BISOÑOS (Mi poema)
Juan Íñiguez Vintimilla (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

¡Oh, esos imberbes voceros
que fueron contrapoder,
ahora que tocan poder,
esos mismos, los tuiteros,
de su soflamas fuyeron
y se olvidan del ayer!

Ese ayer que les persigue
y al que algunos ya olvidaron,
del que raudos se excusaron
está ahí. Y sigue y les sigue
y en la memoria pervive
aunque borrarlo intentaron.

Niños con zapatos nuevos
faltos de alguna experiencia
su gran arma, la ocurrencia,
será pasto de sus cebos,
ciudadanos, los recebos,
a dios le piden clemencia.

¡Ojo! que vienen los buenos,
santos y predicadores
que van repartiendo amores
pero dinero algo menos!
¿donde habrá tantos terrenos
para abonar tantas flores?

Porque lo que es producir
nunca produjeron nada
pues gastaron la jornada
en aprender a vivir
del erario. Y resistir
al que entonces les mandaba.

Ahora que ya son la casta
que tienen que gobernar
discuten como mandar
y al que opine a decir basta.
Pasan que ésta sea nefasta
pues lo suyo es predicar.
©donaciano bueno

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Dedicado a ese equipo de bisoños concejales del grupo Ahora Madrid que han sido el contra-poder y ahora, que tienen que ejercerlo, se ponen serios y quieren huir y borrar su pasado. Ironía de la política. Demuestra las miserias e incongruencias de los seres humanos.

MI POETA SUGERIDO: Juan Íñiguez Vintimilla

Juan Íñiguez Vintimilla

La confesión del poeta

¡Placer! yo soy ministro de una Deidad muy triste:
No quiero que me busques… ¡Ni que me nombres quiero!
Proscrito a las regiones donde el dolor existe,
como hijo de la Gloria, ser repatriado espero.

Me faltan los brocados que gastan los que tienen
en tus banquetes puesto; carezco de los dones
soberbios de las minas; mis obras no entretienen
a los que el alma llevan nublada de pasiones.

Apóstol de mi culto, las lágrimas recojo,
venero los andrajos, deploro el mal ajeno;
los tronos me repugnan, me ofende el manto rojo,
las conveniencias odio, sólo amo lo que es bueno.

No sé doblar el dorso, ponerme de rodillas,
besar pies que degüellan… ¡De hinojos solamente
a Dios!… ¿Por qué camino podré ganar orillas
al lucro y la privanza, sin empolvar la frente?

En esta cumbre austera, en donde aislado vivo,
pan falta y frío sobra, pero hay independencia:
se vive como pobre, mas no como cautivo;
y al oro con deshonra, ¡prefiero la indigencia!

Abajo, en sus orgías, están las cortesanas
jadeantes bajo el peso de sus joyeles de oro;
están esos galanes, si rubios, si de canas,
que nunca conocieron honor, fe, ni decoro.

Están los que por vida traducen el sentido;
los que los ojos tienen para la luz cerrados;
las hijos de Epicuro, que aprecian lo vivido
por esa cifra negra, baldón de los honrados.

Allí, galones de oro traiciones simbolizan;
la seda cubre llagas, la adulación rencores;
las frentes más alzadas de sombras se matizan,
naufragan las conciencias y medran los errores.

Aquí, en mi aislamiento, do vivo solitario,
hermano de las alas, del Arte sacerdote,
me embebo en el excelso sistema planetario
de aquellos que no llevan sino la luz por dote.

Notas y colores

Recuerdo esa tarde, cuando el sol moría
cobijando al mundo con tibios reflejos;
sentados yo y ella de un árbol al trono
me preguntó trémula lo que era un beso…

Callé. De las ramas del árbol, la noche
colgó sus crespones en rededor nuestro;
su mano en mi mano, su boca en mi boca,
por largos instantes guardamos silencio.

¿Ya sabes — le dije volviendo del éxtasis —
lo que ha sido el beso?
De nuevo sus labios uniendo a los míos
me dijo temblando: ¡ahora sé menos!

CANTO PRIMERO

…. deja que la voz de una flor sea para tí el oráculo de los dioses: ¡Te. ama!
¡Comprendes lo que indica? ¡Te amo!
GOETHEl!

Y regresas, Clotilde ! …. Tu memoria
que inmortalice quieres! …. Nuestra historia
más digna es del laúd que de la pluma.
Florezcan en tu ruedo mis canciones,
cual del mar en las grandes convulsiones,
brota el acíbar hecho flor de espuma.

