LA MALDAD (Mi poema)
Jacinto de Evia (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA …de medio pelo

 

Escúchame maldad, tu indiferencia
no podrá doblegar mi pensamiento
ni aunque añadas bondad al sentimiento
y justifiques de dolor su ausencia.

No has de conseguir pida clemencia
pues tal iniquidad y tal pericia
capaces son, tal llenas de malicia,
de al mal inocular malevolencia.

No tienes compasión, piedad no tienes,
eres perversa, mal nacida e inmoral,
no tienes caridad, tú, flor del mal,
presa estás del capricho tus vaivenes

¿Mas que sería sin ti del pobre bien?
¿en dónde él colgaría sus laureles?
Si tú no estás, qué sirven oropeles,
en los rieles moriría bajo el tren.

El mal y el bien son dos hermanos
por antojo de azar mal avenidos;
pues que imposible es lograr sean amigos,
al menos que se cojan de las manos.
©donaciano bueno

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En la vida los valores no tienen sentido sin un punto de referencia con el que comparar. Así, alta-bajo, listo-tonto…etc…Lo mismo le ocurre a la maldad y ésta es la razón por la que su existencia se hace necesaria.

MI POETA SUGERIDO:  Jacinto de Evia

Sueño amoroso

Con qué gusto entre los brazos
de Nise gocé un favor,
que eterno juzgó mi amor
por ser de tan fuertes lazos:
mas, ¡ay!, que breve los plazos
llegó mi dicha a gozar,
pues sólo vino a estrujar
del alma tan dulce empeño,
en breves sombras de un sueño
que se acabó al despertar.

A una rosa

Sol purpúreo de este prado
que en los rayos de tus hojas
si das envidias al sol
ofreces lustre a la aurora.

Los jilgueros de este valle
festejan tu hermosa pompa,
y admirando tu beldad
por dulce objeto te rondan.

Todos tu carmin nevado
labios de coral los nombran,
y el rocío que te esmalta,
dientes que guarda tu boca.

Uno entre otros lisonjero,
o se atreve o te toca,
queriendo beber el ámbar,
y el rocío de tus hojas.

Si fiado (ignoro) en sus alas,
o en favores que le otorgas,
por descanso de su vuelo
escoge tu airosa copa.

¡Oh qué requiebros te dice!
y aun con ellos enamora
una azucena, que al lado
te acompañaba gustosa.

No sé si a su dulce acento
fuiste insensible o sorda,
o a sus importunos silbos,
como a los vientos la roca.

Mas no, ingrata, bien oíste;
(¡oh cuántos celos me ahogan!)
pues espinas que te guardan
no te esquivaron honrosas.

¡Oh qué escarmientos me enseña
esa tu inconstancia loca!
no pienso prendar el alma
de otra flor ni de otra rosa.

Qué mal se guarda la belleza
en el campo se ostenta hermosa;
que como muchos la miran
su beldad alguno logra.

Ya la cítara que un tiempo
te celebraba gustosa,
como está triste su dueño
gime también ella ronca.

Mas ya la pienso quebrar
de mi firmeza en la roca;
y pues ya no pienso amar,
tampoco cantar me importa.

Romance

Si esta ciudad de tu ingenio,
oh Arvildo, luces gozó,
el cielo de Catalina
goza hoy también tu esplendor.

Y porque explayas tus rayos,
a vista del mismo sol,
entre accidentes los suyos
benigno Cristo ocultó.

Si Juan del Cordero sacro
fue la voz que le anunció,
hoy de un Juan y este Cordero
feliz anuncio es tu voz.

Con que al mesmo tiempo logras,
no sólo del Verbo Dios,
pero de la voz también
ser eco y aspiración.

Si el vergel de Catarina
se esmalta de tanta flor,
el Favonio de tu aliento
fragancias hoy respiró,

siendo tu elevado ingenio
la abeja, que en su candor
néctar estudia sagrado,
por paladearnos mejor.

El paladar delicado
es el convidado hoy,
que como es manjar de sabios,
es muy sutil su sabor.

A un puquio o manantial, que se halla en el valle de Lloa, a las raíces del monte de Pichincha.

A la raíz de un monte excelso
un humilde valle alberga
cristal mucho en breve espacio,
hijo altivo de una peña.

