Este es Hugo, orondo y tan grandote, sin perilla, pendiente y sin bigote, fardando, dos, de alcores mofletudos a punto de explotar y dejar mudos al mismo don Quijote.
Yo siempre voy conmigo y con mi sombra y a veces, si no hay luz, sólo conmigo, y trato y de entenderme no consigo, no paro de buscar bajo la alfombra al sueño que persigo.
Yo un día comprendí que no era un niño, -tanto tiempo hace ya que no recuerdo-, jugaba a no jugar, a ser ya cuerdo, dejando y al pasado haciendo un guiño.
La tarde está muriendo. Y el ocaso se asoma silencioso en la colina denunciando a la vida y su fracaso, el tiempo que le resta tan escaso su exceso en insistir que es de propina.