EL TATUAJE (Mi poema)
Augusto Roas Bastos (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo
 

Tatuado llevo el tiempo que he perdido
tratando construir una quimera
haciendo siempre el mismo recorrido,
dudando si he soñado o lo he sentido
si a veces me perdí en la carretera.

Ha sido una constante la rutina
quemando poco a poco el calendario
dejando retratada en mi retina
insulsos episodios con sordina
que hicieron como aurora este rosario.

Camino que he pisado sin quererlo,
pisadas que he marcado sin dudarlo
sufridas sin comerlo ni beberlo,
sujetas a algún trueque o estraperlo
o solo que viví para contarlo.

No sirve aquí decir que me arrepiento
de haberme dibujado ese tatuaje,
ni intento convertirlo en un lamento
que acabe sin piedad llevando el viento
aireando de la vida este pasaje.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: Augusto Roas Bastos

Augusto Roas Bastos

SI ALGUNA VEZ

Si alguna vez quisieras hablarme, yo estaría
con mi ser aquietado más que un agua nocturna
para la ondulación de tus palabras.

Estaría en la noche sintiendo cómo el roce
de tu voz sobre el alma del silencio me nombra,
¡y yo sin saber dónde arrodillarme…!

Vértebras de caricias reanimarán mis horas.
Palabras con sus bordes tatuados de ternura,
y entre un presagio y un temor, tú misma.

Háblame. Mírame. Tus voces, tu mirada,
desarmarán mis párpados y mi arteria de sombras,
y en ámbitos de un hielo estupefacto,
por liturgia del fuego, mi rosa envenenada.
Será otra vez la lumbre de un corazón más joven.
(Enero, 1942)

LAMENTO DE LA ESPIGA DE LA TARDE

Rubio color de la espiga,
no te mueras por la tarde,
que el hombre mira sin ojos
y sin voz llora penares,
por la tarde…

Rubio color de la espiga,
bajo la nieve del aire
no te mueras, no te mueras,
ni vuelvas color de sangre,
por la tarde…

El arado de la muerte
ara con rejas chirriantes.
Los campos quedan en llamas
derruidas las ciudades,
por la tarde…

Con lúgubre sonsonete
canta el labriego salvaje,
cegando luz de horizontes,
sus cantares, sus cantares,
por la tarde…

Todos los hombres se han muerto.
A lo largo de una calle
un rubio niño en harapos
duerme abrazado a un cadáver,
por la tarde…

Y el viento agita la espiga,
y el agua lava la sangre;
un viento loco de angustias,
un agua de soledades,
por la tarde…

…Todos los hombres se han muerto
por la tardé…

Cuando se despierte el niño,
cuando la espiga madure,
por la tarde…
el viento se habrá dormido
y el agua, en las soledades…,

y en el silencio, silencio,
del día que no se acabe,
granará la roja espiga
de la tarde…
(Mayo 1 – 1942)

HUIDA

Sobre el hierro olvidado se apagan las violetas.
Y sobre el hierro crecen los suspiros y adioses,
las huellas musicales del corazón del viento
que busca lejanías para olvidar sus bosques.

Un cierto transparente sueña escorzos de huida.
Pero el soñar se quiebra sobre muertos sabores.
No basta que el instinto del nardo le apacigüe
la frente en que sollozan esmeraldas y adioses…

¿Dónde enterró su claro círculo el mediodía;
sus corolas ardientes, en qué arena, en qué noche,
si todo está en silencio: viento, flor y latido,
si todo está ya inmóvil entre las altas torres…?

El ciervo transparente yace bajo la niebla.
Sus ojos desolados por la humedad salobre
van subiendo en los tallos del humo y de la espada
para mirar la sangre secándose en la Noche.

DEPRECIACIÓN AL MINUTO ILUMINADO

Aguarda un poco más. No te me escurras
por la grieta del tiempo, ni te poses
en la rama del árbol que envejece.
No te vayas minuto con el polen
de mi angustia final hecha milagro,
espera un poco a que le ponga un nombre…

Soledad sin remedio de mis horas
que en roja espuma de dolor se rompen,
y ni a mojar alcanzan mi silencio
con humedad de lágrimas salobres.
Desamparada soledad que me hace
día a día bajar hasta los hombres
a ganarme mi pan con mis dos manos,
negándome el reposo de la noche:
ese subir peldaños de trasmudos
para moler mi trigo de emociones
en los altos molinos de mis sueños.

¡Qué dura tiranía es para el pobre
la del pan que le roba sus poemas,
y le seca el tumulto de sus voces,
y le muerde la sangre con la angustia
del más grande de todos los dolores:
el no poder dejar ni una palabra
de su mensaje eterno entre los hombres!

