MÁS SÓLO QUE LA UNA (Mi poema)
Rafael Espejo (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA …de medio pelo

 

Nadie a mi me avisó. Nadie me dijo,
debieron suponer que lo sabría,
que si alguien no le riega a la alegría
de nada servirá tenga un botijo.

Me engañaron. No supe a qué venía.
No pude decidir. De haber sabido,
si al menos yo lo hubiera conocido,
es posible que atrás me volvería.

Más sé, volver atrás no trae a cuenta,
no puede revertirse el calendario
¡qué lejano se queda ya el cuarenta!*.

Quisieron inyectarme una vacuna
para así soportar este calvario,
y hoy me siento más sólo que la una.
©donaciano bueno

* 1940. año del nacimiento del autor.

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MI POETA SUGERIDO: Rafael Espejo

Rafael Espejo

Amour Fou

Apaguemos la vela y en silencio
hagamos el amor palpando sombras.
Que crujan de placer nuestros desnudos.

Que las ondas de aliento entrecortado
te rosen el fulgor de los pezones.
Probemos de esta miel la noche toda.

Luego me marcharé sin despertarte:
no dejaré ningún beso dormido
sobre tus labios blandos y entreabiertos.

Y olvidaré las calles que desande,
por si vuelve a surgirnos la ocasión
de querernos como desconocidos.
De «El vino de los amantes» Hiperión, 2001

Autorretrato

Al final de estos brazos unas manos
para tocar por gusto
o acercarle sustento
a la boca que pía.

Igualmente dos piernas acopladas
al tronco: lo pasean
con sus lagares dentro,
con sus filtros y bombas,
sus engranajes sordos.

De perfil me embellecen
un ojo y una oreja, media nariz, dos labios
mitad sobre mitad.

Y duros huesos a los que se enredan
músculos trepadores
regados por la sangre que heredé,
todo cubierto de porosa dermis
mal abrigada por vellosidades.

Pero yo, que habito una región
ignota en el cerebro,
sólo me reconozco íntegramente
en el pene y los testículos:
esos ojos no natos con trompa umbilical,
reliquias ancestrales
de las eras biológicas que confluyen en mí,
pura animalidad que me despierta.

¿Para qué sirvo entonces,
a qué puedo aplicar estos dispositivos,
exactamente qué he venido a hacer?

Vivir, pero además
vivir consciente,
vivir como si solo
fuese real la vida.

Y dar gracias a ciegas
a quienes me engendraron,
gracias al niño que me trajo aquí,
gracias a las muchachas,
al perro que me sigue y a la flor transitoria,
a la llovizna mística, a la luna de agosto,
gracias a los viajes que al llevarme
me hacen creer en casa,
y a las drogas felices, y a las decepciones
que me tienen humilde.

Esto soy. Gracias,
enormemente gracias.
Aunque, en verdad, no era necesario nada de esto,
muchas gracias.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

Buenos días, noche

De buen amar se vuelve
magullado y hambriento,
con sabor en la lengua a carne cruda.

El suelo se amortigua,
los caminos convergen, silba el aire.

Agradecido así,
con sonrisa imantada
por el impulso mismo que iza al árbol
al sol,
tarareando:

no puedo amarte más, no soy tan físico.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

De amiga

Quien esconde un amor,
quien va celosamente almacenando
entre algodones la semilla nueva,

se desvela hacia adentro,
se desvela
como brilla la luna al mediodía.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

De noche, los domingos

De noche, los domingos son más tristes.
Ayuda la impresión bobalicona
de la distante luna, cuyo velo de flema
irreal se contagia:
las familias se arropan a la lumbre
eléctrica, o apuran
los restos de la cena quedamente,
pensando ya en la paz merecida del catre;
descienden el telón de las persianas
y se rinden al sueño de sí mismas.

