ASÍ TODOS LOS DÍAS (Mi poema)
Víctor Toledo (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Todos los días pensando en algún tema,
todos las horas buscando algún asunto,
una historia y un barniz que poner junto,
y así lograr componer algún poema.

Hoy es lunes y ya son las diez en punto,
a mi inspiración reclamo su asistencia,
dispuesto estoy a cumplir la penitencia
mas no dejes que de aquí salga hoy difunto.

Por fin ya se me ocurrió, tengo una idea:
voy a tratar de burlarme de mi mismo
y que mi otro Yo se sume a la pelea.

Mas no seguro que guste al que me lea
les diré que aquí me encuentro ante el abismo
y esperar que, aunque mentira, él se lo crea.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: Víctor Toledo

Es un canto

Hay un canto que si dejara salir
Rompería el cristal del universo
Es un canto que guarda todo lo que he querido amar
Y no he podido
Hay un canto que ha amarrado mi verdadera pasión
Tan poderosa que al sol derretiría
Desbordaría los océanos, terminaría el infinito.
Un canto que esconde todo lo que he querido solitariamente
Y que si hubiera tenido su otro igual correspondido
Aquél se hubiera transformado
En un lago, una estrella, otro planeta
Que hoy no existe.
Hay un canto que enlaza las más bellas y hondas canciones en el mundo
Pero que no se agota
Es un canto tan alto
Que hace brotar los hongos en la luna
El hades en el cielo
Y el paraíso en las palmas de tus manos.
Es un canto que es las almas de los muertos renacidos
Es el canto de todos los deseos incumplidos
Es el canto que nos levanta
Cada día para vivir
Y que sabia, humildemente se conforma con callar
Para no afectar el cuerpo que lo carga
Pues sería por todos destrozado como un loco.
Es el canto que cultiva mi jardín
Y hace aparecer sus flores
En otra constelación
Y en la galaxia perlada de tus senos.
Tan hermoso es este canto e inmortal
Que he decidido soltarlo poco a poco
Para que no se muera con mi cuerpo
Al que hace longevo y sin final
Para que cuando yo me vaya salve al mundo
Es un canto que todas las lenguas del orbe
Apenas contendrían
Que expresa todas las teorías que pudieran existir
Y el secreto más profundo de la vida.
Es el canto que he escrito para ti
Y que sólo por ti podría ser contenido y cuidado cuando salga.

Tiki

Yo tenía una gata
Se llamaba Tiki:
“Flor bonita” en zapoteco
Brotó cuando yo nací.

Crecimos tan juntos
Que me crie en su sangre

En un río profundo
Ronroneando ron,
Mar me murmuró
Ahogado de sol.

Cumplí quince años
Y se me murió.

Veía con sus ojos
—Vacío de oropeles—
Luna de oro y mieles,
El sol era un ángel
Con alas núbiles.

Sé hablar con los gatos
La cósmica lengua
Pues soy un felino
Y soy un poeta.

La ingrata Kontiki2
Me llevó a otro lado
Del tiempo y del mundo
Lejos de mi infancia
Y de Flor Bonita.

Pero sé que ella siempre está mirando
Con sus ojos verdes a través del mar
Con sus ojos rojos a trasluz del tiempo
(Más allá del mal), el oír que salva
(Y el río en la selva:
Su cola que mueve
A la oscura noche)

Y cien mil estrellas cintilan sus ojos
Si allá arriba corre, si en arribo salta:
Pergaminos blancos
Sonoros del mar.

Mueve sus orejas y surgen los versos
Con la voz del Viento

Para confirmarme
Que yo no estoy solo
Que ya no estoy solo.

y un perro coli
cada vez que lanzaba el búmerang
regresaba la cola del perro
zumbando
de no sé  dónde
de una casa de la infancia
de un día ahogado enmedio de la luz
sobre un llano luminoso.

Yo tenía un coliperro
y un búmerang
cada vez que lanzaba al perro
el búmerang regresaba
meneando la cola
no sé de dónde
de un día maravilloso
mas solitario de la infancia
villa dorada del mar
de la casa de la luz justo en medio del azur.