De tan soberbio presume
que desconoce la tierra,
y en los saltos repetidos
esfera en el aire anhela.

¡Oh qué ufano se halla
el prado del cristal con la soberbia!,
pues de un ojo de sus aguas
por Polifemo se ostenta.

Y al Polifemo del cielo,
que de luces se alimenta,
le arrojaba las de nieve,
por batirle aun en su esfera.

Cielo se halla del bosque,
y tan dueño de las selvas,
que el registro de su vista,
la más oculta penetra.

Tan bella copa al subir
hace el puquio, que creyera
Que hay árboles de diamantes
como de esmeraldas tiernas.

En dos ramos se dilata
el tronco, que la sustenta,
y en sus repetidas flores
al Abril y Mayo albergan.

Tan esmaltados se miran
de su florida belleza,
que entre el verde de sus hojas,
sólo lo vario se apuesta.

Munición de argentería
contra las plantas asesta,
porque pretende de Flora
ser martinetes de perlas.

Y aun la mano de marfil,
como anillo se la arrea,
siendo engaste la esmeralda,
y él el diamante a quien cerca.

También recama el vestido
con la plata de sus venas,
aprisionando en mil lagos
matices que la hermosean.

Dos cintas de resplandor
en dos corrientes despeña,
para que en cárcel de vidrio
sus vistosas hebras prenda.

Aqueste cristal un valle juzgo
que avaro le niega,
porque, a conocerle Apolo,
mucho Hipocrene perdiera.

Y en los dos montes de Quito
su Parnaso repitiera,
en cuya cumbre sus cisnes
dulcemente se aplaudieran.

De aqueste pecho de plata
suave néctar recogieran
las Musas, y en él lograran
sus alumnos las cadencias.

Divulgue, pues, ya la fama
sus corrientes, que a su empresa
anhelaran mil Virgilios,
mil Orfeos, mil sirenas.

A dos arroyos que nacen de una peña, y a otro que se destila de otra en forma de pluvia.

Mucho cristal en su seno
concibe una adusta peña,
y ya dolores de parto
en quejidos roncos muestra.

Todas las Ninfas del bosque
que le asisten en su pena,
le anuncian que dos arroyos
en cruel batalla le aquejan.

Por gozar el mayorazgo
sin duda de aquella selva,
que la ambición, aun en riscos
no falta quien los fomenta.

Su pecho en dos partes rompen,
nadie cede en la contienda,
y escamados vivoreznos
materno fuero atropellan.

Y por verse ricos de aguas
más altivos se despeñan;
a que impele el precipicio
cuanto es mayor la riqueza.

Un río que, caudaloso,
aqueste orgullo contempla,
breve muerte entre sus aguas
A su sobervia apareja.

Hallando en su propia infancia
su cuna tumba funesta;
¡oh qué de altos pensamientos
su fin al principio encuentran!

Una peña, que cercana
miraba aquesta tragedia,
trasuda en menudas gotas,
tanto este susto la aqueja.

Lágrimas serán sin duda,
con que su malogro endecha;
que llanto aun de un pedernal
saca la desdicha ajena.

Y si es que hay terrena nube,
advertido yo dijera,
que no el cielo ya en las plantas,
mas el suelo llueve en ellas.

Y aun hay quien diga que es nácar,
en las que conciben perlas,
y en ricas sartas el bosque
ciñe su madeja crespa.

Aprisionando plumajes,
que de esmeralda la arrean;
que aun lo insensible las galas
vanamente hoy aprecia.

El dueño de aqueste sitio,
Flora diré, ya más bella
que esotra, más casta Venus
que la que Chipre celebra,

de este llanto compasiva
ataja en curiosa senda
aquel cristal malogrado,
que antes vano se despeña.

Con que apacible en sus ondas
más advertido pasea
por celosías de flores,
por enrejados de hiervas,

fabricando en breve espacio
a esta Flora y Venus nueva,
de oloroso jaspe casa,
en que siempre el Mayo alberga
,
donde su consorte amado,
donde sus dos hijas bellas
logran en lazo amoroso
dichas que el cielo las feria.

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Donaciano Bueno Diez
Jacinto de Evia
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