SOÑAR NO CUESTA NADA I (Mi poema)
Tomás Morales Castellano (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo
 

Soñar que tú has logrado ser querido,
pensar que eres un genio y no eres nada,
que tú no te mereces ese nido,
que sólo te has ganado una patada
por ser así de audaz y desmedido.

Agarrando a algún clavo cuando, herido,
insistes en vender tu mercancía
justificando el fiasco, ¿por qué ha sido?,
rogando para el mismo una amnistía
pues que hacer daño a nadie tú has querido.

Mas sabes de este tiempo que es fraterno,
que la llama se debe de apagar.
Es posible que llegue un nuevo invierno
e incluso otro y aún otro deba llegar
mas deja de pensar que él será eterno.

Y pues si un día yo he de irme, a mi pesar,
quiero decir al mundo que le quiero
prometiéndole al mismo no olvidar
los oles que escuché cuando torero
en esa plaza debí de torear.

Pues que no guardo rencor ni uso antifaz
y mucho es que la vida a mi me ha dado
y en mi alforja ya no existe la maldad,
si alguna vez pequé ya lo he pagado,
nada debo ni me deben, muero en paz.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: Tomás Morales Castellano

Tomás Morales Castellano

La espada

Yo he forjado mi acero sobre el yunque sonoro,
al musical redoble del martillo potente,
y he adornado, en mis noches de trabajo paciente,
con líricos emblemas su cazoleta de oro.

Su rica empuñadura vale un tesoro,
y su hoja, fina y ágil, pulida y reluciente,
al girar en el aire vertiginosamente,
brilla al sol con la ráfaga fugaz de un meteoro…

Yo quise que en mi verso, como en mi espada, hubiera
románticos ensueños y cánticos triunfales
-la gloria por escudo y el amor por cimera-,

como aquellos famosos hidalgos medievales,
que acoplaban los hilos de una gentil quimera
al épico alarido de las trompas marciales.
De ‘Las rosas de Hércules’

Vacaciones sentimentales, I

Cortijo de Pedrales, en lo alto de la sierra,
con sus paredes blancas y sus rojos tejados,
con el sol del otoño y el buen olor a tierra
húmeda, en el silencio de los campos regados.

Bajo la dirección tenaz de los mayores
se fomentó la hacienda y se plantó la viña;
y más tarde sus hijos, que fueron labradores,
regaron con su egregio sudor esta campiña.

Todo está como ellos lo dejaron: la entrada
con su parral umbroso y el portalón de encina;
aún la vieja escopeta de chispa, abandonada,
herrumbroso trofeo, decora la cocina.

Allí los imagino, con ademán sereno,
bajo las negras vigas del recio artesonado,
al presidir la mesa, partiendo el pan moreno
sus diestras, que supieron conducir el arado;

o en la quietud benigna del campo bien oliente,
mientras el agua clara corre por los bancales,
de codos sobre el mango de la azada luciente
e inclinadas a tierra las testas ancestrales…

¡Oh, el perfume de aquellas existencias hurañas,
que ignoraron, en medio de estos profusos montes,
si tras estas montañas habría otras montañas
y nuevos horizontes tras estos horizontes!

La casa blanca al borde de las espigas rubias,
la conciencia serena y el hambre satisfecha,
los ojos en las nubes que han de traer las lluvias
y el alma en la esperanza de la buena cosecha…

Y así fueron felices… De toda su memoria
solo quedó esta página inocente y tranquila:
¡vivieron largamente, sin ambición ni gloria,
su vida fue una égloga dulce como una esquila!
De ‘Las rosas de Hércules’

Vacaciones sentimentales, IV

Entonces era un niño con los bucles rizados:
a la tarde, solía jugar por el jardín,
feliz con mi trompeta, mi caja de soldados,
sin más novelerías que los cuentos de Grimm.

Había algunas niñas, amigas de mi hermana:
Leopoldina era rubia con oros de trigal;
Carmencita, morena como una sevillana;
¡Lucila era tan pálida!… Y la traviesa Juana
reía en el crepúsculo su risa de cristal…
Esta era la alegría: en cuanto era llegada
se poblaba de trinos el amplio caserón,
con su vestido blanco, su carita rosada
y aquellos labios, rojos como una tentación…

De todas las muchachas era la preferida:
ella fue mi primera visión sentimental…
Al recordar ahora su silueta querida,
siento que mi alma tiene dulzuras de panal…
Yo estaba enamorado de mi amiguita… Un día
en que el sol de su risa brilló más retozón,
eché a correr tras ella por ver si la cogía,
y la cogí… Y, entonces, como ella se reía,
yo besé aquella risa, que era mi tentación…
De ‘Las rosas de Hércules’

CANARIAS

SONETOS

(de sus Poemas del Mar).

Es todo un viejo lobo: con sus grises pupilas,
las maneras calmosas y la tez bronceada.
Solemos vagar juntos en las tardes tranquilas;
yo le estimo, él me llama su joven camarada…

Está bien orgulloso de su pasado inquieto;
ama las noches tibias y los días de sol;
y entre otras grandes cosas dignas de su respeto,
es una, la más alta, ser súbdito español.