«Que nadie nos moleste»
digo entonces,
«vámonos a un rincón».
Me aprietas silenciosa. Tú también tienes frío.
Pero los dos sabemos que quizás
sea mejor así,
caminar solitarios los recodos del pueblo
y a espaldas del convento
-piedras despellejadas con verdín-
nuevamente entregarnos en un culto
feliz porque salvaje:
dos mamíferos
que luchan contra el medio por conservar no más
que su sangre caliente.
De «El vino de los amantes» Hiperión, 2001

El beso

Un dedo masculino y corazón
surca las languideces de esos labios
débilmente entreabiertos.

Se siente un leve soplo.

Tras los ojos cerrados
cada cual imagina el lento beso
que comienza a brotar.

Saborean. Demoran el deseo.

Los amantes quisieran comprobar la emoción
desde el cuerpo del otro,
fingen que fingen.

Quieren hacer un beso
que la lluvia del tiempo no erosione.
Que permanezca mínimo y total.

El beso que han soñado tantas veces.

Y cuando al fin comparten la saliva
les queda la impresión
de haber equivocado algún detalle.
De «El vino de los amantes» Hiperión, 2001

El milagro

Si me pide Panchita
que desintegre el agua para demostrarle
separaría hidrógeno de oxígeno
con unas pinzas.
No en realidad, pero quizás lo hiciese.
Que me lo pida.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

La rueda

Mientras duermo algún sueño
en la sabana
una presa sucumbe a su depredador.
Aquí es noche. Allí día.

Se despereza el mar a cada ola,
las dunas del desierto no encuentran acomodo.

Si alguien colma su sed,
alguien se desahoga entre memorias tristes.

Huye una nube
(flota,
se invierte en ese charco),
está volviendo.

La flor despunta tersa,
se ruboriza el viejo por seguir siendo mundo.

Todo comienza ahora. Todo acaba.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

Madriguera

Al alba, con el sol, la humareda
subía de la tierra como el vaho de un horno.
Carlos Martínez Rivas

Desde las mantas,
como el vaho de un horno,
sube su aliento rancio en la mañana:

huele a barro
el regusto lechoso y fermentado
de su sueño en la boca.

Con hilillo de baba
seca en la comisura de sus labios

y un sudor aceitoso surcándole la piel.
Las greñas enredadas.

(¿No desean lamerla, retozarse con ella
como serpientes entre hierbas altas?)

Así la quiero yo: hedionda,
envuelta en la placenta de los días;
presta para nacer entre mis brazos
con las primeras gotas de una luz
que la persiana filtre
macerando sus ojos.

Así. Pura mujer. Sin trampas.
Pestilente. Fluvial.
Inmaculada.
De «El vino de los amantes» Hiperión 2001

No me lo expliques

Cuando unas aguas se diluyen
en más agua
crece el anonimato del mundo.

También a las hormigas,
mientras portan el grano y lo almacenan,
las atrae esa muda voluntad
integradora.

Si una presa es cazada
la vida toma impulso en el depredador.

Y el viento siempre vuelve,
y la luz nunca acaba,
y las nubes suceden a las nubes…

Algo con insistencia está pidiendo
que me salga de mí si yo contigo.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

Nocturno

La oscuridad del cielo adquiere perspectiva
por los astros que brillan entre nubes dispersas,
y es bello contemplarlo, y peligroso;
el crepitar de leña que nos sugiere el sexo,
canciones de acampada y juventud
dispuesta a emborracharse
con la luna; hay también
quietud en lo profundo, donde no ocurre nada,
allí donde podría imaginarse
un vuelo de lechuza que atraviesa el silencio.

Y todo se resume en la palabra
fugaz.

Pero yo me detengo en ese corro
que corteja a la vida, compartiendo
explosiones de júbilo y otra especie de guiños
que luego buscarán intimidad
a la luz de las brasas de la hoguera.
Uno de ellos parece ensimismado:
«mañana… estos momentos…»
se teme,
y no disfruta.

