RAFAEL CORREA (Mi poema)
Lucía Fraga (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA…de medio pelo

 

Soy viejo. Y es por eso que yo recuerdo a Franco,
el gran liberador, omnímodo y caudillo,
que al pueblo adoctrinó de un modo muy sencillo.
Para otro dictador que no se queda manco
constancia he de dejar creando este estribillo.

Cual fuera un cinturón se llama el tal Correa,
de nombre Rafael. E ignoro fue de aquel
su líder lo aprendió. O guarda en su anaquel,
¡comprendo a quien compare, no entienda o no lo crea!,
panfletos que le guían y que ahora él sigue fiel.

La patria, palabra tan hermosa y denostada,
el pueblo, aquel por el que siempre ellos dan la vida,
los pobres, la clase asalariada tan sufrida,
¡soflamas nada más mandando a la manada!
los niños, la infancia que es futuro tan querida.

Mentira esa es la clave, pues todo es propaganda,
arengas del caudillo en la plaza a sus leales,
Correa en sabatinas y en todos los canales,
-piropos a sí mismo, para eso es el que manda-,
de tele con las normas que el mismo hizo legales.

Pues todo está estudiado, medido y calculado,
pensando en él lograr seguir en el poder,
¡qué importa si a los otros les vengan a joder!
Se ciscan en creyentes a los que han engañado
al punto que han llegado al pueblo a aborrecer.
©donaciano bueno

Para los que vivimos los últimos años de la vida del Generalísimo, ver a Rafael Correa, Presidente de Ecuador, en sus «sabatinas» nos retrotraen a esas épocas pasadas. Rafael Correa, actual Presidente del Ecuador, dispuesto a cambiar la Constitución para ser nuevamente reelegido, entraría en la categoría de mis poemas dedicados a los iluminados. Sin embargo, él es una persona preparada intelectualmente dispuesto a utilizar todas sus artimañas para conseguir el poder.

MI POETA SUGERIDO: Lucía Fraga

I. EL ASESINATO

El asesinato

Yo aprendí a hablar con una piedra en la boca,
cuando el mundo era un eterno desfile por brazos desconocidos
y las almas se deshacían dentro de puños violentos.
Me acostumbré al silencio y a la hipnosis de los relojes.

A la caricia del verdugo antes de dormir.

Del hacha comprendí
que las heridas más dolorosas no se abren en la carne.
Y aunque mi grito se fue haciendo anónimo,
cuanto más crecía
más eran las manos que cercaban mi cuello.

Comencé a caminar de noche,
convencida de que la sombra era un escondite para ciegos.
Di mis primeros pasos a oscuras
y mis primeras palabras fueron para el reflejo de una ventana.
Pero un día me escapé y corrí hacia el sol.

Dicen que hay niños que traen un pan debajo del brazo.

A mí me robaron el pan:
en su lugar
puse un cuchillo.

II DERECHO A RÉPLICA

Mujer con derecho a réplica

He visto miserias que tú ni siquiera adivinarías:
la tragedia de las niñas rotas
que juegan en silencio
a ser pequeñas madres.
Niñas que cierran los brazos
para que nadie vea sus heridas
ni descubra que la muñeca
tiene un cuerpo debajo del trapo.

Son las múltiples madres silenciosas
que rondan mi cama cada noche
para que sus gritos no me dejen dormir.

Canción de cuna para dos niñas

Hay dolores que se inician
en el dibujo de un cuento de hadas
y terminan en unas medias negras
con un par de agujeros.
Soy aquella que ni es niña
ni quiere ser mujer,
porque demando a dentelladas del pasado
lo que por derecho el tiempo me debe.
¿Dónde está el precio de las niñeces arrebatadas?
¿Dónde está la corona de flores donde respira hoy la de espinas?

