SUPERHOMBRE (Mi poema)
Francisco Magaña (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Elevo hoy mi voz a los altares
a quien quiera escuchar, me quiera oír,
de aquí a lo más allende de los mares,
hayedos, en los montes de pinares,
del trópico subiendo a los glaciares,
en que el grito se pueda percibir.

Y al cielo clamo y en él al dios de todos,
creyentes, los agnósticos o ateos,
abstemios e irredentos, los beodos
que adoran o remozan en los lodos,
o amores van sacando por los codos,
sus fotos van portando en camafeos.

Que creen en la suerte y el mal fario,
que niegan el saludo o dar las manos,
país, de una ciudad, un pueblo, un barrio,
inmersos entre un duelo o en un calvario,
son sabios, sin saber de abecedario,
y dicen, pues lo creen, ser humanos.

Y doy aquí mis versos por un hombre
honrado, transparente, sin complejos,
que actúa como un niño. Y que se asombre,
sabiendo respetar los que son viejos,
escuchan de mayores sus consejos,
y firmo y aseguro, un superhombre.
©donaciano bueno

A ese hombre, si es que aún queda alguno o es que alguna vez existió.

MI POETA SUGERIDO: Francisco Magaña

Francisco Magaña

En el deseo del sueño 1

Uno puede decir que sí
que la palabra se abandona
cuando la convocamos
con la más ingenua de las intenciones.
Uno puede decir que sí
que es un signo un sonido que toma
su forma desde antes de despertar
y hasta puede uno decir
que el decir es un poder tan nuevo
como el bostezo de un niño a medianoche
y que “decir” es una lámpara
que alumbra sus expectativas.
Pero cuando dos dicen
sabemos que la palabra es impronunciable
a no ser que exista como un mero deseo
en el momento de existir
o a no ser que no exista
como el simple deseo
que quizá a fin de cuentas
sea la palabra.

En el deseo del sueño 11

Se levanta con un sueño entre las manos.
Dice que la palabra se reinventa al ser pronunciada
en la luz que concede la oscurana.
Y cuando le preguntan por la mirada,
responde que la palabra de Dios es el silencio.

Vestíbulo

A Mario Ibarra

Cuando nadie regrese a recordar la voz
de los instantes en el mañana
que encuentra su razón en la penumbra.
Cuando la voz no sea más
que la representación de un instinto
apacentando sus furores en las venas del crepúsculo,
y su eco retumbe
en labios que no han de pronunciarla de nuevo,
ha de volver cantando el aroma de un pájaro
y su largo oficio de oscurecer el horizonte.
Cuando el color sin luz de los recuerdos
invente la vana prolongación de un sentido,
y los rostros sean el río en el abismo,
la aparición del murmullo
sostenido de sus propios desvaríos
y el desconcierto que conjura,
ha de venir ante nosotros el aura apenas de un aliento,
el visitante.

Manifiesto

Decía que:
en sus ojos el silencio es un pájaro abril de madrugada,
la espera es la abolición del instante.
Decía que:
una palabra es la revelación del signo que jamás alcanzaremos a descifrar,
la escritura es la tinta más endeble de su propia interrogante,
la noche aparece como una mera manifestación de entidades amorfas que se disipan al amanecer, y en ella el recuerdo es una paloma aleteando sus asombros.
Y decía que decir es una palabra muerta.

En el deseo del sueño 1.5

Aquí está todo:
el humo a medianoche
la mano rencorosa de la soledad
y el olvido de agosto

Aquí está todo:
el transcurrir insomne de los vientos
la oración que quién escucha
y el sueño abandonado

Aquí está todo:
la común tinta del hastío
que despliega sus dones en la nada
antes que el alba
extienda sus dominios

y está el silencio
y está la voz la tuya dónde
renaciendo de los colores más opacos.

CALENDAS, LA MIRADA

A Francisco Peralta Burelo y Carlos García Magaña

Los pájaros no alcanzan
Estuvimos en el cielo, éramos amigos
de los ángeles: Padre, déjanos
regresar allí, pues ésa es nuestra tierra
Rumi

Larga silenciosamente
con tus caminos desandados y la mirada casi guiño
das el sentido a un mundo maltrecho

Decides que todo gire de nuevo
sobre el vértice fundamental —línea única invisible

Permanecemos interrogados y sin respuestas
con el cuerpo de una incertidumbre densa
pegajosa como una prolongación de hastío

A un lado del cementerio
en sonidos claros distinguibles
las voces del cielo
y el mar un tanto compañero del milagro
***
Hay tanto amor desparramado en esta noche
Hay tanto tu nombre que empieza a ceder la tristeza
en el agua perforando angustias
(En la confesión dolorosa
también los días azules y aluminio
sedientos y noctámbulos hueco sin fin)

La víctima aparece y desaparece
con los perfumes legendarios intactos en su esencia
¿En el azar?
¿Por qué no esta hora benditamente nuestra?

