RECUERDO AL PADRE OCHOA (Mi poema)
Emilio Carrere (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

A cuestas siempre vamos con la historia,
-la historia ya se sabe es lo que fuimos-,
los hechos relevantes que vivimos
que cuelgan al futuro en la memoria.

Recuerdo al Padre Ochoa en el colegio,
de ciencias naturales buen docente,
con formas muy dudosas, displicente,
tener de preceptor, un privilegio.

Recuerdo de esa clase, chiquilladas,
escrita en la pizarra aquella loa
(Dos pedos mascados igual a Ochoa)
y el eco al retumbar de carcajadas.

De química os prometo me he olvidado,
de aquella deducción guardo la gracia,
del padre Ochoa nada por desgracia
y hoy sé que lo escribí y no fue pecado.

Si el drama en la memoria es el olvido,
quisiera dirigirme aquí al recuerdo
¿por qué de aquella historia yo aún me acuerdo
y el resto ya hoy me ha sido restringido?
©donaciano bueno

#Marcel Proust, a la recherche du temps perdu Clic para tuitear

Comentario: 2P2+K2=8a, esa era la fórmula que aparecía en la pizarra. La memoria es extremadamente selectiva y sólo recoge aquellos episodios que en su momento le impactaron.

MI POETA SUGERIDOEmilio Carrere

La flauta llora

Este viejo flautista tiene calva de santo,
luenga barba apostólica y humildoso mirar.
Y en el nocturno encanto
las notas de su flauta son cual gotas de llanto,
de ese llanto que pocos sabemos derramar.
Lágrimas de la flauta callejera y errante
donde florece el mágico milagro de emoción,
la sagrada armonía, la voz alucinante
que desborda el raudal de nuestro corazón.
Han visto muchas tierras esos ojos hundidos;
terruño, amor, amigos, ya todo lo perdió,
y plañen en su flauta de añorantes gemidos
las amables memorias del buen tiempo que huyó.
¡Oh vieja flauta maga, que evoca el vago encanto
de los amores muertos y del país natal,
y a veces rompe en llanto
el melódico silbo de cristal!
Le grita la canalla: -Toca, viejo flautista-.
y él toca adolorido, con ensueño, con fe,
y solloza en su flauta toda su alma de artista
y la canalla llora y no sabe por qué…

La luna va vertiendo la plata de su llanto
en su barba apostólica y en su calva de santo.
Es alta noche, está la calle solitaria:
sigue el mendigo músico con su amarga canción.
Sus ojos tienen una claridad visionaria
y hay en su flauta un amplio derroche de emoción,
porque la toca sólo para su corazón;
y en la copla añorante, melancólica y leda,
plañe su vida errante, y su mala fortuna,
y por la vieja flauta, una lágrima rueda
que parece de plata al claror de la luna.

MUSSETA

Murger, el viejo poeta
de bohemia y fresca musa,
fue quien te llamó, Musseta,
cornamusa.

Tu boca es flor de la orgía,
y tu risa se desata
en sonora perlería
de cascabeles de plata.

Frívola y loca Musseta
―juventud, versos y brisas―,
tejió para ti el poeta
una corona de risas.

¡Risas! Poesía alada
de la juventud florida.

¡Juventud! ¡Hora encantada
de la vida!

Hada de las alegrías,
tus carcajadas triunfales
van volando en melodías
y madrigales.

Juvenil, tu loca boca
canta lo fácil, lo errante…
Eres una rima loca
de un florilegio galante.

Lo efímero, amor que abrasa
y muere, rosa de un día.
¡Tienes la melancolía
de la juventud que pasa!…

LA MUSA DEL ARROYO

I

Cruzábamos tristemente
las calles llenas de luna,
y el hambre bailaba una
zarabanda en nuestra mente.

Al verla triste y dolida,
yo la besaba en la boca.
«¿Por qué aborreces la vida,
Risa Loca?

No llores, rosa carnal,
que yo robaré el tesoro
de la tiara papal
para tus cabellos de oro».

