LA HOJARASCA (Mi poema)
Winston Morales Chavarro (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo
 

Que Adán y Eva nunca existieron,
me lo dijo alguien que había dedicado toda su vida a estudiar a Adán y Eva.
– – –
Si la envidia corroe,
la población mundial debiera ya haber fenecido de cirrosis.
– – –
El miedo es irracional,
otro que tal baila.
– – –
Si no hubiera ricos todos seríamos pobres,
si no existieran los pobres, todos ricos.
– – –
Creer ser Dios, es estar loco,
querer vivir como Dios, es otra cosa.
– – –
¿Sexo sin amor, amor sin sexo?,
menudo dilema.
– – –
Yo no sé quien soy,
para lo que pudiera descubrir,
mejor no enterarme.
– – –
Si no hubiera donde elegir
se acabarían las dudas.
– – –
La muerte es la única lotería
que a todos nos toca.
– – –
Si con uno nos entendemos
¿a qué viene eso de inventar tantos idiomas?
– – –
Si no existe dios habría que inventarlo,
uno está bien
pero ¿para qué tantos?
– – –
En casa, mi padre y mi madre nunca discutían,
siempre se hacía lo que decía mi madre.
– – –
La razón no entiende de emociones,
las emociones ignoran la razón,
agua y aceite.
– – –
Yo no quiero pasar a la posteridad,
después de todo no me voy a enterar.
– – –
Antiguamente las parejas declaraban su amor
junto al brocal de una fuente,
hoy ya no existen las fuentes.
– – –
Hoy nadie sabe ya qué es poesía,
solo Bécquer lo supo:
poesía eres tú.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: Winston Morales Chavarro

Winston Morales Chavarro

A Eva en el destierro

Qué hermosa es Eva
Qué hermosa la serpiente que le rodea
El árbol que crece en su talle
El fruto carnoso que despliegan sus labios
Al posar sobre la ocarina
Su música en las orillas del bosque.
Qué hermoso su cabello
—Grajillas oscuras que caen sobre sus hombros
perfumados—
su nariz que respira otros mundos
y crea para tantos laberintos
el azahar y las guirnaldas que los sustituya.
Qué hermosa es Eva
Qué hermosos sus tobillos
Las huellas que dibuja sobre la arena
Para marcar el camino hacia la luz y hacia las
sombras.
Qué hermosos los hijos que le ha arrojado al mundo
El río que desciende por las colinas de su vientre
El volcán de sus ojos de fuego.
Qué hermosa esta costilla pensante
Este polvo sagrado
Esta caña aromática
Que guarda en sus pechos fragantes
Otra manzana para las épocas de lluvia.

LA CANCIÓN DE LUCIFER

Mi ídolo de bronce es el abismo
El fuego, las cavernas.
La vida del maldito
-desterrado de la luz y las alturas-
Se péndula entre el mal, el bien, lo dionisiaco.
No maldigo de las sombras
No aspiro a las venganzas,
Continúo con mi vestidura satánica
Instruyéndome en el bien
Y solazándome en el mal.
Los más doctos dicen que fui expulsado del espejo,
Que mi imagen vagabundea por los laberintos y paradigmas de la muerte.
Pocos saben que conservo mi posición de ángel
Que aparezco majestuoso cuando miro mi belleza ante las nubes
Que mi sabiduría multiplica la ignominia de los justos
Y la nobleza de los desterrados
Contagia de belleza a los malditos.
Voy del ascenso al descenso
Como el viento que hila los caminos:
No creo en la maldad, en el bien,
En el pasado, en el futuro
Pues los cuatro están confinados en las sombras
Y las sombras
En el hades de un espejo orbicular.
No maldigo a las alturas
No me duele la caída
Hay un punto en que todo deja de ser contradictorio
Y nada en este punto se excluye sino que interacciona.
¿Quién ha dicho que el abismo no es la altura?
Qué la maldad,- producto de la belleza-,
No es el bien?
Que las sombras no son la luz?
Que el caído no es el levantado?
Pocos saben que sobrevuelo el infinito,
El paraíso, la manzana,
Que mi vestidura de Vampiro
Me da el elixir de la noche,
Que sustraigo del día los frutos del iluminado
Y que espero sabiamente el último camino
Para empezar mis andanazas
Por la otredad, por la vaguedad,
Por lo inmensurable,
Por lo indefinible.

