicio a Apolo?

Una selva, de pinos y de abetes
Cubrió la mar, angosta a tanta quilla.
Para henchir tanta vela faltó viento.
De flándulas el aire y gallardetes
Popblado, divisó desde la orilla,
Pálido el africano y sin aliento.
Del húmedo elemento,
Dividiendo los líquidos cristales;
Y blandiendo Neptuno el gran tridente.
Alzó airado la frente
De ovas coronada y de corales.
¿Quién me agobia con tanta pesadumbre
La espada? ¿Hay quien intente
Poner tal vez, en nueva servidumbre
Mi libre Imperio? O ¿por ventura alguno
Me lo quiere usurpar? ¿No soy Neptuno?

Así decía el dios. Las españolas
Proas en tanto del undoso seno
Iban cortando la salada espuma.
Humildes retirábanse las olas;
Céfiro, por el cielo, ya sereno,
Batía en torno, su ligera pluma.
¿A dónde irá la suma
De tanto alado pino? ¿Hay otro mundo
Que el español intrépido someta?
¿Hay otro que acometa
Riesgos por el océano profundo?
¿Si es que el soberbio inglés moverá guerra
O si verá otra vez la Etnisia tierra?
¿Adónde ha de ir, si no es donde le llama,
La Santa fe, la verdadera fama?

Estremeciose el africano suelo,
Y temblaron de Orán torres y almenas,
Del formidable vencedor a vista;
En vano a la mezquita erróneo celo
Trae madres y esposas, de horror llenas,
A rogar que Mahoma las asista.
No hay poder que resista
Al ímpetu y ardor del león de España,
Que vino, vio y venció; y el agareno
Probó, de susto lleno,
A un tiempo amago y golpe de su saña,
Cual suele ver, no sin mortal desmayo,
Rasgarse en ronco trueno
Las pardas nubes, y abortar el rayo,
El pasmado pastor, y todo junto
Arder cielo y encina a un mismo punto.

Reconocen los bárbaros adarves
El ya noto pendón que se enarbola
Con armas de Castilla y celtiberas;
Gimen de pena y rabia los alarbes ,
Al ver que el viento plácido tremola
Con respeto la cruz de las banderas.
De escuadras lisonjeras,
De alados paraninfos cortejada,
Entra la Fe triunfante por las puertas,
Ahora de nuevo abiertas
Por el celo de España y por su espada.
Huye del Alcorán el falso rito,
Y abandona desiertas
Las mezquitas infames; y bendito
El lugar profanado y templo inculto,
Vuélvese a consagrar en mejor culto.

Estas ¡oh noble España! son tus artes:
A l cielo dirigir guerras y paces,
Pelear y vencer sólo por Cristo.
Del orbe entero y a las cuatro partes,
Siempre invencibles, discurrir tus haces
Por la sagrada religión han visto.
Por ti, desde Calisto
Hasta el opuesto polo, en trecho inmenso,
A l verdadero Dios el indio adora,
Y el que en la tierra mora
Donde al cruel Plutón se daba incienso.
Por ti del Evangelio arrebolada,
Con mejor luz la aurora
Del Gánges sale; por ti da la entrada
A nuestra fe la más remota playa
Del Japón, de la China y de Cambaya.

Por ti, de hoy más, el bárbaro numida,
El de Getulia y el feroz masilo
Dejarán l a impía secta y ritos vanos;
Renacerán a más felice vida
Cuantos habitan entre Lixo y Nilo
Abrazando la ley de los cristianos;
Con tratos más humanos
El togado español pondrá sus leyes
Entonces al morisco vasallaje,
Y parias y homenaje
Recibirá de los vencidos reyes.
La piedad, el valor, la verdadera
Virtud y el nuevo traje
Aprenderá la Libia prisionera;
Y sabiendo imitar, sin otra cosa,
Su misma esclavitud la hará dichosa.

Sulcará el industrioso comerciante
El libre mar Tirreno y el Egeo,
Sin temor de mazmorra o de grillete.
¿Si diré lo que mandas que ahora cante,
¡Oh Febo! o dejaré que lo que veo
Claro en la edad futura otro interprete?
E l andaluz jinete
Beberá del Cedrón , el santo muro
Libertado será, y el fiel devoto
Podrá cumplir su voto ,
De tiranos insultos ya seguro.
Tendrá la España , más que un tiempo Roma,
De su imperio en el coto,
El marfil indio y el sabeo aroma
Para las aras y el sagrado fuego :
Ven, oh dichosa edad, pero ven luego .