Hay momentos en los que imagino
que duermo entre mis propios brazos
y mi boca busca la cara de la niña
que sostengo.
Le canto al oído dulcemente
y siento su respiración caliente contra mi cara.
Las dos nos acunamos.
Pero se rompe mi sueño
cuando descubro una muñeca rota en el suelo.

III NOSTALGIA DEL ACERO
APOSTAR UN LATIDO

Si tuviera que apostar un latido,
sería porque el tiempo se vuelve alimento de polillas.
Pero adoro el encanto suicida
de las jugadas con pérdida segura.
Cortar la baraja con mi mano de cuervo
es esconder el secreto de mármoles aún vacíos.
Así me distraigo con tu ojo,
clavo roto que quiere atravesarme,
monóculo herido por una garra invisible.
Y nada sabes:
destino del cuerpo,
huesos que entrechocan,
canciones lujuriosas de la aurora negra.
Me gusta la inocencia del que apuesta la vida
-sin saber que ya ha perdido todo de antemano-
y pide como un niño un préstamo a los amigos.

Para qué apostar la entraña,
si puedo hacer la carne hermosa
llamándola latido.

SUICIDIOS MATINALES

Hay mañanas en las que levantarse de la cama es un suicidio.
Yo he tenido un patio de armas dentro del cuarto de baño.
Abandoné muy pronto los peines y cambié los cepillos
por cuchillas que me acariciaban el estómago.

Nadie sabe que yo he amado mi cadáver con devoción.
Aquellas tardes de castigo me vuelven a la cabeza
con un fuerte olor a pintura.
El cuerpo anunciaba las carencias de la carne
y teñía mis ojeras con misticismo teresiano.
El bolígrafo describía la órbita espacial sobre un campo de venas azules.
Nunca el desprecio fue mejor aliado del arte de amar.
Cuando el silencio es luz blanca,
la boca que besa es la boca que devora.
El tiempo deja de ser contención de latidos y minutos,
porque da paso a la era de la muerte analgésica.

Dios tiene la extraña cualidad de hacerse desear,
alguna que otra noche que el cielo rompe en llamas.

DESNUDA FRENTE AL ESPEJO

Contemplo entre sombras
a la mujer de los ojos inyectados en sangre.
Su cuerpo emerge de las ruinas
de un paraíso que huele a hospital.
Me sonríe obscena,
sujetándose las caderas.
Me muestra el blanco histérico de su sonrisa
y me reclama con las manos,
porque me quiere tocar.

Intenta perforar mi vientre,
escarba con las uñas,
mientras me parte una sacudida
que es náusea del alma.

He visto vacas descuartizadas en el mercado
y mujeres desnudas en el cine:
lo que mi cerebro no se atreve a mirar
es el cuerpo dolorido de una niña que todavía grita.

IV HOTELES

¿TE APETECE SUBIR?

Soy lo suficientemente ingenua como para creer
que las camas sólo son para dormir,
pero también lo bastante zorra como para saber
que no tienes sueño.

DE CAMA A CAMA…

Ya nos conocen en todos los hoteles.

Tú eres un padre manipulador
o yo una esposa demasiado joven,
aunque cuando cerramos la puerta
ya no soy “señora de”
y me cambian el nombre
por una palabra poco honesta.

Una mano tuya es una pezuña de cerdo
sobre el velo de Viridiana.
La virgen humillada.
La angustia de la mancha imaginaria.
Nunca unos ojos gritaron con tal desesperación.

…Y TIRO PORQUE ME TOCA

A veces, entre tu calor y mi frío,
me llamabas “niña”
y decías un
“te quiero” mal jadeado.
Entonces te echabas a llorar como un pobre borracho y
gemías repitiendo
“soy un desgraciado”.

No hay puentes suficientemente largos
para contarte lo lejos que estaba de ti.
Dabas manotazos al aire,
mientras yo aplaudía
la gran caída del hombre:
me colocaba flores de aire en el pelo
y te hablaba en susurros
pronunciando lentamente
falsas promesas postcoitales.
Tú me cerrabas la boca
con un dedo en los labios.