BEELZEBUB DE PALESTINA

Sí, tú eres aquél
Príncipe de los infiernos
Noble ángel de los desterrados
Descifrador de paradigmas escritos en las noches
Y multiplicador de diluvios sobre las hogueras de la muerte.
Sí, tú eres aquél
Pero cuánto distas de ser
El de aureola destellante,
Cuánto distas de la luz
A pesar de sobrecogerte en otra luz
Y cuánto de la oscuridad
A pesar de instruirte en otra oscuridad.
Sí, tú eres aquél
Ángel o demonio
El que ahora se pasea por los intrincados laberintos
Miles de servidores ahora te coronan
Se deslizan por la orilla del vasto funeral
Sobre una muerte serena que te sobrecoge;
Una muerte que se ensancha

Como la curva, como los ángulos.
Sí, tú eres aquél
El del paraíso perdido y nunca recobrado
-sobran fuerzas paro no recobrarlo-
Tu delicia recae sobre el silencio que viene
Sobre la sabiduría humilde que centellea en la noche:
Pensamiento que se dibuja como una barca
En el océano de los afligidos.
Sí, tú eres aquél
-Gozas con este distintivo-
una estrella de hojas
reposa en tu frente de hiedra quemada
y vagas por el mundo
igual que otro iluminado
restituyendo el camino para los menos doctos
y provocando, a partir de tu imagen alucinante,
la animadversión a las olas ardientes de tu precipicio ,
a la tierra despreciable de los infiernos.

LA VISIÓN DE MOLOCH

¡Desgracia a los habitantes de la Terra!
Arremetió el maligno del infierno
Mientras veíamos discurrir
Las hondas guerras del desierto
Por los pasajes de la arena
Y sus cóleras inflamadas.
¡Desgracia! ¡Desgracia!
Los pájaros de fuego
-Encorvados por la cabellera elástica del cosmos-
surcaban los laberintos electromagnéticos del éter
y soltaban por doquier
su huevo de ira y uva venenosa
desvertebrando como un soplo
el país de los cedros y los pinos.
Por entre los montes de Armenia y el Golfo Pérsico
-En donde alguna vez se situó el paraíso-
vaga ahora, desde la época de las lunas crecientes,
el hijo de la noche.
Bañado por el Tigris, el Eufrates, el Nilo y el Pisón
-Revestido como lo que fue, antes de la rebelión y la caída-
el maligno del infierno
se pasea con sus tentáculos de muerte,
con sus hiedras vengativas y siniestras
destruyendo todo lo que aventure por el mundo.
¡Desgracia a los habitantes de esta Tierra!
Vocifera con la fuerza de los acantilados
Y las voces enhiestas de las rocas.
Una cohorte de fantasmas
Le secundan en el canto,
Un séquito de hombres
Le tributan con aceites.
Desde Aurán hasta California ,
Desde las torres reales de la gran Seleucia
hasta las bocas cerradas del Mississippi
se pasea el maligno del infierno
por las llanuras volátiles de Proserpina.
Sus principados y potestades
Se doblegan como ramas
Al paso majestuoso de los falsos evangelios.
Sus columnas de humo y fuego
Continúan tatuándose en la tierra

Como una señal de insólitos presagios
Mientras la noche se retuerce
Al florecer del hongo radioactivo
Y el hombre
Evocando la memoria de la Sodoma de los moabitas
Queda prendido al viento
Como la estatua del Apocalipsis,
La torre de sal de los últimos sepulcros.

I
Y estoy buscando las voces del camino
Para traducirlas
Seguro llevarán tu nombre
He aprendido a interpretar la voz del viento
Esa misma que arrulla las hojas entreabiertas
De tu árbol.

¡Aniquirona, Aniquirona!
Te llama el río
Y en las gotas frenéticas del aire
Va tu aliento prendido a las veletas.

Al cuenco de mis manos
Llega impetuoso el sol
Con el oro y el trigo de tu cima
¿Debo ascender al principio del lenguaje?

Allí narran las gaviotas
Los días difíciles del cielo
El trasbordo misterioso de las nubes
¿Debo traducir el idioma musical de sinsontes y de mirlos
para conocerte?

He de cuestionarme
Mujer de largos sueños
E inexplicables trances
¿Cuál es el país al que me invitas?

Apenas sé cómo te llamas
Me lo ha contado el río
Y sé que Aniquirona
Es el umbral de otros caminos.

II
Toda vez que me aproximo a Schuaima
La muerte posee la voz
De múltiples aves
El aire azul revolotea de fibra en fibra
Mientras las piedras
Juegan a pronunciar sus palabras menos comunes
Y las hojas saben de antemano
Que soy nuevo en este sitio.

Aniquirona
Hay un yo que me detiene
Que se esmera en el regreso.

A veces pienso
Que ese habitante
Joven entre los viejos
Ama las mismas cosas
La obscura puerta de las posibilidades
La famosa casualidad de las instancias
¿A dónde van todas esas voces
que me conducen a tu reino?
Sigo las hojas que corretean presurosas
Sigo la lluvia y su música húmeda
Sigo los pájaros y sus ondas
Hay una aproximación entre el lenguaje de los árboles
Y el mío.

