A UN POZO SECO (Mi poema)
Orfila Bardesio (Mi poeta sugerido)

Inicio » Sonetos » A UN POZO SECO

¡Gracias por leer esta publicación, ¿deseas comentar?  haz click en el botón de la derecha!

MI POEMA… de medio pelo
 

A un pozo seco, aborto de esperanza,
de lluvia algunas gotas le han caído,
dispuesto está a llorar agradecido,
cansado de sufrir por la tardanza.

El mismo, que hoy se siente abandonado,
no encuentra ni una broza que a él se arrime,
se observa en su interior y se deprime,
pregunta cual ha sido su pecado.

Lamenta su sentencia está firmada
lo mismo que le ocurre a alguna fuente
dispuesta a que le den una patada.

Se siente cual si fuera un indigente
que arrastra la tristeza en su mirada
y solo así es feliz cuando se miente.

Asume ya se encuentra en la antesala
dispuesto a que le entierren con la pala.
©donaciano bueno.

#Un pozo seco es como un niño que no llega a buen término? Clic para tuitear

MI POETA SUGERIDO: Orfila Bardesio

Orfila Bardesio

Sueño

Al poeta Jules Supervielle

Mi estirpe es un jardín de hojas profundas
que bajaron a besarse en la sombra, con ternura.
Mis antepasados, un elefante
de escandalosa piedra y de roca animal.
-Mi antepasado fue un espacio
enardecido por el peso-.
Mis abuelos paternos fueron robles.
Mis abuelos maternos, dos manzanos.
Mi padre, el último eslabón de la cadena,
me alumbró de un trigal.
Yo dudé ser espiga o mujer.
Lloré de no poder ser mundo,
y me crecieron largos brazos.
Lloré de no poder acostarme
a ser todo, y el surco, generoso,
entró en mi cuerpo.

¡Hace tanto que vengo!
¡Hace tanto que vengo
que todavía no he nacido!
Mi luz es de una estrella
que no ha brillado aún
y mi día es ayer.
Cuando me llaman,
mi nombre tarda siglos en llegar.
Las cabras de mi nombre no me encuentran.
-De silencio es el nombre de todo-.
Busco las manos mías, para darlas.
Para poder andar en el presente
busco mis pies entre los siglos.
Mis pasos todavía no han llegado a mis piernas.
¡Naufrago en tantos ríos
para encontrar mis lágrimas!
Si a veces digo algo,
es sólo una noticia…
¡tanta distancia me separa de la boca,
tantas palabras, de la voz!
Mis ojos, detrás de mí, viajan
entre raíces y animales, apurados,
para que pueda ver cuando me muera.
Mi corazón demora.

Mi cuerpo tiene forma de paciencia
de caracol que espera ante una puerta.
Mi vida es un recuerdo
errante en la memoria de la tierra.
Mi pensamiento aguarda
despertar de su sueño en otro sueño.
Mientras tanto, alcanzadme las cosas
vibrantes del día, vosotros,
hojas de sueño diferentes.
-El día es una carta para mí-.
Vendrá la muerte enérgica
y cederá la puerta.

El Caballo

Un caballo de mármol ardiente
con panales de espuma y con miedos de hierba
en la boca, las orejas atentas oyendo
vibraciones extrañas al hombre,
sus patas como el cuello de las fuentes.
Y mariposas en la sangre,
y mariposas en el belfo,
con una prisa en el hocico.
Y su cola se abre como una campana
en el aire y sus crines lloviendo
como blancos otoños.
Un caballo que olvida la tierra.

Un caballo que tiene una hoja del mar
en el cuerpo, una hiedra sensual
que hunde su serpiente en el oído
y el caballo se va revolcando,
ovillando, extendido, cayendo rocío
del olfato llameante, oh árbol animal,
se va, se va en un himno,
en la pradera del cristal,
se va oliendo la luz, la alegría,
levantando su nave gloriosa, salvaje,
solitario, sin puente, orgulloso,
y sus huellas se quedan llamándolo.

Ya no vuelve, no vuelve,
ya pasea en un viejo jardín olvidado,
en un bosque de fuentes,
entre ciervos de lluvias saltando,
donde pide su cuerpo el espejo,
donde busca la risa sus labios.
Ya la luna le muestra raros
mapas de sueño y se queda
sin muerte en un prado.

