BARRENDEROS DE MADRID (Mi poema)
Nelly Keoseyán (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA …de medio pelo
 

Barrenderos de Madrid, mis amigos barrenderos,
mi amor por vuestros esmeros, os declaro desde aquí,
siempre limpiando senderos, siempre cuidando de mi
tan solícitos, tan fieros, barrenderos de Madrid.

Desde Alcalá a La Elipa, de Cibeles a Neptuno,
cuando pinta la alborada y el día se despereza,
sois los de la limpieza que hacéis brillar la calzada
con tanto amor, diligencia y destreza cual ninguno.

Recorréis las calles largas sin reparar en el clima,
soportando las borrascas recogiendo hojarascas,
limpiando los basureros. Vagabundos, pordioseros
son amigos pintureros testigos de nuestra estima.

Siempre en el mismo sector que tenéis para barrer
a eso del anochecer, cuando afrontáis la labor
rebuscando alrededor ya empezáis a recoger
los detritus al camión aupando el contenedor.

Mientras la ciudad dormita, barrenderos urbanitas,
sonrientes las estrellitas alumbran vuestra jornada,
vais dejando tan aseadas nuestras calles tan bonitas
para del barniz disfrutar al comenzar la alborada.
©donaciano bueno

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Se corresponde la publicación de este poema en la que el autor trata de trasladar una imagen idílica de estos servidores públicos de la limpieza de la ciudad con la de la realización de una huelga salvaje que tiene sumida a Madrid en la más absoluta suciedad. Lógicamente la actitud de estos trabajadores no se corresponde con la idea que de los mismos tiene el poeta.

MI POETA SUGERIDO: Nelly Keoseyán

Nelly Keoseyán

Amemos, Amado

Amemos, Amado, gocemos
Perdámonos en los profundos bosques verdes
Vaciémonos el uno en el otro
y desprendidos del cuerpo elevemos el alma desnuda
a los confines invencibles del deseo.
Penetremos los límites vastos que dividen el paraíso
y el infierno.
Amémonos, Amado,
Arrojémonos como los heroicos guerreros
como amantes eternos o albigenses
al precipicio y al fuego.
Como amorosas bestias devorémonos
Purificados resurjamos del tiempo
Celebremos ritualmente la fiesta
del nacimiento y de la muerte.
Y como heridos ciervos saciémonos
bebamos del pozo de la vida
agua, dicha intensa.

Salmo

Nunca le pregunté al destino
si me tocaba seguirte.
Simplemente me fui.
Me desnudé y te dije:
bajemos. Metámonos
más hondo en el infierno.
Hagamos ahí dentro en lo obscuro
el paraíso del placer.
Abre la puerta negra
Hurga      Entra
Desciende el misterioso abismo.
Y tu pasión fue mía y tu goce.
Luego te di mi alma y te dije:
Haz de mi fuego el tuyo
Bebe de mí
Muere de amor conmigo.
Te haré mitad demonio y mitad santo
Te saciaré con látigos y con cilicios
Te ataré a la pilastra y al muro
y a la cruz del martirio
hasta que estalles.
Hasta que nazcas por dentro en mí
y en un instante sin fin te fugues
de la cárcel del cuerpo.
Y me arrojé contigo al precipicio.

Canto al amado

A iván, a la pasión de amar

Me has penetrado
has abierto en mi cuerpo una herida profunda
honda como la oscuridad océanica del alma
vacía y vastísima.
Y tu boca es un río que se acaba en mi boca
y mi boca una grieta donde se extingue y renace el universo
y mi vientre una gruta lasciva
un manantial de donde nace el agua subterránea
dadora de nuestro eterno aliento y alimento
y tu espada un rayo de lumbre que me parte
y el amor un astro luminoso que atraviesa la noche
y unifica la carne y el espíritu.
Me has poseído
me has dado fuego infinita delicia y energía
y con violencia y caricias
me has arrancado del sexo la muerte y la vida.

Oración por el cuerpo

Abusé de tí, malamada.
Te maltraté como al peor de los esclavos.
Te obligué a desnudarte ante los otros,
a descender conmigo hasta los bajos fondos.
Eras objeto de saciedad y de goce:
Acudías como una perra obediente a mi llamado.
Cuántos pasaron por encima de ti
como caballos pisoteando la hierba.
Cuántos bebieron de tu simiente
la savia de la sabiduría.
Corté todas las rosas del jardín.
No floreció ni una sola semilla.

He de morir contigo.
Y de nosotras
no quedará ni una huella.

LOS NIÑOS MUERTOS

(Fragmento)

Señoras: enseñen a sus hijitos a cultivar un jardín
y que adoren cada ejemplar de rosa o abrojo
flor de manglar o de monte,
semilla, hoja o polvo.
Digan que la mayor perfección
se da en las obras de la naturaleza
y que les ha tocado reconstruir
lo que los otros destruyeron.

Díganles que en nuestro tiempo la belleza se ha desvirtuado
que la palabra cultura tiene un sentido de culto
a las imágenes que aparecen en las pantallas,
que las pantallas acabarán por enterrar a la palabra escrita,
se borrarán los libros
y la escritura se irá borrando o cobrará otra forma,
como se olvidando la tradición oral,
como se fue perdiendo el arte de tejer
con las manos el techo de la casa,
la práctica milenaria de cultivar la parcela
y dejar a la tierra en reposo muchos años
o la costumbre de amasar cada mañana el pan de cada día.

Díganles que en siglo de la violencia
Ningún ojo imagina paraísos en la pared de su iglesia.
Nos asombra más el ojo que nos desnuda,
El ojo que ve dentro del ojo,
El ojo que nos abre por dentro
Y nos muestra las vísceras,
El ojo que nos engendra en la oscuridad.
El ojo grito que grita:
Despierten, ciegos.
Hasta no verme estuvieron muertos.
Preferimos que el ojo del cielo nos deslumbre,
Que la voz del silencio nos ilumine diciendo:
El alma es negra. O bien:
La mayor perversión es la pureza.
Y que al santo más casto lo seduzca
El fruto insaciable del deseo.

Señoras: díganles a sus hijitas
que gocen,
que digan sí,
que en su cuerpo hay un huerto de fuego y rosas,
un pozo del que se puede beber.
Digan que la vida está hecha
de sucesivas muertes pequeñas
de las que renacemos,
que somos polvo enamorado y fuego,
fuego que nos consume sin extinguirse
cenizas de algo que tiene sentido
porque creemos que lo tiene,
aunque a veces se pierda
entre palabras imprecisas y emociones gastadas,
sea tan absurdo como tirar una piedra y levantarla
una y otra vez, sin preguntar porqué.

EN LA PRISIÓN DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

Hasta un perro encerrado ahí
conmovería.
Hasta una planta sin aire,
sin rendija de luz
ni gota de lluvia
que se filtrara en los muros,
agotaría su savia y sus raíces.
Hasta un gusano
haría lo posible por escapar
de tu mísera celda.
Pero en la oscuridad
tus ojos veían la otra luz:
una llama de amor viva
en tu interior ardía
sin consumirse,
velaba por ti
como la sombra protectora
de un ángel invisible.
Y tu pasión era fuego en el hielo
de tu carne y tus huesos.
Y le cantabas al sol.
Porque por vivir preso
en un cuerpo que moría
enamorado del amor divino,
no había mar más azul
que el que veías
cuando lo buscabas en ti
por dentro.
Ni montaña ni cielo
más alto que tu paraíso.

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Donaciano Bueno Diez
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