La víctima levanta el vuelo
abriendo una losa sepulcral y emerge
Olores charcas de lodo
Rosas blancas
A veces sólo un ramo de rosas blancas
***
En el paso descorbado de los años
dibujamos la corteza que no existe
el nacimiento las hojas de invierno la caída inminente
—cartografía despedazada de un lugar sin registro

Lo demás apenas alcanzamos a vislumbrarlo
borroso enmohecido y transparente

De malos augurios hechizos limpiamos el cielo los montes
las aguas juntamos
para evitar que un elemento extraño nos observe
sólo recordamos
la apertura de espacios para vivir bajo las estrellas
porque está dicho que con lágrimas puede llegar
***
Levantamos el muro tenebroso
Ofrenda al cielo a la tierra

Recogemos auroras para colocarlas en desorden
pero en el océano
ecos interminables que no abandonan
música de estrellas fulgurante

Un amanecer escarlata en el fondo de las aguas

Tu piel
súbita aparición de un aire desconocido
y no conocemos más que el dolor de tu fuego
en este desierto de mares
***
Un mundo escondido
una hora que señorea sus goznes oxidados
las verjas del traspatio
—sepultado el gruñido
Y la hermandad cáustica de la noche desflorada
de sus venas chorreando vida en carne viva

Quién podrá devolvernos el verano quién los días
sin espantar los latidos de esta noche venturosa
que permanece callada sí que permanece

Y nos llenaremos de una luz altiva
porque la amada está llegando
y es menester que nadie abra la boca
que el solsticio muere canta vive solo
***
Que las manos revoloteen su mañana
escarbando
en los sentimientos relegados quién sabe dónde

Nosotros en el descanso de la autopsia
simplemente un día dejaremos de existir
sin olvidar el ala tenebrosa de los buitres
la carroña que nacimos en una hora como ésta
Que igual se colman los benévolos rasgos de la tierra
***
O crear en la noche diamantes en el bosque
en la proporción justa de lápida en la propia
Que sientan las narices
los olores propios de su porvenir
mientras nosotros a contemplar
los que emergemos de la vasta caudalosa tierra
podemos decir sus gracias
afinados en cuerdas escombros de laúd
Y el ardor desvanecido
las flores frías
inermes
en este espacio que morimos
***
Tiempo de nacer llorando en las piernas del amor

El día lo sabe destruye postigos trancas
¿Y si muere la estación?

Quizá mirarnos de frente
mirar las hojas destruyendo al tiempo
los golpes enguantados en nubes y crepúsculos
El rictus agónico desesperante desesperado
el rictus nuestro de cada día
en las rodillas el temblor la ausencia
***
Cómo olvidar su trabajo terrorífico
el daño
y el espíritu que podemos retener
La voluntad su última voluntad aquí
en esa ropa
en esa habitación que no deja de ser suya
no desmiente la calma pero cómo
cómo renunciar a la sonrisa trágica mortuoria
a sus días de pesca y cadillo y brisa
Una fotografía
unos años macilentos que preguntan cómo
cómo desdibujar mas no queremos

Una y otra vez el aguijón que enfebrece
balancearse siempre con el sonido a cuestas
de sus pasos

Él sabrá del instante cuando nos recostemos cansados
en las hojas
de mi vuelo infructuoso pero qué madurado en soledad
Quisiera regresar y dijo para qué
si hay nada si falta el mundo

Y dijo para qué
tú siempre serás algo especial

Ahora las aguas
en la nieve y la tormenta
en el pensamiento solo
y con él nuestro ayer
la tarea del sueño su futuro

La mirada serena del enterrador
***
Mientras preparo alucinado torpe
mis manos para que lleguen al momento
mientras nervioso trato
de prolongar la partida
coloco mis brazos en la cara
A carbón mi rostro huele a carbón

Entreabro los dedos y observo
nace la chispa
el viento que enardece
y las alcaparras se dejan divisar
cuando apareces.

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Autor

Donaciano Bueno Diez
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