EN LA ORILLITA DEL RÍO (Mi poema)
Fernando Calderón (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

En la orillita del río
me lanzó un beso una flor,
me perfumó con su olor,
presintió mi desvarío;
yo le respondí, amor mío,
correspondo a tu embeleso
mas debes saber que un beso
jamás debe ser impío.
– – –
Que otra flor en la otra orilla
fue primera en regalarme
su olor, y quiso besarme,
y era hermosa la chiquilla;
mas yo respondí al honor
con una amable sonrisa
y ella se murió deprisa
y a mí secuestró el pudor.
– – –
Y apareció una tercera
que paseaba, mimosa,
no era flor, que era una rosa
luciendo la primavera;
se acercó hasta mí, certera,
y susurrando al oido
acelerando el latido,
me robó allí la cartera.
– – –
Y al fin ya me desperté
en un dulce sobresalto,
y buscando pegué un salto
y a ninguna yo encontré.
Dejen que llore su ausencia
que en mis lágrimas me ahogue
y en su imagen me desfogue
libando de su presencia.
– – –
Que aunque sé que fue irreal,
sólo sé que disfruté
y a su imagen sublimé,
el resto a mi me da igual.
Lo que importa es, si no fue,
lo que a mi me hizo sentir,
de placer llegué a morir
cuando pueda volveré.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Fernando Calderón

Fernando Calderón y Beltrán

La risa de la beldad

Bella es la flor que en las auras
con blando vaivén se mece;
bello el iris que aparece
después de la tempestad:
bella en noche borrascosa,
una solitaria estrella;
pero más que todo es bella
la risa de la beldad.

Despreciando los peligros
el entusiasta guerrero,
trueca por el duro acero
la dulce tranquilidad:
¿quién su corazón enciende
cuando a la lucha se lanza?
¿Quién anima su esperanza?…
La risa de la beldad.

El conquistador altivo
precedido de la guerra,
cubre de sangre la tierra,
de miseria y orfandad.
¿Y quién el curso detiene
de su cólera siniestra?
¿Y quién desarma su diestra?
La risa de la beldad.

¿Quién del prisionero triste
endulza el feroz tormento?
¿por quién olvida un momento
su perdida libertad?
¿Y quién, en fin, del poeta
hace resonar la lira?
¿Quién sus acentos inspira?
La risa de la beldad.

Una suerte inexorable
llena de luto mi vida,
y mi alma gime oprimida
por la dura adversidad;
pero yo olvido estas horas
de tanta amargura llenas,
cuando suaviza mis penas
la risa de la beldad.

Soldado de la libertad

Sobre un caballo brioso
camina un joven guerrero
cubierto de duro acero,
lleno de bélico ardor.

Lleva la espada en el cinto,
lleva en la cuja la lanza,
brilla en su faz la esperanza,
en sus ojos el valor.

De su diestra el guante quita,
y el robusto cuello halaga,
y la crin, que al viento vaga
de su compañero fiel.

Al sentirse acariciado
por la mano del valiente,
ufano alzando la frente
relincha el noble corcel.

Su negro pecho y sus brazos
de blanca espuma se llenan;
sus herraduras resuenan
sobre el duro pedernal;

y al compás de sus pisadas,
y al ronco son del acero,
alza la voz el guerrero
con un acento inmortal:

‘Vuela, vuela, corcel mío
denodado;
no abatan tu noble brío
enemigos escuadrones,
que el fuego de los cañones
siempre altivo has despreciado,
y mil veces
has oído
su estallido
aterrador,
como un canto
de victoria,
de tu gloria
precursor.

‘Entre hierros, con oprobio
gocen otros de la paz;
yo no, que busco en la guerra
la muerte o la libertad.

‘Yo dejé el paterno asilo
delicioso:
dejé mi existir tranquilo
para ceñirme la espada,
y del seno de mi amada
supe arrancarme animoso;
vi al dejarla
su tormento,
¡qué momento
de dolor!
Vi su llanto
y pena impía;
fue a la mía
superior.

‘Entre hierros, con oprobio
gocen otros de la paz;
yo no, que busco en la guerra
la muerte o la libertad.’

‘El artero cortesano
la grandeza
busque adulando al tirano
y doblando la rodilla;
mi trotón y humilde silla
no daré por su riqueza,
y bien pueden
sus salones
con canciones
resonar:
corcel mío,
yo prefiero
tu altanero
relinchar.

‘Entre hierros, con oprobio
gocen otros de la paz;
yo no, que busco en la guerra
la muerte o la libertad.’

‘Vuela, bruto generoso
que ha llegado
el momento venturoso
de mostrar tu noble brío,
y hollar del tirano impío
el pendón abominado.
En su alcázar
relumbrante
arrogante
pisarás,
y en su pecho
con bravura
tu herradura
estamparás.

‘Entre hierros, con oprobio
gocen otros de la paz;
yo no, que busco en la guerra
la muerte o la libertad.’

Así el guerrero cantaba
cuando resuena en su oído
un lejano sordo ruido,
como de guerra el fragor.