¡Qué dulces son las lágrimas de la tragedia,
la inmensa voluptuosidad del autorreproche,
la condescendencia de la absolución,
la inocencia de la arpía!

VI LA HIJA DE ATLAS

AQUÍ ESTOY

Aquí estoy para darte un disgusto
o una alegría,
en pijama y sin peinar,
porque hoy es sábado a la una.

Han vuelto a plantar flores de cemento
donde antes crecían los enigmas de piedra,
pero tú ni te has dado cuenta.
¿Cuánto tiempo ha pasado?
Aquellas mañanas olían a café con galletas
y en la inmensa catedral
me enseñabas,
como buen calisto,
en qué veíamos la grandeza de Dios.
Cómo no creer en ti,
en tu palabra,
en tu mano enorme
recogiendo la mía,
cómo no creer en Dios.

Ya no pataleo los escaparates,
porque ahora soy yo la que no tiene suelto.
Tampoco les digo a las señoras
que además de viejas,
sus caramelos saben a caca de perro,
porque ellas se han muerto
y ahora sé realmente
a qué sabe la mierda.

La mierda sabe a encierro
de cuarto de baño
con tijeras, cuchillas
y agua caliente abundante.
Sabe a venas marcadas
por una goma alrededor del brazo.
A las lágrimas inútiles
que no derramaste
cuando saltaba a la cuerda
con la que me quería ahorcar.

La mierda sabe a desesperación,
a incredulidad,
a todas las derrotas.

Ahora que estamos solos los dos,
que sólo nos queda esta tarde de sábado,
déjame que haga un café bien amargo.
Tú, busca dinero suelto en el bolsillo,
dame la mano
y hagamos un esfuerzo por creer de nuevo en Dios,
aunque al final sepamos que todo es mentira.

SOY TÚ

A veces me meto las manos en los bolsillos
y camino como un gran señor,
pero me duele tanto la espalda
que ni Atlas podría llevar semejante carga.

Busco unos zapatos que caminen por mí,
un mapa que me indique dónde estoy
y una dirección a la izquierda para volver a casa.

Me pesan todas las generaciones,
las pasadas y las que están por venir.
¿Qué es el honor?-me pregunta mi hija pequeña.
El honor no es un apellido,
no está en un escudo de armas oxidado,
en almas que se venden a la galería.

Hay noches que no puedo dormir.
La vida ha multiplicado por cinco
mis preocupaciones,
por más que he cumplido a rajatabla
como padre, como marido, como hombre.

¿Qué se me ha devuelto de tantos desvelos?
Todos son malos pagadores, porque olvidan.
Yo, que tuve fuerza para levantarlos a todos,
que fui el abanderado de todas las causas perdidas,
ahora soy la causa por la que nadie quiere perder.

Y salgo de esa piel dolorida,
después de tanto sufrir en silencio.

¿De qué nos ha servido?

Ser un gran señor
ya no es prerrogativa de nada.

MAÑANA ES UN DÍA MENOS

Aunque no te lo diga,
sabes que hay noches que vuelvo a casa
oliendo a alcohol.
No me quieres dar un beso,
porque llevo puesto
el perfume de los fracasados
y eso te recuerda
que conmigo
también perdiste.

De qué sirve que te busque la cara,
si no me vas a hacer ninguna pregunta
antes de dormir.
Mañana ya no será otro día,
sino uno menos
en esta convivencia absurda
de una familia que apenas se conoce.

¿Sirve de algo decirte que bebo sola,
que tu hija pequeña es una borracha?
No, no cierres los ojos
ni muevas la cabeza.
Nada de eso es verdad,
tranquilo.
Pero qué pasaría si mañana
apareciese en un soportal de María Pita
sin un zapato y con el rímel corrido.

Nada.
Para entonces,
me habré asegurado
de que los dos
estemos muertos.

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Autores
Donaciano Bueno Diez
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