UN BURDEL (Mi poema)
Guadalupe Grande (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Panfletos y pregones y sermones,
promesas y de dádiva excrementos,
chismes, bulos, mentiras, de conventos
engaños todos son sin distinciones.

Gran chusma de letrados peleones,
de falsos mediadores salvavidas,
bruñidores de ofrendas incumplidas
por falsarios, fulleros y ladrones.

Corriendo por la calle van, piejosos,
aulladores, taúres sin decencia
dispuestos a robarnos los despojos.

Burdel es de gandules y viciosos,
matasanos que aumentan la dolencia,
sabuesos, malandrines y tramposos.
©donaciano bueno

Se trata de un poema social en el que trato de retratar la parte más mala de la sociedad. Lógicamente, existe otra cara de la moneda. A Dios, gracias

MI POETA SUGERIDO:  Guadalupe Grande

Instante

Caminar no es suficiente
el polvo del camino no hace vida
La mirada se aleja
Agua sobre el papel
y espuma sobre la palabra

Eres una grieta en el tiempo, Padre:
nada en ti dura y todo permanece.

Pronunciar la primera palabra
y acudir el desastre fue todo uno,
en aquel instante en que te dibujamos
el rostro de los días.

No pudo ser,
nunca pudo ser,
nunca habría podido ser,
y sin embargo, tenaces son las sombras
en su vocación de carne,
obstinado su aliento
y terca su palabra.

Vivir no tiene nombre.

La ceniza

Diccionario inventario
lista número preciso
cómputo de un idioma
que no podemos entender

Digo que no existe el olvido;
hay muerte y sombras de lo vivo,
hay naufragios y pálidos recuerdos,
hay miedo e imprudencia
y otra vez sombras y frío y piedra.

Olvidar es sólo un artificio del sonido;
tan sólo un perpetuo acabamiento que va
de la carne a la piel y de la piel al hueso.
Así como las palabras primero son de agua
y luego de barro
y después de piedra y de viento.

La huída

Vivimos como de prestado
vivimos como sin querer
vivimos en vilo y nuestro destino es la espera
vivimos fatigados de tanto sinvivir

Huí, es cierto.

Huir es un naufragio,
un mar en el que buscas tu rostro, inútilmente,
hasta convertirte en náufrago de sal,
cristal en el que brilla la nostalgia.
Huir tiene el olor de la esperanza,
huele a cierto y a traición,
se siente vigilado, está perdido
y no hay ningún imán que guíe
su insensato paso migratorio.
Huir parece alimentarse de tiempo,
respira distancia y mira, desde muy lejos,
un horizonte de escombros.
Huir tiene frío y en la piel de su vientre
resuenan palabras graves valor asombro lluvia.
Huir quisiera ser un pez abisal que ha llegado a la superficie:
despues de tanto oscuro,
de tantos siglos anegado en la profundidad,
brillan las primeras gotas de luz
sobre su lomo albino de criatura castigada.
Pero huir es un naufragio
y tu rostro un puñado de sal
disuelto en el transcurso de las horas.

El rastro

Somos materia de extrañeza
quién nos lo iba a decir nosotros
que hemos sufrido tanto
Pero nuestra memoria no arde
y ya no sabemos morir

Memoria de la vida,
memoria de los días y la vida,
cuchillo que abre el mundo
esparciendo unas vísceras que no consigo descifrar.

Memoria de las tardes y la luz,
alumbras la mirada
eres el vigía implacable,
la brújula severa, el testigo carcelario
que anuda el tiempo en su mazmorra.

Qué buscas, memoria, qué andas buscando.
Me sigues como un perro hambriento
y tiendes a mis pies tu mirada lastimera;
husmeas, perniciosa, en el camino
el rastro de los días que fueron,
que ya no son y que jamás serán.

Te arropan los andrajos de la dicha
y la desolación te ha vuelto precavida;
memoria de la vida, memoria de los días y la vida.

