LAMENTO AL VIENTO (Mi poema)
José Eusebio Caro (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Veo a cientos, mil gorriones
que se empinan en tu chepa,
sin motivo, que se sepa,
defecando sus razones.
En molestas situaciones
se mofan de ti y tu orgullo
presumen de hacer barullo,
y allí exhiben sus pendones
entonando sus canciones
que suenan a Perogrullo.

A ti vienen a turbar,
a ti, que duermes la siesta,
con su fanfarria siniestra
la tabarra quieren dar.
Y no te dejan soñar
pues con sus ruidos desvelan,
ya que obsesos son y apelan
a que suyo es el solar.
Que no quieren molestar
aunque molestarte suelan.

Y aun cuando sepan te duelan
vuelven a revolotear
y en tí vuelven a soltar
excrementos aunque huelan.
Ni lágrimas les consuelan
que su exceso es tan voraz
que, aunque exentos de maldad,
insumisos se revelan,
más allá no van, no vuelan,
la frontera es su ciudad.

Y apelan así a su historia,
su idioma, su identidad,
no importa si es la verdad
que minutos son de gloria.
Un aparte en la memoria,
que ahora quieren olvidar,
que fueron tu valladar
y también fue su victoria.
Prefieren antes la gloria
de un posible lupanar.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: José Eusebio Caro

José Eusebio Caro

A OCAÑA

Aquí nací: bajo este hermoso cielo
Por vez primera vi la luz del sol;
Aquí vivieron mis abuelos todos…
¡Adiós, Ocaña! ¡adiós, Ocaña! ¡adiós!

¡Ocaña! ¡Ocaña! ¡dulce, hermoso clima!
¡Tierra encantada de placer, de amor!
Ufano estoy de que mi patria seas…
¡Adiós, Ocaña! ¡adiós, Ocaña! ¡adiós!

Mi padre aquí, de boca de mi madre
El dulce sí por vez primera oyó…
¡Adiós, Ocaña! ¡adiós, Ocaña! ¡adiós!

Y yo también aquí pensé… ¡silencio!
Olvidemos tan plácida ilusión;
Y aunque mi pecho deba desgarrarse,
¡Adiós, Ocaña! para siempre adiós!

EL CIPRÉS

¡Árbol sagrado que la obscura frente,
Inmóvil, majestuoso,
Sobre el sepulcro humilde y silencioso
Despliegas hacia el cielo tristemente!
Tú, sí, tú solamente
Al tiempo en que se duerme el rey del mundo
Tras las altas montañas de occidente,
Me ves triste vagando
Entre las negras tumbas,
Con los ojos en llanto humedecidos
Mi orfandad y miseria lamentando.
Y cuando ya de la apacible luna
La luz de perla en tu verdor se acoge,
Sólo tu tronco escucha mis gemidos,
Sólo tu pie mis lágrimas recoge.

¡Ay! hubo un tiempo en que feliz y ufano
Al seno paternal me abandonaba;
En que con blanda mano
Una madre amorosa
De mi niñez las lágrimas secaba…
¡Y hoy, huérfano, del mundo desechado,
Aquí en mi patria misma
Solitario viajero,
Desde lejos contemplo acongojado
Sobre los techos de mi hogar primero
El humo blanquear del extranjero!
Entre el bullicio de los pueblos busco
Mis tiernos padres para mí perdidos;
¡Vanamente!… los rostros de los hombres
Me son desconocidos.
Y sus manes, empero, noche y día
Presentes a mis ojos afligidos
Contino están, contino sus acentos
Vienen a resonar en mis oídos.

¡Sí, funeral ciprés! cuando la noche
Con su callada sombra te rodea.
Cuando escondido el solitario búho
En tus obscuros ramos aletea;
La sombra de mi padre por tus hojas
Vagando me parece,
Que a velar por los días de su hijo
Del reino de los muertos se aparece.
Y si el viento sacude impetuoso
Tu elevada cabeza,
Y a su furor con susurrar medroso
Respondes pavoroso;
En los tristes silbidos
Que en torno de ti giran,
A los paternos manes
Escucho que dulcísimos suspiran.

