LA MAR ES UNA MAR SIN FONDO (Mi poema)
Thelma Nava (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo
 

La mar es un mar sin fondo
donde salgo a navegar,
la mar, quien creó la mar
se debió meter tan hondo
que no la logró encontrar.

No sabe el mar que buscar
en el fondo de su vientre
es inútil que se encuentre
una aguja en un pajar
aunque en el mar yo me adentre.

Que el mar se cubrió de un tul
una noche cuando hay luna,
y luce como ninguna
a veces color de azul
y otras más verde aceituna.

Si un día a mi el mar me falla
yo no sé qué voy a hacer,
si he de ponerme a correr,
por detrás de una muralla
aunque me pueda perder.

Por el campo y las espigas
la infancia está en mi recuerdo,
del campo ya no me acuerdo,
del mar hice buenas migas
hoy que dicen soy más cuerdo.

Que a la mar vengo a la arena
los domingos de visita,
vengo puntual a la cita
a ver si calma mi pena
o si el mar me necesita.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: Thelma Nava

Thelma Nava

Las señales

¿Acaso era necesario decir que las señales del amor
eran tan evidentes como el sello que llevaba en la frente el acusado
como la ola invisible lamiendo el ala de nuestro corazón?
¿Acaso necesitábamos preguntarnos qué era lo que nos
acercaba y nos hacía rechazarnos,
serpientes agonizando en nuestro propio laberinto?

Todo nacía de madrugada, con la avidez del que espera
uno y otro día
en silencio la partida, la ruptura del círculo,
el imposible beso de la figura de barro que nos llama.

Todo nacía en verano, donde la realidad y el sueño
se confunden
cogidos de la mano del absurdo, de lo que no es jamás regreso
de la siempre partida hacia otra parte.

Día que aguardas el silencio de la luz construyéndote
y llegas atónito ante las puertas que te fueron negadas.

Para quien pretenda conocer a un poeta

Es difícil conocer el corazón de un poeta.
A primera vista resulta fácil doblegarlo por la vanidad,
ensalzarle y hasta aprenderse de memoria
unas cuantas líneas suyas.
Caminar a su lado y sostener el mar con la mirada
hablar de ciudades irreales,
adivinar su amor y sus costumbres,
su vida cotidiana, sus odios y rencores.
Penetrar el secreto de su técnica
llegar a sus orígenes.

Pero ¿quién, bajo la lluvia, es capaz, sabe realmente
cómo es por dentro ese cuerpo tembloroso, amoroso,
maldito, blasfemo o perseguido de un poeta?

Ven

Ven
ayúdame a insertar mi corazón en la tapa de este libro
enciclopedia donde en cualquier momento puedo leerte
manual de fórmulas para ahuyentar la tristeza.

Ven
ayúdame a olvidarte
a no seguir buscando
la mirada que pusiste en mi rostro
cada minuto diferente,
ayúdame a olvidar nuestra hermosa soledad
de animales en celo.
Si tú me ayudas
te prometo no salir a buscarte en los espejos
o en el fondo de la taza de té.

Para nombrar a España con amor

País que venías a mi encuentro sin sospecharlo
(¿o era yo la que caminaba hacia ti?)
que estuvo siempre detrás del mar, con su aliento
de sal y el deseo de la primera golondrina.
Es posible que un día me reconozca en ti, en tu olor
de semillas, en tus flores recién cortadas,
en tu morada donde la libertad me reciba como a
un huésped deseado.

Es posible.

¿Golpearía yo a tus puertas si no te amara?

Petrópolis bajo la niebla

Porque no era válido salir a buscar el fuego del mar
detuvimos los pasos frente a la tarde campana llamando
golpeando a las puertas de la ciudad abierta
que aguardaba nuestra llegada en su vaivén de niebla.

El sol deshecho del día atravesaba las palabras
del descubrimiento
de las primeras hortensias en la ciudad sin prisa
donde todos los relojes parecían dejar su marca inmóvil.

Bajo el cielo amor bandera abierta buscábamos
una señal desnuda como el rostro del amor
como el amor que se desnuda en las mañanas del amor.

Lejos de la bahía regresaban los pájaros
sorpresivamente
como vuelve la forma del poema a los labios del poeta.

Presencia de las islas

Como un cortejo cabalgando a solas surgen de la niebla
¿Quién alimenta su esplendor que ninguna tempestad oculta?
De las islas sube algo parecido al deseo.
Casa viviente en el mar
las islas
animales fantásticos
esperan su ración de ostras.

Para mi corazón una isla iluminada con el brillo del mar
una isla
como espada
atravesando la llanura marina
una isla
multiplicándose en su pequeña geografía
una isla
grito a solas
jardín para romper la monótona presencia del mar
la insoportable presencia
de una soledad frente a sí misma.
Allí
abajo
fruto
corteza en movimiento
la forma de las islas:
última tentación de los navíos.

Otra vez España

Tu nombre suena en mis oídos extraño y cercano
como el murmullo del mar, ebrio de vida.
¿Cuál es la canción que todos cantan, cuál es
la verdadera,
la que viene de las minas y es tan grata a nuestro
corazón
como la tierra fértil, como los viejos libros de
caballería o esas voces
que no podemos recordar del todo y permanecen
aún en nosotros?

No pregunto por las luces de tus ciudades
(siempre he mirado el rumbo secreto de las luces
en los altos balcones)

No tengo ningún antepasado allí nacido
(mis remotísimos antepasados llegaron de Italia).
Cantaré contigo el amor de todas las cosas simples
en un cielo que adivino purísimo en otoño y azul
como el sitio donde edificaron los antiguos
nuestros templos.

