A VECES, SOLO A VECES (Mi poema)
Jorge Córdoba (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

A veces, solo a veces me confundo
que a ratos quiero ver lo que no he sido,
me encuentro como un pollo desvalido
sin nada que machar, sin almireces,
me encuentro muy jodido.

A veces, muchas veces, no me tiento,
me noto duramente compungido,
ni puedo comprender lo que he sentido
ni acierto a despertarme de este invento
que yo me he concebido.

A veces me despierto, soy sincero,
queriendo descubrir si estoy dormido,
comienzo a recordar lo que he vivido
y encuentro a mi pesar que nada espero,
que soy un resentido.

A veces cuando el cielo se oscurece
las ganas de vivir ya se han gastado,
no encuentro mi lugar en ningún lado
ajeno a lo que ocurre o acontece
igual que un desclasado.

El puente de entelequias sin cimiento
que un día tan vulgar me he construído
a causa del dolor ya se ha caído,
pues queda el resquemor del sufrimiento,
mejor ni haber nacido.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:

Jorge Córdoba

Paso a nivel

Mi madre es máquina,
lino,
leño.
Piernas chuecas,
surcos resecos.
Párpados caídos,
ojos achinados.
Ojos que se elevan
como aquellas albas
de humanidades inhóspitas,
anuncios de gallos.

Mi madre
ya no esta junto al viejo brasero,
masticando un chipaco,
ni sorbiendo mate cocido.
Tampoco sigue las huellas de alguna cabra
envuelta en su pañuelo blanco
entre el viento y la sequía.
Traquetea como aquel tren adolescente
que por la vía del llanto
la acarreó hasta la ciudad.

Pero mi madre,
sigue siento monte,
chañar y trabajo.
Fuerza productiva
hasta que llega la oración.

Y luego de un sueño sereno,
distante,
sus párpados se elevan
y las mañanas despiertan
un tanto más chuecas y achinadas.
Con sonidos férreos,
con palabras dulces y costuras alegres.
Una vida de paso a nivel.
del libro «Pequeñas soledades»

Oíd mortales

Nací el año
que cayó en La Higuera
un épico latino.
Dormí entre llamitas de faroles,
jugué en una montaña de ladrillos,
crecí sobre un peñasco de ilusiones.
Crecí, viví, morí.

Acaricié el retrato de un abuelo resistido,
adolecí entre retumbares de tambores,
curse en gobiernos pervertidos,
viví en sigilo todos estos resquemores.
¿Viví, morí?

Sentí carretear
a las hojas resecas,
humecté al otoño,
a aquella parra con mis libros.
¿Contemplé
la claridad de las estrellas?
¿O morí en un mundo oscurecido?

Oíd mortales
soldado de América.
del libro «Pequeñas soledades»

“En Argentina ser un drogadicto es ser
un hombre muerto”
Diego Armando Maradona

Hechizo de barro

No fue Harry Potter ni corsario.
Abriendo marcadores en las tardes de Fiorito,
fue hechizo
de barro en el potrero.
Y partió en un saque
para Europa.
Llegó a España
zapateando como Gades,
en Italia Marcelo Mastroianni,
el tango en la gambeta.
Pero esa voluntad
neurótica,
carnal,
le anestesió la vida en la palabra,
fue hundiéndole el puñal,
¡su piel ya no es de camiseta!
En Méjico
la reina quiso darle jaque mate.
Con su mano
latinoamericana
repuso al niño en la pelota,
desafiando a la corona,
manoteando ese balón.
Y los alfiles y peones
rasantes lo corrieron,
punzaron sus garrones,
le arrancaron la pelusa,
¡quisieron degollarte!
hechizo de barro,
de potrero.
Y amagando como el toro ante el acecho,
danzando
como el cisne ante la vida,
eludió a la infracción
en una suerte de poesía suave
y brutal.
Esa zurda
le dio voz de cañón a la pelota,
liberó del gatillo a la verdad.
De esas manos
que extasiadas por la trampa
socavan alegrías.
Y hechizó los corazones,
empujando a la fe en el aplauso.
También Dios se lo creía.
Aquí nos inflábamos el pecho,
elevábamos banderas desmayadas.
Al final,
si, al final,
otra vez gambeteás a la crueldad.
A ese efecto nasal
que todo se lo diste
cuando lo pidió.
del libro «Pequeñas soledades»

Grillitos en las noches

Huesos visibles,
sinfonía de la noche.
Ebrias van las ruedas de sus vidas
por caminos cenicientos,
peregrinos del rejunte.