Entre tanto, las chicas,
sensuales con sus nucas descubiertas,
dotadas de misterio por reverberaciones
de llamas que iluminan, de vez en vez, sus rostros;
ajenas al dolor
que acaba de robarle la sonrisa
al joven pensativo.
Se saben triunfadoras del presente.
Y el presente les dura hasta mañana.
De «El círculo vicioso» Universidad de Granada, 1996

Nos han dejado solos

A la orilla del mar,
donde el aire se densa porque viene
rumiando idiomas.

Tiembla el cielo en las aguas,
la tarde mece así sus intuiciones.

Y si me abrazas nos desvanecemos
en el paisaje pardo.

Qué placenta

esta balsa de tiempo suspendido,
qué remanso de paz.

Como el principio.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

Nunca del todo

Saber menos aún,
desabrazarle al yo sus anillos de árbol,
confundir mis ideas con luciérnagas
intrascendentes.

Tenerme cada vez, nunca del todo,
como si fuese un niño quien me vive.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

Principio y fin de la siesta

Saciados el estómago y el sexo,
¿qué queda?

Mullo el vientre calmado de mi amiga,

que entrecierra los ojos
y apenas corresponde:

un roce, como ondas
erizando sus hebras.

Desnuda, libra
la gravedad

de los acantilados

bajo el plácido vuelo
de los pechos

(el corazón,

poroso y rojo,
serena nuestro canto en su caverna).

Si se ovilla
es un monte que ofende en la sabana

la aridez del ocaso,
Y late

con pulso adormecido

una respiración secreta, vegetal:
oigo el musgo crecer sobre su pelvis.

La calavera rumia el sueño de su vida
como el mar en las conchas deshabitadas:

¿Qué reverso del mundo
he de aceptar por no quedarme solo?

Y este beso, ¿se filtra
como vaho en su hipnosis?

¿Es el aliento dulce del incienso
o acaso niebla baja
que sonrosa los bordes
de mi amiga?

Duerme,

duerme sobre nosotros
un cielo ensimismado

mientras cruza su frente

esa nube que apaga,
un momento, la tarde.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

Regresión

Y aunque no quise el regreso
siempre se vuelve al primer amor.
Alfredo Le Pera

Tú quédate, no impidas
esta mano templada.
Muéstrate verdadera y dime, suave,
la lentitud del mundo si vives en la ausencia:
que un tiempo nos buscamos torpemente,
que nos equivocamos.

Tú acércate con dudas,
devuélveme el asombro
de aquel breve, infinito primer beso,
el temblor en tus ojos
de niña sorprendida en el pecado.
Deshazte de la ropa.

Tú separa los muslos
e imagina el gemido de unos cauces
con las aguas crecidas,
siente el salitre denso, desbocado
del río al diluirse en el océano.
Tú piensa en tierras húmedas después de una tormenta.

Y acaríciame dulce,
recógeme en tu pecho
la promesa
de que ya no te vas,
susurra que mañana
vamos a amanecer, mi vida, a medias;
pero antes de que el sueño nos aísle
dame otra vez tus labios recién hechos,
ondúlalos como una bienvenida,
enjúgame el sudor
pacientemente, madre.

De «El vino de los amantes» Hiperión, 2001

Silba

Unas hojas
-mustias, ocres-
fingen ser mariposas
mecidas por un viento
hueco:
vibran,
revolotean.

Me lleva esa deriva,
la frágil suspensión pero serena,
su absorto devaneo
me lleva…

Será que a mí también me basta un soplo suyo
para soltar al vuelo un peso muerto.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos. 2009

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Vivir – Manuel Alcántara

Vivir se va quedando sin campanas,
la esperanza no tiene que ponerse
ni la muerte un lugar donde caerse…
¿Quién le cerró a la vida las ventanas?

Que me expliquen por qué no tienen ganas
los antiguos caminos de moverse;
ya no queda ninguno en que perderse
y me quedan que estar muchas mañanas.

Por una herida múltiple respira
mi voz y en la baranda estoy de codos
pensando en el final de la tragedia.

Qué le vamos a hacer. Si bien se mira,
con el día y la muerte estamos todos.
Mal camino. Si Dios no lo remedia.

Autor

Donaciano Bueno Diez
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