He bajado a la calle, la noche fría, todos los comensales lloran su ausencia, va gimiendo a raudales la sombra impía, e incluso se oye el llanto de la porfía denunciando a traidores por su impaciencia.
Un día ha de llegar en que ser libre muy caro se cotice, pues ya no será Dios el que bendice supuesta magnitud con su calibre, mas otro que en su criba lo tamice.
Amigo, hoy los tiempos han cambiado, travestidos en aras de otra ciencia, de acera sin decirlo se han mudado, a principios de antaño traicionado, convertidos en presos de conciencia.