¿No bastaron los pájaros del cielo,
los inocentes vientos labradores,
la parda tierra y el azul del aire,
a poner en tu esencia el horizonte
de esperanzada luz que no se quiebra,
limpio trigo de amor, para que tornes
a ser después el pan cuya victoria
duele tan hondo en la profunda noche?

¿Qué te costaba ser, trigo divino,
hostia de redención para los hombres?

Por eso aquí, minuto iluminado,
vilano que encintilas tornasoles,
mientras muevo la noria no te huyas,
ingrávido detente, no te poses
en la rama del árbol que envejece.

Ya que has hecho bullir dormidas voces,
agrietando mi angustia desvelada
y encendiendo mi sangre con tu polen…,
espera un poco a que sacuda el polvo
de mis manos esclavas de resortes,
y pueda al fin subir sereno y fuerte
para moler mi trigo de emociones
a los altos molinos de mis sueños.

JUNTO AL RÍO DE AYER

Te llamo y no respondes.
¿Dónde tus pies desnudos hiere la alegoría
de una fuga de rosas?

La aldea de tu nombre con sus claras campanas
sueña bajo las algas. Los cristales opacos
de una selva de arena lloran junto a la orilla.
En mis hombros el río con su luna de antaño
muerde mis ateridos helechos de silencio.

¿Dónde estás, prometida de los tallos del trino,
lumbre de mariposas, llama de lejanías?
¿Dónde tu voz derrumba sus majadas de tibio
color de golondrinas? ¿Dónde? ^Dónde…?

La escarcha
arma sus campamentos en un campo de olvido.

Te sueño en las volandas del milagro de ayer.
Pero el musgo del mundo me agoniza en los labios
y tuerce su ceniza oscura sobre mis ojos.
Panoramas de azúcar para la abeja muerta.
Y esqueletos de flores sobre la teogonía
de mi dolor antiguo, mi juventud trizada
en estrellas de lágrimas y en magnolias de nube.

Muchachita de orquídea,
te busco aun por el alto río de nuestra infancia
bajo un sol de verano con naranjas de amor.

Una blancura, antípoda de tu rubor, intenta
amortajar el aire de tu faz que no quiere
morirse en las heridas del beso que no he dado.

Muchachita de orquídea que en las ramas del río
guiabas con tu brújula celeste mi canoa.
Vieja madera. Brazos. Verde luz. Corazón.

Un ciervo iba bajando laderas de jazmín
con la frente quemada por la luz del crepúsculo.
Pero tú no mirabas, muchachita de orquídea.

Le duele a mi costilla de sueño aún la estría
de tu cintura leve de morena canción.
Aún muerdo tus cabellos y tu voz de caliente
perfume. ¡Eras tan linda! Pero luego, a lo lejos,
te perdí por suaves etapas de calendario.

Por último, a lo lejos, tu faz llena de besos
buscó el nivel remoto de la tarde dormida.

ÓYEME DESDE LEJOS

… Y no me esperes, corazón. Olvida
la morosa costumbre del camino
que a los rosales ígneos de la noche,
con brújula de cantos nos llevaba…

Ya escucho cómo crece
la soledad y el río,
y el páramo que llora
con aterida música de pájaros
muertos antes del alba.

De nada le valió que sobre el trémulo
laberinto de mis venas azules
como un grito rebelde, tan solo grito,
se encendiera tu nombre.

Rodó en la espuma el grito ensangrentado
y el viento herido se alejó llorando.

¡Cómo sube la niebla
por los delgados hilos de mi sangre!

Pronto serán mis labios
una humedad remota de palabras,
y mis ojos carbonos de silencio,
y mis brazos dos llamas amarillas
que abrazaran canciones disecadas
con ceniza de olvido…

Oyeme desde lejos;
y que mi voz se apague poco a poco,
y se disipe al fin como esa brizna
conque el humo se acaba cuando el fuego
le van tirando tierra…

Sigue tú sola. Y si la noche es clara
y si es delgado el aire
y no lo empañan tumbas de suspiros,
ni lo humedecen las lágrimas,
ni lo impregnan aromas mortuorios,
sobre el pulido canto del sendero.
Junto a la sombra del perfil nevado
que de tu cuerpo esculpirá la luna,
florecerá otra vez mi sombra ausente.

Y en los rosales ígneos de la noche,
con el Sur en tinieblas
y el Norte envuelto en estelaria llama
oscilará la brújula del canto
con nuevo ritmo, y se abrirá hacia el alba
para ti y mi recuerdo
la luz de un horizonte innumerable.

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Donaciano Bueno Diez
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Tú que fuiste mi matronaque en tu seno…
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