¡Qué jauría salvaje! La oigo rugir
y estoy ausente, sola, tan ajena.
Los chacales que rondan en mi noche
no tocan, no desgarran; sólo acechan.
Sí, tú, diente feroz, podrida hiena,
que con tu agudo hocico
olfateas mi huella.
Oh, padre, padre amado, cuánto ansío tu mano
sobre mi cabellera.
Oh, dulce amigo,
arrebatado a mí por la tormenta,
rompa tu fuerte abrazo
este anillo de llamas que me cerca.
Y tú, muerte que retrocedes,
ven, acércate, hiere!
que tu río me invada, me avasalle,
y me arrastre por siempre entre su gleba.
EL ESPEJO
A José Echeverría
Hacia adentro, muy hondo,
donde la risa tiene el temblor del sollozo,
donde los ojos miran sin temor de mirarse,
me contemplo al espejo de imágenes borradas,
y ya no sé quién soy,
ni qué río me arrastra,
ni qué fulgor me ciega.
Quisiera huir donde el sol consuma
los ríos de mi sangre,
donde el mar incansable
sus espumas levante,
donde el viento, con bárbara armonía
cante, y cante.
LIED
Estás en mí. Desde mis ojos miras
estas suaves colinas en que flota la niebla.
Ausencia. Soledad. Cae la tarde.
Desnudo vaso tuyo: va tu sangre en mis venas.
Cruza el río el paisaje como un adiós,
cansada voz eterna.
Como un río en mi sangre va tu sangre.
Juntos volvemos por la noche inmensa.
PLEAMAR
Inmóviles las manos, el cuerpo abandonado,
así, cerrar los ojos y dejarse abatir por la tormenta.
Antiguas voces llaman. Ya no es hora.
Sangre, amor, amistad, ternura, ¡fuera!
No quiero vuestros rostros de alegría,
vuestras sedientas máscaras de cera.
Dejadme así, tan sola, primitiva, salvaje,
dueña de mi coraje y de mi fuerza.
El aluvión me arrastra;
en él, alegre, quieta,
camino hacia la muerte.
Aquí, junto a esta puerta,
aquí llamo llorando.
Aquí sin cuerpo llego,
perdida de mí misma,
perdida de mis pasos,
de mi voz, de mi alma,
con un sabor de muerte
entre los labios.
Y tú tienes un verbo sin palabras,
una luz cegadora,
una sombra que es áspera,
un hálito de nieve,
un tiempo todo llagas.
Y estoy aquí llamándote
como la frágil caña
cuya ceniza un soplo desparrama.
UNA VOZ
His voice was like the voice of my own soul.
SHELLEY
Sabía que existía esa voz,
esa clara voz mágica;
que me estaba llamando
con las varas del mimbre
detrás de las nubes,
cerca de las estrellas rezagadas.
Sabía que venía,
corriendo sobre el viento
para besar jugando mis cabellos.
Tanta sombra y ceniza.
Tanta noche.
Ya no puedo escucharla.
Y todo me parece de raíz arrancado,
campo de sal, abierto páramo,
camino,
camino con mi sangre comprado.