La orfandad del sueño

para Efraín

La vita non e sogno. Vero l’uomo e
il suo spirito geloso del silenzio.
Dio del silenzio, apri la solitudine.
Quasimodo

I
Regreso de los sueños que se inclinan
cada noche a recoger violetas.
De tardes que se juran la lluvia a perpetuidad.
De palomas que se adelantan a los acontecimientos.
Regreso porque es preciso convencerse y mirar
que los atardeceres cambian siempre de sitio
y la lluvia no solamente se detiene en los labios.

Todos los días nos encontramos al pie de la sorpresa.
El viento dispersa sonrisas que surgen de la nada,
del lugar donde no crece ni una sola semilla
y la piedra no es más que piedra
colocada en la tierra.

Mi corazón te está buscando,
como la hormiga que recorre distancias
y se mete en la boca de la manzana.

Y la orfandad no cesa,
oh noche enemiga del alba de las doncellas
que no supieron tejer nunca
un velo nupcial.

De la góndola del sueño surges tú y agitas
la campana de plata
que no conoció la risa de un niño;
solidificas mi corazón y voy hacia tu encuentro
incendiada, como un salmo que vuela por los aires.

II
Todos los días te sacrifico un cordero de oro
surgido de los pies de hambrienta muchedumbre,
nacido del silencio de todos los caminos,
para dar libertad al ángel
de los santos misterios –guardián
de los enamorados que llegan a sus plantas
con la verdad en los ojos–.
Y tropiezo de pronto con un escudo de cobre,
al frente de la puerta iluminada.

Un muro de salamandras me protege
y te me pierdes repentinamente.
Te alejas como un barco en la neblina
y es preciso pagar un rescate de jazmines
para poder besarte en la garganta.

III
Una hebra de plata atraviesa el silencio de tus
párpados.
De tus manos durmiendo en mi cintura fatigada.
Evoco la tempestad
como un goloso pájaro que devora relámpagos
con demoníaco pizo rechazador de serpientes
emplumadas.

Surgen las estrellas a la vista de todos.
Y el mito es como un guante sin medida.
El colibrí en su celda, sacude su ala derecha.
Y nos pertenecemos
al amparo de un tulipán nocturno.

IV
Un halcón de madera me señala
dónde se inicia el movimiento de la luz,
en la torre que resguarda el verano.
Porque una sirena ha muerto sobre el agua,
las lámparas del llanto están de pie
y dialogan con las monedas de sus manos rotas.

V
En la túnica marina de cobre, todo sucumbe.
Empieza entonces la desbandada de tu sombra,
que rompe sus cinturones de raso y amaranto
y se desplaza por el viento,
como una botella enamorada.
Una cadena de luciérnagas asoma
de pronto a tus ojos que fulminan
la mariposa teñida de suspiros.

VI
Ya nada puede volver a ser lo mismo.
Se ha violado la cuerda de la noche.
Los sollozos mortales de los peces estremecen el aire.
La ballena ha perdido su sortija
y todo en derredor es orfandad.

VII
Alimentada en ti, permanezco custodiando
la niebla de tu cuerpo
para recuperarte al día siguiente,
a la orilla del sueño, catedral que nos conduce
al nacimiento de otra noche, otra noche.

Esbozo para empezar un amor

Certero, como el que apunta al corazón dorado de la uva
te aposentas en mí.
Preciso como el aire de junio,
la infatigable luz que se adormece en la tarde
o el grito del flamenco despedazando inútiles ocasos.

Por ti salgo a encender la pira de los sueños
y a cosechar gardenias imposibles.
Y las prendo a un pedazo de tronco fugitivo:
testimonio de ofrenda para el viento
–guerrero hecho de vidrio por el que se despeina
lánguidamente el árbol de un crepúsculo enfermo.

Porque llegas aquí,
porque estás en el bosque del prodigio, al comienzo
de una ternura más redonda que un disco de diamante
y más pura que el canto de un canario que tiembla
y se deshace al pie de una ventana de alcanfores.

Por eso, amigo mío, voy a pulir mis manos en tu rostro.

Porque estás aquí en ti yo creo
y creo en la llamarada de la tierra
y en el fulgor de un lago que te escucha
y se hace cada vez más transparente.
Quiero saberlo todo: lo que se esconde detrás de la violencia
de tus ojos, lo que hay bajo la cuerda tensa de tu piel.

Para decir el nombre de las cosas, la palabra precisa,
la que en ti permanezca, la que te diga buenos días
y te descubra el vuelo de la dicha, la orilla de los besos
circundados apenas por una lágrima cuidadosamente
amaestrada,
voy a iniciar la huida del silencio.

Antes que acabe el alba de seducirme con sus hojas de oro,
antes que el viejo árbol empiece a corretear a los conejos,
detendré la mirada en la resurrección de una esperanza
que se tienda a tu lado como un largo animal adormecido.

Fábula

“No probarás varón en 40 días” te dijeron.
Y habrás de recorrer la ciudad
con tu sangre guardada como ánfora de vino,
testimonio de estos días en que no dejas
abandonada tu tristeza
a la orilla de ninguna playa.

El viento no circula porque le está prohibido.
Te tiendes a la orilla de tus muslos
y ves pasar la vida y el sueño del inválido
y la loca carrera de la primavera
que todavía cree en la sombra del dios.

“No probarás varón en 40 días”
mujer de sangre dulce y tierna,
amarga y dolorida
como la voz del hambre.
No habrás de incrustarte en ninguna mirada
ni esperarás amanecer en compañía,
mujer que conoces el secreto del olor de la lluvia sobre la piedra
y la morada de los pájaros amigos de tu ventana.

Vencerás el plazo de la sangre enajenada,
recuperarás el cuerpo de nadie.
Recobrarás tus brazos
y tu voz de mujer
y tu amor de mujer sobre la tierra.

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Donaciano Bueno Diez
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