LISTA DE ESPERA PARA NACER (Mi poema)
Aurelia Castillo de González (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Perdona fue imposible, le decían,
lo siento tú no puedes ya nacer,
es triste mas nos tienes que creer,
no cabes ya en el mundo, repetían
por más que se intentó no pudo ser.

Comprende pues tuviste mala suerte
que aquí no han de venir los que quisieran,
inútil fue evitar que otras parieran,
e hicimos lo imposible al detenerte
a espera de que algunos se murieran.

La ley siempre es la ley. Así es la vida.
Debemos empezar por respetarlas.
Si quieren al votar pueden cambiarlas.
En tanto, no te queda otra salida
ni existe otro camino que aceptarlas.

Mejor será le digas a tu madre
que tenga más cuidado y se asegure
que aquí cabe uno más. Y que procure
hacerle carantoñas a tu padre.
Si entiende ha de excitar, pues no se apure.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Aurelia Castillo de González

Máximo Gómez

Alto y enjuto y además severo,
Del enemigo estuvo cara á cara
Con la enseña de Cárdenas y Yara
De los Diez Años en el lapso entero.

“Voy a partir—exclama—mas… ¡espero!”
Y de Baire á la bélica algazara,
Como saeta su corcel dispara
Y la invasión escribe con su acero.

De libertad al delirante grito,
“¡Salve—prorumpe el pueblo—al Presidente!
¡Con flores deja que tu senda alfombre!”

Mas él, formado de inmortal granito.
Dice, indicando al solitario ausente
Con suprema grandeza: “Este es el hombre.”

Agua de tinajón

Agua santa de este suelo
en el que se meció mi cuna,
agua grata cual ninguna,
que bajas pura del cielo.
Yo te beso con anhelo,
casi con mística unción,
pues creo que tus gotas son
de mi madre el tierno llanto
al ver que te quiero tanto,
Camagüey, tu corazón.

José Martí

Del mundo de Colón dos islas bellas
Quedaban en el círculo de acero
Que en él trazara el pelotón guerrero
De férreas almas e indelebles huellas.

Más, bajado de fúlgidas estrellas
Y de la estirpe del insigne Homero
Un poeta se lanza y justiciero
¡Nos escribe una Ilaada con centellas!

Dos nombres le esperaban en la Historia
Para el grupo de grandes redentores
Que han de ser enlazados por la Gloria:

El que sembró en el Norte maravillas,
El que en el sur dejó sus resplandores
Y el que hizo libre á las dos Antillas.

El ruiseñor y el loro

En casa de un famoso pasajero
un lance vi que referirte quiero,
porque algo provechoso me ha enseñado
como verás después, lector amado.

Olvidando que estaba entre prisiones,
cantó un mirlo con suaves inflexiones;
que así los males la inocencia olvida
y su candor feliz presta a la vida.

Al terminar los ecos peregrinos,
de aprobación se oyeron dulces trinos,
y exagerando la alabanza un loro,
—¡Magnífico!, exclamó, ¡qué pico de oro!

Poco después un cuervo macilento
sus lúgubres graznidos lanzó al viento,
y de las aves todas sólo el loro
—¡Soberbio!, prorrumpió, ¡qué pico de oro!

Luego del ruiseñor la voz divina
al silencioso público fascina,
cuando del loro el entusiasmo estalla
y exclamando: —¡Qué pico…! —¡Calla, calla!,
le dice el aplaudido con premura,
¡reserva para el cuervo esa figura!
Y todos los presentes en un coro
a guisa de sermón dicen al loro:
—Alabanzas que a todos se prodigan
ni nada valen ni a ninguno obligan.

¡Victoriosa!

¡La Bandera en el Morro! ¿No es un sueño?
¡La Bandera en Palacio! ¿No es delirio?
¿Cesó del corazón el cruel martirio?
¿Realizose por fin el arduo empeño?

¡Muestra tu rostro juvenil, risueño,
enciende, ¡oh Cuba!, de tu Pascua el cirio,
que surge tu bandera como un lirio,
único en los colores y el diseño!

Sus anchos pliegues al espacio libran
los mástiles que altivos se levantan;
los niños la conocen y la adoran.

¡Y sólo al verla nuestros cuerpos vibran!
¡Y sólo al verla nuestros labios cantan!
¡Y sólo al verla nuestros ojos lloran!

Los Alpes

De un resalto tremendo a otro resalto,
escalan el espacio las montañas,
como en ardiente emulación de hazañas,
van los pétreos gigantes en asalto.
Llegan en confusión; y allá en lo alto,
entre las nubes son nubes extrañas,
mas el agua se filtra en sus entrañas,
burlando la pizarra y el basalto.
Incubadora sin igual, la nieve
como alas tiende sus armiños puros;
ya no se suelta murmurante y leve.
Ya no la bordan los alegres muros;
y, cerrando terrible el horizonte,
de blanco mármol aparece el monte.

Expulsada

‘Te fuiste para siempre. Quedé en el mundo sola.
Mis lágrimas corrieron un año y otro año…
Gritáronme de arriba: ‘!Anda!’, y anduve errante,
Y al fin me vi de nuevo en nuestro hogar de antaño.

Tu espíritu amoroso flotaba en todas partes.
Cantaba con las aves, perfumaba en las flores.
Con el véspero triste me enviaba tu sudario
Y envuelta en él soñaba nuestros dulces amores.

(…)

Y cuando reposaba tranquila en aquel sueño
En nuestro hogar sagrado oí la voz infanda.
Tocaron en mi cuerpo las manos criminales
Y el rencoroso arcángel gritó de nuevo: ‘!Anda!’

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Donaciano Bueno Diez
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