LA VIE EN ROSE (Mi poema)
Piedad Bonnett (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo
 

Hubo un día un lector de letras verdes,
o rojas o amarillas, coloradas,
pintadas de un añil de azul, moradas,
de un manto de color donde te pierdes
y que él las ve manchadas.

Vivía en un entorno afrodisíaco
que aquel pintor, Van Gogh, para él quisiera,
ornado de gladiolos a la vera
de un río de apariencia dionisíaco
fisgando en la pradera.

Las flores presumiendo de colores
luciendo allí sus galas paseaban,
envidia de las fieras que asomaban,
brindando con sus versos sus primores
que, tiernas, escuchaban.

La vie en rose sonaba de Edith Piaf
aunque a la vida el rosa él no veía,
murió de pena ignorando la verdad
cómo sería esa linda realidad
que nunca él percibía.
©donaciano bueno

Este poema va dedicado a todas aquellas personas, llamados daltónicos,  cuya retina no es capaz de percibir los colores …de la vida.

MI POETA SUGERIDO: Piedad Bonnett

 

Piedad Bonnett

Vicente Van Gogh mira la noche

“y la brillante indiferencia de los astros”
Blanca Varela

Un caballo azabache colgado de su muerte

sus ojos cristalinos detrás de la ventana
su cabeza cortada coronada de estrellas

y la lengua del miedo
sus papilas rosadas, su aspereza

pintura de Daniel Segura Bonnett
pintura de Daniel Segura Bonnett
¿Quién cocea
¿Quién mastica y mastica detrás de mis oídos?

y me hunde en el pantano

de mis oscuridades
donde alumbra
como un pájaro en llamas la conciencia?

Lazos de sangre

Atrévete
salta al vacío mírale
los ojos al hermano a la hermana su hiel mansa
oye
al hijo entre su nube de rencores
al padre
y su silencio como piedra ardiente

y el reproche
del marido a la esposa

refinada mordedura del tedio y el eterno
balanceo del odio

ah la familia

siente
cómo su amor comete sus destrozos
cómo mastica a secas tus tripas
se envenena
con la sangre que dentro de ti silba
como un río que baja con su carga de piedras.

Armonía

Oye cómo se aman los tigre
y se llena la selva con sus hondos jadeos
y se rompe la noche con sus fieros relámpagos.
Mira cómo giran los astros en la eterna
danza de la armonía y su silencio
se puebla de susurros vegetales.
Huele la espesa miel que destilan los árboles,
la leche oscura que sus hojas exudan.
El universo entero se trenza y se destrenza
en infinitas cópulas secretas.
Sabias geometrías entrelazan las formas
de dulces caracoles y de ingratas serpientes.
En el mar hay un canto de sirenas.
Toca mi piel
temblorosa de ti y expuesta a las espinas,
antes que el ritmo de mi sangre calle,
antes de que regrese al agua y a la tierra.

Soledades

Exacto y cotidiano
el cielo se derrama como un oscuro vino,
se agazapa a dormir en los zaguanes,
endurece los patios, los postigos,
enciende las pupilas de los gatos.
En las mezquinas calles minuciosos golpean
los pasos de la frágil solterona
que sabe que no hay luz en su ventana.
En el aire hay olor a col hervida
y detrás de la ropa que aporrea la piedra
un canto de mujer abre la noche.
Es la hora
en que el joven travesti se acomoda los senos
frente al espejo roto de la cómoda,
y una muchacha ensaya otro peinado
y echa esmalte en el hueco de sus medias de seda.
Abre la viuda el closet y llora con urgencia
entre trajes marrón y olor a naftalina,
y un pubis fresco y unos muslos blancos
salen del maletín del agente viajero.
Un alboroto de ollas revuelca la cocina
del restaurante donde un viejo duerme
contra el sucio papel de mariposas,
mientras como una red sin agujeros
nos envuelve la noche por los cuatro costados.

Señales

La luna brilla con ese furor ciego
que es señal inequívoca
de que ha llegado el tiempo fértil del sacrificio.
Huele a la piel rayada de los tigres,
a orquídea que se abre,
al humus que comienza a oscurecer la lluvia.
En un sueño de ríos y serpientes
naufraga la muchacha envuelta en llanto
y sus pechos recientes se estremecen
con un temblor antes desconocido.
La muñeca que abraza tiene los ojos muertos.
Y el ángel de la guarda
marca una cruz con sangre sobre sus muslos blancos.

Paisajes

El sol de mediodía, su luz sonámbula,
el recio azul del cielo tirante y sordo,
el aire y su ondulante resplandor de hojalata,
las vacas tardas, tontas, en el verde infinito,
y las moscas zumbonas,
tornasoladas,
su círculo de muerte coronando el silencio;
los ojos como espejos, y en los ojos,
el ave circular, la nube pasajera;
y las manos atadas,
y la tierra
donde crecen los yuyos fieramente,
las zarzas, el jaramago, las madreselvas.
Todo esperando el lente de los fotógrafos;
y a lo lejos la risa de las hienas.

De círculo y ceniza

Tu boca viene a mí, sólo tu boca.
Viene volando,
libélula de sangre, llamarada
que enciende ésta mi noche de ceniza.
Toda la sal del mar habita en ella,
todo el rumor del mar,
toda la espuma.
Boca para los besos dibujada,
donde duerme tu lengua tentadora.
Todo el vino del mundo está en tu boca,
todo el pecado
y la inocencia toda.
Boca que calla y cuando dice, oculta.
Capaz de toda la verdad tu boca,
de toda la verdad y la mentira.
Ríe tu boca y se despierta el día.
(Relámpagos de nieve hay en tu risa.)
Como un tropel de potros me atropellan
los besos de tu boca deliciosa;
tu boca, mariposa equivocada,
tu boca ajena que se desdibuja
en mi noche de círculo y ceniza.

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Donaciano Bueno Diez
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