SOMOS REOS DE NUESTRAS CIRCUNSTANCIAS (Mi poema)
Dionisio Ridruejo (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo
 

Pues yo nací en España, soy cristiano,
si en India o en Japón, fuera budista,
Argelia o Senegal, mahometano,
si en un huerto y al sol, vegetariano,
o en un circo nacer, malabarista.

Pues todos somos fruto del azar,
su entorno con sus usos y costumbres
que empiezan desde niño a amamantar,
y siempre ya te habrá de acompañar
con todo sus barniz y sus herrumbres.

Si es cierto que pudiéramos cambiar
no es menos que ya el árbol no endereza,
que se ama al que te han dicho que hay que amar,
se niega al que te indican de negar,
se reza al que te han dicho que se reza.

No es justo ni se deben traicionar
y sigues la lección de tus mayores,
son ellos los que saben de colores
los mismos que conocen el altar
y un día engatusaron con sus flores.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: Dionisio Ridruejo

Dionisio Ridruejo

A un pino

Pino esbelto y tranquilo,
soledad de la tarde,
tan concreto en la libre
desolación del aire,
tan alto cuando todo
se confunde y abate
y huye el sol a tu copa
tibio y agonizante.

Cómo me fortalece
la paz de tu combate,
ascensión sin fatiga,
raíz honda y constante.

Tu majestad envuelve
el cielo sin celaje
y en tu recio sosiego
la tierra se complace.

Mis ojos educados
en tu sediento mástil
ascienden y divisan
la soledad más ágil,
mientras sueña el silencio
sin astros y sin aves
como el solo decoro
de tu verde ramaje.

Pino esbelto y tranquilo,
tu soledad te guarde,
y consagre la mía
desunida y errante,
segada de su tierra,
extraña de su aire,
cuando aún es oro virgen
la cumbre de la tarde
y tú clamas e invocas
el tiempo de mi carne
y otro vuelo sin tiempo
que se sueña y se hace.

Nostalgia del primer amor

Tu soledad de nieve reclinada,
virginal y sencilla, en mi memoria,
como agua fiel de fatigada noria
viene a regar mi voz enamorada.

¡Cómo recrea el alma sosegada
la penumbra y dulzor de aquella historia
con resplandores de tardía gloria
entre abejas y frutos constelada!

¡Oh, delicada llama, ardor primero
velado en llanto y celestial mirada,
par del trino, la fuente y la azucena!

Mírame combatido y prisionero
volver a tu ilusión breve y tronchada
como un temblor en la desierta arena.

El Burgo de Osma

Como la nieve fluye y va sonora
de haber sido silencio, así mi olvido
de las cumbres del ser en que ha dormido
baja al tiempo natal y fluye ahora.

Ya es celeste el hollín en la herrería
y el chirriar de la rueda con estopa
del cordelero y riza la garlopa
una miel inmortal de todavía.

Vuelve la yunta de ganar el valle
con su lanza arrastrada y la campana
vuelve a pasar entre la luz y el puente.

Vuelve el mercado a empavesar la calle
con soportales. Vuelve todo y mana
el para siempre ayer eternamente.

Memoria

Y resbaló el amor estremecido
por las mudas orillas de tu ausencia.
La noche se hizo cuerpo de tu esencia
y el campo abierto se plegó vencido.

Un ayer de tus labios en mi oído,
una huella sonora, una cadencia,
hizo flor de latidos tu presencia
en el último borde del olvido.

Viniste sobre un aire de amapolas.
Como suspiros estallando rojos,
bajo el ardor de las estrellas plenas,

los labios avanzaron como olas.
Y sumiso en el sueño de tus ojos
murió el dolor en las floridas venas.

Asalto

Suave y firme tu mano.
No tembló tu corazón; era un instante
de calma y superficie
en tu voz como plata con arena
y en la húmeda pizarra de tus ojos.

Ha sido ahora, ausente,
cuando el tacto recuerda una caricia
y sangre adentro va tu aroma alzando
el oleaje y quema tu piel de oro.

Sufro extrañado en esta mano nueva
con su emoción de almendro,
que late y crea al recordar. La paso
por los objetos de costumbre: el hierro,
la madera, el cristal, la lana -tuyos-
y una descarga eléctrica de rosas
los hace carne viva.

Cómo mana tu savia ardiente

Nos junta el resplandor en esta hoguera
que tu alabastro transparenta y dora,
y en lenguas alegrísimas devora
una viña de muerta primavera.

Astros de velocísima carrera
resbalan en tus ojos, y me explora
todo tu ser en ascua tentadora,
el corazón que consumido espera.

Amada sin secreto, tan cercana,
veo íntima y abierta, en un ocaso
que hace el sol en ti misma, cómo mana

tu savia ardiente bajo limpio raso;
y hago sarmiento de mi amor, que gana
oro para la sed en que me abraso.

El amor desierto

Quien le dé un corazón a este minuto
yerto, a este fluir sin armonía,
a esta mi sangre dolorosa y fría,
a este seco dolor sin voz ni luto.

Quien pula aristas al diamante bruto,
quien vuelva al ave su perdida guía,
quien haga soledad y compañía,
voz y silencio al cántico absoluto.

Quien me devuelva todos mis paisajes
y vea, en mis quietudes recogida,
costa anhelada y velo de mis viajes;

Quien la salud me torne con su herida,
quien a mis sueños vista con sus trajes,
¡ansia sin forma! cumplirá mi vida.

Epitafio de la amada en la voz del amante

No es, enterrada bajo sauce mudo,
piedra y silencio su presencia pura,
la encuentro en alas de tu voz segura
de vida y muerte en amoroso nudo.

Su luz erige tu clamor agudo
y en él anida su feliz ternura,
puebla del gozo la florida altura
y de los llantos el vergel desnudo.

Todo tu verbo de su pulso nace,
toda tu tierra se estremece y vive
de ser la tierra en que su forma yace.

Tu ser cumplido de su ayer recibe
este balido que en sus labios pace
hierba presente que el mañana escribe.

Nostalgia del primer amor

Tu soledad de nieve reclinada,
virginal y sencilla, en mi memoria,
como agua fiel de fatigada noria
viene a regar mi voz enamorada.

¡Cómo recrea el alma sosegada
la penumbra y dulzor de aquella historia
con resplandores de tardía gloria
entre abejas y frutos constelada!

¡Oh, delicada llama, ardor primero
velado en llanto y celestial mirada,
par del trino, la fuente y la azucena!

Mírame combatido y prisionero
volver a tu ilusión breve y tronchada
como un temblor en la desierta arena.

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Donaciano Bueno Diez
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