MIS PASEOS POR MADRID (Mi poema)
Álvaro Macías Rondán (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Paseando voy la vida por la ciudad,
los pasos van pasando por mi sendero,
de lo que antes anduve ya nada espero
que ahora voy mendigando la caridad.

Mientras voy caminando pienso en las prisas
que antaño provocaran mi desespero,
van recuerdos lanzando desde mi albero
entre llantos y risas algo imprecisas.

Observo lo que acontece a mi alrededor
ando tranquilamente, subo las cuestas,
aun cuando ya ágil no estoy, que no hago apuestas,
contando los pasos sigo con gran ardor.

Como pasan los coches, pasan las horas,
las gentes van pasando con sus mochilas,
hoy ya las emociones vagan tranquilas
destilando suspiros por sus esporas.

Todo va acelerado, raudo aquí pasa,
cual si anhelar quisiera tocar el cielo,
sólo ya voy rumiando mi desconsuelo
pues los sueños murieron y el sol ya abrasa.
©donaciano bueno

Mi opinión: Madrid es una fantástica ciudad para pasear, no puedo decir lo mismo para trabajar y tener que ir de un lado para otro haciendo. Si lo sabré yo.

Madrid, castillo famoso
que al rey moro alivia el miedo,
arde en fiestas en su coso,
por ser el natal dichoso
de Alimenón de Toledo.
(Nicolás Fernández de Moratín)

MI POETA SUGERIDO:  Álvaro Macías Rondán

DESTINO DE SAL

Otra vez aquí, en el destino
en este cruce de uñas, en este secarral de lágrimas
donde los castillos han dado paso a la intemperie
los olivos a perfectas astillas
el plural a un átomo horrible.
Donde tomarte de la mano es ahora un folio sucio orilla de la fiebre.

El destino está abierto como la tripa de los bueyes
o el pescuezo de un burro
y aquí me alimento de musgo y de pieles muertas
—patrimonio inhóspito del llanto—.

Me adelantan los días que no vivo contigo.
Me cae el sudor a chorros, su sal de simulacros.
Los anillos son triángulos de victorias perdidas.
La luna se hace hueco entre mis piernas
como un chamán dormido
que no ha deshecho el equipaje ni destensado mis fallos.

Error. Culpa. Jadeo solitario.
El pasado es el carbono en lejanos planetas.
El futuro, una coherencia gritando libertad por debajo de los manicomios.
Otros sí que saben de qué hablo cuando digo tu nombre
porque hablo el idioma de los que el amor ha doblegado.

Le importo a los perros.

Otra vez aquí, en el destino, aquí siempre.
No soportaré de nuevo el lastre inútil del mal olvido
porque he sido aquel que conoció el poder oculto del cieno
de la broza, de la marihuana, del kumquat y de los besos:
agotamos el amor como una serpiente,
de un solo bocado.

De nuevo aquí, donde la noche me forja
donde la noche me forja
y extraño la hermosa pringue de las jacarandas
la profana amistad de las peluquerías
y me doblego a la avaricia final de la nicotina y el espanto.

Cerca está lo imposible.
Lejano lo demás.

Debiste, sin duda,
morderle a mi vida el corazón
si te gustaba lo amargo de su asunto
si ya mordiste otro duro invertebrado
ser que nunca fuimos.

Debes ahora, sin duda,
marcharte, alejarte, irte
dejarme aquí, de nuevo aquí, en el destino
con sangre de lobo y una cruz de gitanos
sobre el alma.
Con toda esta tristísima cohorte de lirios.

Y tal vez no grite. Tal vez ya nunca más grite.
Pero lloraré.

Y esa será mi venganza.

BAJO LAS RAÍCES

Mirar desde abajo las raíces
y detener el tiempo. Eso es la muerte. Por ahora
apenas tengo espacio para pensarla
pero ahí está, arrellanada
sobre la cama que me espera, en la calle
pidiendo limosnas o cantando saetas, en el puerto
cuando llega un viejo barco.
También en la madera está la muerte.
También en las manos que han escarbado la tierra.

Tras las raíces, las nubes. Lejanas.
Como ya el ayer.
Muere también quien no distingue
la muerte de dos labios.

Y hay algún grito de perro que lloriquea.
Los gusanos bisbisean con su bisectriz
que nada los une más que un cuerpo frío y solo.
—Pon tu mano en mi costado y siente y palidece—.
Mientras el otoño empapa el campo de amarillos
y se meten en mi pecho los depredadores.

Es el amor quizá otra muerte, quizá otro llanto.
Quizá una biblioteca.
Aunque el amor está lleno de libros vacíos.
Para él sí tengo espacio y tiempo
pero no raíces ni barcos ni cama ni limosna.

Todo lo más es algo lejano.
Ayer aún eras una nube
—del amor me quedan la culpa y este cuerpo—
y yo un niño jugando con sus formas
dentro del laboratorio de vidas que es la infancia.

La muerte sigue ahí porque sabe
que no es en vano su espera.

Y yo tengo el amor dentro de la boca
colérico, agitado y enfermizo
como una bandada de pájaros negros y mojados.

¡Amor!

ABANDONO PEOR

Qué recodos deja el camino
qué de esquinas grises que parecen todas las esquinas
como un estraperlo de emociones ya afligidas
con el latigazo del absurdo
con la pasión coartada porque ya fue pasión antaño
en otra añada de dedos más firmes
cuando no importaba dar caricias impostadas
con un peaje barato de azules memorias
y un túnel corto de olvidos
en el momento de subir a un tren partisano
con su huelga de raíles y entonces un rímel y una oscuridad suprema
y toda la lucha de repente es yerma
y deshaces la maleta como separándote entrañas
pues al final todo es cuestión de conquistar infinitos
por cualquier medio, con herramientas viejas
calcular los roces, los números de las burocracias
el turno por el que llegarán las cien siguientes olas
a morir o matar contra una roca que ya estaba allí
erosionada menos que las pupilas con las que miras
la nueva vida de los otros, los vencedores
aquellos que conocen de verdad la poesía
porque no hay abandono peor que darse cuenta
de que ya para todo es demasiado tarde.

Hubo una época de felices tormentos:
tuve la lluvia, tuve miedo y te tuve a ti.

POLVO

Me gustaría poner flores
sobre tu cuerpo.
Flores blancas en tu boca.
Flores lilas en tus ojos.
Enterrar todos
los latidos de esta casa.

Tengo cinco lunas en el pecho
y una cruz en tu nombre.
No hay casa.
No hay carretera.

Siempre me he enamorado
de golpes y animales muertos
en el suelo.

Siempre
se me dio bien caer de pie.

Ya no busco aire.
Ahora
solo intento no ahogarme.

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Donaciano Bueno Diez
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