Yo tenía una cola de búmerang
del cielo asomaba
era su ala desprendida
cada vez que la lanzaba
de no sé dónde, cada ave,
desde un día
desdoblado de otra infancia
retornaba tiernamente de lo eterno.

Yo tenía un búmerang que era un perro
cuando lo lanzaba.
Yo tenía un perro que era un búmerang
Cuando lo lazaba.

Cuando estaba lejos era un colibrí
Cuando estaba cerca era un caribú.

Pero yo tenía una era
un colibúmerang
que siempre doblaba del cielo de la caza
de la infancia eterna de la interna luz
con los ojos luminosos de linterna
ahogados de inmortal felicidad
venida de la casa limpia del azul
Desde un día que tiene su ola yo sé donde.

Traía entre las patas el trote de abril
traía entre las alas más de un marabú.

Cada vez que lo lanzaba taladrante
cada beso, cada ave, cada suave
cada vuelo, cada suelo, cada ala
cada ola, cada cola, caracola
cada alma
cada oro, cada hora, cada ahora

el corazón, cada razón, cada zonar
cada deseo
y Odiseo, cada hada y oda sea
cada Oído
doblando desdo-blando
perforaba la esquina más vertiginosa
más brillante,  más pura  y más redonda
del cielo más ladrante.

Alguna vez

Alguna vez hubo un jardín
En medio del desierto.
El ala en la sombra de la arena
Lo convertía en diluvio de oro.

La leve ola de ella
La suave llave de Yahvé
Firme fue en la página del firmamento:
El par hizo unidad
Y el Paraíso anidó sobre la nada.

Alguna vez una serpiente
Robó la flor que entregó al ser
(El mundo volvió a derrumbarse
Cuando ella misma tentó a Newton
Arrojándole taimada del Edén
La fruta de la gravedad
tan ligera
Que nuestra inocencia pesó más
Y los hilos de las estrellas se enredaron).

Un jardín hubo una vez
Un ave con alas de tenso follaje
Donde yo me enamoraba.
Era la realidad
El Paraíso en la palma de su mano

La serpiente me entregó su flor
en medio del desierto
Su ser su puente
Su liento sol de andar sapiente.

La letra ardió en la arena
La luz sobre la luz
El yermo ayudado por el viento
Reunió sus signos cuneiformes
Su alfabeto hebreo todos sus astros
Para contar la historia
(En pergaminos que deshechos
Formaron ríos de arena

Mares áureos
Indescifrables maremágnum
cascadas cascadas
Oleajes tallando el silencio).

Alguna vez
La roja y jugosa manzana
Partida a la mitad
Se me ofrendaba entre sus muslos
El río Papaloapan y el Tigris
Me inundaban
Mi adolescencia perfumaba
Y la canción de Guilgamesh ardía
En la isla de la existencia
Que sobre el mar vacío del tiempo
Impuso a las orquídeas prosperar.

Se habló de la expulsión
Estrella lejana colapsada
Del jardín que alguna vez se estremeció
Cuando el hurto de la flor…

Yo la escondí en las profundas dunas de oro
De mi rojo reloj.