De tu antiguo valor así no olvides
Los ilustres ejemplos, patria mía,
Lejos del ocio y de extranjera pompa;
Ame el fuerte mancebo armas y lides,
Y en vez de afeminada melodía,
Guste sólo del parche y de la trompa.
Ambos ijares rompa
Con la espuela el bridón; con pecho fuerte.
Entre polvo, humo y fuego a verse aprenda,
Y por la brecha ascienda
A buscar y vencer la misma muerte;
O aprenda a domeñar del mar la furia,
O a moderar la rienda
Del gobierno político en la curia,
Dejando en guerra y paz clara memoria:
Así se sube al templo de la gloria.

Pues ya tanto tu vuelo se remonta,
Canción, ligera y pronta,
Ve de Orán a la playa,
Y allá también contigo al campo vaya
Este aplauso primero;
Y di en mi nombre al vencedor ibero,
Que si por dicha tanto
Como ya su valor puede mi canto,
Sin que el tiempo o la envidia al fin lo estorbe,
Será eterna su fama en todo el orbe.

ODAS DE SAFO

(TRADUCCIÓN)

A los celestes Dioses me parece
Igual aquel que junto a ti sentado
De cerca escucha cómo dulcemente
Hablas y cómo

Dulce te ríes: lo que a mí del todo
Dentro del pecho el corazón me abrasa,
Mas ¡ay!, que al verte en la garganta un nudo
De habla me priva;

La lengua se entorpece; ya por todo
Mi cuerpo un fuego rápido discurre;
De los ojos no veo, los oídos
Dentro me zumban.

Toda yo tiemblo, de sudor helado
Toda me cubro; al amarillo rostro,
Poco faltando para ser de veras
Muerta parezco.

Canto 1.°

De la Giganteida, Poema burlesco.

1
De los Titanes, hijos de la tierra,
canto el vano i sobervio atrevimiento,
conque intentaron, en abierta guerra,
dar la escalada3
al estrellado asiento,
quando encimando sierra sobre sierra
i un Monte i otro (¡temerario intento!)
quisieron fieros, con esfuerzo extremo,
birlarle el Reino a Júpiter supremo.
Escalado, en el original.

2
Y de tan loca i bárbara osadía
el escarmiento canto i el estrago
que el poder de la Impírea Monarchía
f. 68 en ellos hizo, dándoles el pago:
empresa sin igual, rara porfía,
cuio principio sólo i cuio amago
a las Deidades mismas puso espanto.
Que no es moco de Pavo lo que canto.

3
Musa que no eres grande ni pequeña,
porque a todo acomodas tu estatura,
i en oro o plata, o seda, o estameña,
i en qualquier traje luces tu hermosura;
tú me inspira, me alienta, tú me enseña,
i para tanto empeño me assegura,
a fin de que mi voz suba de punto,
e iguale lo gigante del asunto.

4
Ya sabes que te quiero i he querido,
siendo tú mi perene chichisbeo4
desde mis tiernos años, Si en olvido
no has puesto mi continuo devaneo,
no me niegues, Musilla, lo que pido.
Ven a mi ruego i cumple mi deseo,
haciendo que en mi canto las verdades
sepan a risa i sean seriedades.

5
Assí el esperto i ducho cocinero
para mesa abundante i regalada
dentro de un pastelón tosco y grosero
esconde la Perdiz, o la becada.
El convidado más glotón, primero,
* Chischibeo, en el original.
al derredor destapa la empanada,
y allí descubre, sin trabajo o susto,
indias del paladar, minas del gusto.

El cojo Beticón, valentonazo,
rije quinientos de la Andalucía,
jaques que bosan del pulmón i bazo
ardimiento, guapeza i osadía.
A este jayán, saltando de un ribazo,
se le quebró una pierna cierto día;
el bravo capitán iba zanqueando
i todos los soldados gateando.