Azogue

Vivimos de costado
pasamos de puntillas
Gracias a dios nadie quedará para recordar
en nombre de quién
habrá de dirimirse la venganza

Cuando el tiempo se escapa sin rostro de las manos
dejando un polvo amarillo en el azogue
es menester estar atentos.
Cuando los días huyen a hurtadillas
despreciando nuestro estupor
(mientras se pudre el grano en el almiar)
es menester ser precavidos.
Cuando la vida se oculta en los rincones
y no hay perro de caza que pueda hallar su rastro
solícitos acudimos a las puertas del miedo.

El bosque de certezas ardió hace tres noches.
Y yo he venido a pregonar
la escarcha de la duda.

Meditación

Aturdidos de tanto saber
y de no entender nada
las cenizas de la memoria
se esparcen en el aire

Una cucharada más de polvo,
tan sólo otra cucharada de nostalgia.
Abre la boca, niña, come y calla.
Cruel alimento es la nostalgia,
naufragio desolado de la vida,
espejo injusto e insaciable.

Otro bocado más, niña, mastica y traga.

El vuelo

La vida nos sabe a poco
el mar no nos basta
Somos un signo de interrogación
que ha perdido su pregunta

Y sobre todas las tristezas
el vuelo ensimismado del trapecio

-pronuncié tu nombre más solitario
tu nombre hecho de ausencia
mínimo conjuro de sílabas que nombra
la falta sin límites de tu tamaño
palabra inhóspita que lleva
a una región de aire
en la que el equilibrio es un calvario

-conozco bien esta vocación de aire
esta opulenta miseria
este esplendor de la tristeza
este ultraje de las redes y del tiempo
Conozco bien el desatino
de las palabras que nombran las ausencias

Huir es regresar eternamente.

Junto a la puerta

La casa está vacía
y el aroma de una rencorosa esperanza
perfuma cada rincón

Quién nos dijo
mientras nos desperezábamos al mundo
que alguna vez hallaríamos
cobijo en este desierto.
Quién nos hizo creer, confiar,
—peor: esperar —,
que tras la puerta, bajo la taza,
en aquel cajón, tras la palabra,
en aquella piel,
nuestra herida sería curada.
Quién escarbó en nuestros corazones
y más tarde no supo qué plantar
y nos dejó este hoyo sin semilla
donde no cabe más que la esperanza.
Quién se acercó después
y nos dijo bajito,
en un instante de avaricia,
que no había rincón donde esperar.
Quién fue tan impiadoso, quién,
que nos abrió este reino sin tazas,
sin puertas ni horas mansas,
sin treguas, sin palabras con que fraguar el mundo.
Está bien, no lloremos más,
la tarde aún cae despacio.
Demos el último paseo
de esta desdichada esperanza.
De: «El libro de Lilit»
Ed. Renacimiento – 1996©

Bodegón

Las nueve y la cocina está en penumbra:
estoy sentada ante una mesa tan grande como el desierto,
ante unos alimentos que no sé cómo mirar,
y si les preguntara, ¿qué me contestarían?

Son naranjas de una cosecha a destiempo,
mandarinas sin imperio,
acelgas verde luto,
lechugas verde olvido,
apios sin cabeza,
verde nada,
verde luego,
verde en fin.

(Bandejas de promisión
en el condado del desamparo.)

La tarde se dilata en la cocina
y aquí no llega el sonido del mar.
La soledad de las naranjas se multiplica:
no hay pregunta para tanta opulencia,
aquí, en la serenidad de esta banqueta de tres patas,
rodeada por una muralla de mandarinas huérfanas,
una legión de plátanos sin mácula,
un bosque de perejil más frondoso
que la selva tropical.

Alimentos mudos y sin perfume:
os miro y sólo veo una caravana de mercancías,
el sueño de los conductores,
una urgencia de frigoríficos
y un rastro de agua sucia atravesando la ciudad.