El Guerrero

Los violines levantan a sus ojos delicadas columnas.
¿La orquesta construye siempre de nuevo el mundo?.
Los bailarines victoriosos en un salto vibrante
se vuelven más que hombres, fuego.
Los cuadros abren puertas con ritmo.
¿Los retratos desembarcan personas?.
Las viñas se pierden en los cristales.
Los viajes dejan los países
y vienen a buscarlo, como hermanos.
Los castillos le ofrecen alfombras
donde callan secretos milenarios.
Las naves lo alejan de sí mismo.
El oro lo separa de su muerte.
Lo alcanzan mantos de una gran tormenta.
¿Sin que sus llamas mueran
en las palpitaciones verdes
se interna en estos bosques encantados?.
Como el antílope por los olores reconoce
las alegrías que le pertenecen en la hierba,
encuentra reflejados los ecos de la luz
en donde cantan sus tobillos.
Porque su rebaño de rostros
llegando siempre al día
dibuja solamente los mapas de la ausencia.
Porque
vive en un fugo incesante y extraño
que lo sostiene lejos de la muerte.
Porque,
en un viento que los muros no quiebran
su frente corre sin descanso,
su boca se consume de sed junto al agua,
y sus manos, guerra con trajes,
con ademanes, con sonrisa,
tocan abismos que las respuestas no calman.
Porque
bajo la Música, la Danza, los cuadros, los vinos,
los palacios, los viajes, las monedas,
arde sin nieve,
su cara inconsolable
no vencida por las ofrendas de la tierra.

El Poeta

Lejos de ocios y telares
un espejo ardiente
recibe caras que no ha pedido.
Con vuelo, no corona las cosas:
dentro del agua que lo recuerda
besa a todos los seres
en el caracol marino
correspondiente a su turno.

El Río

A Jorge Luis Borges

Ignora qué leopardos o qué olivos
colaboran en su número de llamas.
En qué oscuras entrañas
se levantaron sus orígenes del musgo.
En qué fecha de álamo se movieron los labios
de su continuo nacimiento.
?Su nacimiento no ha cesado nunca?.
Es extraña a sus manos y a sus huesos,
extraña a las columnas de sus piernas.
?Entre ellas, reina amistad de compañeros,
su respetuoso amor las vuelve
cada vez más desconocidas?.
Extraña es la viajera que entró en su rostro lejano.
Conducida por guías al más seguro sitio
se ha perdido en un arpa de hojas.
Si los carruajes llevan sus ojos a la visión
o sólo el peso de desiertos,
bruscamente aumentados.
Desnuda, ni la delgada línea de un cabello
la separa de remotas estrellas.
?Su geografía gasta fronteras con golondrinas?.
Su vigilia es quemar alrededores.
Su trabajo es salir, es correr.
Su profesión es la de un río
que no quiere consuelo.
No hay tesoro que pueda detenerla.

El Tocar

La Cabellera quema el filo
entre la piel y el cielo
con sus llamas:
las encinas no alumbran su follaje
en las florestas lejanas,
los leopardos no encantan
entre verdes cortinas,
las piedras no recuerdan historias
en milenarias intimidades,
el sol no estalla espigas en una tierra azul.

En la mano desnuda
es donde todo sucede.

Intimidad

Como en cipreses a llantos largos
no progresa la noche;
el blanco detiene un luto
de carruajes en la madrugada;
vacilan cirios como penumbras;
dudan alturas de cóndores en el olvido;
la pesantez no se arrepiente
ante luces sonoras de campanarios;
las cenizas impiden filos a los aullidos;
la lluvia desorienta las cartas
y sin embargo, el amor, de un corazón
retira sus hiedras,
una niña de oído fino,
de obediencia inclinada,
intenta demorar el amanecer en el bosque;
busca lo callado
para cubrir flores, agua de silencio,
hierba sin abejas verdes,
fuentes con rumores iguales
con que apagar ciervos y colores;
pero las cosas están respondiendo
a otras fechas, con hirviente trabajo fervoroso
como las estrellas, y no escuchan su seda.
¿Sólo un grillo que esperaba,
pronuncia por un instante
en las soledades extensas
su compañía lejana
junto al corazón desconocido de sí mismo?.
Y la niña se duerme,
fatigada de andar en las alturas
horizontales de la tierra,
mientras un rebaño de latidos
cuida, como una torre,
que sus manos no salgan del sueño.

Si te gusta #Orfila_Bardesio... Clic para tuitear

Autor

Donaciano Bueno Diez
Si te gusta mi poema o los del poeta sugerido, compártelo. Gracias
Subscríbete!
Notificar a
guest

0 ¡Ardo en ascuas por conocer tu opinión! ¡Anímate a comentar!
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
Echa un vistazo a la siguiente publicación
A veces cuando sueño por las nochesrevivo los…
0
Me encantaría tu opinión, por favor comenta.x

Descubre más desde DonacianoBueno

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo