A ESE MUNDO (Mi poema)
Homero Aridjis (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA …de medio pelo

 

Este grupo de seres tan iguales,
de colores y tipos variopintos
donde todos pretenden ser distintos
y le culpan al resto de sus males.

Donde el hombro es un signo de grandeza,
en que algunos han puesto su mirilla,
permanecen sentados en su silla
despreciando al que sufre en su pobreza.

Esta panda de seres egoístas,
que no piensan jamás en el de al lado,
la penuria les trae sin cuidado
y medran sin pudor cual alpinistas.

Que malgastan su tiempo en las peleas
con orgullo de ver quien es más fuerte,
esos mismos que ignoran que la muerte
pronto a ser va testigo de albaceas.

A este grupo de bobos que, tan necio,
no ha aprendido a gozar de lo que tiene,
que ansía y a adaptarse no se aviene,
-y aquí me incluyo yo-, miro y desprecio.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: Homero Aridjis

Homero Aridjis

A veces uno toca un cuerpo y lo despierta…

A veces uno toca un cuerpo y lo despierta
por él pasamos la noche que se abre
la pulsación sensible de los brazos marinos

y como al mar lo amamos
como a un canto desnudo
como al solo verano

Le decimos luz como se dice ahora
le decimos ayer y otras partes

lo llenamos de cuerpos y de cuerpos
de gaviotas que son nuestras gaviotas

Lo vamos escalando punta a punta
con orillas y techos y aldabas

con hoteles y cauces y memorias
y paisajes y tiempo y asteroides

Lo colmamos de nosotros y de alma
de collares de islas y de alma

Lo sentimos vivir y cotidiano
lo sentimos hermoso pero sombra.

Abril es ella quien habla por tus labios…

Abril es ella quien habla por tus labios
como un joven sonido desnudo por el aire

En la noche ha volado con tu vuelo más alto
con risa de muchacha
como el fuego nocturno de los frutos del viento
donde vibran los pájaros

Manzana del amor
su voz bajo la lluvia es un pescado rojo

Embarcada en sus cuencos con los ojos absortos
es la virgen gaviota que ha bebido del mar

en el agua su sol mariposa de luz

Al hablarte me escuchas…

Al hablarte me escuchas
desnuda de conceptos
renuncias a ti misma
para volverte aire
y al vuelo de mis pájaros verbales
concibes la palabra
siempre virgen y madre
vas perdurando los instantes
en tu cintura poderosa
algún día
cuando pierda al mundo
me harás permanecer.

Anverso

No veo tu sonrisa entre mis labios
apurar la prolongada espera
en tu abandono de luciérnaga a la noche;
sólo tengo asida entre mis brazos
la inexpresable lucha
de penetrar en el bosque sin fondo de tu sueño
que empieza en la penumbra.
Sólo el afán de arañar las escamas de la tierra
y volcar la savia del origen
en tu canasto de riveras blandas,
para encontrarte a ti,
en el hueco de tus verdes plantaciones
como un todo revuelto entre mis manos.
Sólo mis párpados abiertos
confundidos en el incendio de absorberte
en tu acuario de humo,
bajo la soledad de unos cerebros desyelmados.
No veo tu presencia desdoblada
ahondarme y contenerme,
sólo mi furia de hombre
en las grietas de ti misma
persiguiéndote sin alcanzarte.
Sólo la noche posada en tus cabellos,
la noche raspándonos los ojos,
la noche uniéndonos y separándonos
como división eterna entre los cuerpos.

Asombro del tiempo

(Estela para la muerte de mi madre Josefina Fuentes de Aridjis)

Ella la dijo: Todo sucede en sábado:
el nacimiento, la muerte,
la boda en el aire de los hijos.
Tu piel, mi piel llegó en sábado.
Somos los dos la aurora, la sombra de ese día.

Ella la dijo: Si tu padre muere,
yo también voy a morir.
Sólo es cosa de sábados.
Cualquier mañana los pájaros
que amé y cuidé van a venir por mí.

Ella estuvo conmigo. En mi comienzo.
Yo estuve con ella cuando murió, cuando nació.
Se cerró el círculo. Y no sé
cuándo nació ella, cuándo morí yo.
El rayo umbilical nos dio la vuelta.

Sobre la ciudad de cemento se alza el día.
Abajo queda el asombro del tiempo.
Has cerrado los ojos, en mí los has abierto.
Tu cara, madre, es toda tu cara, hoy que dejas la vida.
La muerte, que conocía de nombre, la conozco en tu cuerpo.

Dondequiera que voy me encuentro con tu rostro.
Al hablar, al moverme estoy contigo.
El camino de tu vida tiene muchos cuerpos míos.
Juntos, madre, estaremos lejanos.
Nos separó la luna del espejo.

Mis recuerdos se enredan con los tuyos.
Tumbados para siempre, ya nada los tumba.
Nada los hace ni deshace.
Palpando tu calor, ya calo tu frío.
Mi memoria es de piedra.

Hablo a solas y hace mucho silencio.
Te doy la espalda pero te estoy mirando.
Las palabras me llevan de ti a mí y de mí a ti
y no puedo pararlas. Esto es poesía, dicen,
pero es también la muerte.

Yo labro con palabras tu estela.
Escribo mi amor con tinta.
Tú me diste la voz, yo sólo la abro al viento.
Tú duermes y yo sueño. Sueño que estás allí,
detrás de las palabras.

Te veo darme dinero para libros,
pero también comida.
Porque en este mundo, dicen,
son hermosos los versos,
pero también los frutos.

Un hombre camina por la calle.
Una mujer viene. Una niña se va.
Sombras y ruidos que te cercan
sin que tú los oigas, como si sucedieran
en otro mundo, el nuestro.

Te curan de la muerte y no te salvan de ella.
Se ha metido en tu carne y no pueden sacarla,
sin matarte. Pero tú te levantas, muerta,
por encima de ti y me miras desde el pasado mío,
intacta.

Ventana grande que deja entrar a tu cuarto la ciudad de cemento.
Ventana grande del día que permite que el sol se asome a tu cama.
y tú, entre tanto calor, tú sola tienes frío.

Así como se hacen años se hace muerte.
Y cada día nos hacemos fantasmas de nosotros.
Hasta que una tarde, hoy, todo se nos deshace
y viendo los caminos que hemos hecho
somos nuestros desechos.

Sentado junto a ti, veo más lejos tu cuerpo.
Acariciándote el brazo, siento más tu distancia.
Todo el tiempo te miro y no te alcanzo.
Para llegar a ti hay que volar abismos.
Inmóvil te veo partir, aquí me quedo.

El corredor por el que ando atraviesa paredes,
pasa puertas, pasa pisos,
llega al fondo de la tierra,
donde me encuentro, vivo,
en el comienzo de mí mismo en ti.

Número en cada puerta y tu ser pierde los años.
Tu cuerpo en esa cama ya sin calendarios.
Quedarás fija en una edad, así pasen los siglos.
Domingo 7 de septiembre, a las tres de la tarde.
Un día más, unos minutos menos.

En tu muerte has rejuvenecido,
has vuelto a tu rostro más antiguo.
El tiempo ha andado hacia atrás
para encontrarte joven. No es cierto
que te vayas, nunca he hablado tanto contigo.

Uno tras otro van los muertos, bultos blancos,
en el día claro.
Por el camino vienen vestidos de verde.
Pasan delante de mí y me atraviesan. Yo les hablo.
Tú te vuelves.

Pasos apesadumbrados de hombres
que van a la ceremonia de la muerte,
pisando sin pisar las piedras
de las calles de Contepec,
con tu caja al cementerio.

Tú lo dijiste un día:
todo sucede en sábado:
la muerte, el nacimiento.
Sobre tu cuerpo, madre, el tiempo se recuerda.
Mi memoria es de piedra.

México D.F., 2 de septiembre de 1986
Contepec, Mich., 7 de septiembre de 1986

Ayer y hoy

Tu paso, como una sombra,
era difícil de seguir,
y al perderte en una esquina
sólo quedaba en mí, como en la calle,
un vago sentimiento de vacío.

Tu cimbreo, tu cintura
me estremecían
y el jardín parecía tener más rosas
y el verano calor,
pues en mis labios de niño aún no había
la palabra que define al amor.

La edad nos separaba,
como a dos cuerpos,
no de tamaños distintos,
sino de espacios diferentes.

Y mis manos asiéndote,
mis brazos abarcándote,
no podían asirte,
no podían alcanzar tu cuerpo, tu mirada.

Cae la lluvia sobre junio…

Cae la lluvia sobre junio
El espíritu de la mujer que ama
corre en tu cuerpo se desnuda en las calles

La vida en los rincones
sostiene el equilibrio del mundo
con un algo de Dios que asciende de las ruinas

Los hijos del hombre hacen su universo
sobre un barco de papel que se destroza
pero la alegría no está precisamente allí
sino en la proyección de otro universo

Nada debe detenerse
volverá septiembre y después abril
y los amigos que no acudieron esta primavera
estarán con nosotros en un invierno previsible

Amo este tiempo
donde los perros son sagrados
y los insectos titubean en los vidrios

Te amo a ti por efímera por susceptible al frío

La ciudad se ilumina para nuevas proezas

Cuando la sombra duerme su cuerpo se ilumina…

Cuando la sombra duerme su cuerpo se ilumina
su rostro reflejado atraviesa cristales
y finalmente se instala en todo brillo

Sus dedos trenzan en el aire
los bellos frutos de los días de mayo

Muda en la respiración muda de las cosas
la voz de una mujer pasa buscándola

Desnuda en el esplendor irreparable
sus ojos se abren como un río
de luz y de sonido

Déjame…

Déjame
estoy lleno de ti,
no te perderé,
llevo conmigo tu esperanza invicta
y los diluvios de tu claustro;
he visto levantarse de tus pupilas
el sentimiento inaugural del hombre,
pero todavía no tengo la sangre
y la tierra y la palabra
no me pertenecen

Déjame entrar a tu íntimo alfabeto…

Déjame entrar a tu íntimo alfabeto
para saber lo tuyo por su nombre
y a través de tus letras
hablar de lo que permanece
y también de auroras y de nieblas
Déjame entrar para aprenderte
y girar en tu órbita de voces
hablándote de lo que me acontece
describiéndote a ti
Quiero dar testimonio a los hombres
de tus enes y tus zetas
desnudarte ante ellos como una niña
para que todos se expresen con acento puro.

Donde el ensoñado y el soñado…

Donde el ensoñado y el soñado
van por un solo camino
se levanta un cuerpo

Por ese adentro de mujeres que hablan
de pasadas contiendas en las que no estuvimos
otro cuerpo se abre

y todo aquello que los cuerpos forman
es en la sombra
un brillo solitario

Ella violenta y pública…

Ella violenta y pública
en el peregrinaje lento de las horas
que resbalan coloreándose hacia el alba

ella
exterminada y recobrada
por batallones en su misma mano

faz que se dobla en el arco
haciéndose durar

plenitud quebranto inclinación
centro donde el esplendor se esparce
o se concentra con el instante a la deriva

con los fetiches
con los proscritos de las calles
con las mujeres que llaman con susurros

con los que esperan que lo oscuro amanezca
para que su techo sea un techo dorado

ella con lunas negras
pareja y cada uno de los oponentes
sobre el hallazgo y el trance

al fondo de su secreto brilla
alberga alas que la ascienden
ojos que develan sus brumas

la noche es su aurora
sacude en el pasmado al desertor
teje un manto de espanto en torno
de aquellos que niegan la justicia.

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Donaciano Bueno Diez
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