Es tiempo de la cosecha del humo
Ha llegado el momento de trasegar con la ceniza hacer pan con las pavesas y repartir esta ausencia que nos queda entre las manos Es un epitafio el rostro de los días

Y también mi rostro es un epitafio
unas pálidas palabras que una vez estuvieron llenas de furor y ardieron con más tenacidad que tu rencor Padre

Era necesario quemarse era necesario dejar que ardiera mi rostro de boca en boca hasta llegar al hueso y luego calcinarlo hasta llegar al humo y su desolación

Vino antes el vuelo de las polillas y mi nombre se preñó de oscuridad. Dicen que he engendrado la estirpe de la furia pero no lo creo así
No toda oscuridad es alimaña ni toda luz arcángel

Mi rostro es un epitafio mis palabras se han deslizado en el desierto dejando unas huellas que son harapos de fugacidad unas huellas más temblorosas que el diminuto rastro del escarabajo sobre la arena

Inauguré un páramo en el que impera el aliento del desahucio

Lo que una vez fue irreverencia es hoy amargo cansancio

Oficio de crisálida

Durante un tiempo estuve muerta:
hubo hambre y cansancio,
y el sonido del mar y el aroma de los alimentos
y la luz de la vida poblándose, reuniéndose;
pero algo estuvo muerto.

(nada existe más allá del instante
nada germina nada surge
las horas pasan sin hacer ruido
niebla que empaña cuanto toca)

Fue imposible rastrear los pasos en el tapiz
y ni siquiera hubo obstinación,
pues lo primero que un muerto pierde es la memoria;
comencé a olvidar sin ningún plan ni itinerario
y no hubo signo premonitorio
que advirtiera la llegada de esa calamidad.

(acariciaste mi sombra afanosamente amor
pero entonces ya estaba muerta
hilachas de deseo en la piel y espuma muerta en
la boca
que estar muerto es triste y dura mucho e indigna a
quien lo presencia)

Durante un tiempo estuve muerta
como una crisálida guardada en una caja de cartón,
detenida en el umbral, olvidada del gusano y de la mariposa.
Instante perpetuo, cómo duele despertar de tu sosegada indiferencia,
de tu dócil y atónita bondad.

La vida nos sabe a poco
el mar no nos basta
Somos un signo de interrogación
que ha perdido su pregunta.

ECO

I
Sucede en el sonido de tu pecho
que recorre las paredes del patio

No puedo verte

Es el sonido hueco de tu pecho,
en su eco de semilla y arcilla
que germina en las paredes del patio
y en su vuelo
enluta de verde las cuerdas
de la ropa recientendida.

No puedo verte

Sólo escucho el sonido de tu pecho
tu legado de ramas,
tu memoria de polen y de insectos

II
Pero ahora es este patio
Este patio y sus ventanas
Este patio y los vencejos.
Este patio y su sonido:
El río interminable de los grifos,
la lluvia que ahora hierve en el aceite,
los timbres, el teléfono, las puertas,
la bruma que descansa en la nevera,
lavadoras, sartenes, tenedores,
tartamudos utensilios en el hueco de tu pecho

III
En el sonido de tu pecho extraño
todo es nostalgia.
Queda todo tan lejos.
Queda todo al otro lado del mundo,
al otro lado del televisor,
al otro lado de los arbustos y la memoria verde,
al otro lado del patio,
justo al otro lado,
allí donde las orquídeas se tienden
a llorar
por una muerte oscura de sartenes.
Nostalgia excéntrica en tu pecho,
Nostalgia verde de lo que nunca hubo,
Terrible nostalgia torrencial.
Nostalgia de lo que no habla y vive.

IV
Así, entre tus plumas
Así en el sonido de tu pecho
y así en las jaulas de ese idioma
que no sabemos ver
mientras
«yace la vida envuelta en lo alto olvido»
De «La llave de Niebla», Ed. Calambur, 2005

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Donaciano Bueno Diez
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