‘¡A la lid!’, él fuerte grita,
en los estribos se afianza
y empuña la dura lanza,
lleno de insólito ardor.

En sus ojos, en su frente,
la luz brilla de la gloria,
un presagio de victoria,
un rayo de libertad.

Del monte en las quiebras hondas
resuena su voz terrible,
como el huracán horrible
que anuncia la tempestad.

Rápido vuela el caballo,
ya del combate impaciente,
mucho más que el rayo ardiente
en su carrera veloz.

Entre una nube de polvo
desaparece el guerrero:
se ve aún brillar su acero,
se oye a lo lejos su voz:

‘¡Gloria, gloria!¡Yo no quiero
una vergonzosa paz;
busco en medio de la guerra
la muerte o la libertad!’

La vuelta del desterrado

TRISTE, AFLIGIDO, LLOROSO
VOLVIO A SU PATRIA UN ANCIANO,
A QUIEN EL ODIO TIRANO
DE SUS HOGARES LANZO,

PÁRASE: TIENDE LA VISTA
SOBRE SU PATERNO SUELO,
ALZA LOS OJOS AL CIELO,
Y ASI EL MÍSERO EXCLAMO:

«AL FIN, ¡OH PATRIA QUERIDA!
AL FIN MI CANSADA PLANTA
VUELVE A PISAR TU RECINTO
DESPUES DE TANTAS DESGRACIAS:

POLITICAS DISENCIONES,
PERSECUSIONES TIRANAS,
EL FUROR DE LOS PARTIDOS
DE TU SENO ME ARRANCARAN:

YO ME ACUERDO, SÍ, ME ACUERDO,
¡NO PUEDE OLVIDARLO EL ALMA!
DE AQUEL TRISTÍSIMO DIA
EN QUE SALI DE TUS PLAYAS:

YO PISE EL BAJEL FUNESTO
QUE DE TI ME SEPARABA,
COMO PISA UN TRISTE REO
DE SU CADALSO LAS GRADAS:

YO HE VAGADO CUATRO LUSTROS,
POR LAS REGIONES EXTRAÑAS,
SIN APOYO, SIN ASILO,
SIN CONSUELO, NI ESPERANZA;

EL MISERABLE ALIMENTO
CON MIS LÁGRIMAS REGABA,
SIN TENER UN SOLO AMIGO
QUE MIS PENAS CONSOLARA.

MIS HIJOS, MIS TIERNOS HIJOS,
MI ESPOSA, DESCONSOLADA,
MIS AMIGOS, TODOS, TODOS,
SE PRESENTABAN A MI ALMA:

ETERNO DIOS, ¡CUANTAS VECES
TE DIRIGÍ MIS PLEGARIAS
PIDIENDOTE QUE LA MUERTE
MIS DESGRACIAS TERMINARA!

VUELVO EN FIN; PERO ¡QUE MIRO!
NI AUN EXISTE MI CABAÑA,
SU LUGAR QUEDO DESIERTO
POR EL FUROR DE LAS ARMAS.

¡HIJOS, ESPOSA… NO EXISTEN!
¡NADIE ESCUCHA MIS PLEGARIAS!
¡HAN MUERTO, DESCANSAN TODOS
EN SU TUMBA SOLITARIA!

¡HIJOS, ESPOSA… NO EXISTEN!
NI PADRE, NI ESPOSA…NADA,
NADA HAY SINO UN MENDIGO,
UN EXTRANJERO EN MI PATRIA.

SOLO QUEDA EN ESTE SITIO
EL ÁRBOL QUE CON SUS RAMAS
CUBRIO A MI CARA FAMILIA,
QUE A SU SOMBRA REPOSABA.

¡INFELIZ! ¡CUANTOS RECUERDOS!
MI ESPOSA ALLI SE SENTABA,
AQUI MIS PEQUEÑOS HIJOS
EN MIS RODILLAS JUGABAN.

Y AHORA…¡AHORA NADA TENGO
SINO LÁGRIMAS AMARGAS!

ÁRBOL, TU SOLO ME QUEDAS;
MAS NI A TI TE RESPETARON,
PUES EN TU TRONCO ESTOY VIENDO
LAS SEÑALES DE LAS LANZAS.

¿Y ESTA MANCHA? ¡DIOS PIADOSO!
¿SERA TAL VEZ ESTA MANCHA
SANGRE DE MIS TRISTES HIJOS?
¿SU SANGRE AQUI DERRAMADA?

¡OH, DIOS! ESTA SANGRE PURA
SOBRE LAS CABEZAS CAIGA
DE LOS VILES AMBICIOSOS
QUE DESPEDAZAN «MI PATRIA».

ABRAZO EL ÁRBOL QUERIDO,
LANZO UN LUGUBRE GEMIDO
Y JUNTO AL TRONCO EXPIRÓ…

DESPUES, ALGUN ALDEANO
LE DIO HUMILDE SEPULTURA
Y DOS LEÑOS EN FIGURA
DE CRUZ ALLI COLOCÓ.

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Donaciano Bueno Diez
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Era un niño de cartón,¡qué de bueno no…
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