¡MALDITOS EGOÍSTAS! (Mi poema)
Sergio Arlandis (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

A veces obsesivo, sucumbo ante la infamia
de quien traiciona su alma por ansias de poder,
de aquellos individuos, culpables de bigamia,
que a dos barajas juegan por miedo así a perder.

De sentimientos faltos, de escrúpulos vacíos,
del agua sois que al río le dejareis correr,
mas torceréis su rumbo con presas si hay baldíos
que construiréis gozosos por vuestro propio bien.

¡Malditos egoístas! posesos e indecentes,
escasos de prejuicios, plenos de obscenidad,
solo es la mezquindad la que ofusca sus mentes

¿por qué tanta maldad invade el subconsciente?
Ni caridad se siente, ni solidaridad
y es sólo la ruindad que se hace allí presente.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDOSergio Arlandis

(IN)VERSO

A Luis Claret

I

Siempre tendré cuarenta años,
— perdone el lector
este dato tan anecdótico como irrelevante
para el curso de su quehacer cotidiano—,
entré aquí no sé
qué día de qué semana,
ni bajo qué sonido, ruido, música o vibración
me dejé seducir, llevado por una dulzura áspera,
como la piel de una manzana mordida
prematuramente,
porque venía la noche
y no sabía cómo frenarla con mis propias manos.
Ignoro por qué razón no tengo el tacto suficiente
para salir de estos versos
y tomar la puerta de emergencia que está al final
de su escalera, hasta dejar intacta la sonrisa.

II

Si a ti volviera,
como en otro acto
de contrición,
y se hiciese con este poema un milagro nuevo
para ungirlo como al recién nacido
¿al fin dirías que fuimos felices?
No soy digno de que entres
en la córnea de mi mirada:
aunque ahora me sanases,
y pisaras mi casa como quien pisa una hoja
seca, más tarde volvería
a la blancura de los huesos,
al temblor nimio del aire dentro de un cajón,
como el liquen regresa
a las piedras desenterradas.
La muerte es una curva
entre rectas: te permite volver
en sentido contrario,
cuando la oyes en la voz de otros,
inversamente y en el lugar
que será el de tu propia voz,
pero no dejes tú que estas palabras
lleguen hasta tu boca,
que no te trepen enroscadas.
No las digas tampoco en vano:
a nada que no sepas te conducen.

III

No se puede medir
el vacío, pero tiene su exacta
forma, y la rigidez de una costilla
y el tacto del barro
o el sabor de un fruto con la tersura
estéril de su destino, una vez
pasa por el arco de tu boca.
El vacío es la conca de las manos
que no te acogen.

De Desorden, Editorial Valparaíso (2015)

MANUAL DE INSTRUCCIONES PARA ULISES,
DESDE EL OTRO LADO

A Francisco Javier Díez de Revenga

Que cada voz que suene ahora sea una promesa.
Que la luz no te ofenda
y tras ella no te quede ya nada.
Que en ti el grito de la calle aún retumbe,
y no te quemen
las naves por si decides quedarte
y construir tú mismo, de nuevo,
Ítaca entre rescoldos.
Haz tierra propia
del vacío si te vence:
las islas no se dejan llevar por la deriva
aunque te sientas náufrago sobre ellas.
Que no te humille la memoria
o que toda palabra
que conserves esté escrita en números romanos.
Cuéntalas una a una hasta agotarlas,
hasta secarlas
de tu saliva.
Sé nadie entre corderos, sé cortante
silencio en el desorden
de ese no irse del todo nunca.
Sé la noche para el remordimiento.
Habita el deseo solo hasta que encuentres
tus llaves de madera,
y no regreses:
dirán que fuiste afortunado
en tu viaje, que tienes más cenizas que un gato,
pues siete vidas fueron pocas para morir
sin excusas. Encuentra una ventana
cada día sobre la que te vayas
haciendo viejo:
mira la tierra, acaricia tu perro
cuando se acerque a olerte los tobillos.
Sólo él hará de ti su única patria.

DOS PUNTOS

Siempre hay
alguien que mira cuando
la distancia es
tan sólo un punto de vista
que arquea otro punto
de fuga.
Cerrar los ojos,
dos puntos, mirar más allá
del plano

unir en ti los signos

equidistantes.

MÉTRICA SILENCIOSA

Gozo en el cuarto verso de tu poema.
Con yámbicos sonidos en tu boca
te haces vocal aguda
para sumarte,
para hacer
que mi yemas contigo rimen
entre oclusivas y labiales.
En la curva de nuestra sinalefa
cae una lluvia de acentos:
y es tu vientre el que asume
el recuento de las gotas impares.
Tocan las uñas como estrofas libres.
Un suave tono
deja abierto el final, por si más tarde
queremos ser la piel sonora
de una oda, de una silva, de un soneto,
de un himno, de una estancia
o de un romance, pero que su métrica
silenciosa, en el pie
quebrado de la noche, nos ate como sílabas
al ritmo de un deseo sin previa forma.

AMOR COMPARTIDO

Suenan muelles que de tan viejos
renacen sobre el tránsito
final del día,
y en la ventana abierta
voces que trepan otras noches dejan
un vacío sobre cualquier vacío agitado
de tus manos. Habrá motivos,
te respondes, para tanto amor de medianoche
y los saqueos de otras oscuras casas:
ajenos al agravio de mi deseo
la voz de mis vecinos se desprende,
impune, como hilo, hasta el tallo
de las farolas encendidas.
Y sin dejar más rastro de vida, huye
hacia la boca que no beso.

DE CONTEXTURAS, EDITORIAL RENACIMIENTO (2013)

2 +1

Este cálculo simple,
esta siempre inocente operación,
suele acabar perdiendo
su candidez sencilla:

su cristalina
causalidad
en tu amor resta.

REFLEJO

A Giancarlo Depretis

El mar responde
cada vez más brillante.
Testigo de su sombra fui,
con mis juegos sobre su arena.

Miro su espesa piel azul
ahora que regreso
acorde con los ritmos de la tierra.

Qué densa es la barrera de la tarde
sobre su espuma.
Fulge en el mar la luz
que se pierde en mi sombra.

De Caso perdido, Editorial Renacimiento (2009) XXVII Premio “VICENTE GAOS” CIUDAD DE VALENCIA

DESEOSA (MENTE)

Ahora que amanece,
al vestirnos sabemos
que no existen caminos de regreso
en los mapas trazados
en solitario:

quizá mañana hagamos el amor
por nuevas veredas de sombras,
para perder el pulso
de todos los relojes.
Quizá las manos dejen algo a cambio
a la noche que cruzan,
con su oquedad saciada.

Pero, al fin, vivir es tan solo esto:
un extravío casi simultáneo,
una inquietud que agita nuestros cuerpos
hacia la luz,
la insolidaria huida hacia el deseo.

REALIDAD USADA

Realidad que se rompe
es realidad usada,
y solo lo usado
ha sentido las emociones de la vida,
pero solo lo roto
entiende el lenguaje del olvido.

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Autor

Donaciano Bueno Diez
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