SU HOGAR EN LA PLAYA (Mi poema)
Ariel Montoya (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Hoy ha vuelto a su hogar junto a la playa
después de larga ausencia,
todo seguía igual. La efervescencia
de las olas marcaban le la raya,
le hablaban de inocencia.

Nuevamente se aposentó en la arena
viendo el azul del cielo,
vino a llorar al mar su desconsuelo,
la marea empezaba a estar serena,
la brisa era su anhelo.

La luna, antes menguante, estaba llena,
la sal le salpicaba,
y en sus dulces mejillas horadaba
asiéndose a sus lágrimas la pena
que al alma le robaba.

Pensó quedarse él allí eternamente
perdida la mirada
y hasta plantar su última morada,
un sueño que volaba diligente
y al fin le despertaba.
©donaciano bueno.

MI POETA SUGERIDO: Ariel Montoya

Ariel Montoya

Guardabarranco

Oí su canto en la espesura de la montaña
y posaron sus alas en la gravedad de mi nombre.
Desde entonces mi existencia
picotea allá en el fondo de la vida
la rama del mundo donde anida mi estrella.

Luna callejera

Luna
tronchada por las mordeduras del cosmos
de tus atrevidos claros
bajan a la ciudad,
fracturados rayos
arrasando lo que iluminan.
Arengas de luces
motivan la postal citadina
con que transcurre la estación
viajando en la soledad de las calles.
Las membranas
de los semáforos
absorben
el celaje de su contorno
codificado
por el sigilo de los difuntos
maquillados
siempre en la juventud de sus espejos.
Crecía de noche la luna,
clara y pura en el universo como una
hostia
en medio del pecado.
El espacio,
la lejanía
definía un cielo inseguro
donde una mujer
horadaba el recuerdo.
El viento,
desgranaba los aullidos de los perros,
las sirenas de los carros
tejiendo
en el vuelo,
las escondidas pasiones
con que brilla este poema.

Esquipulas

A los hermanos Edwin y Noel Alcántara
En la memoria del verano
reposa este pueblo mío de Esquipulas,
yacen
en los zurrones de las nubes
inmóviles recuerdos
como penosas piedras
desnudas de los ríos.
Esta es la tierra,
del encuentro
y la partida,
precipicio desvanecido en el silencio.
Antes
de las calles
adoquinadas
antes
de la agencia bancaria
y del primer médico del pueblo
se dieron la mano
el verbo y la parábola
apareciendo la imagen
rasguñada y piadosa
del Señor de Esquipulas
que te dio su nombre,
aquel
Cristo Negro
de viajera fe,
impartiendo procesiones
todos los eneros.
Pueblo,
mi pueblo.
Depositario de mi ombligo,
lucero inmemorial
de la exposición
de mis sueños,
carne geográfica
de mis primeros pasos
por el mundo,
leñosa vertiente
del reencuentro con los amores perdidos,
ángulo de la dispersión
y semilla
y fruto
de alegrías compartidas.
A ti vuelvo
para reincidir en la partida,
para aprender
de la dinastía canicular
de tus agostos solariegos,
a ti vuelvo
fastidiado de la electricidad,
de los mudos
semáforos sin vacas,
de la falsa eternidad
disolvente
de entelequia y podredumbre.
¡Qué saludable es devolverle
a cada pulmón tu aire!
Encaramar la soledad
en tus montañas,
y decirle a tus fantasmas
que no serás uno de ellos.
Es bueno hacer contacto
con tus amaneceres,
bordear la luna
desde cualquier rendija casera,
perderte en el
viento negro de la noche
que sólo permite
verte a través de sus estrellas.

Recuento para el porvenir

Para Alfonso Sandino y Violeta Granera
Sobre las palpitaciones e la angustia
cabalgó aquel exilio
impuesto por la alquimia del odio
y los placeres de la maldad. Las guerras
de entonces
trajeron sombríos presagios en nuestras conciencias
de austeros señalamientos.
Ningún soplo de aliento
detuvo aquel florido oxígeno de nuestras juventudes
escabullidas de día en día
por sobresaltos y pesquisas cotidianas
de aquella urbana juventud
asaltada por furias y presagios.
La diferencia del tiempo no intervino en aquel exilio
signado por nuevas verdades,
centralizadas en el reencuentro.
Ahora,
con la resuelta pulpa del tolerante porvenir
edificamos
sobre las ruinas de aquella sublevada partida
proféticos cantos que subirán
hasta el más sordo criterio.
Pues ahora no podrán destruir el entramado firmamento
que resguarda manadas enteras de voces libres,
engavilladas materias que integran este humano proceso.
ahora
que se construirán las torres del futuro
sobre los escombros sollozantes de la malversada época.

Antes de todo

Tengo una tarde
de la que nada me pertenece
ni siquiera sus florecidos ambientes,
una ruta que trazar
antes que la noche encienda su silencio,
realizar las compras de la semana
antes que el dinero –como los díasse
esfume;
tengo que mirar a mis hermanas
antes que se marchen,
a Juan Carlos
las debidas recomendaciones
de hermano mayor,
un beso
a mis abuelas Juanas
antes que el tiempo
me cobre este reclamo,
decirles a mis padres
que siempre los he querido,
a mis amores
que siempre las veo en los jardines.
Tengo que revisar libros,
hay tanto todavía por hacer
que no es tiempo de morirse
esperando que
las crisis hepáticas,
las insuficiencias respiratorias
y las mordeduras del alma
no lleguen todavía.
Quedan pendiente
las canciones de Amauri Pérez,
los boleros matadores
de María Marta Serra Lima
y el aparto alucinante de mis hijos,
en cuyas venas
las correntadas de mi sangre se incubarán,
desvencijando estos domésticos fragmentos
de sombras infinitas,
estas ruinas
oxidadas en las entrañas de la desesperanza.

Preludio del desencuentro

Desde tu presencia,
emergida
de la sal y los sueños,
alza vuelo
una piadosa primavera
que retuerce
la herrumbre del misterio
y la soledad. Este adiós
-alertado por el tragaluz de la distanciarnos
llama.
No podremos
presidir esta escala,
girar
en su aire
contaminado por sordas fugas;
abrirnos paso
entre ávidas primaveras
picoteadas
por errabundas auroras.
Yo necesito
que este adiós
pronto ser marche
de nuestras agendas,
romper los hilos
que tejieron
espúreas edificaciones
con casa
perro
y fotografías de cumpleaños,
insertas
en las rotondas
ambulares de nuestras pupilas.
Este amor
se perderá para siempre
un día de estos,
sin remordimientos
que envenenen
la piedad de nuestras alamas,
sin mudas máscaras
de burla
empotradas
en las vacías
coronas del olvido.

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Donaciano Bueno Diez
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