Yo he sido un estrafalario y me he sentido un maniqueo y hasta un tonto en el recreo, como un lelo en parvulario y en todos sitios he sido, al menos es lo que creo, adefesio en camafeo de un
¿Qué sería de la vida sin humor? Le daría al trasero una patada de quien fuera, que le hizo esa trastada, a ese mismo que le trajo sin pudor metiendo en la manada.
Leo al gran Azorín, pienso en Machado, Machado y Azorín, pienso en Castilla, ambos son componentes que a mi lado endulzan el café que, azucarado, le sientan como un beso a mi mejilla.