Mala pata
—aunque dicen que da suerte
pisar mierda de los perros—,
ellos siguen
abocados a sus grillos,
subsistiendo como Darwin.

Vituperio a la pelambre,
mal aspecto da la cáscara.
Peroratas
por ser hijos del cartón,
del frío hecho basura.

Huesitos visibles,
bostezo blanco y celeste,
soñadores.
Ya no pueden embolsarles el saltito,
defasaje del billete,
monedita nacional.
del libro «Pequeñas soledades»

Perro empetrolado

Tus pasos no fueron en charol
ni luciste un frac
bajo la brisa.
En tus ojos
hendidos dos espejos
tal vez de algún adiós,
tu mirada iba yerta en la pesquisa.
Y caíste
a orillas de caracolas,
también yo perecí
al sentir allí en la arena
el vientre de ese hombre
amo de tus piruetas.
Cuando sacudiste tú cariño,
levantaste el horizonte… fue vil el reflejo,
y cerraste en otro día
la esperanza de poder mover tu rabo.
Y espantado por los aullidos de esa raza
—de mi raza—,
enclaustraste tu hocico,
tu lengua en todo ese vacío.
Graznidos de gaviotas en vuelos se lanzaban,
las piedras te caían
como en noches de rocío.
Y allá ibas perro,
vagabundo,
para mí eras un cisne que aleteaba empetrolado,
que se alejaba dejando huellas en la arena
—parecían gotitas—,
y en otra playa
tu cuerpo se haría tiritas,
olfateando el horizonte,
reflejando tu desgano.
del libro «Pequeñas soledades»

Porque te vi nacer

Federico tiene ojos de semilla,
es el girasol que me amanece.
Tiene alma de coral, aliento a brisa.
Federico puede escribir vocablos en la sal de las olas.
Tiene cuerpo de fruta.
Es tierno como el Kiwi,
fibroso como el mango.
Federico puede extraer el néctar de las flores,
mirar el cosmos por la cerradura de la puerta,
conversar con las estrellas.
Federico me arroja basuritas cuando miro
hacia otra parte.
Es la sonrisa, o la lágrima que lloro,
cuando una calle adoquinada,
cuando un pibe de cartón en la vereda.
Pequeño monumento.
Federico será testigo que fui.
del libro «Pequeñas soledades»

Permanencia

No te olvides que es invierno pequeño morador,
perecemos dos viejos amigos que siguen varados
en una estación. Pero tu radio me susurra,
domestica mis entrañas, y al tanteo administro
a templanza que va por tu pelaje.
No te ofendas compañero de mis noches.
¡Si sólo fue una caricia! Tal vez tu madre te ha contado
que los hemos tildado de fríos y simples cazadores
de ratas. Aunque en mi cama, la naturaleza de tu cuerpo
desmiente esa condición humana
cuando te estiras,
te estiras como un fuelle. Como el fuelle
que al espíritu del músico abriga, o lo deja a la intemperie,
en otro paisaje, cara a cara con el espectador.

Ya es tarde, tu radio no susurra.
Desembocan mis manos en la almohada.
Queda un hoyo.
Y me estiro, me estiro.
Y maúllo, y maúllo.
del libro «Pequeñas soledades»

Enseña cómo leer la Escuela de Francfort y sus íntimas tensiones

Luego de lo que pasó en Auschwitz es
cosa barbárica escribir un poema
Theodor Adorno

adorno
era incapaz
de observar cúanto
crece un cabello
en unas horas

esa continuidad fáctica
más allá de la muerte
es una contradicción
menos infame
que un poema

Refiere a la escandalosa musiquilla de The Doors y sus deleites y vicios

otra vez
jim canta “the end”

la sana irrigación del minuto
sobre la mesa dispuesta

otra vez
merecemos
esta sana irrigación de la demencia
sobre la mesa del hábito

Lamentación sonora y fúnebre

No sé distinguir entre lágrimas y música
Friedrich Nietzsche

la música
es el lugar
más irregular
para morir

Presunciones finales que no lo son y la buena
fortuna de poseer juicio, sanos poemas y sentidos castigos

nunca hubo misterio
dung and death
como diría Eliot

el saber fue menos
que los confines
de la vergüenza

las revelaciones
son otra frivolidad
de poetas creyentes

alfabéticos cardos rusos
rodando a través del poema

ése mismo que no sabe de juicios
sólo es la variación
más aceptada
de la antropofagia.

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Donaciano Bueno Diez
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