Sólo así puedo acercarme
Sólo así sé que existo
Y que el camino no es camino
Si no va cargado de palabras y de voces.

Estoy en Schuaima
He llegado con la brisa
Sólo su silencio musical me satisface
Aniquirona:
¡Hablemos de poesía!

VII
Extranjera
Danza de fuego
Sé que la muerte es escuchar otras voces
Y por eso
Poso mi oído
En la cascada de tu río.

Busco la muerte
Y camino desnudo entre las piedras
Busco esa voz
¿Acaso distante?
¿Acaso cercana?
Tal vez en mí
Disfrazada en mí.

Sé que allí
En el silencio obscuro del espejo
Está el sonido orquestal de otra mañana,
Mi cabeza se agita con el viento
Y llueve
Llueve y he sabido con la lluvia
El diccionario abierto del camino.

XII
Mujer en el espejo
Toma de mí
Las cosas que ya fueron tuyas
El sonido de las hojas
El silbar quedo de mis ramas
Haz de este escueto tronco
Un asentamiento para tu estadía,
¡Ven, forastera!
Sólo ofrezco para tus manos
Un ramillete de fragantes piedras
Bajo la pequeña
—casi mi diminuta sombra—
puedes quedarte
no importa el tiempo
al fin y al cabo
el tiempo para los dos no existe.

Soy un hombre viejo
Un árbol moreno y oxidado
Pero te juro
Que aún puedes hacer de mí
Una canción para la muerte
Para la vida
O quizás para otra cosa más hermosa.

Forastera
Aún anidan en mi tallo
Escarabajos transparentes
observa mujer de ojos luminosos;
mi coraza de colibrí y de mariposa
resiste millones de guerras, de guitarras
y otro caminar para la suerte de tus días.

Quédate extranjera
Mañana ya seré otra cosa
Y tú estarás demasiado joven
Para comenzar de nuevo.

XVII
Extranjera
Hemos llegado a este ritual
Esta es la ceremonia de las flores
El ritual de la palabra;
Palabra olorosa que se expande
Como enredadera de músicas balsámicas
Y que trepa suavemente
Por la savia de los árboles.

Esta es la ceremonia de las flores
Entra y gózate la fiesta
Entra y gózate la vida
Ven a festejarme
Todavía hay vida en estas manos
Tómalas
Estas manos que aún escriben
Poemas de amor para mujeres solitarias.

He venido a este festejo
Llorando ante la belleza de la noche.

Aniquirona
Diana de los bosques
Dime hasta qué lugar se extienden tus visiones
¿Dónde el cáñamo de la música?
¿Dónde las hogueras de los besos?
¿El suave murmullo de las hojas?
¿Qué de venturoso tiene
ser laureado por la muerte?

En algún punto
Entre la vida y la muerte
He venido a este reencuentro,
Todavía hay vida en estas manos
Míralas
Ellas escribieron con anterioridad
Sobre estas cosas
Ellas pronosticaron
Esta magnificencia

Este acto de laurear a los hombres soñadores
Este acto de celebrarse mutuamente
Cuando silencio, poesía y muerte
Suelen restituirnos.

XXII
A Roberto Chavarro Chavarro
Aniquirona
¿Dónde están los versos perdidos?
¿En qué lugar la alforja
que esconde las palabras
y el mundo de las premoniciones?
¿En qué lugar los pañolones de las viudas
que enlutaron su tristeza
hasta fraguar la música?
¿Acaso en Schuaima la luz?
¿La gran nube en forma de ánfora
Donde todas las tristezas se evaporan
Y los niños juegan con los tamariscos y los pájaros?
Schuaima es la nación
Donde todos los que se fueron han llegado.

Crucen amigos de infancia
Vengan marineros y soldados muertos
vengan prostitutas
que los músicos desnuden su tristeza de guitarra
y los villanos se levanten de las prisiones
¡Hay pan para todos!
Venga también el salmista, el misionero,
Judíos, mahometanos y gentiles
Crucen pescadores con sus redes de plata
Y el místico con su trozo de parafina.

Marchen hacia Schuaima
La luz de la lámpara gigante
Es el arco de la travesía.

Marchen que las campanas del calvario
Han cesado su repicar de entierro
Y la brisa se ha detenido
Para no despeinar el sueño
De extranjeros y visitantes.

Aniquirona
Ha llegado el instante de multiplicar pájaros y peces
Es la hora del fuego
La hora del canto y el grito
Despójense de su armazón y de su escafandra
Los científicos
Vengan los alquimistas con el rayo y el trueno.

Marchen hermosos gusanos
Es hora de tejer las alas para remontar el vuelo,
Después de la metamorfosis
¡Todas las larvas serán mariposas!

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Donaciano Bueno Diez
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