Cada uno de ellos lleva un gran xifero
natural instrumento de su laña;
el capitán blandía un roble entero
por arma que jugaba como caña.
En la punta le puso un corvo acero,
de la muerte imitando la guadaña,
como quien dice, con brabata fuerte:
«donde está Beticón, sobra la muerte».

Armados de saetas i puñales,
siguen trescientos de color cetrino
que agotaran del cinca los raudales,
si vevieran tanta agua como vino.
Montarazes, agrestes i brutales,
son todos comedores de tocino;
en lengua i trato, medio Catalanes,
Pleitistas i sin fe, pero truhanes.

Era su Gefe el fiero Monticonio,
de horrenda i espantable catadura;
su voz de trueno i cara de Demonio
atemoriza a toda criatura.
No hubo Caribe o Cafre o Lestrigonio
de tan mal genio ni de tal figura.
Es fama que en España este grande hombre
fundó una Villa de su propio nombre.

Del Vero, de la Isuela i de Alcanadre
una gran tropa de dos mil venía
(fidalgos todos que, por Padre i Madre,
vienen de Adán, sin duda ni porfía).
Es su caudillo, con amor de Padre,
Barbazas, un jaián de Nombradía;
trae una Clava el capitán Barbazas
i de ellos, unos Porras i otros Mazas.

Una ilustre ciudad de Celtiberia
de este jaián conserva la memoria;
sus grandes barbas i su cara seria
honrran las armas de su antigua gloria.
En los dinteles de sus puertas feria
al Peregrino (en fe de que mi historia
es verdadera), por blasón añejo,
la Carátula hermosa de este viejo.

De la trinacria fértil i abundosa,
donde se dice que alcanzare Alpheo
a su Arethusa, esquiva cuanto hermosa,
concurrieron al campo giganteo
tres batallones, cuia prodigiosa
estatura era afrenta del Pigmeo.
95 De sus tres valles van tres capitanes,
más tiznados los tres, fiero-jaianes.

El uno es Piracmón, que va desnudo
por ir más expedito a la batalla;
no quiere peto, ni espaldar, ni escudo,
desprecia todo arnés i toda malla.
Su piel le basta contra el fierro agudo,
ni hai esfuerzo bastante a penetralla
i dice a todos, sin quedarse corto:
«Amigos, omnia mea mecum porto».

Esteropes el nombre es del segundo,
pronto, listo i activo como un raio;
y el otro es Brontes, capiscol profundo
rústico, bronco, agreste i grande Payo.
Su rimbombante voz a todo el mundo
pone grima i horror, causa desmaio;
Piracmón, pues, Esteropes i Brontes,
tres Gigantazos son, como tres Montes.

Después venían Ephialtar i Oto,
mellizos de Neptuno i de la tierra,
que tienen hecho juramento i voto
de hacer al cielo i a su Padre guerra
(juramento piadoso, i mui devoto,
i propio de Ginebra o Inglaterra).
Era iguales estos dos Gigantes
i es fama que crecían por instantes.

Como suelen erguir la altiva frente
en combentos de Padre Capuchinos
dos cipreses que van derechamente
a taladrar los cielos cristalinos;
vense de muchas leguas, i la gente
los muestra a los devotos Peregrinos,
dando por seña e indicio extraordinario
los dos árboles junto a un campanario;

No menos descollaban su estatura
por cima a los demás los dos hermanos,
mui flacos i delgados de cintura,
larguíssimos de brazos i de manos.
Muy raras veces se halla tal figura
como la de estos entre los humanos;
sólo en lo flaquilargo semejantes
acuerdóme que vi dos estudiantes.

Sigue el famoso Gerión tri forme
los tres cuerpos juntando estrañamente,
si bien la triple máquina disforme
anima un sólo espíritu valiente.
A este, los del exército, conforme
al estilo i usanza de su gente,
llaman Don Gerión de Trispanzones;
tan antiguos como esto son los Dones.

Guiaba otro escuadró el gran Briarco
altíssimo de piernas i membrudo.
Nuca vio el sol más espantable i feo
jaián horrible, ni más feo i crudo.
Sólo le excede en corpanchón Typheo,
pocos le igualan en lo narigudo,
i sobre ser tan alto como he dicho,
era, por su figura, estraño vicho.