Acércate algo más: que .de tu aliento
el contacto me inflame el pensamiento,
y· blancas, limpias, tersas, transparentes,
emerjan mis estrofas en hilera,
como cisnes que ganan la ribera,
saliendo de mitad de las rompientes.

Junto a ti todo, todo y sin medida:
extraer sangre de la exhausta herida;
atizar el incendio que me abrasa;
en Timas de oro transformar mi llanto;
dar a mi noche el esplendor del canto;
despedir luz para mostrarme brasa …..

Recuerdos! Silenciosos roedores
de las almas! volviendo a los hervores
de vuestra hambre primera, nuevamente,
a despertar las notas de mi sistro,
traédmelo al Dolor, ¡ese ministro
de todos los prodigios de la mente!

Y Tú, la de Valclusa Musa austera,
¡en el amor y en el dolor primera!
dale divina entonación a mi estro,
y por la senda guíame del Arte,
hasta poder un día coronarte
de laureles en flor como el Maestro.

Mas por dónde empezar? Dónde la nota
que funda en armonía cada gota
de este libro de lágrimas? ¡Amiga,
el Cielo me devuelve a tu cariño,
para que en ti halle, como inerme niño,
luz a mi ansia y reposo a mi fatiga!

Cual si tú no estuvieras a mi lado,
del mar de oscuridad de mi pasado,
extraeré la perla de tu historia;
y en santa comunión daré a los pocos
a quienes llama la ignorancia locos!,
porque son los ungidos de la gloria.

Corría el mes de Agosto. En la ribera
del rubio Yanuneay, por vez primera
nos vimos, al cruzar una enramada:
botón de rosa que recién se abría
a la luz ella; yo, en mitad del día,
llevaba el corazón en la mirada.

Cascada de tinieblas el cabello,
albura presta al redondeado cuello
y marco al rostro en destellar de auroras,
los labios de promesas expresivos;
los ojos -negros, grandes, pensativos-
cual de todas las grandes soñadoras ….

Un sonreír de perlas y rubíes,
solo soñado en náyades y huríes;
unas maneras nobles, atrayentes;
unas manos tan. blandas y tan suave …
más suaves que el plumaje de las aves,
chiquitas, hoyueladas, inocentes.

Princesa en su sexso, su realeza
ostenta en su estructura. de princesa:
curvas que alternan; firmes redondeces
que el vestido subleva y escultura,
y adentro, la potente levadura
de los quince años en constante creces.

Acudía, por verla, cada tarde
a su quinta; y, del sol con el alarde
postrero de los últimos reflejos,
sin valor para entrar, los derredores
rondaba, simulando coger flores,
y temblaba mirándola de lejos.

Tardes del tiempo aquel! En la memoria,
como páginas vivas de su historia
las guardo. Me parece que aun veo
el campo enfermo, el río tan escaso,
que solo enseña piedras, y en ocaso
del sol agonizante el parpadeo.

Las nubes, de dolor, el horizonte
dejan; se agrupan; lloran sobre el monte,
y, luego, en desbandada, de una en una,
se esfuman en la sombra, sin ruido,
en tanto que su rostro desteñido
de esquiva doncellez muestra la luna.

A su luz, tras las tapias del cercado
la vez primera hablamos. Agobiado
un sauce nos cubría con sus ramas.
Después que oyó mi confesión, -No puedo-
murmuró- decir nada : tengo miedo
que no sea verdad que en verdad me amas.

-Por· esta cruz de Dios!- clamo al instante;
pero en vano: se encuentra ya instante.
Cual nimbo de luz blanca, que la brisa
lleva, atraviesa el campo adormecido;
y, sin chafar la hierba, su vestido,
como aura embalsamada se desliza.

Habíase callado, y yo la oía;
habíase perdido, y la veía.
El sauce cabeceaba con rumores
de suspiros de amor, y el aura, suave,
me besaba, me besaba como sabe,
cuando les lleva polen a las flores.

En los claros del cielo, los luceros,
igual que diminutos agujeros
del palacio del sol, su broche ·de oro
abrían titilando; en el fecundo
tálamo de la sombra, sobre el mundo,
el amor derramaba su tesoro ….

Marché como un sonámbulo, embebido
en éxtasis de ensueño no sentido
hasta· entonces jamás. Naturaleza,
en lengua misteriosa de druida,
salmodiaba en mil formas a la vida,
que es en cada latido una promesa.

Agitaba el calor de sus acentos,
mi colmena interior de pensamientos,
como aliento de sol regado en torno;
dormir me era imposible: en mis entrañas
palpitaba Afrodita, y sus marañas
sofocante¡; tendíame el bochorno.