En tanto el mar se estrella contra las rocas duras,
él gusta referirme curiosas aventuras
de cuando fue soldado de la Marina Real;

de aquel famoso tiempo guarda como regalo
la invalidez honrosa de su pierna de palo
y su cruz pensionada del Mérito Naval…
……

Esta vieja fragata, ducha navegadora,
que luce en nuestro puerto su aparejo cansino
y, bajo el botalón, enristrando la prora,
policromado en roble, un caballo marino…

Esta vieja fragata portuguesa, en la rada
reposa su ventruda vejez de cachalote;
navegó tantos años y está tan averiada,
que es un puro milagro que se mantenga a flote…

Acaso -¡pobre nave!- recuerde en su porfía
la irreflexiva pompa con que un lejano día
zarpó del astillero, velívola y sonora;

y en este puerto extraño, de pesadumbres llena,
hoy, valetudinaria, sobre estribor se escora
buscando el tibio halago del sol en la carena…
…….
Puerto de Gran Canaria sobre el sonoro Atlántico,
con sus faroles rojos en la noche calina,
y el disco de la luna sobre el azul romántico
rielando en la movible serenidad marina…

Silencio de los muelles en la paz bochornosa,
lento compás de remos en el confín perdido,
y el leve chapoteo del agua verdinosa
lamiendo los sillares del malecón dormido…

Fingen, en la penumbra, fosfóricos trenzados
las mortecinas luces de los barcos anclados,
brillando entre las ondas muertas de la bahía;

y de pronto, rasgando la calma, sosegado,
un cantar marinero, monótono y cansado,
vierte en la noche el dejo de su melancolía…

DE LAS ROSAS DE HÉRCULES, LIBRO SEGUNDO
ODA AL ATLÁNTICO, IV

Es una inmensa concha de vívidos fulgores:
cuajó el marismo en ella la esencia de sus sales
y en sus vidriadas minas quebraron sus colores
las siete iridiscentes lumbreras espectrales.
Incrustan sus costados marinos atributos
-nautilos y medusas de nacaradas venas-
y, uncidos a su lanza, cuatro piafantes brutos
con alas de pegasos y colas de sirenas.
Vedlos: ¡cómo engallardan las cabezas cornígeras!
Ensartadas de perlas vuelan las recias crines,
y entre sus finas patas, para el galope alígeras,
funambulescamente, rebotan los delfines…
El agua que inundara los flancos andarines
chorrea en cataratas por el pelo luciente.
¡Oh, cuán abiertamente
se encabritan y emprenden la carrera, fogosos,
los ijares enjutos, los belfos espumosos,
al sentir en las ancas las puntas del tridente…!

ODA AL ATLÁNTICO, XXIV

¡Atlántico infinito, tú que mi canto ordenas!
Cada vez que mis pasos me llevan a tu parte,
siento que nueva sangre palpita por mis venas
y, a la vez que mi cuerpo, cobra salud mi arte…
El alma temblorosa se anega en tu corriente.
Con ímpetu ferviente,
henchidos los pulmones de tus brisas saladas
y a plenitud de boca,
un luchador te grita ¡Padre! desde una roca
de estas maravillosas Islas Afortunadas…

POEMAS DE LA CIUDAD COMERCIAL, LA CALLE DE TRIANA

A Domingo Doreste

La calle de Triana en la copiosa
visión de su esplendor continental:
ancha, moderna, rica y laboriosa,
arteria aorta de la capital…

La calle del comercio, donde ofrece
el cálculo sus glorias oportunas,
donde el azar del agio se ennoblece
y se hacen y deshacen las fortunas.

Donde el urbano estrépito domina
y se traduce en industrioso ardor,
donde corre sin tasa la esterlina
y es el english spoken de rigor.

El sol del archipiélago dorando
los rótulos en lenguas extranjeras,
y los toldos de lona proyectando
sombra amigable sobre las aceras.

Y por ellas profusos peatones
de vestes y semblante abigarrados;
y, cual derivación, en los balcones,
los pabellones de los consulados.

Todo aquí es extranjero: las celosas
gentes que van tras el negocio cuerdo,
las tiendas de los indios, prodigiosas,
y el Bank of British, de especial recuerdo…

Extranjero es el tráfico en la vía,
la flota, los talleres y la banca,
y la miss que, al descenso del tranvía,
enseña la estirada media blanca…

Todo aquí es presuroso, todo es vida;
y, ebria de potestad, en la refriega,
la ciudad, cual bacante enardecida,
al desenfreno comercial se entrega…

Y al alma, que es, al fin, mansa y discreta,
tanta celeridad le da quebranto…
y sueña con el barrio de Vegueta,
lleno de hispano-colonial encanto…

Grand Canary… La gente ya comprende;
y, bajo un cielo azul y nacional,
John Bull, vestido de bazar, extiende
su colonización extraoficial…

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Autor es esta páginna

Donaciano Bueno Diez
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Que mañana, quizás, ya haya gobierno, o habremos…
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