Y un espíritu burlón
que entre las sombras había,
al escuchar mi canción
se reía, se reía.

II

De la vieja fuente grata
en el sonoro cristal,
la luna brillaba igual
que una moneda de plata.

Temblaba su mano breve
de blanca y sedeña piel.
«¡Qué bonita cae la nieve…
y qué cruel!».

«No tiembles; yo haré un corpiño
para tus senos triunfales
con la pompa del armiño
de los mantos imperiales».

Y un espíritu burlón
que entre las frondas había,
al escuchar mi canción
se reía, se reía…

III

Noche de desolaciones,
eterna, que llamé en vano
con la temblorosa mano
en los cerrados mesones.

Lloraba un violín distante
con tanta melancolía
como nuestra vida errante.
«¡Reina mía!

Da tu dolor al olvido;
yo te contaré la historia
de una princesa ilusoria
de un reino que no ha existido».

Y un espíritu burlón
y cruel que en la calle había,
al escuchar mi canción
se reía, se reía…

IV

¡Triste voluntad rendida
al dolor de la pobreza!
¡Oh, la infinita tristeza
de la amada mal vestida!
Palabra de amor que esconde
la llaga que va sangrando
y andar, siempre andar. ¿Adónde?
¿Y hasta cuándo?

«Ya apunta la claridad…
Ya verás cómo se muestra
propicia y mágica nuestra
madre, la Casualidad».
Y en la encrucijada umbría
de la suerte impenetrable,
la Miseria, la implacable,
se reía, se reía…

CAFÉ POPULAR

Gentes endomingadas, discreteos banales…
un galán dice un lindo madrigal a Rosina,
que es una burguesita romántica y divina
con los ojos cargados de visiones nupciales.

Olor de ropa limpia que aromó la manzana
del arcón familiar. Surge como una estrella,
exótica, entre el trueno de alegría plebeya,
una linda que es una marquesa verleniana.

Llora el piano una vieja y triste cavatina;
sueña y vierte una lágrima romántica Rosina;
enmudece el horrísono clamor dominical.

La melodía apaga las risas populares
y pone una encantada hora sentimental
en la monotonía de esas vidas vulgares.

AUTORRETRATO

Mi alma es como mi estilo, doloroso y burlesco;
mi carne arde en las llamas del pecado mortal.
La gente no ve en mí más que lo pintoresco;
sólo yo sé mis hondas angustias de ideal.

Lo que yo quise ser lo ha malogrado en flor
esta tragicomedia de mi vida irrisoria.
¡Mi boca amaba el fuego de las rosas de amor
y mi frente los áureos penachos de la gloria!

Eran mis veinte años mi caudal de ilusión,
que gasté en un divino derroche de emoción;
ya ha envejecido el alma, y es en mi vida incierta

«La musa del arroyo» mi blasón de poesía,
y aguardo entre las brumas de mi melancolía
que llame el Caballero de la Muerte a mi puerta.

MIMÍ PINSON

Mimí Pinsón, la griseta
sentimental, ¿sabéis quién fue?
La musa dulce e inquieta
de la juventud de Musset.

De esta alegre flor de Francia
quedó, como era natural,
sólo un poco de fragancia
y una canción sentimental.

No era Raquel, la coqueta,
ni la diablesa George Sand;
Mimí fue una violeta
en su solapa de Don Juan.

Era en la época radiante
del poeta dandy y seductor;
Mimí Pinsón, la dulce amante,
compró la gloria con su amor.

Tenía el cabello de oro
―el único oro que tenía―;
pero valía un tesoro
su boca roja y su alegría.

Era feliz la griseta
con su vestido de percal;
era feliz el poeta
con su novia sentimental.

Juvenil alegoría,
vivió lo que vive una flor;
pero vive todavía
ungida de gloria y de amor.

Amor de la edad primera,
que, aunque huye fugaz, es eterno.
¡Cuan dulce es la primavera
al recordarla en pleno invierno!

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Autores
Donaciano Bueno Diez
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