Cien manos tiene i libra en cada mano
cinco uñas de Gato Montesino;
llamábale, por esso, Centimano,
con nombre de dos voces el Latino.
En vestir i guapear era mui vano
y vivía empeñado de continuo
porque sus rentas, aunque exorbitantes,
apenas le bastaban para guantes.

Mas, ¿dónde a ti, famoso, insigne Ceo,
deja en silencio la memoria mía?
Y de ti, noble Xipes, según veo,
ia casi se olvidaba mi Thalía.
De ti también, infatigable Atheo,
ilustre luchador, cuia osadía,
con el contacto de la Madre tierra,
renovaba las fuerzas i la guerra.

Tras éstos, la gallarda Camilona
hija del gran Palante i de Sivila,
venía bella i gentil Protoamazona.
Camila le pusieron en la Pila
a esta heroína, afrenta de Belona;
mas después le mudaron lo Camila
en camilona, y se le fue aumentando
el nombre, assí como ella fue engordando.

Nunca quiso tocar uso ni Rueca
ni agujas, ni dedales, ni almohadilla:
de tales exercicios hace mueca,
empleos a su vez de mugercilla;
i en vez de ellos, la mano i la muñeca
aplicó al dardo, al arco, a la trahilla;
y persiguiendo fieras en la caza,
ganó fama de gran mugeronaza.

Mas luego que como la horrible guerra
y la empresa del vando Giganteo
dejó la caza, abandonó su tierra
por seguir los Pendones de Typheo,
y con dos mil Gigantas de la sierra
acudió a ser de muchos devaneo,
y en un gran frisón de dinamarca,
desafiando hasta la misma parca.

Como se ve con garvo i bizarría
en una procesión de Zaragoza
ir, entre nuestro pueblo y gritería,
una que llaman la giganta moza,
que a unos muchachos llena de alegría
a otros espanta, y a otros alboroza,
tal yba Camilona entre la gente,
hermoso marimacho archipotente.

Subió en un calesín pronto i lijero
su muí proprio carruaje de campaña
Hecho con mucho gasto i con mucho esmero,
entonzes moda nueva y cosa estraña;
casi era angosto para el gran guerrero,
aunque hay valles menores en España;
tirávanle sudados y anhelantes
cinquenta i cinco pares de elephantes.

Marte, vibrando el fulminante acero,
sobre él se arroja, firme i denodado,
i la cintura del revés primero
le segó del un lado al otro lado,
con tal delicadez, que como entero
se quedó el cuerpo i en el proprio estado;
tanto que, sin sentirlo el mentecato,
después de muerto peleó un grato rato.

Es fama que Rugero Ventimilla
un día que en Sicilia iba cazando
movió una liebre i, ciego por segilla,
en una cueva se metió, juzgando5
que fuese cueva, i era esta canilla;
i assi todos, corriendo i galopando,
liebre, galgos, caballo i caballero,
fueron por la canilla un día entero.

Por la gran Sala entró la bella Diosa,
contando por los pasos los trofeos
boqui-risueña, petrimetra airosa,
española en el garbo i los meneos.
Leche, nieve, jazmín6
clavel i rosa
era basura, eran objetos feos
al lado de su pecho i su mejilla;
iba de mar a mar la picarilla.

Frente espaciosa, candida, bruñida,
(paseo regular de amor i zelos),
ojos como de humilde i de dormida,
pero capazes de abrasar los cielos;
boca i nariz con proporción debida,
formando en cada risa dos hoyuelos,
* Guzgando, en el original.
* Cazmín, en el original.
donde Marte pasaba el Purgatorio
con mucho Ángel en poco territorio.

Suelto i corto el cabello y muy rizado,
qual Joveneto Abate en Roma lleva,
con mucho polvo en chipre fabricado,
peinado nunca visto i moda nueva,
por quien queda abolido i antiquado
quanto la docta antigüedad aprueba
en orden a cabello; haciendo, en suma,
mil poéticos males a mi pluma.

De netas perlas trahe un sofocante
al cuello, que era afrenta de Alhelíes;
el vestido, en virtud del consonante,
bordado de diamantes i rubíes,
la Basquina i el Manto rozagante,
de finos celestiales carmesíes,
i un gran tontillo, causa de mil males,
perfecta imitación de dos timbales.

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Donaciano Bueno Diez
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