Retrato de mi padre en medio de la zafra

Padre, ¿no confundiste el mar de cangrejos azules con la porfía del horizonte?
Me preguntas por qué no he escrito sobre tu muerte
¿y acaso tú estás muerto? O sólo tu brillo bonachón se encuentra en otra parte
emborrachándose con cervezas solares en los colores de anonas anodinas de la tarde.
Dudas por qué no he escrito sobre tu lejanía
sobre tu amado resplandor selvático, pestaña azulmorada en que se pierde el sol
y por eso reclamas que a mi madre
no termine de explicar por qué no te has ido
y se seca asida a la ácida tormenta de tu ausencia, más sabia que Descartes.
¿Por qué no supe de tu muerte
no traté de contener tu nueva cacería
y sofocar a tiempo el rumor de hojas secas que llegaba de la mar?
Cuando anuncias tu derrotero a la selva blanca
lo haces con tristeza sin rumbo ni medida
¿por qué me detuve y no escribí al fin del mundo?
Donde la luz se une con la oscuridad y el cielo rompe el cascarón
qué tristeza de amor qué larga lluvia fresca
qué sol tan despiadado con los ojos
que muestra la esencia la más desnuda ausencia
y afloja las vendas de la luz.
Padre mío, hijo mío, mi dulce niño,
tanto he sufrido que ya no quiero oír
mi corazón a la deriva tropical
vivo en un río sin cauce ni color sin causa razonable ni sabor
yo que tanto soñé hundirme en él
pez ola
alirón de sus ondas volverme átomo rampante de su espuma
surgir delfín de brillos nadar en él como su alma
alegre solitón persiguiendo sirenas de espejos enlamados en la piel.
¿Recuerdas cuando íbamos al río y él venía de nosotros?
Padre, me regalaste mi nagual: un juguetón felino enamorado.
Pescábamos para jugar a ensartar el azar y atarlo al tiempo
así nos pesca rumorosa aquella en su momento
como antes de la tromba que envuelve en la gardenia a la sabana
y nos separa de las turbias espumas del amor.
Partimos el dolor con nuestras vidas acurrucadas al filo del amor
filial alcaraván- arroja la víbora contra las elevadas rocas
desayunamos auroras encendidas con anguilas amarillas
subimos hasta el sueño
hasta topar con el cielo o con la nada pues no podía subirse más.
Todo lo dejamos lo olvidamos el destino herido escapó
y el ciervo marinero y el agua despeinada persiguiendo su vapor.
La tormenta cerca al misterioso velador que nunca pude ver
porque hoy el humo nació para enraizarse:
por la selva incendiada corre encendido el rumor de que te fuiste
de estos días idos de los años idus de las orquídeas que se volvieron voz del viento
briza de luna, rumiar y sueños de tamborcitos jabalíes, ardiente pezón de las colinas
por la selva corre el rumor en que te alejas
un solo respiro incendiado de color
y eres un cedro rojo tu alma una ceiba azul
doblándose al peso enarbolado de calor.
Los días son manadas desfogadas de venados
grabando para siempre las figuras danzantes del fogoso pánico en los ojos
podridas palabras reptan o se retuercen de dolor
vuelan las aves espantando sueños no tocados
y el xochicuáhuitl se derrumba con su constelación
por la furia del fragor uno que otro tigre salta
y salva la selva su esplendor
al confundir su piel vertiginosa con el voraz incendio
y mientras caes recuerdas las veces que saltaste al cuello de la ninfa
cuando a mamá la heriste para siempre
cuando te hiciste en los negocios de la vida de un salto un señorón de trajes anchos
(gruesas telas tejidos frescos exquisitos: grano de pólvora, tul de la espuma cáñamo azul y sombreros panamá)
cuando con el Ford 57 fundas los Transportes del Sureste:
abrirían las vírgenes extensiones acompañados de verdes nubes de la algarabía
estremecimientos de mares algas escandalosos vuelos penetrantes y tribus
de monos curiosos -llorando inconsolables si les herían su compañera
(quedan a compartir su muerte).
Padre, la selva se quema y no es raro en estos días
azafranadas zafras desbrozan las almas que se fueron
descontarán los cantos canteras de vegetación
los árboles vivientes praderas de pecados
raíces enterradas en densa gravedad
y en un sólo día un sólo instante
todo se quema y borra sin razón en el delirio de los insectos del fuego
sal azul de salamandras-
lo que con tanta paciencia prosperó
el tráfago del mar, el tragaluz de la amargura
sus ramas afiló pulió sus hojas traficantes
la selva parecía tranquila, ¿a quién le era más útil de estos días el resplandor?
este brillo maravilloso de otros tiempos que en el hinchado cielo se hunde
recoge y humedece para siempre en tierno mar eterno
de sonidos internos
art decó desquebrajándose en el óvulo del aire
como si alguien quebrara estruendosamente ramas en la hoguera
como quien quiere darse así color, valor, calor,
en la última forma
de la oscuridad.

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Autor

Donaciano Bueno Diez
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