A ESOS HOMBRES… (Mi poema)
Dolores Castro (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Los hombres, esos seres pretenciosos,
que van haciendo alarde, presumidos,
pues nacen y se creen bendecidos,
los mismos, los que fardan de rumbosos
retumban al pasar con sus quejidos.

Que avanzan cual gallitos de pelea
y haciéndose notar saltan al ruedo,
se enfrentan a las sombras con denuedo
e insisten a quien quiera que les vea
que son representantes de algún credo.

Los hombres, los que tienen por costumbre
subirse sin permiso a los altares,
se sienten cual los dioses de los mares
mas son como pavesa de una lumbre
que apaga cuando empiezan los pesares.

Ese hombre el que presume de adivino,
y pasa por la tierra caminando,
se para a descansar, piensa ¿hasta cuando?
no sabe ni quién es ni aquí a que vino
y admite siempre va disimulando.

Que sabe que él es carne de cañón
así se considere trascendente,
no quiere él admitir que es indigente,
que un grano en el granero hace montón,
y espera hacer espacio pa el siguiente.

Soldado que luchando en la batalla
conoce su destino está en sufrir,
se niega a ver teniendo que admitir
que en este resistir no da la talla,
sabiendo ha de bregar hasta morir.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDODolores Castro

Algo le duele al aire

Algo le duele al aire,
del aroma al hedor.

Algo le duele
cuando arrastra, alborota
del herido la carne,
la sangre derramada,
el polvo vuelto al polvo
de los huesos.

Cómo sopla y aúlla,
como que canta
pero algo le duele.

Algo le duele al aire
entre las altas frondas
de los árboles altos.

Cuando doliente aún
entra por las rendijas
de mi ventana,
de cuanto él se duele
algo me duele a mí,
algo me duele.

La sangre derramada

Al borde del camino
lo encontramos
el mismo pantalón, la blusa blanca:
sobre su espalda
amapola de sangre.
Llaman de gracia al tiro
que enmudeció su boca,
ahogó su amor
y me dejó baldada.
El estallido
de aquel tiro de gracia
aún retumba
y aúlla en el aire, aúlla.

La tierra está sonando

La tierra está sonando
y yo estoy desolada,
hueca por dentro, triste.
Mi juventud se tiende como el ala
rígida y negra de una golondrina.
Se me estremecen muy espesos árboles
y me duelen las aguas más tranquilas.
La tierra está sonando.
Llora de amor y hiere
mientras ama.
Y mata y acaricia.
¡Quién nos encierra duro
como la flor en su rojo silencio
de párpados ahogados
o de cerrados pétalos!
La tierra está sonando:
Aguas, espesos árboles:
¡Tierra sobre mi cuerpo!

OTROS POEMAS

1
Salgo de aquel espacio
grávido de sonido, de luz y de sentido,
pero nada recuerdo:
era en la antigua noche de los siglos.
Algo traigo en la piel
-que no pudo lavarme toda el agua
cuando cayó en el barro de mi cuerpo-
y apagará mi sangre lentamente.
Pasarán los ríos,
callarán algún día para siempre.
Nuevos caminos abrirán nuevos caminos,
y todas nuestras vidas,
unidas en un solo luminoso haz,
irán por el camino de único sentido.
Ahí recordaré la exacta fórmula de mi estructura
y sabré de las arcas donde vibran los eternos sonidos
de la muerte, que ya nunca perseguirá mis noches.
De la vida, hilo temporal de mis recuerdos.
Cerraré los ojos y aún correré por las suaves praderas,
me cercarán a veces olores de manzana.
En medio de la paz de este silencio,
contrastarán más bellas las luchas que ahora palpo.

2
Amo, vida, la fuerza cotidiana
en tu raigambre, fruto de ceniza,
y la sed desprendida de la lucha
que has vencido,
al vibrar como fuego en un instante.
Te amaré como agujas de mis huesos
cuando rompan
esta dulce prisión de fuego y carne
y te amaré en la mano que retuvo
la ceniza caliente de otra sangre,
y en lo que fue constante afirmación
de nuestra estancia.
Amo la estancia que será ceniza
pero ocupó su ritmo en el espacio
y acarició la tierra con su paso.
Amo el paso en la tierra:
vértigo que amanece en cada nueva
sensación de tu presencia.
Con los ojos abiertos a tus ansias,
con las venas abiertas a tu savia
que resbale en la hiedra derretida,
te cantaré en el polvo
desde el olvido de mi antigua forma:
en la última fibra de los tallos
en la altura de un árbol, construida
por dolorosa herida de sus vetas.

3
Volverá el polvo al polvo,
caerán desmenuzados los cabellos
como último baluarte de mi cuerpo.
Te esperaré a la orilla,
en los maderos rotos de mi cuerpo.
Al tomarte la mano, pobre muerte,
tan antigua, tan niña,
palpitará en tu sangre
la madura inquietud de cada día.
Romperás secos lazos
recostada en la hierba de tu sueño,
te embriagarás en angustioso canto
de la noche primera.
Te llegará en latidos de mis ansias,
la frescura del agua tan lejana
la voz, y el sonido
de la vida que evita tu llamada.
Y morirás de amor,
del mismo amor que apagará la hierba.
Y morirás de viento y de tristeza,
cuando fría mi sangre
no transmita a tu cuerpo,
el calor que robamos a la fragua.
Y cuando de nosotros
no quede ya en la tierra
más huella que la ardiente de tu estancia,
volveremos al polvo
que al cubrir este canto
lo perderá en la noche de su huella.

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Autores
Donaciano Bueno Diez
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