La soledad es mala compañera
del amor y la vida …. Primavera,
tú lo sabes mejor! Tú tren de flores,
gemas, y linfas; cánticos y trinos,
acusan, de la vida en los caminos,
al velo y el sayal, de desertores!

Entre proyectos a cual más risueños,
decidí, como flor de tantos sueños,
para rendirla, visitar. su quinta.
Era ya medio día, el sol caldeaba;
y por tras de los· montes asomaba
de blancas nubes una leve cinta.

Fingiendo estar de caza, la escopeta
al hombro, lleno de ansiedad secreta,
llegué …. En el corredor de ancho ladrillo
embaldosado, en un sillón de cuero,
en desgaire de campo, un caballero
circunspecto, fumaba su pitillo.

Era su padre. Me tendió la numo, ·
y me invitó a sombrar. Cuadro de llano
el patio, un marco de árboles encierra.
Debajo de esos árboles, dañinas,
en el suelo,· una banda de gallinas,
haciendo hoyos, bañábase con tierra.

Al expresarle mi deseo. -Es raro-
me dijo- que un poeta, sin reparo,
haga de cazador. ¿Qué mal le han hecho
las pobres aves? Si mi compañía
prefiriera a su afán, le contaría
un suceso. -La sombra de su techo-

le interrumpí- me es preferible a todo.
-Gracias, mil gracias-, ·exclamó- de modo
que obligado me queda, desde ahora,
a salirse veraz. Me encargo de ello.
Y un apretón de manos fue aureo sello
para ese pacto de fulgor de aurora.

Acaso comprendiendo mi extrañeza
de verlo solo, con leal franqueza,
me insinuó: -La familia bajó al río;
no dilata en volver. -Me será grato
-contesté- saludarla. -Haga usted rato-
replicóme- escuchando el cuento mío.

Entre tanto, las nubes que al comienzo
del día fueron cinta, ya son lienzo,
y entoldan la mitad del horizonte.
Juega el viento en revueltos torvellinos
y templa sus bordones argentinos
la tempestad ·sobre el lejano monte.

Pues, yo también, me dijo, encabezando
su relación, fui afecto a cazar, cuando
joven. Salí con un amigo un día!
Habíamos andado sin destino.
El sol ya terminaba su camino,
y mi escopeta como fue volvía.

Cruzábamos el campo somnolente,
de regreso al hogar, y, derrepente,
entre un rastrojo una torcaz …. A gatas
me acerco, y …. ¡Pum! -¡Te juro que va herida!
-grita mi compañero; y, en seguida,
salvamos cercas, pampas y jaratas.

¡Cómo dejarla, si era la primera?
De un sauce se ocultó en la cabellera ….
Se asilaba a morir! Al pie llegamos
del árbol corpulento, y un ruido,
como el que hacen los pollos en el nido
cuando llegan los padres, escuchamos.

No bien lo percibiera, estuve encima ….
y …. ¡Qué cuadro, Dios santo! ¡Era una sima
de dolor! ¡Pobre madre! Había muerto
cubriendo el nido amado …. Los pollitos,
anegados en sangre, los piquitos
levantando, gemían en concierto.

La escena me abrumó: reo y testigo,
el arma infame regalé al amigo
y no he vuelto a cazar. -Es un poema-
exclamé conmovido. -Es solo el hecho,
me replicó- pero le doy derecho
para que usted lo adopte como tema.

Al concluír su relación, el seno
de las nubes rasgó el rayo, y el trueno
retumbó. Era hora de marcharme. -En vano
se empeña usted -me contestó- no tarda
la tempestad. -Quien la huye no la aguarda-
le observé, en pie, tendiéndole la mano.

-Llueve ya!- Y en el campo, goterones
caían. Cada vez las tronazones
eran más recias …. Casi a la carrera,
ella y su madre, mano en los sombreros,
por la calle asomaron de gomeros,
suelta al viento la negra cabellera.

¡Qué hermosa estaba bajo la negrura
de su ala de cabellos! …. La ternura
que, de encontrarme, se pintó en sus ojos!
Pretendimos fingir indiferencia,
y a nuestro afecto dieron evidencia
la mutua turbación y los sonrojos.

Me halló la luna allí. -Juré que la amo;
y, al despedirme, deslizóme un ramo
entre los dedos. Una vellosida
y un heliotropo, en maridaje bello,
ligados por una hebra .de cabello:
confesión, a la vez que despedida.

De Gloria Suprema

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Autor

Donaciano Bueno Diez
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