¡Árbol augusto de la muerte, nunca
Tus verdores abata el bóreas ronco!
¡Munca enemiga, venenosa sierpe,
Se enrosque en torno de tu pardo tronco!
¡Jamás el rayo ardiente
Abrase tu alta frente!
¡Siempre inmoble y sereno
Por las cóncavas nubes
Oigas rodar el impotente trueno!
Vive, sí, vive; y cuando ya mis ojos
Cerrar el dedo de la muerte quiera,
Cuando esconderse mire en occidente
Al sol por vez postrera,
Moriré sosegado
A tu tronco abrazado.
Tú mi sepulcro ampararás piadoso
De las roncas tormentas;
Y mi ceniza entonce agradecida,
En restaurantes jugos convertida,
Por tus delgadas venas penetrando
Te hará reverdecer, te dará vida.

Quizá sabiendo el infeliz destino
Que oprimió mi existencia desdichada,
Sobre mi pobre tumba abandonada
Una lágrima vierta el peregrino.

DESPEDIDA DE LA PATRIA

…terraeque urbesque recedunt.
Virgilio, Eneida.

My native land, good night
Byron, Child Harold.

Lejos ¡ay! del sacro techo
Que mecer mi cuna vio,
Yo, infeliz proscrito, arrastro
Mi miseria y mi dolor.
Reclinado en la alta popa
Del bajel que huye veloz,
Nuestros montes irse miro
Alumbrados por el sol.
¡Adiós, patria! ¡Patria mía,
Aún no puedo odiarte; adiós!

A tu manto, cual un niño,
Me agarraba en mi aflicción;
Mas colérica tu mano
De mis manos lo arrancó:
Y en tu saña desoyendo
Mi sollozo y mi clamor,
Más allá del mar tu brazo
De gigante me lanzó.
¡Adiós, patria! ¡Patria mía,
Aún no puedo odiarte; adiós!

De hoy ya más, vagando triste
Por antípoda región,
Con mi llanto al pasajero
Pediré el pan del dolor:
De una en otra puerta el golpe
Sonará de mi bastón,
¡Ay, en balde! ¿en tierra extraña
Quién conocerá mi voz?
¡Adiós, patria! ¡Patria mía,
Aún no puedo odiarte; adiós!

¡Ah, de ti sólo una tumba
Demandaba humilde yo!
Cada tarde la excavaba
Al postrer rayo del sol.
«¡Ve a pedirla al extranjero!»
Fue tu réplica feroz:
Y llenándola de piedras
Tu planta la destruyó,
¡Adiós, patria! ¡Patria mía,
Aún no puedo odiarte; adiós!

En un vaso un tierno ramo
Llevo de un naranjo en flor:
¡El perfume de la patria
Aún aspiro en su botón!
Él mi huesa con su sombra
Cubrirá; y entonces yo
Dormiré mi último sueño
De sus hojas al rumor.
¡Adiós, patria! ¡Patria mía,
Aún no puedo odiarte; adiós!

MI SUERTE

¡El pobre! Al pobre menosprecia el mundo
El pobre vive mendigando el pan;
Falsa piedad o ceño furibundo,
Cual un favor le dan.

La gloria al pobre le deniega un nombre,
El poder le deniega su esplendor,
La noche el sueño, su amistad el hombre,
La mujer el amor.

¡Oh, verdes bosques, círculo del polo!
¡Montes, desiertos donde el rico va!
¡Mar insondable, eterno, inmenso y solo!
¡El pobre no os verá!

¡Ah! en los ojos del pobre brota el lloro,
Y no enternece un solo corazón;
Que las lágrimas sólo en copa de oro
Merecen compasión.

¡Vedlo! su pie la tierra triste pisa;
Todo en él nos revela el padecer:
Ojos sin luz, y labios sin sonrisa,
Y vida sin placer.

Y empero el pobre tiene una esperanza
Que vale más que el mundo y mundos dos;
¡Inmenso bien que el oro vil no alcanza!
—¡El pobre tiene a Dios!

EL POBRE

¡El pobre! Al pobre menosprecia el mundo
El pobre vive mendigando el pan;
Falsa piedad o ceño furibundo,
Cual un favor le dan.

La gloria al pobre le deniega un nombre,
El poder le deniega su esplendor,
La noche el sueño, su amistad el hombre,
La mujer el amor.

¡Oh verdes bosques, círculo del polo,
Montes, desiertos donde el rico va!
¡Mar insondable, eterno, inmenso y solo!
El pobre no os verá.

¡Ah! en los ojos del pobre brota el lloro,
Y no enternece un solo corazón;
Que las lágrimas sólo en copa de oro
Merecen compasión.

¡Vedle! su pie la tierra triste pisa;
Todo en él nos revela el padecer:
Ojos sin luz, y labios sin sonrisa,
Y vida sin placer.

Y empero el pobre tiene una esperanza
Que vale más que el mundo y mundos dos;
Inmenso bien que el oro vil no alcanza
El pobre tiene a Dios.

MEMORIAS

Dulces memorias,
Cual inefables glorias,
Hoy recibí que me has dejado:
¡Y hoy vuelvo humilde apenas un quizá!

Viejas historias,
Que son a ti notorias,
Esto en refrán han consagrado:
¡Quien recordó quizá después querrá!

¡Oh! ya lo veo
¡Oh! ya en tus ojos leo
Que a replicarme vas ceñuda:
¡Quien recordó tal vez odiando está!

¡Ah! si el deseo
También orgullo feo
No te parece, cual la duda,
Deja que al menos vuelva un ojalá.
Septiembre, 1838.

ESTAR CONTIGO

¡Oh, ya de orgullo estoy cansado,
ya estoy cansado de razón;
déjame, en fin, hable a tu lado
cual habla sólo el corazón!

No te hablaré ce grandes cosas;
quiero más bien verte y callar;
no contar las horas odiosas
y reír oyéndote hablar.

Quiero una vez estar contigo,
cual Dios el alma te formo;
tratarte como a un viejo amigo
que en nuestra infancia no amó.

Volver a mi vida pasada,
olvidar todo cuanto sé,
extasiarme en una nada
y llorar sin saber por qué.

¡Ah!, para amar Dios hizo al hombre.
¿Quién un hado no da feliz
por esos instantes sin nombre
de la vida del infeliz,

Cuando, con la amarga desgracia
de amor doblado su poder,
toda su alma ardiendo vacía
en el alma de una mujer?

¡Oh, padre Adán! ¡Qué error tan triste
cometió en ti la humanidad,
cuando a la dicha preferiste
de la ciencia la vanidad!

¿Qué es lo que dicha aquí se llama,
sino no conocer temor,
y con la Eva que se ama,
vivir de ignorancia y de amor?

¡Ay!, más con todo así nos pasa:
con la patria y la juventud,
con nuestro hogar y antigua casa,
con la inocencia y la virtud.

Mientras tenemos despreciamos,
sentimos después de perder,
y entonces aquel bien lloramos
que se fue para no volver.

En boca del último inca

Ya de los blancos el cañón huyendo,
hoy a la falda del Pichincha vine,
como el sol vago, como el sol ardiente.
como el sol libre.

¡Padre sol, oye!, por el polvo yace
de Manco el trono; profanadas gimen
tus santas aras: yo te ensalzo solo,
solo, mas libre.

¡Padre sol, oye!, sobre mí la marca
de los esclavos señalar no quise
a las naciones; a matarme vengo,
a morir libre.

Hoy podrás verme desde el mar lejano,
cuando comiences en ocaso a hundirte
sobre la cima del volcán tus himnos
cantando libre.

Mañana solo, cuando ya de nuevo
por el oriente tu corona brille,
tu primer rayo dorará mi tumba,
mi tumba libre.

Sobre ella el cóndor bajará del cielo.
Sobre ella el cóndor que en las cumbres vive
pondrá sus huevos y armará su nido,
ignoto y libre.

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Donaciano Bueno Diez
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